PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO VIII
LA CABALA EN ESPAÑA

Fray Luis de León523
Sabio y poeta, estuvo cinco años preso por la Inquisición en Alcalá­ de Henares mientras se substanciaba su proceso por herejía, puesto que había sido denunciado por otro profesor de la universidad a la que pertenecía, León de Castro, que de la polémica literaria que mantenía con el fraile, pasó a la acción, un comportamiento que se mantiene hasta hoy, como nos ha tocado observar en carne propia. Nuestro autor era también hebraísta y un decidido partidario de nuevas versiones de libros de la Biblia ateniéndose a la lectura literal, o sea lingüística, para lo cual bebía en las fuentes de donde extraía este conocimiento ya que contaba con la lengua y seguramente con muchos textos judíos, que prefería a los cristianos, puesto que pensaba, con otros, que esta lengua era la Primordial, y en la que se había dirigido YHVH a Adán en el Paraíso.524

Esta distancia con la tradición de San Jerónimo y la vulgata y el tema de preferir los originales fue lo que jugó en su contra y lo que lo llevó a este sonado proceso, del que, empero, salió sin mancha y fortalecido, restituido a su cátedra y valorado su saber, del cual dio grandes muestras en las cortes de justicia donde supo valerse. Este fue el proceso de 1572-76. Posteriormente de 1582 a 1584 se substancia un segundo juicio.

Nuestras dos parejas son distintas de diferente manera. La primera está configurada por dos sacerdotes cristianos, expertos en lengua hebrea, juristas y con problemas con la Inquisición por su ascendencia judía siempre destacada. Por otra parte a ambos les toca brillar por sus saberes y méritos desde muy jóvenes en el ámbito en que viven, o sea en el cristianismo, aunque teniendo presentes conocimientos cabalísticos transmitidos, en parte de modo oral, y en parte por intermediación del libro y las meditaciones a que todo esto dio lugar, tanto en Luis de León, nuestro autor visitado, como en Benito Arias Montano de Extremadura o de Sevilla, como él gustaba llamarse (Hispalense), donde se educó y formó. Ya llegaremos a los dos místicos, por añadidura santos.

De hecho en ese entonces con el Concilio de Trento como telón de fondo, cualquier traducción de los libros bíblicos que no fuera la vulgata era mirada con sospecha por el clero que quería atenerse a una versión oficial, para evitar la atomización de traducciones que el naciente protestantismo podía ofrecer. Tal vez fuera ese el peligro que nuestros autores igualmente trataron de evitar, fun­damentados en el extenso dominio de la lengua hebrea, pero principalmente en el conocimiento de la Biblia y las diversas versiones de ella a distintas lenguas, así como los comentaristas de la Torah –la Cábala– y otros libros sagrados, cristianos y judíos, Viejo y Nuevo­ Testamento, con la colaboración de Platón y Hermes Trismegisto, bien conocidos en Italia y en la Europa de su tiempo, estudiados igualmente por los cabalistas cristianos franceses. Quizás por ello decidieron fijar –si así pudiera decirse de algún texto sagrado– los conceptos de ciertos temas que no estaban suficientemente bien expresados, o necesitaban de comentarios lingüísticos y aunque de allí se derivaron distintas y graves circunstancias para los autores, editaron sus versiones tanto de los Salmos de David, como de El Cantar de los Cantares, o El Libro de Job, pero sobre todo su colaboración en las Biblias de Alcalá y la Complutense y finalmente la dirección de la Biblia Políglota de Amberes, de lo que hablaremos más adelante.

Aunque empezaremos a citar la literatura de Fray Luis no con sus traducciones y estudios, o su obra latina, sino con su poesía en lengua romance cuyos versos aprendidos de memoria en el colegio hemos recordado a lo largo de la vida, rindiendo ahora tributo y reconocimiento al autor, siendo que estamos seguros que este agradecimiento es compartido por todos aquellos que han estudiado literatura castellana en su escuela y tuvieron así la fortuna de acceder a la poesía de Luis de León y a su contenido metafísico.

