Lo poco que se recuerda actualmente de Jean Thénaud es que fue el encargado de redactar una serie de textos en los que debía apoyarse la educación del futuro rey de Francia, Francisco I, y la de su hermana Margarita, mujer consagrada al arte de la escritura que llegaría a ser reina de Navarra, y protectora de numerosos sabios, entre los cuales los ya conocidos Agrippa y Lefèvre D'Etaples. En el estudio preliminar a la edición de una de estas obras didácticas titulada Le Triumphe des vertuz,
441 Titia J. Schuurs-Janssen aporta una serie de datos importantes sobre este autor:
Diversos estudios contemporáneos han vuelto a sacar a la luz la figura de Jean Thénaud, que tres siglos de olvido habían ocultado casi totalmente. Este escritor al servicio de Luisa de Saboya, muy activo durante el primer cuarto del siglo XVI, ha jugado sin embargo un rol cultural y pedagógico que no hay que subestimar. Además, la lectura de sus obras aporta un esclarecimiento bastante interesante sobre las corrientes de pensamiento, los gustos y los intereses que eran los de un medio de élite, a cuyo abrigo pudieron propagarse las ideas del pre-renacimiento.
En 1498, Carlos VIII muere a la edad de veintiocho años. Le sucede su primo, el duque de Orleáns, que se convierte en el rey Luis XII. Al no tener hijos, su pariente más próximo, Francisco de Angulema, que contaba entonces cuatro años, deviene presunto heredero del trono de Francia. A partir de este momento hasta el uno de enero de 1515, día en que Francisco de Angulema accede al trono, todos los esfuerzos de su madre Luisa de Saboya se consagran a la realización de su ambición: preparar a su hijo para la alta tarea de la realeza.
Para este fin, la reina encargó, entre otros, textos destinados tanto a formar al joven hombre como a justificar y sostener las aspiraciones familiares. Estos textos fueron leídos en el pequeño círculo que gravitaba alrededor de Luisa. Entre los numerosos manuscritos ejecutados para ella y con frecuencia embellecidos por un iluminador a su servicio, se cuentan una veintena de textos compuestos por dos clérigos: François Demoulins de Rochefort, canónigo de Poitiers de 1501 a 1508, "maestro de escuela" de Francisco de Angulema, y Jean Thénaud, cordelero y hombre de letras, que consideraba a Demoulins como su maestro e inspirador. Los dos hombres de Iglesia fueron al principio protegidos de Luisa de Saboya, y luego del rey. Demoulins acabó siendo Gran limosnero de Francia. Thénaud fue elegido guardián de su convento en Angulema, para llegar a ser finalmente abad y limosnero del rey.
Las funciones eclesiásticas no entorpecieron la actividad literaria de Jean Thénaud, que se ejerció en muchos dominios. El autor nos ha dejado traducciones de textos latinos, obra histórica y obra mitográfica. Estudió astrología y fue el primero en escribir en francés un tratado sobre Cábala; su relación del viaje a Tierra Santa –viaje emprendido bajo las órdenes de los Angulema, en 1511– fue impreso en vida del autor bajo el título de Viaje de ultramar.442Además, Thénaud compuso el Triunfo de las virtudes, una voluminosa obra pedagógica, en cuatro tratados: el Triunfo de la Prudencia, el Triunfo de la Fuerza, el Triunfo de la Justicia y el Triunfo de la Templanza.
La diversidad de temas que trata Thénaud, su inspiración con frecuencia medieval pero influenciada por las ideas humanistas, su importancia cultural, justifican la edición de sus obras hasta ahora manuscritas. Así nuestro propósito con esta edición es de contribuir a hacer más conocido este autor injustamente dejado en la sombra.443
¡Y qué significación tan distinta tenían estos encargos reales en contraposición a las obras que hoy en día encomiendan las empresas editoriales a sus "escribientes", asalariados que deben amoldarse a las cada vez más compulsivas modas que rigen el mercado! Lo que actualmente es un puro negocio especulativo, menguado de toda calidad intelectual y cuyo fin es atiborrar a la humanidad con pócimas más y más venenosas o somníferas, en el Renacimiento representó la confección de auténticas creaciones literarias, míticas y poéticas que daban vida a una enseñanza fecunda y nutritiva para el alma, capaz de conectarla con sus orígenes eternos a través de unos discursos hilados con las claves de la simbólica universal.
