Estatua de Hermes en una logia masónica
Estatua de Hermes en una Logia masónica
(portada del libro)
  
INTRODUCCION
Hace ya más de veinte años fue publicado en Francia Science de l'Homme et Tradition;1 su autor, el discutido Gilbert Durand, al referirse a la decadencia del racionalismo, el positivismo, etc., es decir, de las ciencias humanas actuales, sostiene que la única posibilidad de sacarlas de su callejón sin salida, es la presencia del Hermetismo, o sea la aceptación de todo aquello que significan los dioses en cuanto pautas, encuadres y patrones del pensamiento, en particular el versátil Hermes, deidad de las adaptaciones, mensajero y por lo tanto vehículo de la comunicación y la Enseñanza (Psicopompo). 

Según G. Durand esto ya ha ocurrido otras veces, lo cual está implícito, agregamos nosotros, en su propia denominación de Hermes Trimegisto, o sea de tres veces grande, que no sólo está en relación con su propia identidad, sino con su actuación en el devenir, su intervención histórica. En efecto, esta figura recorre toda la historia de Occidente hasta nuestros días ya que no sólo es el Trimegisto alejandrino, el Hermes griego y el Mercurio romano, entidades tan móviles e inquietas como sus múltiples atributos, que abren caminos y resuelven encrucijadas, sino asimismo el Thot egipcio, deidad escritora que aparece aquí y allí como héroe cultural. De hecho esta figura es universal y puede asimilarse con el Odín y el Wotan Nórdicos, con los Henoch, Elías y Eliseo bíblicos, con el Zoroastro iranio, y con el Quetzalcoátl tolteca y sus análogos en toda América,2 con quienes comparte muchos de sus atributos y funciones, de los que se dice no han muerto, sino que han sido arrebatados al cielo, están vivos, y se afirma han de volver al final de los tiempos, es decir de este ciclo humano. 

De hecho, estos dioses son antediluvianos, atlantes, y aún de origen anterior, hiperbóreos, y su presencia ha sido continua a lo largo de la presente humanidad articulando las tradiciones conocidas por su propia función, y hasta aquellas de las que hemos perdido noticia. Incluso es muy importante en la última revelación religiosa, el Islam, donde es conocido como el profeta Idris (como tal es mencionado en el Corán) y donde es asimilado al Mahdi, personaje que también aparecerá al final de los tiempos,3 y que de hecho se ha presentado cada vez que esta tradición ha estado en peligro de extinción o corrupción. Las comparaciones con Jesús el Cristo –así como sus relaciones con los dioses de distintos panteones, especialmente el griego– nos llevarían demasiado lejos para los límites de esta introducción, aunque no podemos dejar de señalar las numerosas equiparaciones de la alquimia cristiana4 medioeval y renacentista entre el Mercurio Solar y la divinidad crística, e igualmente las relaciones hebraicas entre Metatron y esta divinidad, hija directa del Padre, es decir, nuestro hermano.5

El Hermes griego, según los himnos homéricos, nace en la oscuridad de una gruta, –como Jesús en un pesebre– en la noche, y finalmente ha de convertirse en el sol del amanecer.6 Sus padres son Zeus y Maia7 (relacionar este nombre con el de la madre del Buda) y como todas las deidades análogas, a través de un proceso ascendente alcanza la plenitud de sus posibilidades y el ser humano entonces se deifica a través de cielos, o planos –el mundo intermediario–, como el Corpus Hermeticum y otros textos testifican; lo que es igual a decir que los númenes o ángeles se hacen en él (de modo descendente),8 puesto que el recipiente de su alma ha logrado darles cabida mediante una reciprocidad armónica, posibilidad que puede expresarse en cada alma individual, o ser colectivo, aún en nuestros días sombríos.