Pero permítasenos agregar que esta faceta del fraile, de cantor popular de la oda castellana, a la par que docto catedrático latino, es una circunstancia feliz, ya que a la vez que el autor se ocupa del lenguaje de modo metafísico, como en De Los Nombres de Cristo, es igualmente capaz de ser un creador de nuestra lengua que inevitablemente y siempre está en proceso y que el bardo "fija, limpia y da esplendor", para ser con el tiempo un "clásico".

Por otra parte, Fray Luis de León, entre otras muchas cosas resulta ser el nexo intelectual entre, Benito Arias Montano, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, puesto que ya hemos mencionado la amistad con el primero, a lo que agregaremos su probable relación con San Juan en Salamanca, y el hecho de que también editó las obras de la escritora de Avila, un poco mayor en edad que nuestro fraile, nacido en 1527-28 en Belmonte del Tajo, Cuenca; es curioso que Luis de León nunca saliese del centro de España, de Castilla. En 1544 profesa de agustino y a sus veintisiete años conoce a su amigo Arias Montano. Es muy importante destacar que estudió en Alcalá con Cipriano de la Huerga de 1557 al 61 donde obtiene su primera cátedra en Salamanca, universidad de la cual llegará a ser vicerrector.

Cuando contaba cuarenta y siete años comienza su célebre proceso y cuatro años después es declarado inocente volviendo a su magisterio. Luego de siete años publica De Los Nombres de Cristo, tal vez su obra más importante en castellano de la cual seleccionaremos fragmentos en este estudio. Muere en Madrigal de las Altas Torres en 1591, unos años antes que Felipe II.

Alvaro Alonso,525 editor de su poesía, al describir los perfiles de la época en que le tocó actuar nos dice lo siguiente:526
Filosóficamente, el esfuerzo por armonizar la herencia pagana y la cristiana encuentra un sólido punto de apoyo en las doctrinas de Platón. El platonismo renacentista no sólo se fundamenta en las obras del pensador ateniense, sino también en el neoplatonismo alejandrino de los siglos I a. C. y I d. C. (de orientación marcadamente mística), así como en el Corpus hermeticum. Es éste un conjunto de tratados atribuidos al legendario Hermes Trismegisto, al que se vinculaba con la sabiduría egipcia, asignándole una fabulosa antigüedad. En realidad, las obras "de Hermes" fueron escritas en los primeros siglos de nuestra era, y presentan una curiosa mezcla de elementos filosóficos y religiosos, sobre todo de raíz neoplatónica y estoica. A mediados del siglo XV, en la Florencia de los Medici, Marsilio Ficino había traducido el Corpus al latín, y había visto en su autor el primero de los teólogos, el representante de una prisca theologia que adelantaba ya muchas de las doctrinas del cristianismo.
Y agrega un dato muy interesente, el nombre del que fuera el maestro de Fray Luis en hebreo y teosofía, (y también de Arias Montano) como acabamos de destacar:
Era natural que las universidades recogieran y dieran expresión a esas formas de espiritualidad. La más abierta fue la de Alcalá de Henares. De Alcalá salió, a principios de siglo, la Biblia Políglota, una de las grandes obras del humanismo en España. Más tarde, ya en la década de los treinta, fueron procesados por la Inquisición varios de los profesores más prestigiosos de la Universidad. Algo después, el espíritu de Alcalá se expresa en uno de los maestros de fray Luis, el cisterciense fray Cipriano de la Huerga. Filósofo riguroso, sus explicaciones de la Biblia tomaban como base el texto griego y hebreo. No sólo en su interpretación, Cipriano recurría con frecuencia a los filósofos paganos, especialmente Platón y el Corpus hermeticum.527
Ahora iniciaremos nuestra andadura por su poesía con aquélla que, aun fragmentariamente, es la más citada, de resonancias horacianas.
¡Qué descansada vida – la del que huye el mundanal ruido, – y sigue la escondida – senda, por donde han ido – los pocos sabios que en el mundo han sido!…
Desde el comienzo se señala la primordialidad de la Sabiduría y el camino estrecho que nos lleva a ella, mediante un proceso vital:
… Vivir quiero conmigo; – gozar quiero del bien que debo al cielo, – a solas, sin testigo, – libre de amor, de celo, – de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera – por mi mano plantado tengo un huerto, – que con la primavera, – de bella flor cubierto, – ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa – por ver y acrecentar su hermosura, – desde la cumbre airosa – una fontana pura – hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada, – el paso entre árboles torciendo, el suelo, de pasada, – de verdura vistiendo – y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea – y ofrece mil olores al sentido; – los árboles menea – con un manso ruido, – que del oro y del cetro pone olvido…
En verdad nada puede ser más exquisito que este entorno, fresco, delicado, reposado, milagrosamente presente y siempre actual, que se identifica con un estado del alma donde prima la sabiduría, un paisaje interior perfectamente renovado.
… A la sombra tendido, – de yedra y lauro eterno coronado, – puesto el atento oído – al son dulce, acordado, – del plectro sabiamente meneado.528
Esta mención al sonido y la música es fundamental en su creación poética siguiendo el pensamiento de Pitágoras, Platón y los neoplatónicos renacentistas que así lo declaraban, refiriéndose a la Harmonia Mundi.

