PRESENCIA VIVA DE LA CABALA
FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
manuscrito hebreo con los escudos de Castilla y León
CAPITULO IV
LA CABALA DE CASTILLA (2)

Abraham Abulafia
Moshe Idel, extraordinario erudito, en su libro L'Expérience mystique d'Abraham Aboulafia123 establece una diferencia tajante entre la llamada Cábala teosófica y la extática (o lingüística), esta última encabezada por Abraham Abulafia que en sus muchos viajes por el Mediterráneo enseñó a numerosos discípulos, lo que explica su gran difusión posterior. El autor, sucesor de la cátedra de Gershom Scholem en Jerusalén, mantiene esta diferencia en múltiples escritos y la da ya por definitivamente concluida, para lo cual afirma en el libro anteriormente citado una serie de razones que lejos de parecernos convincentes más bien reafirman la idea de que se está en presencia de la misma y única Cábala en modalidades distintas que el propio Abraham Abulafia, cuyo nombre bendito sea, se encarga de conjugar.

Al parecer, el trabajo previo debe realizarse con las concentraciones, meditaciones, labor nemotécnica, visualización de letras y colores y ritos respiratorios, las que son aplicadas posteriormente a lo que se ha dado en llamar la Cábala teosófica.

Tales enseñanzas, fueron repudiadas por temor y envidia en su tiempo –mientras que el Zohar escrito contemporáneamente fue aceptado desde el comienzo y merecedor de setenta ediciones. Empero las enseñanzas de Abulafia, con el tiempo, han pasado a ser la manera en que se transmite la Cábala hasta el presente, sin diferencias entre una y otra, incorporándolas como ya en su momento lo hizo el propio Abulafia, quien en su Epístola de Las Siete Vías124 afirma:

Esta sexta vía lleva al secreto de las setenta lenguas por el método de la gematría y de la combinación de letras que permite regresar las letras a su materia primera, por una evocación y una meditación sobre la vía de las diez sefiroth supraesenciales cuyo secreto es santo.

Gershom Scholem, autor de un brillante estudio sobre Abulafia, en el capítulo IV de su Las Grandes Tendencias de la mística judía125 considera que:

El estudioso de la Cábala debe comenzar por la contemplación de las diez sefirot. Durante la meditación, éstas han de convertirse en objetos de la imaginación más que en objetos de un conocimiento exterior adquirido por el mero aprendizaje de sus nombres como atributos o incluso como símbolos de Dios. Porque también en las sefirot, según Abulafia, se revelan las "profundidades del intellectus agens", esa fuerza cósmica que para el místico coincide con el esplendor de la Shejiná. Sólo a partir de ahí debe pasar a las 22 letras, que representan un estadio más avanzado de profundización.

En realidad, la vida de nuestro autor (Zaragoza 1240, Comino s/f) está íntimamente relacionada con su propia Cábala ya que va percibiendo en diferentes momentos de su existencia y en distintos lugares diversas revelaciones, comenzando por su peregrinación a Palestina y el cercano Oriente buscando el mítico río Sambation, al que pretendía cruzar pues ello era considerado la búsqueda de las diez tribus perdidas de Israel126, y siguiendo con las estadías en países y ciudades europeas (Tudela, Grecia, Italia, Verona, Cataluña, Castilla, Francia, Grecia, Italia, Sicilia, Comino). De ese modo se le fueron dando paulatinamente las ideas fundamentales que irán conformando sus trabajos, vinculados con una serie de métodos, análogos a los de otras tradiciones, desarrollados posteriormente, de manera oral y en sus escritos. Esta posibilidad de lo que Abulafia llamaba en su grado culminante la profecía –o sea el más alto grado de iniciación en otros sistemas metafísicos– y que pudiera ser equiparado con la deificación del adepto, es decir con ideas posiblemente mesiánicas, no ha gozado generalmente de la aprobación de las autoridades exotéricas.

Sin embargo el autor de [Get ha-semot; Sitre Torah, comentario místico a la Guía de Perplejos; Sifre nebu'ah, breves tratados místicos escritos en Grecia; 'Or ha-sékel, sobre las combinaciones de las cuatro letras del nombre divino; Sefer hayye ha-'olam ha-ba' o Sefer ha-sem, una de sus principales obras, explicando el nombre divino de 72 letras; 'Osar 'eden ganuz, con información autobiográfica; Sefer ha-heseq; Sefer ha-'ot, escrito en 1288 en el destierro de Comino, de carácter profético (impr. 1887); We-zot li-Yhudah, escrito polémico contra Selomoh ben 'Adret, lo mismo que Sebá' netibot ha-Torah; Sefer ha-maftehot, comentario a la Toráh, escrito en 1289; Gan na'ul, comentario al Sefer Yetsirah (impr. 1784)] expresa una y otra vez su pensamiento. Su obra más importante es 'Imre sefer, completada en 1291, de nuevo sobre combinaciones de letras del Nombre Divino en círculos concéntricos.