Y eso es lo que realizó Thénaud: extensas investigaciones en el caudal cultural de la tradición de Occidente, lecturas minuciosas de las obras de sus sabios (desde los clásicos greco-latinos a los medievales); y a partir de ahí, y de las meditaciones secretas e iluminaciones que se operaban en su alma, se dedicó a componer unos textos que no eran simples acumulaciones de datos o acontecimientos, sino bellos relatos ricos en imágenes evocativas, despertadores de la inteligencia y guías para apoyar no sólo la formación intelectual y moral de los príncipes, sino también para promover su misión simbólica, tal la de conductores y gobernantes del reino según el modelo cosmogónico. Todo lo cual se vincula con la idea de una metapolítica, en este caso la del gobierno terrestre en correspondencia con el orden celeste, en el que todas sus jerarquías espirituales e invisibles se reflejan en el plano de la concreción material, aplicación de la máxima hermética "Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo para que se obren los milagros de una sola cosa".
Este tema de gran importancia que ya hemos esbozado en el acápite de Nicolás de Cusa, está vivo en la conciencia de muchos de los reyes franceses (y no sólo en ellos, sino que cualquier pueblo y civilización tradicional ha conocido y aplicado esta concepción vivificadora para toda su población), los que asumieron en mayor o menor grado la misión de gobernar sus territorios en conformidad con las precisas leyes que regulan y modulan el universo, hecho que se hace bien palmario en el monarca que ocupa estas páginas, aunque para nada esto signifique que es exclusividad de dicha monarquía, pues lo mismo puede ser encarnado en una sociedad tribal o arcaica, o sea, por cualquier pueblo con una concepción sagrada.
Por eso nos parece oportuno empezar citando unos fragmentos de este Tratado de las virtudes en los que se perciben algunas de las ideas apuntadas, así como el trazado de un itinerario espiritual y universal apto para todo aquel explorador interesado en estos menesteres:
Capítulo primero
Tras haber visitado diversos climas, tierras, naciones, provincias y regiones, habiendo trabajado con dificultad y agobiado por la labor, en el año que se dice ser el mil quinientos doce después de la recreación del mundo, me trasladé a aquel monte santo y alto de la Arabia pedregosa (denominado Melanes por los cosmógrafos y Sinaí u Horeb por los santos doctores) desde el cual contemplé, como en un eminentísimo espejo o atalaya, los siete climas de la tierra al igual que los otros siete equinocciales (que nos son casi desconocidos), para averiguar en cuál de ellos podría haber una verdadera paz y felicidad terrestre, como también en cuál podría hallarse el paraíso terrestre del que nos desterró nuestro primer padre por su crimen de lesa majestad.
Vi a dichos climas tan caracterizados por la intemperancia y llenos de tantas miserias que en ellos no pude conocer sus estancias; así como, en unos, uno se asfixiaba de calor, en otros se atería de frío; en otros se ahogaba por las lluvias y las tempestades; en otros era envenenado por el polvo o el aire pestilente; en otros, atormentado por continuas y nuevas enfermedades; en otros, asediado por bestias, serpientes e infecciones; y en todas partes, afligido por infinitas miserias que le persiguen a uno hasta la muerte.