Oigamos la perfección de este poema del fraile dedicado a Francisco de Salinas, un amigo músico, ciego:

El aire se serena – y viste de hermosura y luz no usada, – Salinas, cuando suena – la música extremada, – por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino, – el alma, que en olvido está sumida, – torna a cobrar el tino – y memoria perdida, – de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce, – en suerte y pensamiento se mejora; – el oro desconoce – que el vulgo vil adora, – la belleza caduca engañosa.
Traspasa el aire todo – hasta llegar a la más alta esfera, – y oye allí otro modo – de no perecedera – música, que es la fuente y la primera.

Ve cómo el gran Maestro, – a aquesta inmensa cítara aplicado, – con movimiento diestro – produce el son sagrado – con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta – de números concordes, luego envía – consonante respuesta, – y entre ambos a porfía – se mezcla una dulcísima harmonía.

Aquí la alma navega – por un mar de dulzura y, finalmente, – en él ansí se anega, – que ningún accidente – extraño y peregrino oye y siente.

¡Oh desmayo dichoso!, – ¡oh muerte que das vida!, ¡oh dulce olvido! – ¡Durase en tu reposo – sin ser restituido – jamás a aqueste bajo y vil sentido!

A este bien os llamo, – gloria del apolíneo sacro coro, – amigos a quien amo – sobre todo tesoro, – que todo lo visible es triste lloro. ¡Oh, suene de continuo, – Salinas, vuestro son en mis oídos, – por quien al bien divino – despiertan los sentidos, – quedando a lo demás adormecidos!529
Y esta búsqueda y peregrinar existenciales en pos del Conocimiento y el ascenso por la escala de la música de las esferas:
¿Cuándo será que pueda – libre d'esta prisión volar al cielo, – Felipe, y, en la rueda – que huye más al suelo, – contemplar la verdad pura, sin duelo?

Allí, a mi vida junto, – en luz resplandeciente convertido, – veré distinto y junto – lo que es, y lo que ha sido, – y su principio propio y ascondido.

Entonces veré cómo – la soberana mano echó el cimiento – tan a nivel y plomo, – do estable y firme asiento – posee el pesadísimo elemento.

Veré las inmortales – columnas, do la tierra está fundada; – las lindes y señales – con que la mar hinchada – la Providencia tiene aprisionada; – por qué tiembla la tierra; – por qué las hondas mares se embravecen; – dó sale a mover guerra – el cierzo, y por qué crecen – las aguas del Océano y descrecen; – de dó manan las fuentes; – quién ceba y quién bastece de los ríos – las perpetuas corrientes. – De los helados fríos – veré las causas, y de los estíos; – las soberanas aguas – del aire en la región quién las sostiene; – de los rayos las fraguas; – dó los tesoros tiene – de nieve Dios, y el trueno dónde viene.

