PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO IV
LA CABALA EN ITALIA (3)

Egidio de Viterbo (1469-1532)
Queremos comenzar este acápite declarando que se equivoca una vez más el erudito y gran filólogo hebreo al principio del libro coordinado por Joseph Dan cuando afirma en su contribución,180 a la que llama "Los comienzos de la Cábala cristiana":

La Cábala cristiana puede ser definida como una interpretación de textos cabalísticos en interés de la cristiandad (o, para ser más preciso del catolicismo); o el uso de los conceptos y la metodología cabalística como soporte del dogma cristiano.

Desde luego esto podría ser cierto desde algún ángulo o perspectiva, especialmente entre los judíos convertidos –a los que J. Blau llama apóstatas– que se interesaron en la Cábala con fines apologéticos. Pero el enorme caudal de los buscadores de la sabiduría eterna comandados y/o secundando a Pico no pertenece a ese género, sino al de los amantes de la Sabiduría, es decir, a los filósofos de siempre. Esta equivocación de Scholem es muy grave y contamina todo lo que pudiera pensar acerca de la Cábala cristiana, e incluso opaca su comprensión del tema cabalístico, al que se ha dedicado toda la vida, del mismo modo que lo hace también su prevención y asepsia tocante con el desprecio referido a dos temas que están enraizados en el corazón de la Cábala: la alquimia y la magia, que ningún investigador universitario como él, científico y laico, y menos judío, puede aceptar sin una cierta mueca snob, como un mohín, lo cual es notorio en J. Blau, del que también nos sorprende la forma de tratar a la Cábala cristiana, absolutamente deficiente, aunque parece ser un "ilustrado" dada la excelente bibliografía que presenta al respecto.181

Uno de esos seres inspirados y auténtico sabio, nacido en la Era Cristiana –como toda la Cábala judeo-gnóstico-hermética y también la hebrea– fue Egidio de Viterbo, del que F. Secret dice:182

Egidio de Viterbo (1469-1532), el cardenal que pronuncia el discurso de apertura del Concilio de Letrán, el general de la orden a la que pertenece Lutero, el defensor de J. Reuchlin, el protector de Elías Levita, el autor de Historia de XX siglos, el humanista, el poeta, el predicador, el reformador, ha llamado siempre la atención de los historiadores de las ideas en el Renacimiento; la publicación de extensos extractos de sus obras que permanecían inéditos o de su correspondencia, ha despertado siempre el deseo de conocer mejor una obra de la que los bibliófilos no han cesado de detallar su riqueza.

Según Martène y Durand, H. Hoefler, L. G. Pelissier, G. Signorelli, por no citar más que a los más conocidos eruditos que se sucedieron en esta labor; M. E. Massa, después de una tesis que desgraciadamente ha permanecido inédita, se ha consagrado a editar las obras representativas de este espíritu, que Signorelli calificó de "poliédrica" y de la que P. F. X. Martin, en una tesis defendida recientemente en Cambridge –"Egidio da Viterbo as a reformer"–, nos restituye la profunda personalidad de este reformador.

Si, por otra parte, se tiene en consideración que el cardenal conoció o estuvo en contacto epistolar con una generación para la que fue central y que incluye los nombres ilustres de Pico de la Mirandola, Paulus Ricci, Reuchlin, Galatino, Giustiniani, Ambroggio y Zorzi, incluidos Conrad Pellican y Agrippa se tiene idea de la importancia relevante de este cardenal de la iglesia católica, él mismo un cabalista y protector de la Cábala y famoso por su biblioteca que heredaría en parte J. A. Widmanstetter, al que Scholem destaca porque era el que sabía más hebreo de todos ellos amén de coleccionar los textos en lenguas orientales.

Por ello no es tan importante juzgar el valor estrictamente cabalístico de las obras de Egidio –cuya Schechina es, por otra parte, un tratado lleno de meditaciones originales– que insisten en el aspecto exegético y la triunidad de los principios de las escrituras, sino en la importancia como transmisor y difusor de estas ideas herméticas, pitagóricas y cabalísticas que percibía como idénticas y antecesoras de la prédica cristiana, muy ligada a las epístolas de Pablo y actualizadas por la participación de la experiencia alquímica-química y la magia natural, propias del medio.