Además contemplé todos los estados, tanto eclesiásticos como seculares: a saber, los de los papas, cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos, decanos, archidiáconos, cantores, tesoreros, secretarios, canónigos, curas, capellanes, limosneros, abades, priores, monjes, claustrales, tanto mendicantes como dotados de patrimonio, ermitaños y hospitalarios; emperadores, reyes, duques, condes, vizcondes, barones, castellanos, marqueses, escuderos, nobles, médicos, burgueses, marchantes, laborantes, mecánicos, cancilleres, presidentes, arrendadores, senescales, jueces, abogados, procuradores, solicitadores, tabuladores, notarios y "bazochiens". A todos los vi tan llenos de imperfectísimas sublimaciones y de más perfectas miserias (como si la absenta melosa que saborean les velase el conocimiento) que entré en un difícil y confuso laberinto (es decir, en una gran profundidad de pensamientos y meditaciones) del que no me fue posible salir en todo el día (como si fuese el día más largo del año de mi clima nativo, que es el sexto), de manera que el sueño y la noche me sorprendieron en él. Contra los fantasmas que corren por ésta, me armé con el escudo de la fe, y tanto dirigí mis ojos corporales hacia el cielo mirando a las muy ardientes y crepitantes estrellas en movimiento continuo que ellas, por medio de su movimiento, enviaron sus influencias aquí abajo. También dirigí los ojos espirituales de mi entendimiento a su motor inmóvil, que es el principio y el fin de todas las cosas y la satisfacción de toda esperanza. Y llorando (humillado y prosternado en tierra), hablé de esta manera:
La oración del explorador
Oh incomprehensible deidad, muy reverenciada majestad, superexcelente dulzura, bondad y suavidad, que excedes toda alabanza de cualquier criatura; pneuma incomprehensible, admirable y más que digno de todo culto, Dios omnipotente, uno en esencia y trino en personas, a quien sirven y obedecen en el muy alto y crepitante cielo imperial todas las naturalezas angélicas, distinguidas en jerarquías, órdenes, especies, individuos, oficios e innumerables legiones; que eres continuamente adorado y venerado por éstas junto con los santos y santas gloriosos, revestidos con la estola de la inmortalidad; que por tu sola voluntad has creado de la nada este universo y has fabricado el mundo mediante un artificio increíble en conjunción distinto y en distinción conjunto, tal que produce sin cesar, a través de continuos y armoniosos movimientos, nuevas obras y artificios que son maravillosos e incomprehensibles;
Oh gloria y felicidad soberana que me has incluido en el número de tus criaturas intelectuales, razonables y capaces de tu gracia y gloria infinita, que me has protegido hasta hoy a través de las edades, los años y las fortunas diversas (pese a la multitud y torpeza de mis pecados);
Oh mi total esperanza, que para que no sea devorado por el Minotauro infernal que ruge en este laberinto donde estoy más que perplejo y extraviado, el cual está lleno de horror y cubierto de tinieblas, gustas enviarme un rayo más resplandeciente que el sol de tu gracia, que me ilumina y me dirige para que pueda llegar a ese paraíso terrestre de virtudes lleno de amenidad y delicias en el que se halla la fuente viva y clara, la cual agota por completo y sacia toda la sed de esta vanidad mundana a fin de que pase el resto de mis transitorios días en la serenidad. (pág. 13-16).
Tras la oración del buscador –dirigida al Dios desconocido y salpicada de connotaciones neoplatónicas y claras influencias de obras iniciáticas medievales como la Divina Comedia de Dante–, la ninfa que acompaña al peregrino le responde unas palabras en las que no podemos dejar de percibir también correspondencias con la simbólica cabalística, que como veremos nuestro autor abordará explícitamente en otros dos tratados que le encargará el propio Francisco I siendo ya rey.
El consuelo que la ninfa da al explorador
Oh mi pobre peregrino y deseoso explorador, yo soy la enviada de aquél cuya ayuda has implorado, que ha tenido compasión y piedad de tus peregrinajes, penas y labores tanto corporales como espirituales, para guiarte y conducirte por el camino del paraíso terrestre, y para mostrarte qué es la virtud y quiénes han sido los virtuosos dignos de memoria.
Te llevaré por una vía de la que no te desviarás a la derecha ni a la izquierda (si me crees), y en la que podrás ver algunas señoras con semblante de damas de gran autoridad y señorío, ornadas de todas las voluptuosidades y riquezas, que querrán hacerte desviar, y te prometerán lechos de flores para reposar, viandas delicadas y preciosas para reparar tus fuerzas, sones melodiosos y órficos para divertir y retozar, alas para volar y sublimarte y baños de basme para lavarte. Pero te convendrá cerrar los oídos como antaño hizo Ulises para no oírlas, pues son Sirenas y Sibilas fantásticas muy peligrosas y pestilentes que no pretenden más que conducirte, como a otros, a los confusos infiernos del horror y la miseria para que seas privado permanentemente del bien y del entendimiento, y unido a los espíritus apóstatas en el viaje infernal.
Marcharás, cuando desciendas de aquí, por mis siete jardines de placer, que son Génesis, Inafección, Consejo, Memoria, Inteligencia, Providencia y Sofía, y en ellos encontrarás a mis ninfas, que te conducirán como remontando el río Pisón, también llamado Ganges, que significa Prudencia, para que llegues al lugar que deseas.