Abulafia debió vivir en un permanente viaje a través de Europa, incluidos varios periodos en España, donde tomó contacto con los cabalistas de Cataluña127. Anteriormente había sido maestro de José Chiquitilla en Castilla en un curso que dio sobre la Guía de perplejos de Maimónides128, libro que junto con el Sefer Yetsirah son indicados por el maestro como las Fuentes de donde proviene su saber, verificado experimentalmente por él mismo.

Abundando en el pensamiento de Abulafia, Francisco Ariza129 explica:

Partiendo de las enseñanzas del Libro de la Creación, Abulafia establece un método basado en el sistema de combinación de las letras, método que él explica en su obra titulada precisamente Ciencia de la Combinación de las Letras (Hokhmath ha-Tseruf). Como todos los cabalistas, Abulafia concede una importancia capital a las letras del alfabeto hebreo, pues ellas constituyen entidades simbólicas que, como tales, expresan la realidad de los arquetipos, principios e ideas de orden universal. Cada letra, incluida su forma misma, es un esquema simbólico que encierra dentro de sí todo un mundo de significados que han de ser descifrados por el estudioso de la Cábala. Así, por su carácter revelado, la lengua sagrada, y no sólo la hebrea, es un vehículo del Conocimiento, al que manifiesta en tanto que lo simboliza. De ahí que para Abulafia el alfabeto sagrado aparezca como el objeto de estudio y meditación más preciado de que dispone el cabalista para la realización de su proceso interior.

Pensamos que Moshe Idel, con todos los méritos que tienen sus investigaciones, erra al señalar que los métodos cabalísticos que Abulafia explica en sus libros son radicalmente diferentes a los de otras tradiciones, señalando que el budismo y el hesicasmo poseen ejercicios sólo para contener el oxígeno y producir efectos determinados. Por otra parte y pasando por alto que los métodos del hesicasmo no son los del budismo, eso no quita que junto a los de la Cábala sean medios para ir transformando la psiqué de los aprendices, interiorizándose en la profundidad del misterio de sus ejercicios.

Pero hoy en día, al filo de acontecimientos apocalípticos y la llegada del Mesías, no vemos por qué no se pueden explicar, y no se traducen como se debiera las obras de este extraordinario autor y sobre todo no se desarrollan a cabalidad ya que están inspiradas, o mejor, pertenecen a la propia tradición cabalística hebrea. Sin embargo es una constante en la Cábala la parquedad y vaguedad en que se expresan a veces los autores de estos textos, de lo que es un ejemplo Abulafia, que tuvo que cuidarse mucho en manifestarse dentro de la ley mosaica y las convenciones propias de los usos y costumbres. En efecto la tradición debe preservarse, por lo tanto como dice Scholem:

Los místicos judíos tienden a guardar reserva acerca de las zonas ocultas de la vida religiosa, y por lo tanto de la esfera de las experiencias extáticas, de la unión mística con Dios y otras similares. En el trasfondo de muchos escritos cabalísticos –aunque por supuesto, no en todos– subyace este tipo de experiencias, si bien a veces el autor ni siquiera lo menciona.

Pero no obstante, el místico de Zaragoza se escapa de las normas y publica tratados sobre métodos prácticos para facilitar la unión con lo Absoluto, a través de una metodología muy clara –pese a su forma de escribir un tanto alambicada– sobre los modos, que constituyen su método para tales propósitos.