Hemos señalado la estrecha vinculación del Hermetismo con el Cristianismo y también con la Tradición Hebrea (Henoch, Elías, Metatron) pero queremos agregar con respecto a esta última su relación con Egipto, donde los judíos vivieron cautivos y fueron liberados por medio de Moisés, hijo adoptivo del Faraón, el que seguramente recibió determinados conocimientos tradicionales de esa civilización. Igualmente otra influencia muy destacada es la caldea, ya que el patriarca Abraham era de la ciudad de Ur; esto se encuentra vinculado entonces a importantes legados astrológicos y "mágicos", ya que en la antigüedad estos términos estaban identificados con el vocablo Caldeo. Eso sin negar la absoluta originalidad de la Tradición Judía y su lengua sagrada. Sin embargo, en épocas posteriores, en la Edad Media, surgen en España con la aparición del Zohar, y en toda Europa, varias corrientes relacionadas no solamente con el Arbol de la Vida Cabalístico (Sepher Yetsirah, Sepher Bahir), a las que se han visto emparentadas con el pensamiento gnóstico y neoplatónico según autorizados investigadores; este es el caso de Gershom Scholem, y toca muy dentro del judaismo, pues todo ello ha sido incorporado a la doctrina, a la Cábala, término cuya traducción, como se sabe, es literalmente "Tradición", y por lo tanto, agregamos nosotros, igualmente ligada por intermedio de la Gnosis con la Tradición Hermética. Todo ello sin mencionar a la Cábala Cristiana –que se denomina así por constituir la aparición de la Tradición judía en el seno del cristianismo, al igual que el término Hermetismo Cristiano con respecto a Hermes, en la Tradición cristiana– de tanta influencia en el Renacimiento (y aún en la Edad Media) y que se proyectará hasta nuestros días.

En el caso del Islam, un pueblo, el de los sabeos, rendía culto a Hermes. Posteriormente fueron islamizados y como ya hemos dicho su antiguo Dios pasó a ser el profeta Idris.9 Se dice que este pueblo "descendía" de la Reina de Saba y de allí su vinculación con Salomón y su Templo, asimismo tomado como modelo de la Masonería, cuyo parentesco con el Hermetismo se estudiará en el presente libro. 

Por lo que Hermes, Pastor del rebaño celeste, Dios verdaderamente Universal, es al mismo tiempo la deidad más antigua de todos los panteones –siendo antediluviano– y por lo tanto un Númen que bien pudiera ser calificado de arquetípico, o mejor el Arquetipo de la deidad en el plano intermediario, o identificado a la Enseñanza, como forma de comunicación, por mediación del Conocimiento, con los planos más altos de la Cosmogonía y la Ontología, y por lo mismo con los auténticos soportes de la Metafísica.10

Igualmente Hermes está vinculado con la música y el arte en general, pues es el inventor de la lira que entrega a Apolo y está estrechamente emparentado con las Musas,11 ya que sus tres primeras hermanas, en Delfos, personificaban las cuerdas de ese instrumento.12 En efecto, la música, cuyo origen es divino, está relacionada con el plano intermedio, y es capaz de establecer vínculos entre la audición y el Verbo, es decir entre lo que se oye y el soplo de lo inaudible.

Se ha comparado la estructura del cosmos con una arquitectura musical, ya que los sonidos y los números expresan proporciones arquetípicas de armonía y movimiento coincidentes tanto en el macro como en el microcosmos. No sólo la música es terapéutica –y aquí es preciso recordar la vara mágica que le dió Apolo a Hermes a cambio de la lira, la que podía curar,13 o despertar, tanto como dar el sueño y la muerte, y que luego se convierte en el eje de su caduceo–, sino que manifiesta estructuras invisibles e inaudibles que se expresan por su intermediación. Por otra parte es sabido que la música se propaga por el aire y las alas del caduceo mercurial representan esta idea, ya que la deidad transmisora se vale fundamentalmente de este medio para revelar sus mensajes, así como el viento anuncia la bendición de las lluvias.

A.-J. Festugière en su libro La Révélation d'Hermès Trismégiste afirma que hay un hermetismo popular y un hermetismo culto. Estamos de acuerdo con él pero no por sus razones, ya que parece confundir pueblo con "masa". De otra parte, cataloga el hermetismo popular como expresándose mediante mancias, tales como la astrología, o por conjuros, o talismanes, lo que considera supersticiones, al mismo tiempo que sólo destaca los textos sapienciales (sin entenderlos por sus prejuicios, claro, aunque este es otro asunto). No obstante nosotros queremos también destacar ese otro grupo de enseñanzas y costumbres, propias de todas las tradiciones, y que sólo pueden ser calificadas de supersticiosas cuando se las compara con otros ritos que se suponen oficiales, o basándose en el racionalismo más evidente y una lógica que excluye al pensamiento analógico. Si todo un pueblo cree en ciertos amuletos –en primera instancia símbolos– que expresan la energía de ese dios, es que ese dios está vivo para ellos, e invocado permanentemente. Por eso es que existe igualmente una Tradición Hermética popular, tan válida como la sapiencial, pues el Dios al que se invoca en aquella se encuentra tan vivo como el que pudiera existir en esta.14 En los momentos en que Hermes ha presidido un pueblo, una institución, un grupo, por el consentimiento de este, y sobre todo, por Su gracia, la diferencia entre los conocimientos es sólo cuestión de grado en una sociedad organizada de tal suerte que todos participan de acuerdo a sus capacidades y condiciones especiales que tocan a su función dentro de ella, sin ninguna exclusión por motivos artificiales, o una diferenciación tajante, como nos es dable observar cotidianamente.