¿No ves cuando acontece – turbarse el aire todo en el verano? – El día se enegrese; – sopla el gallego insano, – y sube hasta el cielo el polvo vano; – y entre las nubes mueve – su carro Dios, ligero y reluciente; – horrible son conmueve, – relumbra fuego ardiente, – treme la tierra, humíllase la gente.

La lluvia baña el techo; – invían largos ríos los collados; – su trabajo deshecho, – los campos anegados – miran los labradores espantados.

Y de allí, levantado, – veré los movimientos celestiales, – ansí el arrebatado – como los naturales; – las causas de los hados, las señales.

Quién rige las estrellas – veré, y quién las enciende con hermosas y eficaces centellas; – por qué están las dos Osas – de bañarse en la mar siempre medrosas.

Veré este fuego eterno, – fuente de vida y luz, dó se mantiene; – y por qué en el hibierno – tan presuroso viene; – quién en las noches largas le detiene.

Veré sin movimiento – en la más alta esfera las moradas – del gozo y del contento, – de oro y luz labradas, – de espíritus dichosos habitadas.530
O se indigna al padecer la orfandad de la más pura ignorancia y su discurso se torna negativo y perentorio porque lo elude el bien esquivo En la Ascensión, a modo de incantación invertida.
¿Y dejas, Pastor Santo, – tu grey en este valle hondo, escuro, – con soledad y llanto; – y tú, rompiendo el puro – aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados, – y los agora tristes y afligidos, – a tus pechos criados, – de ti desposeídos, – ¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos – que vieron de tu rostro la hermosura,– que no les sea enojos?

Quien oyó tu dulzura, – ¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado, – ¿quién le pondrá ya freno?, ¿quién concierto – al viento fiero, airado?

Estando tú encubierto, – ¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay, nube envidiosa – aun d'este breve gozo! ¿qué te aquejas?

¿Dó vuelas presurosa?

¡Cuán rica tú te alejas!

¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!531
Y torna, encontrándose, a la vida sin ornato en la que se reconoce a sí mismo en la sencillez de un puro esquema de trabajo, sin más, a la salida de la cárcel:
Aquí la envidia y mentira – me tuvieron encerrado.

Dichoso el humilde estado – del sabio que se retira – de aqueste mundo malvado, – y con pobre mesa y casa, – en el campo deleitoso, – con sólo Dios se compasa – y a solas su vida pasa, – ni envidiado ni envidioso.532
Y en un fragmento que se le atribuye llamado "Del conocimiento de sí mismo":
En el profundo del abismo estaba – del no ser encerrado y detenido, – sin poder no saber salir afuera, – y todo lo que es algo en mí faltaba: – la vida, el alma, el cuerpo y el sentido, – y, en fin, mi ser no ser entonces era; – y ansí desta manera – estuve eternalmente – nada visible y sin tratar con gente, – en tal suerte que aun era muy más buena – del ancho mar la más menuda arena, – y el gusanillo, de la gente hollado, – un rey era conmigo comparado.

Estando, pues, en la tiniebla escura, – volviendo ya con curso presuroso – el sexto siglo el estrellado cielo, – miró el gran Padre, Dios de la natura, – y viome en sí benino y amoroso, – y sacóme a la luz de aqueste suelo; – vistióme de este velo – de flaca carne y hueso; – mas diome el alma, a quien no hubiera peso – que impidiera llegar a la presencia – de la divina y inefable esencia.533
Pasemos ahora a tratar De los Nombres de Cristo534 que el autor aclara no son los de Dios, sino los de Cristo; pero al ser Cristo Dios le corresponden también otros de la Trinidad (de hecho son nombres del Antiguo Testamento), ya que éste es igualmente santo y sabio, como su Padre del cual ha sido creado, a imagen y semejanza. Y esos nombres son diez al igual que en la tetraktys pitagórica, y sobre todo las diez sefiroth, atributos y nombres divinos, según la Cábala judía, la cual debe haber el poeta conocido por dos motivos: sus antecedentes hebreos y el hecho de que la Cábala había nacido en España, donde tuvo numerosos seguidores que se habían cultivado con ella, manifestada a través de los textos que se fueron publicando, entre ellos nada menos que el Zohar.535 Es harto probable que esas escuelas y textos estuvieran vivos entonces.