En cuanto a la respiración Moshe Idel cita un texto del maestro, el Maftéah ha-shemot (La Clave de los nombres). Se dice allí:

Deberá tomar cada una de las letras [del tetragrama] separadamente y la reorganizará según los movimientos de su respiración [la más larga posible] de manera que, entre dos letras, únicamente efectúe una sola inspiración muy larga, prolongándola tanto como le sea posible; a continuación descansará el tiempo de una respiración. Habrá de proceder así para cada letra de tal modo que haya dos tiempos respiratorios para cada una de ellas: uno que es la retención en el momento de la recitación de la letra vocalizada, y otro durante el momento de la pausa entre cada letra. Y es una cosa bien conocida por cualquiera que toda inspiración por la nariz se produce aspirando el aire del exterior hacia el interior (inspiración), es decir, del exterior (BaR) hacia el interior (GaW), cuyo secreto lingüístico demuestra la verdad de la Midda de GeBuRa [potencia] y de su esencia, en virtud de la cual el hombre será llamado "fuerte", es decir, GiBoR, a consecuencia de la fuerza por la cual subyuga su inclinación.

Y tal es el sentido secreto de 'ABG YTTs QR 'STN así como de YGL PZQ ShQW TsYT, constituido por la emisión de la respiración del interior hacia el exterior (expiración), y este segundo componente va del interior (GaW) hacia el exterior (BaR).

Y posteriormente explica:

El proceso de pronunciación de las letras se acompaña en la obra de Abulafia con movimientos de la cabeza relacionados con la vocal asociada a las letras pronunciadas. Poseemos una descripción detallada de las formas de este balanceo en el Séfer hayyê ha'olam ha-ba, que citaremos íntegramente.

En cuanto hayas comenzado a pronunciar la letra, te pondrás a equilibrar tu corazón y tu cabeza. Tu corazón en imaginación, porque está dentro, y tu cabeza, ella misma, porque se halla en el exterior, y la ondularás en un movimiento que imite el dibujo de la vocal asociada a la letra que pronuncies. La curva del movimiento será como sigue. Sabe que el punto-vocal que se encuentra en lo alto se llama el holam y que las cuatro vocales restantes se encuentran en la parte inferior bajo la letra, y cuando pronuncies el que se encuentra en lo alto de la letra 'alef que pronunciarás con la letra kaf o la qof, al comienzo no inclines la cabeza ni a derecha ni a izquierda, ni hacia arriba ni hacia abajo, sino que has de mantenerla recta como si estuviera al mismo nivel que la de un individuo de tu misma estatura que te hablase cara a cara; entonces, cuando prolongues el movimiento de la letra que pronuncias, levantarás la cabeza una vez hacia lo alto, es decir, hacia el cielo, cerrarás los ojos y abrirás la boca, y tus palabras se aclararán. No corras el riesgo de interrumpir la pronunciación de la letra; que el movimiento [de la cabeza] hacia arriba dure todo el tiempo que lo haga tu respiración, hasta que esta llegue a término y se interrumpa simultáneamente el movimiento de la cabeza, y si aún te queda un poco para llegar hasta el final de tu respiración, no bajes la cabeza antes de que aquella haya terminado por completo.

El proceso que acaba de describirse ampliamente, se recuerda también de modo breve en el 'Or ha-sékhel:

Y con la cabeza ceñida de tus filacterias y vuelta hacia el este, ya que de allí sale la luz que [ilumina] el mundo en dirección de las cinco extremidades [del mundo], la moverás diciendo el holam. Comienza a partir del medio en dirección al este, purificando tus ideas, y levanta la cabeza respirando muy lentamente hasta el final, manteniéndola siempre en alto, y cuando hayas terminado, prostérnate hasta tierra una vez… para [la pronunciación del] tséré, balancea la cabeza de la izquierda hacia la derecha, y para el qamats de la derecha hacia la izquierda.

Y finalmente:

Como conclusión, recordemos la forma en que G. Scholem caracteriza la vía que acabamos de describir. En sucesivas ocasiones, la califica de "magia del interior" cuyo objetivo principal es transformar la estructura interna del hombre. Ahora bien Abulafia afirma que se pueden cambiar a la vez la naturaleza y el alma humanas. Por eso se puede calificar su arrojo de "arrojo mágico", toda vez que tiende a modificar la naturaleza externa. Pero su intención principal de influir sobre el alma merece el término de "técnica" más bien que el de "magia". Ante la inútil tentativa de modificar el mundo exterior, Abulafia al menos habrá conseguido transformar su propia conciencia, como lo hicieron otros místicos.

En verdad la transmutación interna es la materia de la alquimia y el fin último de la teúrgia, y aunque pudiese alguna vez ser que las circunstancias o fenómenos externos se transformen ello es completamente secundario y por añadidura, derivado de la concentración interior. De todas maneras los ejercicios de Abulafia vinculados con lo que se ha dado en llamar la Cábala práctica no tienen identidad con la hoy llamada Cábala ceremonial, de muchas pretensiones y magros, cuando no nulos esfuerzos. Empero estas ceremonias e invocaciones mágicas con fundamentos conscientes o inconscientes en el poder y lo personal siguen vigentes aun hoy.

