Este artículo de René Guénon apareció en la revista Le Voile d'Isis, febrero 1933, y fué retomado en parte en el capítulo XXXVIII de El reino de la cantidad y los signos de los tiempos: "De la anti-tradición a la contra-tradición", así como en otras partes de su obra.
INICIACION Y CONTRA-INICIACION
RENE GUENON
Hemos dicho, al terminar nuestro artículo precedente, que existe algo que puede llamarse la "contra-iniciación", es decir una cosa que se presenta como iniciación y que puede dar la ilusión de ello, pero que va al revés de la iniciación verdadera. Sin embargo, añadíamos, esta designación exige algunas reservas; en efecto, si se la tomara en sentido estricto, podría hacer creer en una especie de simetría, o por así decir equivalencia (aunque en sentido inverso), que, sin duda, forma parte de las pretensiones de los que se ligan a aquello de lo que se trata, pero que no existe y no puede existir en realidad. Es sobre este punto que conviene insistir especialmente, ya que muchos, dejándose engañar por las apariencias, se imaginan que hay en el mundo dos organizaciones opuestas que se disputan la supremacía, concepción errónea que corresponde a la que, en lenguaje teológico, pone a Satán al mismo nivel que Dios, y que, con razón o sin ella, se atribuye comúnmente a los maniqueos. Esta concepción, señalémoslo enseguida, viene a ser lo mismo que afirmar una dualidad radicalmente irreductible, o en otros términos, negar la Unidad suprema que está más allá de todas las oposiciones y antagonismos; que una negación así sea cosa de los mismos adherentes a la "contra-iniciación", es algo que no debe sorprender; pero eso muestra al mismo tiempo que la verdad metafísica, hasta en sus principios más elementales, les es totalmente extraña, y por ello su pretensión se destruye sola. 

Importa señalar, antes que nada, que, en sus orígenes mismos, la "contra-iniciación" no puede presentarse como algo independiente y autónomo: si se hubiese constituido espontáneamente, no sería nada más que una invención humana, y no se distinguiría así de la pura y simple "pseudo-iniciación". Para que sea más que eso, como en efecto lo es, es necesario que, en cierto modo, proceda de la fuente única con la que se conecta toda iniciación, y, más generalmente, todo lo que manifiesta en nuestro mundo un elemento "no-humano"; procede de ella por una degeneración que llega hasta esa "inversión" que constituye aquello a lo que puede llamarse propiamente "satanismo". Se ve pues que, de hecho, se trata de una iniciación desviada y desnaturalizada, y que, por eso mismo, ya no tiene derecho a ser calificada verdaderamente de iniciación, puesto que no conduce ya al fin esencial de ésta, e incluso aleja al ser de él en lugar de aproximarlo. No basta pues con hablar aquí de una iniciación truncada y reducida a su parte inferior, como puede ocurrir también en ciertos casos; la alteración es mucho más profunda; pero hay en ello, por otra parte, como dos estados diferentes en un mismo proceso de degeneración. El punto de partida es siempre una rebelión contra la autoridad legítima, y la pretensión de una independencia que no podría existir, como hemos tenido oportunidad de explicar en otro lugar;1 de ello resulta inmediatamente la pérdida de contacto efectivo con un centro espiritual verdadero, y así pues la imposibilidad de alcanzar los estados supraindividuales; y, en aquello que todavía subsiste, la desviación no puede más que ir agravándose seguidamente, pasando por grados diversos, para llegar, en los casos extremos, hasta esa "inversión" de la que acabamos de hablar. 

Una primera consecuencia de esto, es que la "contra-iniciación", cualesquiera puedan ser sus pretensiones, no es en verdad más que un callejón sin salida, ya que es incapaz de conducir al ser más allá del estado humano; y, en este estado mismo, por el hecho de la "inversión" que la caracteriza, las modalidades que desarrolla son las del orden más inferior. En el esoterismo islámico, se dice que quien se presenta ante cierta "puerta", sin haber llegado a ella por una vía normal y legítima, ve que esta puerta se cierra ante él y es obligado a volver atrás, sin embargo no como un simple profano, lo que en adelante es imposible, sino como sâher (brujo o hechicero); no podríamos expresar con mayor nitidez aquello de lo que se trata. 

