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Sucedió una vez que iba caminando por el campo en el trópico y me refugié del sol debajo de unos cafetales. Un mundo en miniatura, insólito y vivo, perfectamente en escala, donde valles, ríos, montañas, viento y vegetación, alternaban armoniosamente, se presentó ante mí. Un panorama pequeñito en el que nada faltaba. Y lo más formidable era que esa maqueta correspondía exactamente al paisaje en el que estaba insertado en ese momento. El mismo valle, el mismo río, las mismas montañas, el mismo cafetal figurado por unas pequeñas yerbas movidas por el viento. En ese milagro reducido sólo yo no estaba. ¿Quién?