Claro
 que el capitán de las milicias
 celestes es un personaje fabuloso. No se deja ver y es tan fugaz que
 sólo una escogida minoría de sabios y emperadores lo
 han conocido. Sin hacer nada todo lo es, tal cual un milagro perenne.
 Para entretenerse juega constantes partidas de ajedrez con todo lo
 manifestado, mientras atiende innumerables llamadas telefónicas,
 de todos los tiempos, simultáneamente. Como la naturaleza –uno
 de sus pequeños modelos a escala– jamás se fatiga. Es
 el equilibrio y la justicia, no hay ninguno como él ni existe
 nada fuera de él. Es el único que no tiene par y no cabe
 otra voluntad sino la suya. En todo caso no hay mejor programa ni nada
 más divertido que comprender lo que dice y encontrarlo en cualquier
 lado. Y aunque se enoje cada tanto, es muy discreto, gentil y armonioso
 por excelencia. Es el amor perfecto incluidas las peleas. Optar por
 ser su subordinado, no es sino hacer lo mejor. Dejar atrás lo
 inexistente; no como seres medrosos, sino más bien en forma
 olímpica.
 
 
  |