Ten esperanza y confía en mí, ya que me hallarás favorable y propicia en tus adversidades, en tus necesidades y en todo lo que te haga falta; advierte también que la hora de mi promesa está fijada, y en cuanto no lo esté, la fijaré contra el curso común de la astrología.444
Además, en un apéndice que se publica en la edición actual de este voluminoso libro, y que en realidad corresponde al prólogo original del manuscrito, son nítidas las fuentes griegas y hebreas, además de las cristianas, de las que se está embebiendo el autor francés:
Mas cuando por otra parte vuelvo a traer a la memoria, dama de toda excelencia, vuestra increíble bondad, dulzura y clemencia, que tanto ha soportado por anticipado todos mis defectos e imperfecciones, hallo fuerzas para culminar y redactar en mejor forma el Triunfo y recopilación de las Virtudes y los Virtuosos que había comenzado en otra ocasión por vuestro mandato imperial, al cual deseo obedecer tanto como a lo que Dios me ha ordenado. Este [volumen] está dividido en cuatro tratados según las cuatro virtudes cardinales; de ellos, los dos primeros se hallan en este volumen, y los otros dos, ya acabados, están en manos del editor.
Y he querido mantener este número cuaternario, que los griegos llamaban tetraktys, porque el sabio Pitágoras, fuente de toda alta filosofía y excelente doctrina, quien dijo que el universo estaba compuesto por números y prefería el cuaternario a cualquier otro, sostenía que éste supera a toda potencia ya sea celeste o terrestre.
También los teólogos de los hebreos dicen que todas las virtudes, influencias, acciones, generaciones, vidas y existencias corpóreas vienen y proceden de la primera cuaterna angélica, cuya unidad primera es la inteligencia soberana del orden de los Serafines que produce al oriente el claro y luminoso ardor espiritual y vital, el cual, al dilatarse hacia el mediodía, es recibido y fortalecido por el Jerarca y príncipe de los Querubines, quien por una superadmirable providencia dispone dicho calor luminoso y vivificante de manera que sea capaz de generar, aumentar, añadir y madurar; y así dispuesto, se difunde y expande con un movimiento maravilloso hacia el ángulo de occidente, donde el Jerarca, es decir el ángel principal de los Tronos, lo estabiliza y fortifica dándole una forma regular y una templanza ajustada. Después, así corroborado y fortificado, se transporta hacia el septentrión, donde el primero de los ángeles llamados Potestades lo recibe como una materia seminal y le añade un influjo de humedad y frío; y devuelve el ardor vital a su unidad primera oriental para ornar el mundo celeste de nuevos y continuos influjos, los cuales no cesan de operar en el mundo elemental.
Son, pues, cuatro mundos (que no son sino uno), porque lo que está en uno está en otro, pero más perfectamente en los superiores que en los inferiores. De ellos, los tres primeros, que son el Espiritual, el Celeste y el Elemental, tienen los lugares, estados y formas que tendrán por siempre jamás. Pero el cuarto, que es el hombre, dicho y llamado Microcosmos, es decir lo menor del mundo, adopta el lugar, el estado y la figura que le place, y los cambia según su libre albedrío tanto como tiene costumbre.445
Como ya hemos apuntado, Francisco I le pidió a su escritor que le redactara un tratado en el que le explicara la misteriosa Cábala de los judíos. En este sentido, la excelente labor de Secret como bibliófilo y documentalista de la Cábala en el Renacimiento a la que nos hemos referido en este libro, cae en la trampa sistematizadora y dual del punto de vista analítico cuando presenta el interés creciente por esta corriente de pensamiento en Francia como el fruto de una "moda erudita", con lo cual pensamos que se enturbian y limitan grandemente los brillos intelectuales y espirituales con los que la Cábala fecundó aquellas tierras. Valga como muestra de lo dicho la siguiente enumeración aséptica que publicó en un artículo titulado "Jean Thénaud, voyageur et kabbaliste de la Renaissance":446
Hemos recordado el caso que P. Paris hizo de los manuscritos de Thénaud. Su actividad debe situarse en el marco del desarrollo de los estudios hebraicos a principios del siglo XVI que esbozaremos ya para acabar. En principio, conviene hacer notar que Luis XII, a quien se dedicó la Lignée de Saturne, recibió la dedicatoria como rey de Francia y Duque de Milán, de Sal Federis o Compendium quo mirifico acumine (Iudaeorum insipientie refellendo calumnias) apostolicam veritatem ratione, prophetice, talmudice, cabalistice plane confirmat de Paulus Ricius "israhelite nuper a judismo ad sacram Christi religiones translatus".