En todo caso sus poesías y este gran libro atestiguan sus conocimientos acerca de un mundo secreto, esotérico, vedado a los profanos, que es al que dedica su investigación, basada en sí mismo y sus limitaciones, o sea en su experiencia, amparado en su Tradición.

Pero habría que comentar qué es lo que entiende nuestro autor por tal ya que siguiendo a Platón en el Cratilo y al esoterismo de la época considera que el nombre es uno mismo con la cosa que designa. O sea, que las cosas son creadas cuando se las nombra,536 en perfecto acuerdo con el Sefer Yetsirah y toda la Cábala gnóstica medioeval y del Renacimiento.

Como bien ha declarado Jorge Luis Borges en un poema que lleva por título El Golem:
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.537
Siguiendo con nuestro discurso dejemos hablar a los protagonistas y podremos gozar así de sus ideas transmitidas de primera mano. De Los Nombres de Cristo está escrita en forma de diálogo y siempre se debe tener en cuenta, cuando se lee a nuestro autor, su situación límite respecto a la Inquisición que ya lo tiene fichado.

Por eso seguramente su cubierta es literaria, por momentos un poco contradictoria o mejor, dual, y por ello ambigua, aunque nunca cuando trata de un único Señor.
Alaba ¡o alma! A Dios; Señor, tu alteza,
¿qué lengua ay que la cuente?
Vestido estás de gloria y de belleza
y luz resplandesciente.
Encima de los cielos desplegados
al agua diste assiento.
Las nuves son tu carro, tus alados
cavallos son el viento.
Son fuego abrassador tus mensajeros,
y trueno y torvellino.
Las tierras sobre assientos duraderos
mantienes de contino.538
O de la creación perenne:
… esta generación y nacimiento no se hace partidamente ni poco a poco, ni es cosa que se hizo una vez y quedó hecha y no se hace después, sino, por cuanto es en sí limitado todo lo que comienza y acaba, y lo que es Dios no tiene límite, desde toda la eternidad el Hijo ha nacido del Padre y eternamente está naciendo, y siempre nace todo y perfecto, y tan grande como es grande su Padre, por donde a este nacimiento, que es uno, la Sagrada Escritura le da nombre de muchos.539
Y del sentido iniciático de la encarnación y la forma unánime de ser vista por los sabios antiguos:
Aquí Juliano, asiendo de la mano a Marcelo (el actor principal del diálogo), le dijo:

– No os canséis en eso, Marcelo, que lo mismo que dicen Teodoreto y Crisóstomo, cuyas palabras nos habéis referido, lo dicen por la misma manera casi toda la antigüedad de los santos: San Ireneo, San Hilario, San Cipriano, San Agustín, Tertuliano, Ignacio, Gregorio Niseno, Cirilo, León, Focio y Teofilacto. Porque así como es cosa notoria a los fieles que la carne de Cristo, debajo de los accidentes de la hostia recibida por los cristianos y pasada al estómago, por medio de aquellas especies toca a nuestra carne, y es nuestra carne tocada de ella, así también es cosa en que ninguno que lo hubiere leído puede dudar, que así las sagradas letras como los santos doctores usan por esta causa de esta forma de hablar, que es decir que somos un cuerpo con Cristo, y que nuestra carne es de su carne, y de sus huesos los nuestros, y que no solamente en los espíritus, mas también en los cuerpos estamos todos ayuntados y unidos.540
Y así nos enseña directamente sobre "Los Nombres en General" y explica:
– El nombre, si hemos de decirlo en pocas palabras, es la palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dice, y se toma por ello mismo. O nombre es aquello mismo que se nombra, no en el ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que le da nuestra boca y entendimiento.541

Porque se ha de entender que la perfección de todas las cosas, y señaladamente de aquellas que son capaces de entendimiento y razón, consiste en que cada una de ellas tenga en sí a todas las otras, y en que, siendo una, sea todas cuanto le fuese posible; porque en esto se avecina a Dios, que en sí lo contiene todo. Y cuanto más en esto creciere, tanto se allegará más a él haciéndosele semejante. La cual semejanza es, si conviene decirlo así, el pío general de todas las cosas, y el fin y como el blanco adonde envían sus deseos todas las criaturas.