Por el contrario, hay cabalistas modernos basados en la Tradición que trabajan con la respiración, aunque en este caso es cuatripartita refiriéndose con ello al divino nombre de Yahveh y los cuatro planos en que se organiza la creación: Olam ha Atsiluth, Olam ha Beriyah, Olam ha Yetsirah y Olam ha Asiyah. Una respiración cuaternaria de esta naturaleza como otras posibles son también indicadas, aunque Abulafia no lo señale expresamente en lo que de su obra hemos podido conocer. Así como otros ejercicios con brazos y manos, además de ciertos balanceos de cabeza en la línea del místico de Zaragoza.

Nos dice Scholem:

Abulafia había rechazado decididamente la magia y condenado de antemano todo intento de emplear con fines mágicos la doctrina de los nombres sagrados. En una serie de polémicas, condena la magia como una falsificación del verdadero misticismo; admite una magia dirigida hacia uno mismo, una magia de la interioridad –pienso que ese es el nombre genérico que se podría dar a su doctrina–, pero no admite ninguna magia que tienda a producir efectos externos tangibles, aun cuando los medios sean interiores, permitidos e incluso sagrados. Según Abulafia, este tipo de magia es posible, pero quien la practique será condenado.

El mismo comentarista, en el ya mencionado estudio sobre Abulafia, señala temas que nos parece importante remarcar para la comprensión de su pensamiento. En el primero aclara que:

La identificación de la profecía con el amor a Dios también se demuestra en el misticismo de los números, y aquel que sirve a Dios por puro amor está en el camino que conduce a la profecía. Por ello, los cabalistas en quienes el temor puro de Dios se transforma en amor son, para él, los verdaderos discípulos de los profetas.

El segundo es de gran originalidad y absolutamente nuevo en su tiempo:

En otro lugar, Abulafia distingue también entre el maestro humano y el divino. Si fuera necesario, se podría prescindir del primero: Abulafia sostiene que sus propios escritos pueden acabar por sustituir el contacto inmediato entre discípulo y maestro.

Con respecto a la relación de su sistema con la música, el místico medieval explica:

… porque la oreja entiende los sonidos de diversas combinaciones, de acuerdo con el carácter de la melodía y el instrumento. Así, dos instrumentos diferentes pueden formar una combinación, y si los sonidos se armonizan, la oreja del que escucha percibe una sensación agradable, conociendo su diferencia. Las cuerdas tocadas con la mano derecha o la mano izquierda han vibrado, y su sonido es dulce a la oreja. Y de la oreja la sensación viaja hasta el corazón, y del corazón al bazo (sede de la emoción); la unión de las diferentes melodías produce siempre un nuevo placer. Es imposible que éste se produzca si no es por la combinación de los sonidos, y lo mismo ocurre con la combinación de las letras. Que se toque la primera cuerda, que es comparable a la primera letra, y que se toque enseguida la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta, los diversos sonidos se combinan. Y los misterios que se expresan en estas combinaciones reconfortan el corazón que conoce su Dios y es llenado de una alegría siempre renovada.130

También la imaginería sexual en la concepción del Hombre Nuevo, receptor de la Kavaná –y que algunos rabíes han comparado con la creación del golem–, ha sido estudiada por los comentadores de Abulafia, de acuerdo con lo expresado en la cábala de Gerona, especialmente por Azriel y Ezra, respecto a la creación de hijos espirituales que podrían alcanzar el grado de "profetas" según la terminología usada por el maestro.

Finalizando las citas del estudio de Scholem destacaremos ahora un testimonio posterior escrito en 1295 por un discípulo de Abulafia sobre la Cábala profética y que concluye de esta manera su exposición:

Pero como para esta ciencia no hay pruebas experimentales, ya que sus premisas son tan espirituales como sus inferencias, me vi obligado a contar la experiencia que tuve. En realidad, en esta ciencia no hay más prueba que la experiencia misma (…) Por eso yo le digo al hombre que cuestiona este camino que le puedo dar una prueba experimental, a saber, mi propia percepción de los resultados espirituales de mis experiencias personales en la ciencia de las letras, siguiendo el Séfer Yetsirá. Por supuesto yo no he experimentado los efectos corporales [mágicos de tales prácticas], y aun suponiendo que existiera la posibilidad de tener una experiencia de ese tipo yo, por mi parte, no la deseo pues es una forma inferior, sobre todo comparada con la perfección que puede alcanzar espiritualmente el alma. En realidad me parece que quien trata de conseguir esos efectos [mágicos] profana el nombre de Dios, y es a esto a lo que se refieren nuestros maestros cuando dicen: desde que existe la licencia, el nombre de Dios fue enseñado solamente a los sacerdotes más discretos.