E. Picot, en su estudio sobre Les professeurs et les étudiants de langue française à l’Université de Pavie au XVI, citaba un pasaje de Jean d'Auton, cronista de Luis XII, relatando el discurso pronunciado en la Universidad por Estienne Poncher, canciller de Milán en agosto de 1502. Siendo obispo, E. Poncher, apoyado por Guillaume Petit, aconsejó a Francisco I hacer venir a Agostino Giustiniani, obispo de Nebbio, para la enseñanza del hebreo. Por otra parte, sabemos por una carta de Budé a Erasmo (1518), que se cuestionó sobre Paulus Ricci, después del rechazo de Elías Levita, cuyo nombre fue presentado por uno de sus alumnos, Georges des Selves, obispo de Lavaur. (…) Sabemos también que H. C. Agrippa, que fue uno de los primeros en comentar en Dôle el De Verbo mirifico de Reuchlin, fue médico y astrólogo de Luisa de Saboya.
Siendo todavía conde de Angulema, Francisco I recibió la dedicatoria de De Judaeorum ritibus compendium, de François Tissart, que precedió a Aleandro en París. Se sabe que el fundador del colegio trilingüe protegió a G. Postel, quien era identificado con el lector Pierre Castellan (Du Chastel), que es uno de los nombres que uno encuentra con frecuencia en las dedicatorias de los hebraístas de la época. Además, se sabe que Margarita de Navarra tomó lecciones de hebreo con Paul Paradis.447Por el contrario, se conoce menos a Iones Vallensis, Hieronymianus "Christianissimae Reginae Franciae Sacellanus" que en 1544 y 1545 publica una gramática hebraica y un tratado de prosodia hebraica dedicada a Gabriel Guzmán, enviado como embajador por Francisco I ante Carlos V. Este último, al igual que Giustiniani anteriormente, estuvo muy abierto a la Cábala. Thénaud fue más reservado.
Su nombre debió olvidarse con rapidez, pero el número relativamente importante de sus manuscritos y su rol junto a Francisco I son un testimonio de esta curiosa corriente del Renacimiento que es el Cabalismo cristiano.448
Además, con sus citas a medias de los textos de Thénaud, se observa una cierta tendencia a querer presentarlo como un autor que miró la Cábala desde la barrera, actitud muy común en todos aquellos que la investigan como algo ajeno y exterior, que nada tiene que ver con ellos y ante cuyos "peligros" es mejor prevenirse:
Para captar las ideas que siguen, es necesario saber que Thénaud, después de su viaje a Tierra Santa, se presenta en sus obras como el explorador o el peregrino a la búsqueda de la verdad y las virtudes. En el cuarto tratado ya ha expuesto el sistema de los cuatro mundos, la inmortalidad del alma y el mundo angélico. Dama Curiosidad, a la que él se ha dirigido, le dice: "Oh peregrino del monarca cristiano… te daré en mano hebreos, poetas, filósofos o Mahometanos…" Y un poco más abajo se lee: "Y diciendo… ella evoca un Judío o Hebreo". Es este Judío el que expone el sistema de la Cábala, es él quien hace el elogio de Pico de la Mirandola, tal como lo hace el Judío Simón en el diálogo de De Arte Cabalistica de Reuchlin, de donde Thénaud ha tomado su elogio de Pico. Pero si bien Reuchlin no escoge por su cuenta lo que hace decir a su Judío Simón, no deja de adaptar la Cábala a su Cristianismo.