Consiste, pues, la perfección de todas las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta manera, estando todos en mí y yo en todos los otros, y teniendo yo su ser de todos ellos, y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y eslabone toda esta máquina del universo, y se reduzca a una la muchedumbre de sus diferencias, y, quedando no mezcladas, se mezclen, y permaneciendo muchas, no lo sean; y para que, extendiéndose y como desplegándose delante de los ojos la variedad y diversidad, venga y reine y ponga su silla la unidad sobre todo. Lo cual es avecinarse la criatura a Dios de quien mana, que en tres personas es una esencia, y en infinito número de excelencias no comprehensibles, una sola perfecta y sencilla excelencia.542
Y un poco más adelante en relación con el signo y lo significado:
… Porque si el nombre, como hemos dicho, sustituye por lo nombrado, y si su fin es hacer que lo ausente que significa, en él nos sea presente, y cercano y junto lo que nos es alejado, mucho conviene que en el sonido, en la figura, o verdaderamente en el origen y significación de aquello de donde nace, se avecine y asemeje a cuyo es, cuanto es posible avecinarse a una cosa de modo y de ser el sonido de una palabra.
Para decirlo de una vez:
No se guarda esto siempre en las lenguas; es grande verdad. Pero si queremos decir la verdad, en la primera lengua de todas casi siempre se guarda. Dios, a lo menos, así lo guardó en los nombres que puso, como en la Escritura se ve. Porque si no es esto, ¿qué es lo que se dice en el Génesis, que Adam, inspirado por Dios, puso a cada cosa su nombre, y que lo que él las nombró, ése es el nombre de cada una? Esto es decir que a cada una les venía como nacido aquel nombre, y que era así suyo, por alguna razón particular y secreta, que si se pusiera a otra cosa no le viniera ni cuadrara tan bien.543
Igualmente está claro respecto a que el nombre YHVH, impronunciable y de cuatro letras está implícito en el nombre de Jesús, ya que el primero da lugar al segundo simplemente agregando, según el fraile, otras dos más. Esto llama la atención puesto que tanto Pico como Reuchlin y otros cabalistas habían insistido cada cual por su lado que sólo había que agregarle una Shin (ש) justo en el centro de YHVH (יהשוה).
Sólo una cosa de éstas diré, y es que el original de este nombre Iesús, que es Iehosuah como arriba dijimos, tiene todas las letras de que se compone el nombre de Dios, que llaman de cuatro letras, y además de ellas tiene otras dos. Pues, como sabéis, el nombre de Dios de cuatro letras, que se encierra en este nombre, es nombre que no se pronuncia, o porque son vocales todas, o porque no se sabe la manera de su sonido, o por la religión y respecto que debemos a Dios…544
Pero no es fácil leer los Nombres Divinos y seguir al autor en un discurso ceñido, de malla apretada. Su devoción por momentos resulta incomprensible a menos que Jesús, el Cristo, fuera un personaje no histórico, sino un símbolo siempre vivo y permanente, un estado al que Jesús accede y a través de él, de la encarnación de sus enseñanzas, podemos nosotros realizarnos como seres humanos y entes espirituales.545 El Jesús histórico se convierte en Cristo, nombre griego que designa un estado del ser que también denota jerarquía y centralidad lo que equivaldría a Metatron en la Cábala hebrea asociado a Tifereth y al resplandeciente Hermes Solar ambos vivos (como Henoch, Elías y Eliseo), aunque desconocidos por la multitud.

Mención aparte merecen los escritos cuya autoría pertenecen al agustino relativos al descubrimiento de América y a la suerte providencial de ese continente heredero como los pueblos europeos de la Atlántida hundida.546 Pero un acontecimiento de esa naturaleza, que cada vez abarcaba fronteras más amplias, y nos referimos a la conquista de América, no podía no estar registrado en las escrituras, concretamente en las profecías, donde efectivamente la encuentra; en el Libro de Isaías, exactamente en los mismos lugares donde lo había registrado Cristóbal Colón, en su Libro de las Profecías.547 También en Abdías, un profeta menor.