Todas estas prácticas van encaminadas a la regeneración y purificación completa del alma, lo que es vivido por Abulafia y sus continuadores como una auténtica alquimia interna, que reúne las tres fases de la Gran Obra (obra al negro, al blanco y al rojo), tal como expresa este texto recogido por M. Idel en su estudio ya citado y que corresponde al Séfer ha-'ot del cabalista medioeval:

Y sobre su frente un signo de sangre y de tinta, en las dos esquinas, y la forma de este signo parecía la varilla de un árbitro entre dos, y era un signo muy desconocido. La sangre era de color negro y devino roja, y la tinta era de color rojo y devino negra, y el signo que las separaba era blanco. Oh maravilla que fue revelada por el sello, (es decir) la llave sobre la frente del que se acercó, (es decir el hombre), arrastrando y desplazando consigo (es decir el sello) a todo su ejército.

Y más adelante:

Yo miraba el signo frontal y lo reconocí, y observándolo mi corazón se abrió, y mi espíritu vivió con él una vida "eterna" [un instante de eternidad] el cual me transmitió su enseñanza, y su ley me puso a hablar y a redactar la obra sobre este signo (Sefer ha-'ot).

En esta lucha de grandes magnitudes, Abulafia pone en juego todas las prácticas que hemos visto hasta ahora, aplicándolas con estrategia, combinándolas según un arte marcial muy sutil, el cual tiende constantemente a la concentración interior y a promover el conocimiento de la naturaleza íntima que anima el universo entero, tal como versa este fragmento del Séfer sitrê Tora:

Es una cosa bien clara y conocida de todos los sabios versados en la Toráh –los cabalistas–, y que tampoco es ignorada por los verdaderos filósofos, que al hombre le ha sido dada una entera libertad, sin ningún factor de necesidad o de violación (de esta libertad); pero existe en el hombre una fuerza humana conocida con el nombre de "fuerza del despertar del sí mismo" y es la que despierta su corazón a actuar o no. Según esto el hombre halla en su corazón la fuerza que arbitra y decide, entre estas dos fuerzas contrarias, cuál de las dos lo conducirá y pondrá en movimiento los miembros que cumplirán las buenas o malas acciones. Es este principio el que explica que el hombre esté siempre en lucha, y que se bata con los pensamientos que habitan en su corazón, y son estas dos primeras fuerzas opuestas las que inician todo el encadenamiento de sus numerosos pensamientos, como dice el Sefer Yetsirah "El corazón del alma es como un rey en guerra…" El hombre posee estas dos formas denominadas ya sea inclinaciones, o fuerzas, o ángeles131, o pensamientos, o imágenes o de cualquier otra manera como quieras designarlas. De hecho, la intención es una y única, y lo esencial es llegar a [sentir] su existencia y conocer verdaderamente su esencia por las pruebas tradicionales o racionales, y distinguir entre sus dos maneras de ser, y comprender el gran foso que las separa según su grado, y saber si ambas no son sino una misma realidad, o dos realidades combinadas, y si son separables o no pueden separarse. Pues no es sino viendo su combate en nuestro corazón que conoceremos [efectivamente] que son dos y que actúan una sobre otra, y una en función de la otra, y es por ello que hay un tiempo para ésta y un tiempo para la otra; y para el instante, no hay sino un pequeño punto indivisible, que dura menos que un guiño, lo que se explica alusivamente por la expresión "hay un tiempo de Dios que es como un guiño".