Como se puede apreciar las revelaciones del Dios Hermes son múltiples y la deidad aparece de muchísimos modos distintos en el cauce de la Historia.15 Asimismo se podrá observar en este estudio la íntima relación de nuestro dios con la Masonería, como heraldo del Gran Arquitecto del Universo. Para nuestro trabajo hemos tomado en general modelos míticos grecorromanos-alejandrinos, que posteriormente podrán ser asimilados a otros panteones, pero la deidad, o el conjunto de deidades intermediarias, sigue siendo el mismo, agrupado bajo la entidad llamada Hermes (Hiram), que está tan presente hoy día como lo fuera en otros tiempos y espacios, y se continúa revelando de muy diferentes maneras, de acuerdo a las diversas mentalidades, grupos e individuos que habitan el planeta.

El caduceo o la vara –junto con las alas ya mencionadas– es el elemento principal de la iconografía del Hermes greco-romano, pero estos elementos están presentes de diverso modo en otras muchas representaciones. En efecto, las serpientes enroscadas en el eje de la vara se encuentran en distintas tradiciones; en el caso de Hermes-Mercurio, es obvio que ellas representan la dualidad, propia de todo lo creado en el Cosmos. Y la interacción de estas serpientes enrolladas en el eje universal en tres niveles refleja, por un lado el plan del Universo, y por otro la conjunción de los opuestos efectuada igualmente en todos los mundos. Mediante esta unión de los contrarios puede irse escalando a través del eje hasta que esa dualidad es superada por la función polar del eje mismo, que trasciende los opuestos, y victorioso se eleva hacia un espacio definitivamente otro.

Por su agilidad nuestro dios es listo, espontáneo y rápido por lo que ha sido reconocido como el númen de comerciantes16 y diplomáticos, incluso de ladrones; eso está claro en su currículum ya que una de sus primeras hazañas es robar cincuenta vacas del rebaño de Apolo, lo que indigna a este aunque posteriormente es perdonado. Aparte de las significaciones astronómicas atribuidas a este mito, ello al mismo tiempo lo ubica dentro de las deidades "tramposas", es decir las que viven en su raíz la paradoja de la dualidad cósmica, a la que son capaces de trascender por un golpe de timón, a través de una coyuntura por la que pueden filtrarse.

Sin duda la Hermética es una tradición compleja, como lo es la vida, el plan del Universo, y las relaciones entre los hombres; osar es casi necesario para quitarnos las cadenas que nos hacen esclavos de nuestra programación, o de las que quieren infligirnos otros, verdaderos policías del pensamiento, espíritus totalitarios cuyo refugio es la norma, aunque esta sea notoriamente falsa. Nadie viene a ofrecernos o darnos la libertad; una de las condiciones para obtenerla es hacerlo por nosotros mismos, sin dejarse engañar por cualquier "maestro" o director espiritual, sino por medio del plano intermediario, invocando al Maestro Interno.

Y pese a su ambigüedad la entidad numénica será capaz de guiarnos en el camino, de tutelar nuestros peregrinajes y sacarnos de los laberintos a los que constantemente accedemos; y si nos ampara con su gracia seremos capaces de encontrarla en cada vuelta del viaje, y reconocerla bajo las distintas maneras y los diversos disfraces con que se reviste.