Otra consecuencia en conexión con la anterior, es que, al haberse roto la ligazón con el centro, la "influencia espiritual" se ha perdido; y ya esto bastaría para que no pudiera hablarse realmente de iniciación, puesto que ésta, como hemos explicado anteriormente, está esencialmente constituida por la transmisión de esta influencia. Sin embargo, hay todavía algo que se transmite, sin lo cual nos hallaríamos de nuevo ante el caso de la "pseudo-iniciación", desprovista de toda eficacia; pero ya no se trata más que de una influencia de orden inferior, "psíquica" y no ya "espiritual", y que, abandonada de esa manera a ella misma, sin el control de un elemento trascendente, toma en cierto modo inevitablemente un carácter "diabólico".2 Es fácil de comprender por otra parte que esta influencia psíquica puede imitar a la influencia espiritual en sus manifestaciones exteriores, al punto de que aquéllos que se detienen en las apariencias llegan a equivocarse al respecto, pues la primera pertenece al mismo orden de realidad en el cual se producen estas manifestaciones (¿no se dice proverbialmente, en un sentido comparable a este, que "Satán es el mono de Dios"?); pero la imita, podría decirse, igual que los elementos de ese mismo orden evocados por el nigromante imitan al ser consciente al que han pertenecido.3 Este hecho, digámoslo de paso, es de aquellos que demuestran que unos fenómenos idénticos en ellos mismos pueden diferir completamente en cuanto a sus causas profundas; y ahí se halla una de las razones por las que conviene, desde el punto de vista iniciático, no conceder ninguna importancia a los fenómenos como tales, porque, cualesquiera que fueren, nada podrían probar en relación con la pura espiritualidad.  

Dicho esto, podemos precisar los límites dentro de los que la "contra-iniciación" es susceptible de oponerse a la verdadera iniciación: es evidente que estos límites son los del ser humano con sus múltiples modalidades; dicho de otra manera, la oposición no puede existir sino en el dominio de los "pequeños misterios", mientras que el de los "grandes misterios", que se refiere a los estados supra-humanos, está, por su misma naturaleza, más allá de tal oposición, luego enteramente cerrado a todo lo que no es la verdadera iniciación según la ortodoxia tradicional.4 Por lo que se refiere a los "pequeños misterios" mismos, habrá, entre la iniciación y la "contra-iniciación", esta diferencia fundamental: en una, no serán más que una preparación para los "grandes misterios"; en la otra, se tomarán forzosamente como un fin en ellos mismos, al estar prohibido el acceso a los "grandes misterios". Va de suyo que podrán haber muchas otras diferencias de carácter más especial; pero no entraremos aquí en estas consideraciones, de importancia muy secundaria desde el punto de vista en el que nos situamos, y que exigirían un examen detallado de toda la variedad de formas que puede revestir la "contra-iniciación". 

Naturalmente, puede que se constituyan centros a los cuales estarán conectadas las organizaciones que dependen de la "contra-iniciación"; pero se tratará entonces de centros únicamente "psíquicos", y no de centros espirituales, aunque aquéllos puedan, en razón de lo que indicábamos más arriba en cuanto a la acción de las influencias correspondientes, tomar más o menos completamente sus apariencias exteriores. Por otra parte, no habría que sorprenderse de que esos centros mismos, y no solamente algunas de las organizaciones que les están subordinadas, puedan encontrarse, en muchos casos, en lucha unos con los otros, porque el dominio en el que se sitúan es aquél en el que todas las oposiciones se dan libre curso, cuando no son armonizadas y reconducidas a la unidad por la acción directa de un principio de orden superior. De ello resulta a menudo, por lo que concierne a las manifestaciones de esos centros o de lo que de ellos emana, una impresión de confusión e incoherencia que no es ilusoria; no se ponen de acuerdo más que negativamente, si puede decirse, para la lucha contra los verdaderos centros espirituales, en la medida en que éstos se mantengan en un nivel que permita que una lucha así se entable, es decir, según lo que acabamos de explicar, en lo que se refiere al dominio de los "pequeños misterios" exclusivamente. Todo lo que se refiere a los "grandes misterios" está exento de tal oposición; y, con mayor razón, el centro espiritual supremo, fuente y principio de toda iniciación, no podría ser alcanzado o afectado en grado alguno por ninguna lucha que fuere (y por eso se le llama "inasible" o "inaccesible a la violencia"); esto nos lleva a precisar todavía otro punto que es de una importancia muy particular. 