En esta vertiente guerrera, el cabalista nos aporta nuevas experiencias y soportes para librar el combate, el cual tiene unas etapas en las que se irán revelando y reconociendo las facetas del alma, y al poner a concurso sus cualidades, se las podrá trascender, pues no se trata de reprimirlas sino de transmutarlas, conquistando así la realidad superior que es su origen y destino. Para todo ello la visualización es otra táctica muy importante, no en el sentido de inventar o generar constantemente imágenes, sino en el de fijar la atención interna en símbolos tan universales como por ejemplo el de la rueda-esfera, o el de la escala o el del eje del mundo, de por sí contenedores de poderosas fuerzas transmutatorias:

Sabe que la esfera del intelecto –cuando es mudada por el Intelecto activo y cuando el hombre se encuentra asido en su interior– progresa sobre esa rueda que gira sobre sí misma hacia atrás como sobre una escalera. Y en el momento de una verdadera ascensión, él ve sus pensamientos volver sobre ellos mismos, sus ojos no ven más que lo que veían anteriormente, y no queda entre sus manos nada de lo que creía haber adquirido salvo la certeza de un cambio profundo de su naturaleza y de un nuevo nacimiento: como aquel que se libera de la influencia del sentimiento para someterse a la del intelecto, o como aquel que separándose del elemento tierra pasa a la influencia de un fuego que arde. En conclusión, todo lo que veía se transforma bajo sus ojos, sus pensamientos se confunden, sus sueños resultan perturbados; y ello, en verdad, debido a que esta rueda132 purifica y examina [al hombre que la recorre].

Todo el tiempo que contemplé esta escalera que es el Nombre del Santo, bendito sea, vi mi alma asida a En sof con el maestro de la unión.

En el Nombre, mi intelecto ha encontrado una escalera [susceptible] de elevarme hasta el escalón de la visión.

Se trata, pues, de ver con el ojo del corazón las letras, los nombres divinos, sus combinaciones, y dejar que su poder opere:

Visualiza por el pensamiento el Nombre del Santo, bendito sea, así como sus ángeles superiores, y visualízalos en tu corazón, como si fueran seres humanos, de pie o sentados a tu lado, y tú en medio de ellos como un delegado que el rey y sus servidores quieren enviar en misión.

Lo que Moshe Idel sintetiza así en su estudio:

Resumamos ahora nuestra argumentación sobre el pasaje de Séfer hayyé ha-olam ha-ba. El profeta tiene la visión de las letras que se elevan, se posan y vuelven sobre la montaña. Estas letras son las letras de los nombres divinos cuya fuente remonta al poder del intelecto o el de la imaginación. Así uno puede demostrar que los nombres divinos, ellos mismos, se encuentran en el alma del hombre y que el vuelo de las letras o su retorno no son sino procesos de la interioridad. En el Séfer ha-'ot se dice: "Y se me mostró una imagen de su Nombre grabada en mi corazón; la contemplé y vi una visión de mi tsélem y a mi imagen moverse en dos vías [diferentes], es decir dos veces veintiséis [valor del Tetragramma], la una correspondiendo al tselem, y la otra a la imagen". El Nombre del tetragramma grabado dentro del alma humana encierra en sí mismo el tselem y la demut que son el intelecto y la imaginación.

Y Abulafia lo expresa con esta viveza:

Y aquel que emprende la vía del método combinatorio, que es entre todas las vías la más próxima al conocimiento verdadero de Dios, será examinado sobre el campo, y su corazón se hallará purificado por una gran llama, que es el fuego del deseo; y si posee en sí la fuerza de soportar la vía de la moral que es próxima al deseo, y si su intelecto es más fuerte que su imaginación, y si él la gobierna y la dirige como el caballero gobierna y dirige cabalgando a su caballo golpeándolo con sus botas para que avance según su deseo, rienda en mano para pararlo allí donde quiera su espíritu, y si su imaginación sólo percibe aquello que el conocimiento [da'at] recibe…; Un hombre así dotado de una fuerza tal, es un hombre [gever, gibbor: hombre, héroe, que tienen las mismas consonantes] verdadero.

Y así, desanudándose de lo perentorio y reanudándose en lo inasible (vaya paradoja) se realiza la unión tal como lo afirman estos fragmentos:

El individuo está ligado a los nudos del mundo, del año y del alma (al espacio, al tiempo y a su persona), y a través de ellos se religa al mundo de la naturaleza, y si desanuda estos lazos que lo ligan, se unirá a Aquel que está por encima de ellos y que vela por su alma como El lo hace por todos los que invocan el nombre de YHVH, y que son los que le temen y meditan sobre su Nombre, y que son llamados perushim (separados), poco numerosos, [y] que se separan [del mundo] para conocer a Dios, bendito sea, y que su Nombre sea bendito. Ellos parten a la conquista de sí mismos para no abandonarse a los placeres de este mundo, y se guardan bien de no dejarse arrastrar como un perro por su hembra; es por lo que, cuando se haya habituado a estar separado del mundo, reforzará su reclusión y sus relaciones (hityaatsut), y sabrá cómo unificar el Nombre.

