PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

APÉNDICE
Nota sobre los Nombres divinos

Llegados a este punto, es evidente que todos los personajes que han ido desfilando por nuestra obra, filósofos, magos, escritores, estudiosos de las ciencias y las artes e interesados en la simbólica lingüística y matemática, fueron en su tiempo los buscadores de la Palabra Perdida, del Nombre Primordial escondido y nunca proferido que sin embargo es el origen de todo lo nombrable, y que en su inconmensurabilidad no podría ser designado por uno u otro de ellos, ni tan siquiera por sus adiciones, pues eso significaría limitar lo ilimitado. Pero paradójicamente se revela a través de sus facetas, atributos o por sus "palabras sustitutorias".

Sobre ese Nombre inefable nos dice la tradición que se fragmenta constantemente en un acto sacrificial (lo que la Cábala explica como el desmembramiento del Adam Kadmon, o la rotura de las vasijas, según otra imagen) enviando miríadas de seres a alistarse y organizarse como ejércitos de los mundos, donde cada cual ocupa su plaza en un reticulado multidimensional e intercomunicado que da vida a eso que llamamos Universo, y en el que por cierto al hombre le es asignada una ubicación central e intermediaria, y la sorprendente misión de reconocer el nombre secreto de cada cosa, ente o ser, identificación que lo conecta directamente con la fuente original de la Palabra.632

O sea, que investigando en las palabras, números, signos y puntuaciones de la dicción cósmica, escuchándola, deletreándola, leyéndola y también escribiéndola, el mago o teúrgo coadyuva y vive el proceso inverso de la fragmentación, que es el de la reunión o restitución de la Palabra Perdida. De este modo el iniciado se balancea entre el modelo cósmico poliédrico y multifacético y la inefable presencia que lo ha proyectado, siendo el Verbo el puente entre la apariencia y la Realidad Absoluta siempre misteriosa y abscondita.

Este tema importantísimo supuso para los actores de nuestra función su filiación libre y gratuita al hilo de la Tradición, que en aquellos momentos y hasta hoy recibió el aporte de la simbólica cabalística como una verdadera mina repleta de las piedras preciosas (las letras, los números y sus conjugaciones consonantes y disonantes) con las que reconstruir la gran filigrana cósmica y simultáneamente hacer siempre presente en la conciencia ese estado indescriptible de infinitud.

Gérard Gertoux, en un libro muy reciente que ha titulado Un historique du nom Divin,633 se refiere de este modo a las intelecciones de todos esos "exploradores del Verbo", ya fuesen hebreos o cristianos:

Así, con el tiempo, los cabalistas descubrieron sin cesar nuevos nombres, a cuál más auténtico y más escondido. Llegaron a la sorprendente conclusión que el Nombre es la Torah misma (recordar que los cristianos habían llegado a esta conclusión: el Nombre es el mismo Jesús).634 Estas búsquedas convergieron en la conclusión siguiente: Dios tiene efectivamente un nombre propio que es multiforme, es decir, que refleja todos los otros nombres santos, y finalmente no tiene ninguno propio.

Nos parece además muy sintético lo que publica este autor en internet635 como carta de presentación de su obra, y que reproduciremos en fragmentos, pues resigue el itinerario vital de unos seres abstraídos y concentrados en la búsqueda de ese Nombre siempre esquivo, que en sus conciencias se reflejaba con este o aquel atributo, matiz o sutileza, para lo cual la lengua hebrea fue uno de sus soportes fundamentales. Nos dice Gertoux:

Del siglo XIII al XV
Desde el siglo trece, el conocimiento de la lengua hebrea progresaría considerablemente, comprometiendo notablemente el papel de matres lectionis. Por ejemplo, el famoso erudito Roger Bacon escribió en su gramática hebraica que en hebreo hay seis vocales "aleph, he, vav, heth, iod, ain" cercanas a los usuales puntos-vocales masoréticos. (El erudito francés Fabre d'Olivet también explicó en su gramática hebrea las siguientes equivalencias: aleph = â, he = è, heth = é, waw = ô/u, yod = î, aïn = wo).
Raimundo Martí, monje español, excelente erudito hebreo, y muy buen conocedor del Talmud, impresionado por los argumentos de Maimónides, se vio involucrado en una controversia con los judíos en su libro "Pugio fidei" en 1278, acerca del hecho de que el nombre de Dios podría ser pronunciado y utilizó la figura Yohoua. Sin embargo, en 1292, su alumno Arnau de Vilanova, agudo en cábala, retornó a la forma muda (silenciosa) de IHVH. Por otro lado, Porchetus de Salvaticis, un admirador de Raimundo Martí, enriqueció sus argumentos y utilizó varias veces la forma de Yohouah en su libro Victoria Porcheti adversus impios hebraeos en 1303. Sin embargo, el converso Abner de Burgos, usó (entre 1330 y 1340) la forma de Yehabe en su libro Mostrador de Justicia. Otro converso, Pablo de Burgos prefirió la forma muda YHBH (en 1390).
El primer estudioso que dio exacta y claramente las razones por las cuales escogió ciertas vocalizaciones fue el Cardenal de Cusa. Además, en 1428 dedicó su primer sermón sobre Juan 1:1 en donde explica, basándose en las obras de rabbi Moyse, los varios nombres de Dios (Adonai, Jah, Sabaoth, Schaddai, etc.) y el significado del Tetragrama, que él vocalizaba como Iehoua. En este sermón, empezó a desarrollar la idea de que Jesús era el elemento 'pronunciable' (la Palabra) del 'inexpresable (inefable)' Dios. Explicó en otro sermón, escrito alrededor de 1440, que el nombre de Jesús significa 'salvador', que se pronuncia Ihesua en hebreo, y que este nombre 'Salvador' es también la Palabra de Dios. Indicó que el nombre impronunciable es Ihehoua en hebreo. En otros dos sermones, escritos en 1441, estudió cuidadosamente la conexión entre el Tetragrama griego impronunciable, deletreado Iod, He, Vau, He, y el nombre 'pronunciable' de Ihesus que a menudo el escribía Ihûs. Luego en un sermón escrito en 1445, explicó en detalle las razones gramaticales que permiten una conexión entre estos dos nombres. El nombre de Dios es el Tetragrama griego que se escribe en hebreo Iod, He, Vau, He; estas cuatro letras sirven como vocales, correspondiendo a I, E, O, A en griego, porque en esta lengua no hay ninguna vocal específica para el sonido OU (la letra U en griego se pronuncia como la Ü francesa). Así, en griego, la transcripción IEOUA sería más exacta y reflejaría mejor el sonido OU del nombre hebreo I-e-ou-a, deviniendo en latín Iehova o Ihehova, porque la letra H es inaudible y la vocal U también sirve como consonante (V). Finalmente él advirtió que la forma hebraica de IESUA del nombre 'Jesús' se distingue del nombre divino sólo por una letra sagrada "s" (shin en hebreo) que se interpreta como la 'elocución' o la Palabra de Dios, también la salvación de Dios. El continuaría con este paralelo, entre el nombre de Dios (Ieoua) y el nombre de Jesús (Iesoua) aún en otro sermón. Sin embargo hacia el final de su vida escribió varios libros importantes (De Possest en 1460, Non Aliud en 1462, etc.), para explicar el carácter puramente simbólico del nombre de Dios que tenía todos los nombre y así ninguno en particular. Contrariamente a sus libros, sus sermones no tuvieron una amplia difusión.