Como se ha dicho, nació en Viterbo, Italia, y de muy joven entró como religioso en los eremitas de San Agustín, siendo secretario de su superior, que era contrario a Savonarola. Con los años llegó a ser general de su orden, e incluso cardenal en 1517. Escribió Shekinah (1530) y se la dedicó a Clemente VII (cardenal de la familia de los Médici) y a Carlos V, texto en el que expone la Cábala interpretada cristianamente. Es un libro de 384 páginas que trata sobre los números, las letras y los nombres de Dios, en el que conjuga con gran armonía la rica simbólica cabalística con la hermético-alquímica y la cristiana; he aquí dos pasajes a modo de ilustración:

Porque este es mi secreto: tanto en la tierra como en el cielo… ¿Para qué habría yo creado el cielo, los elementos, las piedras, los metales, las hierbas, los árboles, los cuadrúpedos, los peces, los pájaros, los hombres, sino para que ocurra lo mismo tanto en la tierra como en el cielo, y que el mundo sensible imite el mundo inteligible: y he inscrito signos en la materia tal como lo han imitado los egipcios.183

Y el siguiente:

"Hay que ponerse en marcha, César: y, tal como lo haces a menudo, elimina vilezas de tu túnica… para subir conmigo allí donde puedas ver los reinos, las riquezas y los tesoros de los nombres divinos… Levanta los brazos como lo hacía David, mi rey, que fue llamado Edomi, para mostrar que el sucesor de su divina monarquía sería el emperador de los romanos, el de Edom, como todos han acordado leer en la profecía de Daniel. Exclamó: '¡Oh!, si tuviera alas como la paloma'. Aparecí ante él como la aurora entre las tinieblas, y le traje unas alas con las que se revistió. Dijo: 'Sí, tomo las alas de la aurora' (psalmo CXXXIX, 9). Vuela conmigo a los reinos de paz eterna y sobre mis alas embriágate con la abundancia de mi casa (psalmo XXXVI, 3). Imítalo ahora… vístete con las alas de la sabiduría, deja el suelo… más allá de los orbes de los planetas y de los astros que no son mundo, levanta los ojos, fija la mirada y mira mis cuatro estandartes blancos, negros, púrpuras y verdes. Quizás dices: No puedo. No puedes. Yo soy el Aguila. Te raptaré, hijo mío, y tu juventud se renueva como la del Aguila (psalmo CIII, 5). Te descubriré los misterios de mi esposo. Tienes que atravesar el campamento de Uriel, de Rafael, del potente Gabriel, y el del muy dulce sacerdote, como llaman los arameos a Miguel… César tiene que presentarse ante César, lo mortal a lo inmortal. Aquí está Malkhuth, el reino, mi imperio: mira este vasto mundo; el vuestro, comparado con éste, es un grano de mostaza…"184

Es claro que Egidio conoció muchos textos cabalísticos y hebreos, entre los cuales el Sefer Raziel, atribuido a Salomón y traducido por Alfonso X, que consta de siete libros: La llave, El ala, Los incensamientos, De los tiempos, De la pureza y la abstinencia, De los cielos, De la magia, y Las virtudes de las imágenes; además también consultó otras obras de la literatura judía, como el Talmud y los Midrashim. Sus vastos conocimientos le permitieron escribir un diccionario en el que puso en correspondencia palabras de la lengua caldea o aramea y cabalística con los temas de los poetas Orfeo, Virgilio y los etruscos. Además es autor de Historia XX saeculorum (1513-1518) dedicada a León X, en la que afloran por doquier sus conocimientos cabalísticos, que presenta en clave numérica para descifrar la historia desde una perspectiva simbólica.

Igualmente escribió Libellus de litteris hebraicis ou sanctus (1517), dedicado también al cardenal de Médici, libro del que Secret apunta:185

El Libellus de Egidio de Viterbo que los kabbalistas cristianos conocieron a través de los abundantes extractos de la Introductio de Ambrogio, es un alfabeto místico, compuesto según el Sefer ha temunah, el libro de las figuras o de la configuración, que el cardenal había traducido. Egidio de Viterbo lo presenta como una introducción al estudio de las Escrituras, ya que, oponiéndose a Quintiliano, que aconsejaba no rebajarse a las sutilezas estudiando las letras, sigue el parecer del Cratilo, que ha mostrado que los nombres no han sido inventados por los hombres, sino que son un don de Dios. Es lo que Dionisio, muy influenciado por San Pablo, comprendió al estudiar los nombres divinos, y, en nuestro tiempo, Pico de la Mirándola, Pablo Rici y Capnión, que han empezado el estudio de la kábbala. No hay más que hojear la Biblia para ser conscientes de esta necesidad: Jeremías escribió las lamentaciones según el orden del alfabeto, David sus psalmos y Salomón el Proverbio de la mujer fuerte.Y la Massora de los judíos no ha contado en vano todas las palabras, y reseñado todas las anomalías de la Escritura. El texto de Mateo V, 18: "Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o un ápice de la Ley", confirma el pasaje del Talmud, Sanhedrin sobre Isaías XXXIII, 18: "¿Dónde está el escriba?, que en hebreo significa el numerador". Nuestros exégetas desconocen la lengua hebrea, hasta el punto de hacer reír a un niño judío que ha aprendido sus primeras letras, y confirman así con su obstinación el parecer de los enemigos que piensan que no podemos comprender nada de la Ley, puesto que no dominamos los primeros elementos. Felizmente el Papa, que ha recibido a los sacerdotes caldeos, y la dedicatoria del Psalterio de Giustiniani, encauzará la Iglesia en su camino, el de Agustín, que, en la Doctrina cristiana, aconseja el estudio de la lengua santa para resolver los problemas textuales; el de San Jerónimo, que recuerda que hay que beber, no de las fuentes del Nilo sino de la lengua de los profetas.