Y prosigue:

Es necesario religar e intervertir un nombre con otro y renovar un problema, religar lo que está desanudado y disociar lo que está ligado con los nombres bien conocidos, haciéndolos girar (y corresponder) con los doce signos (del zodíaco), con los siete planetas y con los tres elementos, hasta que aquello que anuda y desanuda se libere de las categorías de lo prohibido y de lo permitido, y que establezca una nueva forma de prohibición y de permiso…

Es bien sabido que las fuerzas internas y los espíritus escondidos de la naturaleza humana se encuentran diferenciados en el cuerpo, y que la verdad intrínseca de cada una de las fuerzas o de cada uno de los soplos reside, de hecho, en que cuando se desataron de las ataduras [que las ligan a la materia], corrieron hacia su fuente primera que es una sin dualidad y que contiene a la multiplicidad y al infinito; y este [desapego] la conduce hasta lo alto donde, invocando [o recitando] el Nombre divino, se eleva y se fija en lo alto de la corona suprema, y el pensamiento recibe de este lugar la triple bendición.

Por este tipo de discurso Abulafia fue perseguido siempre por la autoridad religiosa judía con la cual mantuvo serias diferencias. Así fue que concretamente tuvo que salir de varias ciudades en las que le tocó vivir, refugiándose finalmente en una pequeña isla siciliana, Comino, donde murió en medio de luchas, soledad e iluminaciones.

Fundamentalmente era odiado por sus escritos, pero sobre todo porque en ellos algunas veces daba la impresión, pues hablaba en primera persona, de que se consideraba un profeta. De hecho sus enseñanzas estaban encauzadas a ese fin, el don de la profecía, su forma de llamar a la Iniciación en el Conocimiento.

También ha sido acusado de masturbación, ya que él mismo parece indicarlo en algunos de sus numerosos tratados, muchos de ellos autobiográficos. Y también parece vivirlo tan intensa como dramáticamente ya que su relación profunda con su religión lo lleva a la amargura existencial (Génesis 38, 9, Onán y Er)133.

En un autor de este tipo y de tal profundidad, de pronto se podría conjeturar que el dolor por haber perdido su semilla se refiere a que sus enseñanzas no han caído en tierra fértil, o que por distintos motivos no han podido desarrollarse. Pues en un escrito ya citado, Sefer ha-'ot (Libro del Signo) donde cuenta sumariamente su vida, incluye de manera muy destacada a aquellos que ha podido enseñar en distintas ciudades, de los cuales casi ninguno pudo encarnar estas enseñanzas y mucho menos al grado de iluminación que Abulafia pretendía, aunque quedaron algunas relaciones a diferentes niveles, que él apreciaba.

De entre todos ellos sólo Joseph Chiquitilla ha sido el más eminente, y casi único, y obtuvo posteriormente su mismo nivel, aunque en materia de Tradición (Cábala) es imposible juzgar ya que ésta se mantiene viva en este o aquel lugar o en una u otra época, es decir que subsiste de modo latente y vuelve a encenderse en cualquier situación espacio-temporal, como la propia historia de estas ideas lo atestigua. El silencio, el secreto y el anonimato son propios de estas disciplinas. Por otra parte su pensamiento se vería expresado, o sea que renació posteriormente, por intermedio de M. Cordovero en su Pardés Rimonim y otros escritos y en Chayyim Vital que supieron valorarlo en toda su verdadera dimensión de profeta.134 Recordemos lo que hemos dicho anteriormente respecto a que la Cábala actual le debe nada menos que la exaltación de la ciencia del Tseruf y el arte de meditar sobre las letras.

Para terminar esta semblanza del profundo innovador cabalístico que fuera Abulafia queremos destacar un hecho que nos parece acaba de perfilarla. En efecto, en uno de sus viajes concibió la idea de dialogar con el Papa, aunque no se sabe a ciencia cierta cuáles eran sus intenciones. Se ha hablado también de las aproximaciones al catolicismo de nuestro autor y su conocimiento probable de filósofos cristianos con los que mantuvo diálogos, cosa que él mismo destaca en alguna de sus obras. Es también probable que conociera sus textos ya que las composiciones filosóficas cristianas de su tiempo como las obras de Alberto Magno o la Suma Teológica de Tomás de Aquino circulaban en los países europeos que frecuentó. Lo cierto es que el Papa no quiso recibirlo, a pesar de que Abulafia insistió varias veces. Ante la negativa decidió viajar al Vaticano y presentarse ante sus puertas aun sabiendo que había orden del Papa para encarcelarlo si lo hacía135.