Volviendo sobre estas disquisiciones:

En 1474, Marsilio Ficino propuso el nombre Hiehouahi en su libro De Liber Christiana Religione XXX. Johannes Wessel Gansfort, el padre espiritual de Lutero, prefería, alrededor de 1480, vocalizar el nombre de Dios Iohauah en su libro Oratione III:3:11-12. (…)
Por ejemplo, en 1488, Paulus de Heredia en su Epístola de Secretos sugirió vocalizar el Tetragrama en Yehauue, pues según él, su supuesto significado hebreo era: "El hará ser" o "El generará" (el futuro del verbo ser). En 1494, Juan Reuchlin propuso en su De Verbo Mirifico, acercarse al Tetragrama latino IHVH hacia el nombre de Jesús que suponía se escribía IHSVH (la unión con el nombre griego Iesue que él decía, supone así una vocalización Ieue del nombre de Dios). Juan Pico de la Mirandola en su Disputianum Adversus Astrologos (en 1496) fustiga a los herejes que utilizaban el nombre de Júpiter de haberse plagiado el nombre de Dios (Jove padre). Amigo de de la Mirandola, Agostino Giustiniani, aclaró en su traducción de los Salmos en 1516 que el Tetragrama se pronunciaba como Jova (o Ioua).

En el siglo XVI
Al principio del siglo XVI esta situación se había vuelto extremadamente vaga. El traductor Jacques Lefèvre d'Etaples en 1509, indicó en sus comentarios sobre los Salmos LXXII, que el Tetragrama hebreo se pronunciaba como estaba escrito, esto es, en latín I-He-U-He o Ihevhe (mientras notaba que el nombre hebreo de Jesús era Ihesvha y concluyendo que debería haber sido Ihesvhe). En 1514 cuando publicó los sermones de Nicolás de Cusa, utilizó en vez la forma Iehova, según los manuscritos originales. En 1516, en la Biblia de Giustiniani, se podía leer la forma Ioua, etc.
Para aclarar las variantes de la pronunciación del Tetragrama, Pietro Galatino dedicó una buena parte de su obra titulada De Arcanis Veritatis (Acerca de los Secretos de la verdad universal), publicada en 1518, para explicar las razones (hebraicas) de esta pronunciación. Primero, citaba profusamente del libro de Maimónides, La Guía de los Perplejos, especialmente los capítulos 60-64 de la primera parte, como recuerdo de que el Tetragrama es el nombre propio de Dios y que puede ser pronunciado de acuerdo a sus letras. (…)
El traductor Benito Arias Montano temiendo favorecer un nombre de origen pagano prefirió utilizar sistemáticamente el nombre IA en su traducción de los Salmos en 1574. (…)
P. Galatino (igual que S. Pagnin), que había utilizado la forma 'Iehoua', no había tomado en cuenta el significado teológico 'El es' mientras buscaba la pronunciación correcta. En efecto, desde la traducción de los Setenta se sabía que la definición del Nombre divino era esencialmente 'El es'. Genebrard trató de confirmar esta definición gracias a su conocimiento de la lengua hebrea. Así, ya que en Exodo 3:14 Dios se llama a sí mismo 'Yo soy', (en hebreo Ehie), uno debiera decir cuando habla de Dios, 'El es', es decir en hebreo Iihie. Gramaticalmente, la forma Iihie seguramente deriva de una forma más arcaica Iehue, sugerido en 1550 por Luigi Lippomano. Genebrard luego apuntó que el Abad Joaquín de Fiori usaba esta forma más exacta ('Ieue') en su libro sobre el Apocalipsis.636

Y así se han sucedido estas especulaciones, este "juego de espejos" en el que saltando de imagen a imagen, de palabra en palabra, de pronunciación en pronunciación, todo se recicla y renueva, lo cognoscible se da a conocer como lo que es, pero del No Ser ¿acaso algo podría insinuarse, si no tan sólo una interrogación? "Mi" (¿Quién?), dicen algunos cabalistas, como uno de los modos más altos de nombrar a En Sof.637


NOTAS
632
633 Gérard Gertoux, Un historique du nom divin. Un nom Encens. L'Harmattan, París, 2006, pág. 140.
634 Ante lo cual esta cita evangélica viene como anillo al dedo: "Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí". Juan, 5, 39.
635 http://gertoux.online.fr/nomdivin/index.htm
636 Como se ve los nombres de los autores y las obras que se citan son un índice de los autores y obras tratados en este libro sobre Cábala en el Renacimiento.
637 Ver Leo Schaya, El Significado Universal de la Cábala. Editorial Dédalo, Buenos Aires, 1989, pág. 42.