Dios se ha revelado a Moisés por boca de Geura, que es fuego, por el nombre de Tetragramma, y por otros nombres que no se pueden comprender si no es con los diez nombres que los arameos y los judíos llaman numeraciones o medidas, y Platón ideas.

Egidio es además muy versado en filosofía aristotélica (a la que critica) y reconoce la necesidad de aprender lenguas orientales para comprender la Biblia, por lo que estudia hebreo, arameo y árabe. Tuvo relaciones muy estrechas con Felice da Prato, converso que como ya dijimos fue profesor de hebreo de Bomberg186 y traductor de algunos textos sobre Cábala, libros que ese editor se propuso publicar, además de la Biblia hebrea de 1517-1518. Pero su relación con judíos conversos no acaba aquí, sino que Viterbo protegió a un gran número de ellos, como por ejemplo Elías Levita,187 maestro de hebreo del cardenal, que en los años que vivió en su palacio le copió y tradujo diversos manuscritos hebreos para su biblioteca y se dice que es el que lo introdujo en la Cábala; también Michael ben Sabthai, llamado Zematus, nacido en Africa; Baruch de Benevent, excelente cabalista o Nicolaus Camerarius, que le compuso un opúsculo de Cábala. De este modo, vemos que la enseñanza del esoterismo judío la recibió no sólo a través de escritos sino también por la transmisión oral de algunos de estos sabios, lo que son dos formas vivas y directas de dar y recibir el legado eterno, que se expande a través del Verbo, ya sea por la palabra pronunciada o por la expresada a través de los alfabetos sagrados, portadores de las mismas energías-fuerza que la voz. De hecho, ambas posibilidades se conjugan, lo cual redobla su poder evocador y deificador; y por lo que vemos, Viterbo se sumó al mismo rito: enseñar a sus discípulos y escribir obras inspiradas.

En su interés por abrir puertas al conocimiento, el cardenal hacía buscar manuscritos y libros de Cábala (también de otras disciplinas) a sus discípulos y corresponsales, consiguiéndose incluso un ejemplar del Zohar en Damasco, por lo que su biblioteca iba agrandando su esplendor y riqueza. Pero desgraciadamente, después del saqueo de Roma y sobre todo tras su muerte, se desperdigó, y actualmente sólo se conserva una pequeña parte de ella. Entre muchos otros textos sapienciales, contaba con el ya mencionado Zohar y con Puertas de Luz, el Sefer Raziel, Sefer Temunah, Ginnat Egoz, el Bahir, Mahare haelohut, así como el Talmud y los Midrashim. Los escritos que él mismo buriló, y los de su heredero Widmanstetter,188 no llegaron a editarse, y hoy en día casi todos permanecen manuscritos. Al respecto, F. Secret señala en la Kabbala Cristiana del Renacimiento:189

Aunque Egidio de Viterbo no publicó nada en vida, había escrito varios tratados. Un manuscrito, por otra parte, incompleto, fechado en 1517, parece un tratado contra los judíos. Egidio de Viterbo utiliza aquí la obra de Pablo de Heredia. Es posible que lo criticara más tarde, tal como lo hizo, implícitamente con el De arcanis, que pone en paralelo con diversos pasajes del Porchetus en unas notas para un diccionario hebreo; por lo menos en los dos tratados de kábbala cristiana parece haber escogido la solución de no referirse más que a los originales. El primero, fechado en 1517, dedicado al cardenal de Médicis, lleva por título Libellus de litteris hebraicis ou sanctis. Este texto, que quedó manuscrito, fue sin embargo ampliamente conocido, puesto que, además de la alusión que de él hace Galatino, algunos amplios desarrollos pasaron a formar parte del La introducción a la lengua caldea, siria, armenia… con numerosas consideraciones kabbalisticas y místicas, que publicó, en Pavía, en 1539, Teseo Ambrosio.

Teseo Ambroggio (1469-1539) fue uno de los pioneros europeos en lenguas orientales y eminente filólogo. Ambroggio es un personaje interesante como muchos de los que estamos viendo, los que solían conocerse y relacionarse estrechamente entre sí. Entró en la Congregación de Letrán donde profesó en Bolonia aunque fijó posteriormente su domicilio en Pavía, lugar de su nacimiento.