Pero el día anterior a la llegada de Abulafia hete aquí que el papa Nicolás III muere no pudiendo realizarse la entrevista. Por todo ello Abulafia tuvo que pasar un mes encarcelado, aunque la pena se consideró mínima. ¿En qué estaba basada la voluntad firme de entrevistarlo? ¿Qué pensaba comunicar a Nicolás III como cabeza de los cristianos de Occidente? ¿Pretendía, como se dice, encauzarlo al judaísmo?

NOTAS
123 Moshe Idel. L'expérience mystique d'Abraham Aboulafia. Editions du Cerf, París, 1989.
124 Abraham Aboulafia. L'Épître des sept voies. Editions de L'Éclat, París, 1985. Traducida y publicada por primera vez en Leipzig en 1854 por Adolfo Jellinek.
125 Gershom Scholem, Las Grandes Tendencias de la mística judía. Siruela, Madrid, 1996.
126 Esta utopía podría ponerse en relación con la de Colón que creyó haber arribado al Paraíso Terrenal cuando llegó a América. En todo caso muestra una modalidad de pensamiento presente en la Edad Media que heredará el Renacimiento.
127 Se menciona a Baruch Togarmi de Barcelona como su iniciador en el estudio del Sefer Yetsirah.
128

Al parecer, como muchos autores de la época, pudiera pensarse que Abulafia podría estar uniendo el pensamiento de Aristóteles y Platón, los cuales por otra parte, coinciden en ciertos puntos esenciales y alguno de ellos heredaría Tomás de Aquino, entre otros, en alguna parte de su Suma, como se han encargado de resaltar varios comentaristas.

Moisés ben Maimónides (Córdoba, 1138 - El Cairo, 1204). En 1190 había terminado en Egipto su obra más importante La Guía de Perplejos escrita en árabe, siendo de una línea completamente aristotélica; sin embargo obliga a sus lectores a reflexionar una y otra vez sobre los Nombres Divinos. En el siglo XIII se escucharon voces polémicas contra Maimónides en Provenza al que acusaban de una actitud intelectualista, "racionalista" y ligada a la filosofía en detrimento de la Tradición. Por cierto, la importancia de Maimónides, aun en el pensamiento cristiano posterior es innegable. Recibió también fuertes críticas de Nahmánides quien le acusaba de desnaturalizar el sentido del judaísmo.

129
130 Ver Francisco Ariza, artículo citado.
131 Dice el mismo Abulafia acerca de los ángeles: "Nosotros, comunidad de Israel, comunidad de Dios, sabemos verdaderamente que el Santo, bendito sea, no es ni cuerpo, ni una fuerza de este cuerpo y que él no se 'in-corporará' jamás. Pero desde el momento en que el profeta profetiza, lo que emana de él (puede) crear un intermediario corporal, y este es el ángel".
132 En el texto Abulafia hace una descripción de la visión del universo del profeta según este modelo universal de la esfera combinado con el de la escala.
133 "Entonces Judá dijo a Onán: 'Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano.' Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. Pareció mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él." (Génesis 38, 8-10, Biblia de Jerusalén).
134 Hay que señalar que en la Cábala verdadera la generación es la espiritual, transmitida por escritos y sobre todo oralmente por medio de la palabra. En este caso se suele considerar a la saliva como semen, es decir la semilla.
135 "Aunque Abulafia claramente reconocía la primacía de la lengua hebrea en su sistema místico, también admitía el valor de otras lenguas y culturas. En varios lugares utiliza términos extranjeros para demostrar un aserto e incluso los incorpora a sus cálculos numerísticos. Una vez usa números árabes o indios para la demostración. Tiene también discusiones con místicos cristianos y los alaba por su discernimiento. En cierto lugar establece: 'No hay duda de que hay individuos entre los cristianos que conocen este misterio. Han discutido los misterios conmigo y revelado que ésta es incuestionablemente su opinión, por lo que los juzgo como entre los piadosos de los gentiles. No hay que preocuparse por los tontos de cada nación, puesto que la Torah sólo se ha dado a aquellos con inteligencia'." Aryeh Kaplan, Meditación y Cábala. Cap. III. Equipo Difusor del Libro, Madrid, 2002.