Los representantes de la "contra-iniciación" tienen la ilusión de oponerse a la autoridad espiritual suprema, a la cual nada puede oponerse en realidad, pues es bien evidente que entonces no sería suprema: la supremacía no admite ninguna dualidad, y una suposición así es contradictoria en sí misma; pero la ilusión de ellos viene de que no pueden conocer su verdadera naturaleza. Podemos ir más lejos: a pesar suyo y sin saberlo, están en realidad subordinados a esa autoridad, del mismo modo que, como decíamos precedentemente, todo está, así sea inconsciente e involuntariamente, sometido a la Voluntad divina, a la que nada podría sustraerse. Son pues utilizados, aunque no lo quieran, en la realización del plan divino en el mundo humano; juegan en él, como todos los demás seres, el papel que conviene a su propia naturaleza, pero, en lugar de ser conscientes de este papel como lo son los verdaderos iniciados, se engañan a sí mismos al respecto, y de una manera que es peor para ellos que la simple ignorancia de los profanos, puesto que, en lugar de dejarlos en cierto modo en el mismo punto, esta tiene como resultado el arrojarlos más lejos del centro principial. Pero, si se consideran las cosas, no ya con respecto a estos seres mismos, sino en relación al conjunto del mundo, debe decirse que, al igual que todos los demás, ellos son necesarios en el lugar que ocupan, en tanto que elementos de ese conjunto, y como instrumentos "providenciales", se diría en lenguaje teológico, de la marcha del mundo en su ciclo de manifestación; están pues, en última instancia, dominados por la autoridad que manifiesta la Voluntad divina al dar a este mundo su Ley, y que los hace servir a pesar de ellos para sus fines, debiendo concurrir necesariamente todos los desórdenes parciales al orden total.5 
 

Mesr, 11 ramadân 1351 H. [1933].
 
Notas
1 Ver Autorité spirituelle et pouvoir temporel.
2 Según la doctrina islámica, es por la nefs (el alma) que el Shaytân puede hacer presa en el hombre, mientras que la rûh (el espíritu), cuya esencia es pura luz, está más allá de sus ataques; es además por eso por lo que la "contra-iniciación" en ningún caso podría tocar el dominio metafísico, que le está prohibido por su carácter puramente espiritual.
3 Ver a este respecto nuestra obra sobre L'Erreur spirite.
4 Se nos ha reprochado no haber tenido en cuenta la distinción entre los "pequeños misterios" y los "grandes misterios" cuando hemos hablado de las condiciones de la iniciación; sucede que esta distinción no tenía que intervenir entonces, ya que considerábamos la iniciación en general, y que por otra parte no hay en ello sino diferentes estados o grados de una sola y misma iniciación.
5 Para descartar todo equívoco sobre lo que hemos dicho anteriormente en lo que concierne al estado de las organizaciones iniciáticas y pseudo-iniciáticas en el Occidente actual, nos parece bien precisar que no hemos hecho con ello más que enunciar la constatación de unos hechos con los que nada tenemos que ver, sin ninguna otra intención o preocupación que la de decir la verdad al respecto, del modo más desinteresado posible. Cada cual es libre de sacar de ello las consecuencias que le convengan; en cuanto a nosotros, de ninguna manera estamos encargados de conseguir o quitar adherentes a ninguna organización cualquiera que esta fuere, no animamos a nadie a pedir la iniciación aquí o allá, ni a abstenerse de ello, e incluso estimamos que esto no podría atañernos de ninguna manera. 
 
 Traducción: J. M. R.
 

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