No sucede lo mismo con Thénaud. El quinto tratado "que es la muy santa Cábala de los Cristianos" muestra cómo, Dama Simplicidad sustituyendo a Dama Curiosidad "aleja a su escolar de la mano de los hebreos cabalistas" con este pequeño discurso: "Oh pobre peregrino y explorador curioso que tanto se ha alimentado en vanas y curiosas ciencias…"
Para acabar asegurando que:
M. Blau anotó fielmente en el examen del Traité de la Biblioteca Nacional las reticencias de Thénaud: "Los verdaderos Cabalistas son los Cristianos que siguen los Evangelios y que cumplen las obligaciones de su fe".449
Por lo que percibimos una incomprensión en el erudito moderno a la hora de concebir a la Cábala como la expresión de una única Sabiduría, y aún más metafísica, que en su andanza y contacto con otras formas tradicionales (de ahí que pueda hablarse de la Cábala "gnóstica" o la cristiana) se ha trenzado e identificado con sus simbólicas, dando la posibilidad de establecer ricas correspondencias y analogías, e incluso de revelar misterios que estaban olvidados en las tradiciones con las que se entrelazó, lo que es muy claro en el caso del cristianismo, que al haber perdido casi en totalidad la expresión y vivencia del esoterismo, halla en la Cábala un filón para revivificar la conciencia de la cosmogonía y la metafísica. Nos deja, por tanto, un poco perplejos la lectura literal hecha por Secret de la expresión de Thénaud de que "los verdaderos cabalistas son los cristianos que siguen las escrituras", como si Sophia fuera de la exclusividad de los cristianos, y los "otros" no la pudieran conocer igualmente. En realidad, la doctrina esotérica es una, y los buscadores del Conocimiento y la Verdad son aquellos viajeros sin etiqueta de ninguna clase que laboran e invocan a las potencias universales llamándolas ya sea sefiroth, dioses o jerarquías angélicas.
Al leer directamente los escritos de este autor renacentista entrevemos la síntesis doctrinal que inteligió, que no se codea con los exclusivismos religiosos y políticos, aunque en algunos momentos, ya sea por la cautela que debía guardar ante la ortodoxia exotérica, por las propias oscuridades de su viaje interno, o por las formas de expresión características de la época, el discurso va velando y revelando la doctrina; pero pensamos que difícilmente hubiera podido escribir así sobre la Cábala de no ser por una participación e identificación con su esencia más íntima.
El primer tratado de Thénaud sobre Cábala lo tituló La saincte et treschrestienne Cabale metrifiee450 (1519), exposición ritmada de esta santa ciencia, que empieza distinguiéndola de los errores y supersticiones, pasando luego a exponer el plan de la obra en la que se van descubriendo secretas identificaciones con lo que expone:
Cuando te veas solo / Y sin compañía en tu bello gabinete / Santo y secreto eleva tu espíritu / Tan altamente / que por ello alcances / De todos los cielos la espaciosidad / De los planetas la especiosidad / El firmamento y el primer móvil / Llamado cristalino / que ninguno por hábil que haya sido / De los antiguos filósofos jamás / Ha trascendido / Y aún contempla / más / Sus movimientos diversos y maravillosos / Los unos felices, los otros peligrosos / Los unos con figuras excéntricas / Otros girando hacia la derecha en trazas concéntricas.
Observa a la vez sus innumerables / Rayos curvos / virtudes y potencias móviles / Signos infusos, y sus vueltas y posiciones / Que mucho mejor ajustados hallarás / De lo que un compás geométrico sería capaz / O número supermatemático alguno / Entonces tu espíritu tan iluminado / Habiendo sido por ello adoctrinado / Querrá saber qué es ese alto poder / Que hace a esos cuerpos así mover / Y del cual obtienen sus bellezas y virtudes / Y las propiedades que los recubren. (pág. 128-129).
Para pasar luego a explicar cada una de las tríadas en las que aparentemente se divide el universo:
El primer e incomprehensible triángulo de la divina gloria.
Pero por encima de esas inteligencias / Que he llamado angélicas esencias / Está la naturaleza eterna y divina / En su bondad / suprema y sin medida / Puramente pura / y deificada toda / Que está en el ser / únicamente única / Belleza infinita infinitamente / Verdad absoluta absolutamente / Poder potente / poderosa forma omniforme / Formalmente formal sin deformidad / Que está en todo indivisiblemente / Y más allá de todo esencialmente.
A la que todos los casos y dichos afirmativos / Y negativos / positivos / privativos / Cualesquiera que sean / y aquellos que no son / Ya sean oídos / o bien no / Que lleven la contraria / o que quepa impugnar / O rehusar / podemos asignar.
Pues cual sea, no obstante, su definición / No conlleva mal ni imperfección. (pág. 128).