Por ello no siempre es fácil para todos conseguir una filiación con esta Tradición –tampoco Hermes ha de otorgársela a cualquiera sin que este pague su precio– ni la realización en esa vía, que no se expresa de manera religiosa o sentimental-devocional, que no posee ortodoxias teologales estrictas, sino la vivencia de su doctrina por medio del Conocimiento, lo que obliga constantemente al Aprendiz a constatar lo que sucede en el itinerario de su propio camino, en su ser interno, es decir en su Iniciación, sin el consuelo que le suelen brindar determinadas creencias relativas al aparato religioso, a las que sin embargo puede observar desde otro nivel simbólico, depurándolas, es decir, en términos alquímicos "rectificándolas". Por eso es que se la ha denominado una Tradición a la intemperie y puede ser considerada poco apta para ciertos espíritus timoratos que no arriesgan y por lo tanto no pueden luego callar o dejar de quejarse por sus vicisitudes, en vez de proseguir su camino, presidido por el silencio hermético.

Antes de finalizar estas palabras preambulares queremos destacar un medio del que se vale el hermetismo. De hecho, para los hermetistas el libro es un transmisor directo de conocimientos, que se aúnan en una doctrina, la cual es absolutamente transformadora ya que tomando conciencia de nosotros mismos conocemos también nuestro ser en el mundo, es decir los secretos de la cosmogonía en virtud de las leyes de la analogía que establecen las correspondencias entre macro y microcosmos. La intermediación de este conocimiento del Sí, siempre es por la mediación simbólica de un tercer elemento, capaz de conectar dos proposiciones y realizar el milagro de la triunidad del Ser, tanto del hombre como del mundo, puesto que sabemos que la cosmogonía es el Ser (ontología) del Universo.

Por este motivo se justifica que comencemos esta obra con un capítulo dedicado a los libros herméticos –que fijan la enseñanza oral– donde se podrá apreciar la historia de esta deidad así como sus doctrinas en el mundo grecorromano y alejandrino, la Edad Media y el Renacimiento y sus epígonos actuales.

En ese sentido el Corpus Hermeticum, la colección de escritos más emblemática de la Tradición Hermética, en el cap. XXIII (5-8) de los "Extractos de Estobeo", denominado la Pupila del Cosmos o Koré Kosmou, afirma:

Ahora bien, oh maravilloso hijo mío, Horus, no es en un ser de raza mortal donde esto hubiera podido producirse –de hecho ni siquiera existía aún–, sino en un alma que poseyera el lazo de simpatía con los misterios del cielo: he ahí lo que era Hermes, quien todo ha conocido. Vió el conjunto de las cosas; y, habiendo visto, comprendió; y, habiendo comprendido, tuvo poder de revelar y enseñar. En efecto, las cosas que conoció las grabó, y, habiéndolas grabado, las ocultó, habiendo preferido mejor, acerca de la mayor parte de ellas, guardar un firme silencio antes que hablar, a fin de que tuviera que buscarlas toda generación nacida después del mundo. En esto, Hermes se disponía a remontar hacia los astros para escoltar a los dioses sus primos. Sin embargo dejaba por sucesores a Tat, a la vez su hijo y el heredero de estas enseñanzas, luego, poco después, a Asclepios el Imuthés, según los designios de Ptah-Hefaistos, y a otros aún, a todos aquellos que, por la voluntad de la Providencia reina de todas las cosas, debían realizar una búsqueda exacta y concienzuda de la doctrina celeste. Hermes pues, estaba a punto de decir en su defensa, ante el espacio circundante, que ni siquiera había entregado la doctrina íntegra a su hijo, en vista de la edad todavía muy temprana de éste, cuando, habiéndose levantado el día, siendo que, con sus ojos que todo lo ven, contemplaba el Oriente, percibió algo indistinto, y, a medida que lo examinaba, lentamente, al fin, le vino la decisión precisa de depositar los símbolos sagrados de los elementos cósmicos cerca de los objetos secretos de Osiris, y después, tras haber realizado además una plegaria y pronunciado tales y cuales palabras, ascendió al cielo.

Pero no conviene, niño mío, que deje este relato incompleto: es necesario que refiera todo lo que dijo Hermes en el momento de depositar los libros. Él, pues, habló así: "Oh libros sagrados que fuisteis escritos por mis manos imperecederas, vosotros sobre los que, habiéndoos ungido con el elixir de inmortalidad, tengo todo poder, permaneced imputrescibles e incorruptibles, a través de los tiempos de todos los ciclos, sin que os vea u os descubra ninguno de aquellos que habrán de recorrer las planicies de esta tierra, hasta el día en que el cielo envejecido de a luz a organismos dignos de vosotros, aquéllos que el Creador ha llamado Almas".