Desde su niñez y adolescencia comienza a tener fama de genio, concretamente en lo tocante a lenguas, pues ya antes de los quince años escribe poesía en italiano, latín y griego. Pasa tiempos en Roma dedicado a sus estudios lingüísticos y es admitido como canónigo regular de la Orden de San Agustín, como muchos de sus contemporáneos que veían en su fundador y obra más cercanías con el pensamiento filosófico de Platón que con el de Aristóteles.

En 1512 participa junto con otros sabios y lingüistas en el célebre concilio de Letrán, donde adquiere mucha reputación europea –como Benito Arias Montano– de ser conocedor de lenguas orientales, y sirve de intérprete con los cristianos sirios, así como respalda la solicitud de maronitas y etíopes para mantener sus propias liturgias, en conformidad con la esencia del rito romano.

Compone un salterio como producto de sus trabajos que incluían sólo hebreo y arábigo, a los que agrega el caldeo. Para publicar dicho material vuelve a su Pavía natal donde pacientemente fue coleccionando manuscritos que estudiaba y traducía, aunque posteriormente su biblioteca fue saqueada, siguiendo la rutina inquisitorial y la cruenta ceremonia que han conocido las bibliotecas de los sabios por manos del fanatismo y el populacho que ve en los libros fuentes del mal en sí, a las que odia y teme y a las que a su vez admira secretamente por su poder que él no posee, en su bestialidad e ignorancia. Es curioso que algunas de estas obras al cabo del tiempo han aparecido en la Biblioteca Vaticana, mediante compras o donaciones.

Murió sin haber completado la edición de su salterio, pero los tipos originales que había creado fueron utilizados por otros, así como sus métodos filológicos y transcripciones en diez lenguas distintas que tanto servirían a Postel, que las empleó en algunos de sus trabajos, como el que realizara con el Padrenuestro en cinco idiomas con diferentes signos o tipos para cada una de ellas.190

NOTAS
180 Gershom Scholem, "The beginnings of the Christian Kabbalah", en The Christian Kabbalah. Jewish mystical books and their christian interpreters. Editado por Joseph Dan, Harvard College Library, Cambridge, Massachusetts, 1997, pág. 17.
181 Ver su The Christian interpretation of the Cabala, op. cit., pág. 145-159.
182 Egidio de Viterbo, Scechina e Libellus de litteris hebraicis. Centro Internazionale di Studi Umanistici, Roma, 1959. Introducción y notas de F. Secret.
183 La Kabbala Cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 142-143.
184 Ibid., pág. 143-144.
185 Ibid., pág. 133-134.
186 Destacar una vez más a los editores como faros de luz y personajes importantísimos, aún proverbiales, en la difusión de la tradición hebrea, así como la platónica y la clásica, griega y latina en general y las novedades herméticas que se iban día a día publicando, como una movilización general de sabios que resucitaban antiguas teosofías o modernas proyecciones de un saber único, por la solidificación de las estructuras medievales por cuyas venas ya no fluye la sangre libremente por esclerosis; eso es en definitiva lo que significó el Renacimiento.
187 Elías Levita (c. 1468-1549) nació en Alemania y se trasladó a Italia, viajando por sus distintas ciudades, como Venecia, Padua y Roma, donde residió durante trece años en el palacio del cardenal. Como gran gramático y filólogo de la lengua hebrea, estuvo en contacto con muchos de los intelectuales que se interesaron en estudiarla, tal el caso de Postel, Widmanstetter, Munster, etc. Cuando Roma fue saqueada en 1527, Elías se dirige a Venecia y se aloja en casa de Bomberg, con el que trabaja estrechamente en las ediciones de textos hebreos. Es conocido fundamentalmente por haber escrito varios tratados de gramática hebrea, y diccionarios de esta lengua y de arameo, siendo también ingente su labor como traductor, masoreta y revitalizador del yiddish. Su libro Meturgena fue empleado por muchos hebraístas cristianos, como por ejemplo Guy Le Fèvre de la Boderie.
188 Persona de gran versatilidad, Widmanstetter, nacido en Baviera en 1506, no sólo fue un sabio, sino que además fue diplomático, abogado, gobernante y algunos años consejero papal. Heredero espiritual y discípulo de Egidio de Viterbo, conoció a fondo la biblioteca de su maestro en 1532. Estudió hebreo con Reuchlin y viajó mucho por Europa. En España aprendió rudimentos de árabe y en Italia conoce a Teseo Ambroggio (1529) del que será alumno. Con el material que le proporciona éste edita en Viena en 1555 un Novum Testamentum syriace. Conoce al judío Dattylus que le retransmite enseñanzas cabalísticas y que al parecer conoció a Pico. Hace unas notas para una edición del Corán donde habla de la Cábala con cierta prevención, lo mismo que en las del Nuevo Testamento Sirio.
189 La Kabbala Cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 132.
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