Sigue más adelante con la tríada superior del mundo intermediario (Beriyah), en la que se ve que usa la terminología cristiana de los serafines, querubines y tronos, en lugar de los nombres hebreos de las sefiroth, ejemplo de la identidad que inteligió entre ambas formas tradicionales:
De este segundo triángulo jerárquico / Tres bellos arroyos de fuente magnífica / Han brotado / de los cuales el primero proviene / De la caridad / que de los serafines viene.
El siguiente es producido por la Prudencia / De los querubines / Y el tercero nace / En el curso claro de los tronos por la justicia / Y equidad que a todos nos es propicia. (pág. 131).
Y después nos presenta a la tercera, correspondiendo a la tríada inferior del mundo del alma (Yetsirah), para coagular finalmente todo en la cuarta (Asiyah):
Del último e inferior triángulo de gloriosa defensa y virtuoso combate / que forman los virtuosos arcángeles y ángeles para el auxilio de las almas razonables / que se hallan en el campo de batalla. De las radiantes fuentes de la Fe, la Perseverancia y la obediencia. Y la figura de todas las celestes jerarquías.
Así está erigido / edificado / Y con segura construcción fortificado / El cuadrángulo de la confianza y el disfrute / Mediante las tríadas de la victoria y el combate / De los cuales se ha visto que son los fundamentos / De los triángulos y los cuadrángulos sobre ellos / Tres muy simples que en esta cuestión se / Representan por su número ternario / Del que el ejército celeste nace / Caballeroso pero fundado en la fe / De la trinidad superimperial. (pág. 134-135).
En una segunda parte del escrito, Thénaud se extiende en la exposición de los cuatro mundos, a saber, el angélico, el celeste, el elemental y el del hombre, pero parece ser que este largo poema no acabó de satisfacer al rey, y éste le pidió una nueva exposición en la que debía ser más explícito acerca de tan misteriosa doctrina. Thénaud redactó entonces un segundo libro que tituló Traité de la Cabale en prose (1520-1521), del que Secret, que accedió directamente a los manuscritos, nos aporta estas citas, referidas al índice de la obra, en la que el autor hablará:
"De los cuatro mundos, los cuales forman el universal, que están tan unidos y son tan diversos que su unión y concordancia con su diferente hacen perdurable e increíble armonía y proporción declarativa del poder de Dios. Estos mundos son el angélico, el celeste, el elemental y el humano, y cómo es el humano la unión y el vínculo de todos los demás mundos.
El segundo tratado versa sobre la inmortalidad de las almas según Platón, y en él se habla del último mundo antes que de los demás. Porque por el conocimiento de uno mismo se llega al conocimiento de las otras cosas y está dividido en ocho capítulos.
El tercer tratado contiene el estado del sagrado mundo angélico, de la más pura escuela del Heptaplus".
Y prosigue:
"El cuarto tratado contiene el misterio de la Kábbala de los hebreos y está dividido en XII capítulos, de los cuales el primero es definición de la Kábbala, y cómo le fue en otro tiempo otorgada a Moisés de tres modos. Diferencia entre los cabalistas y los talmudistas. Capítulo II: la excelencia de la lengua hebraica. Capítulo III: cómo la Kábbala excede en dignidad, perfección y santidad todas las demás ciencias, las cuales, al ser comparadas a ella, no merecen el nombre de ciencia. Capítulo V: cómo las letras de los Hebreos significan cuatro cosas, primero números, segundo el universo entero, tercero algunas cosas relativas a la gramática y cuarto según el deseo del docto. Capítulo VI: la excelencia de la santa Escritura que es un libro con todas las doctrinas, un plato con todas las viandas, un árbol con todos los frutos y una mina con todos los metales, y cómo solamente ella es por arte verdadera cabalizada. Capítulo VII: división de la Cábala. Capítulo VIII: de los tres nombres de Dios que significan su esencia incomprensible. Capítulo IX: de los otros diez nombres de Dios que son como vestidos de gloria por los cuales se da a conocer a las criaturas, pero por encima de todos está uno muy glorioso y omnipotente en operaciones milagrosas. Capítulo X: la excelencia del nombre cuaternario, y lo que significan las cuatro letras del sagrado nombre de Dios. Capítulo XI: de los diversos semhaporas, es decir, la interpretación, desciframiento y revelación de los nombres de Dios. Capítulo XII: de las ceremonias y oraciones incluidas en el libro de Aarón mediante las cuales los cabalistas se jactaban de haber tenido visiones y trato familiar con los ángeles.