NOTAS
1 Hay edición en castellano reciente: Ciencia del Hombre y Tradición, Ed. Paidós, Barcelona 1999.
2 Quetzalcoátl (serpiente alada) es también dios Azteca y como tal se ha extendido por todo el área de este imperio, incluido el suroeste de U.S.A. La misma deidad recibe los nombres de Kukulcán, Gucumatz y Votan (notar el parentesco del nombre con la deidad nórdica) entre los Mayas, Bochica en los Chibchas colombianos, Viracocha entre las culturas incaicas, etc. etc., los que bien podrían ser llamados los Hermes Atlantes.
3 Ver L. Massignon, apéndice bibliográfico sobre "L'Hermétisme Arabe", en La Révélation d'Hermès Trismégiste: A.-J. Festugière, Les Belles Lettres, París 1989.
4 Numerosísimos textos dan cuenta de ella. Prácticamente toda la alquimia occidental está puesta bajo el patrocinio de Hermes, invocado dentro de la Tradición Cristiana.
5 Ver Charles Mopsik. Le Livre Hébreu d'Hénoch. Moshé Idel, Hénoch c'est Métatron. Ed. Verdier, Lagrasse, Francia 1989.
6 O sea, la posibilidad de cada quien de ser un Hermes no nacido, el que posteriormente hará despuntar el alba.
7 Maia es una de las Pléyades, hijas de Atlas y de allí su relación con la civilización atlántida y sus secuelas, a saber: con la raza roja.
8 Aunque ambos movimientos, ascendente-descendente, son en verdad simultáneos.
9 Ver Henry Corbin, Historia de la Filosofía Islámica. Editorial Trotta, Madrid 1994.
10 Si hay una tradición Primordial, es decir: Arquetípica, y todas las formas en que se manifiesta son sólo maneras distintas debido a condiciones de tiempo, espacio y mentalidad, también hay dioses arquetípicos y unánimes en todos los panteones, y se revelan también de diversas maneras. De hecho, Hermes, señor del plano intermediario y conductor sutil en las estructuras del pensamiento, es universal, y por lo tanto cósmico y capaz de llevarnos por los caminos del Conocimiento hasta los grados más altos, e igualmente de los modos más inesperados.
11 Ver W. Otto, Las Musas, el origen divino del canto y del mito. Eudeba, Bs. As. 1981.
12 Al comienzo, según Eratóstenes en su Mitología del Firmamento (Catasterismos = transformación en estrellas), la lira estaba construida "a partir del caparazón de una tortuga y de los cuernos de las vacas de Apolo; tenía siete cuerdas, en recuerdo de las hijas de Atlas [Pléyades]. Se la entregó a Apolo, quien después de entonar un canto con ella se la regaló a Orfeo, el hijo de Calíope, una de las Musas, que amplió el número de cuerdas a nueve" en honor de las mismas. (Alianza Ed. Madrid 1999).
13 En cuanto a la medicina, el Caduceo preside hasta hoy a través del bastón de Esculapio (Asklepios) su hijo, todas aquellas ciencias no sólo vinculadas a esta sino a la farmacopea.
14 Recordemos aquí a una forma de Hermes, como la antigua divinidad Tracia, invocada por los pastores para cuidar y reproducir sus rebaños, de allí que en la Arcadia se lo representara con el falo erecto, lo cual llegó a ser extremadamente popular entre los campesinos que lo colocaban en los frentes de sus casas, pasando posteriormente como un poderoso talismán a las ciudades griegas.
15 Por ejemplo –y para citar sólo un caso–, en las tradiciones precolombinas, Quetzalcoátl y sus análogos ya citados poseen distintos atributos y formas, pero no cuesta reconocer a la deidad en su función mediadora y transmisora. "¡Salve Hermes, dispensador de alegría, mensajero, dador de bienes!" (Himno Homérico XVIII).
16 La presencia de Hermes como dios del comercio está atestiguada en numerosas ciudades de diversos continentes en los edificios dedicados a las Bolsas, al comercio marítimo, (nuestra deidad no sólo es fundamental en el viaje iniciático sino también en todos los viajes, y especialmente en las grandes empresas de navegación –sin contar las terrestres– que dieron lugar al descubrimiento de nuevos mundos), a los seguros, etc. Muchas de estas esculturas o bajorrelieves, emblemas y alegorías, son verdaderas obras de arte, y en especial fueron producidas en los siglos XVIII y XIX.