Pero este interés por el tema no se corresponde con lo que piensa acerca de los indios y se estremece por su salvaje comportamiento y su canibalismo.

Andrés Moreno Mengíbar y Juan Martos Fernández han dedicado un excelente opúsculo a los escritos sobre América de Fray Luis.548 En la página XX de su estudio preliminar se expresa que:
Más clara, aunque fugaz, es la inserción de una reflexión "americana" en De los nombres de Cristo, obra publicada por vez primera en 1583. No se ha insistido lo suficientemente por la crítica moderna en la dependencia que esta obra manifiesta respecto a toda una tradición judía de análisis de los nombres de Dios y sobre el significado del Tetragrámaton. Tales especulaciones tomaron intensidad a partir del desarrollo medieval de la Cábala y del trasvase de sus técnicas indagatorias al ámbito cristiano. Diez son los nombres de Dios para los cabalistas hebreos, el mismo número citado por fray Luis en la introducción a la segunda edición (1585) de De los nombres de Cristo; la teoría luisiana del nombre está directamente em­parentada con la Cábala hebrea y cristiana (Giustiniani, Reuchlin, Félix Pratensis, Egidio de Viterbo, Sebastian Münster) y discurre paralela (con importantes puntos de encuentro) a la del tratado De arcano sermone (1572) de su gran amigo Arias Montano.
Por otra parte nuestro fraile parece dar como cierta la genealogía judaica para los indígenas, como lo hacía su colega y amigo Arias Montano549 que trataremos a continuación. No comentaremos ni sus traducciones y comentarios al Libro de Job y el Cantar de los Cantares;550 tampoco La Perfecta Casada ni el resto de su producción, pues creemos haber dado una imagen de este grandísimo intelectual y poeta en cuanto a su pensamiento judeocristiano, neoplatónico, pitagórico, hermético y cabalístico.
NOTAS
523
524 Este método hoy es llamado filológico-poligráfico.
525 Hijo de Dámaso Alonso uno de los escritores que más se han ocupado de nuestro fraile, aunque no compartamos todas sus opiniones.
526 Fray Luis de León, Poesía. Edición de Alvaro Alonso, Barcelona, 2005, pág. 12-13. Para biografías y estudios críticos sobre la obra de fray Luis además de los ya mencionados ver: Antonio Prieto, "Fray Luis de León", en La Poesía española del siglo XVI, II. Cátedra, Madrid, 1987; Soledad Pérez-Abadín Barro, La oda en la poesía española del siglo XVI. Universidad de Santiago, 1995.
527 La colección Humanistas Españoles de León está publicando las Obras Completas de Cipriano de la Huerga bajo la dirección de Gaspar Morocho Gayo, en las publicaciones de la Universidad. El tomo IX es un estudio monográfico colectivo. Este sabio y su obra merece un apartado aparte, un estudio que desafortunadamente no podemos llevar a cabo. De este sacerdote y en un estudio de Natalio Fernández Marcos llamado "La Exégesis Bíblica de Cipriano de la Huerga" del mismo tomo página 25 subrayar lo siguiente: "Afirma que en todo el Antiguo Testamento hasta la venida de Cristo se mantuvieron las etimologías y las propiedades de los nombres en relación con su significado. Y pone en conexión este fenómeno con la Cábala, ya que una de las partes principales del arte cabalístico se centra en la etimología de los nombres, sobre todo los distintos nombres de Dios. Y de los cabalistas han recibido esta enseñanza los Platónicos, Pitagóricos y Dionisio Areopagita".
528 Poesía. "Vida retirada", op. cit., pág. 47-50.
529 Ibid., "A Francisco de Salinas", pág. 54.
530 Ibid., "A Felipe Ruiz", pág. 80.
531 Ibid., "En la Ascensión", pág. 105 y 106.
532 Ibid., "A la salida de la cárcel", pág. 128.