El quinto tratado que es la muy santa cábala de los cristianos, y por fin el sexto enseña cómo el mundo angélico influye en el celeste, al cual rige y contiene".451
Por lo visto Thénaud conoció la obra de Pico, también la de Reuchlin y la del converso Ricci, además de los contactos no documentados que pudo haber mantenido con los numerosos sabios conocedores de la Cábala que pasaron por esa brillante corte. Nuestro autor reconoce en su segundo libro la dificultad de hablar sobre ella, en primer lugar por "la excelencia y altitud de sus propósitos" y en segundo término porque le faltaba la práctica y saber de la lengua hebrea, lo que como ya hemos visto en diversas oportunidades en otros autores, no es un impedimento para acceder a esta ciencia tan rica en simbólicas, tanto numéricas como lingüísticas.
Añadir sólo que entre 1511 y 1513 nuestro personaje viajó a Tierra Santa, que en 1530 fue designado por su monarca abad de Mélinais, y Limosnero real en 1532, y que las últimas noticias que se tiene de él datan de 1542; después se le pierde la pista…
Además de las obras mencionadas es autor de La lignée de Saturne o Le traité des Science Poeticque (1508-1509), Genealitic de la tressacree majestee du Roy treschrestien (1533); así como de las siguientes obras perdidas: Le Triumphe des Vertuz theologales o Traicté du Paradis celeste anunciada en sus obras Le Triumphe de Prudence y en las dos de Cábala, y una traducción de las Epîtres de saint Paul anunciada en su Viaje de ultramar, que al parecer eran de Lefèvre D'Etaples.
Pero para terminar queremos citar otro fragmento de su Tratado de las virtudes, que nos acerca a enseñanzas bien profundas, proclamadas desde cualquier rama tradicional, de ahí que descubramos en él connotaciones claramente herméticas, pitagóricas, platónicas, cristianas, y cabalísticas:
Petición
Oh glorioso doctor, patrón de los pueblos, intercesor de los afligidos y director de los errantes, que os plazca perdonarme por hacer presuntamente una petición y pregunta a vuestra superexcelente santidad: si resulta (según lo que me habéis dicho) que conviene que me humille y, aunque Hippias se haya esforzado en hacerme creer que soy sabio y prudente, que me haga y repute como loco, lo que he de lograr con el conocimiento de mí mismo, ¿cómo podría honestamente enloquecer y poseer ese conocimiento?
La mejor lección que se puede aprender es conociéndose a sí mismo
Conoce, si quieres y puedes, todos los misterios de la altitud de la tierra, la profundidad del mar, la elevación y altura de los cielos. Si no te conoces a ti mismo, te pareces a aquel que edifica sin fundamento de tal modo que, acabada la obra, sabe que ha construido una ruina y no un edificio. No es sabio quien no lo es por sí mismo. Para poseer la herencia del paraíso y la felicidad, ésta no se puede encontrar más cerca que en uno mismo. No te asombres si la posees en poca medida y si ahora no puedes alcanzar ese torrente de luz del que has gozado las chispas, pues has tomado mal el camino [que conduce a él]; éste procede de la fuente abismal e inconmensurable de luz fecunda y que es pariente de otra luz igual a ella que ilumina todo el mundo. ¿Cómo podrías poseer el conocimiento de Dios, que es la luz inaccesible, sin poseer el conocimiento de ti mismo?
Desciende, pues, hasta el centro de la tierra, sube al otro hemisferio y sucederá que conocerás. A partir del conocimiento de ti mismo alcanzarás la humildad; desde la humildad, la abyección; desde la abyección, el temor; desde el temor, el deseo; desde el deseo, el amor; y desde el amor, la caridad que es Dios en la luz, por el cual serás iluminado, deificado y abismado de tal modo que serás uno con él.452
Y ahora continuamos nuestro periplo por tierras galas con otro de esos sabios, protegido también por Francisco I durante algunos años, el cual se encargó de ir a buscar manuscritos a Oriente para enriquecer la importante biblioteca del monarca, heredada de su abuelo paterno, y por la que sentía gran orgullo dada la calidad de obras que atesoraba.
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