533 Fray Luis de León, Obras Completas castellanas II. Ed. BAC, Madrid, 1991, pág. 822-823.
534 Fray Luis de León, De Los Nombres de Cristo. Eds. Cátedra, Madrid, 1986.
535 "Y así vienen a ser casi innumerables los nombres que la Escritura divina da a Cristo, porque le llama León y Cordero, y Puerta y Camino, y Pastor y Sacerdote, y Sacrificio y Esposo, y Vid y Pimpollo, y Rey de Dios y Cara Suya, y Piedra y Lucero, y Oriente y Padre, y Príncipe de paz y Salud, y Vida y Verdad, y así otros nombres sin cuento. Pero, de estos muchos, escogió sólo diez como más sustanciales, porque, como en él se dice, los demás todos se reducen o pueden reducir a éstos en cierta manera". De Los Nombres de Cristo, op. cit., pág. 169-170.
536 En magia, apoderarse del nombre es lo mismo que asumir su identidad.
537 Jorge Luis Borges, Obras Completas. Emecé Editores, Buenos Aires, 1974. El Golem, pág. 885. Es sabido que Borges dedicó mucho de su tiempo a estudiar cábala de la mano de G. Scholem y hasta dio conferencias al respecto.
538 De Los Nombres de Cristo, op. cit., pág. 306.
539 Ibid., pág. 515.
540 Ibid., pág. 455.
541 "Mas tornando a lo que decía, quede esto por cierto: que todos los nombres que se ponen por orden de Dios traen consigo significación de algún particular secreto que la cosa nombrada en sí tiene, y que en esta significación se asemejan a ella…". Ibid., pág. 162.
542 Ibid., pág. 155-156.
543 Ibid., pág. 159.
544 Ibid., pág. 623.
545 Recordar de nuevo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Juan 14, 6.
546 De su exposición del profeta Abdías: "Finalmente dice cuya tierra arrebataron sus ríos, con lo que parece que se les ha quitado todo motivo de duda sobre los indios de este nuevo mundo al menos a los que hayan leído el Atlántico Platón. Pues Platón recuerda que lo que nosotros llamamos ahora Nuevo Mundo estuvo unido antiguamente con el nuestro, pero en una inundación del mar que se denominó Atlántico se rompió y se separó del resto del mundo; desde entonces no han podido llegar a él los nuestros por lo arriesgado de la navegación tan larga; así que, al no haber comunicación, fue cayendo poco a poco en el olvido". Fray Luis de León, Escritos Sobre América. Estudio preliminar, traducción y notas de Andrés Moreno Mengíbar y Juan Martos Fernández, Ed. Tecnos, Madrid, 1999, pág. 62.
547 Cristóbal Colón, Libro de las Profecías. Introducción por Kay Brigham, Ed. Clie, Barcelona, 1992. Ver Federico González, Las Utopías Renacentistas, Esoterismo y Símbolo. Editorial Kier, Buenos Aires, 2004, capítulo IX.
548 Ver datos nota 546.
549 Como Diego García y otros varios cronistas.
550 Sólo reproduciremos el comienzo del prólogo: "Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor; ni al amor hay cosa más natural que volver al que ama en las mismas condiciones y genio del que es amado; de lo uno y de lo otro tenemos claras experiencias. Cierto es que Dios nos ama, y todo el que no esté muy ciego lo puede conocer en sí por los señalados beneficios que de su mano continuamente recibe: el ser, la vida, el gobierno de ella, y el amparo de su favor, que en ningún tiempo ni lugar nos desampara. Que Dios se precie más de esto que de otra cosa, y que le sea propio el amor entre todas sus virtudes vese en sus obras, que todas se ordenan a este fin, que es hacer repartimiento y poner en posesión de sus grandes bienes a las criaturas, haciendo que su misma semejanza resplandezca en todas, y midiéndose así a la medida de cada una de ellas para ser gozado de todos, que, como dijimos, es obra propia del amor". Fray Luis de León, El Cantar de los Cantares. Espasa-Calpe, Madrid, 1944, pág. 7.