LA CÁBALA CRISTIANA FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS |
Nos parece necesario comenzar un libro sobre la Cábala en un período histórico, el Renacimiento, explicando lo que es la Cábala en sí, aunque nos hayamos referido a ella en varias oportunidades.1 La palabra Cábala, que los ingleses escriben Kabbalah, su nombre, y los franceses ahora Cabale, y antes Kabbalah, es en realidad una misma siempre y su significado es literalmente Tradición, y también recepción en el sentido de recibir esa Tradición. Desde luego se trata de la Tradición judía aunque esta fue permeable a otras con las que habitó y emparentó, especialmente con la Egipcia y la Caldea. Sin embargo eso fue en tiempos pretéritos porque lo que se conoce hoy como Cábala nace en el siglo XI en el Occidente Cristiano (con antecedentes en siglos pasados de esta Era) y está estrechamente unida en su pensamiento al hermetismo y gnosis diversas, desde los primeros siglos del judeocristianismo, al punto que puede identificarse un origen y una inspiración común, que acaba aflorando en el medioevo en el sur de Francia y Sefarad (España). Para los cabalistas la Cábala se entregó a Moisés en el Monte Sinaí, junto con las tablas de la ley, es decir los mandamientos exotéricos que gobernarán las conductas de ese pueblo. La Cábala es por lo tanto el aspecto esotérico del pueblo de Israel, el auténtico conocimiento, o sea la Tradición, la Ciencia Sagrada de los judíos que fue revelada a Moisés en cuarenta días.2 La cual ciencia y arte se ha expresado en textos que se presentaron fundamentalmente como comentarios a la Torah, o sea al Pentateuco, los cinco primeros textos bíblicos del Antiguo Testamento, cuya redacción era atribuida al propio Moisés. De hecho, la vinculación de los textos cabalísticos a autores míticos es común, tal la del Sefer Yetsirah a Abraham. Hacemos dicha observación sobre este libro específico pues él es fundamental en la Cábala; el cual es mencionado por primera vez en el siglo X, aunque algunos lo fechan en el VI y su autoría es anónima. Otro libro fundamental es el Bahir, igualmente anónimo, cuya fecha de edición manuscrita es el siglo XI, aunque algunos estudiosos creen que es mucho más antiguo. Pero el libro más importante de la Cábala es el Zohar, que se creía obra del mítico sabio Simón bar Yohai (siglo II) como se dice en el mismo texto, aunque la crítica del siglo XX, que es la que ha realizado los estudios más reveladores sobre esta ciencia, encabezados por Gershon Scholem, lo atribuye a un solo individuo, Moisés de León, autor también de otros textos firmados con su propio nombre.3 Como se puede apreciar el aspecto esotérico del pueblo de Israel es oscuro y mítico –tal cual sucede con el de todos los pueblos– por lo que es necesario estudiar sus textos tanto en sus mismas fuentes como de la mano de los ya mencionados comentaristas y estudiosos del siglo pasado. Esa dicotomía entre lo exotérico y lo esotérico es también propia de casi todas las tradiciones, refiriéndose la primera a la ley exterior mientras que la segunda siempre se relaciona con lo interior, o sea con el Conocimiento del universo y el hombre, ambos emanados de una fuente única e inteligente que ha existido siempre y siempre existirá y que las religiones suelen denominar Dios, que se presenta en el alma del ser humano, que es el plano intermediario entre su cuerpo y los númenes. Hoy en día puede parecernos pesado o fastidioso comenzar un nuevo estudio, tal cual la Cábala, de acuerdo a lo que entendemos por ello. Pero lo que se comprende como algo pesado se convierte en una maravillosa aventura del pensamiento, donde se nos hace presente el origen de todas las cosas y se nos brinda la posibilidad de Conocer, o sea, la obtención del oro de los alquimistas o el brillante supremo de la tradición oriental (vajra). En tal sentido, los cabalistas afirman que existen cuatro planos en cualquier creación, comenzando con la del mundo, y que se denominan –de lo alto a lo bajo– Atsiluth, Beriyah, Yetsirah y Asiyah y se corresponden con el mundo de las emanaciones, de la creación, de las formaciones y de la acción. Por otra parte hay diez sefiroth (numeraciones) que se manifiestan en estos cuatro planos o mundos conformando un diagrama cosmogónico válido tanto para el Universo como para el ser individual, llamado el Arbol de la Vida, o Arbol Sefirótico,4 a partir del cual los cabalistas efectúan todas sus meditaciones y especulaciones cuyo fin último es el Conocimiento.
Conocimiento de lo sagrado que es inverso al recorrido de la creación pues parte del plano de la acción o concreción material, Asiyah, para remontarse por el mundo intermediario hasta el plano de Atsiluth conformado por la triunidad del Origen, Kether (corona), Hokhmah (sabiduría) y Binah (inteligencia).
Como se puede observar es en el número 10, Malkhuth, donde se concretan las cosas tal cual las perciben los sentidos. Es entonces como la punta de un iceberg, o sea lo que se ve. Por encima de ello se suceden tres planos invisibles, con cuya ayuda se conforma la Creación. Se pueden conocer porque son espacios del alma que van en ascenso de lo más grueso a lo más sutil. Por lo que el plano de Asiyah que se corresponde con la creación material es superado por el plano de Yetsirah, más sutil, aunque aún formal. El plano inmediato superior es el de Beriyah igualmente sutil, pero ya informal. Finalmente asociado con los arquetipos, o ideas platónicas, se encuentra el mundo de Atsiluth o de las emanaciones. Es decir un recorrido de lo visible a lo invisible, o mejor, a los distintos planos de invisibilidad o los misteriosos grados de la luz, o del alma. Igualmente es dable observar en esta construcción metafísica que las sefiroth se oponen en dos columnas y una central que las complementa y es el eje del diagrama. La columna signada con los números 2, 4, 7 es llamada la de la clemencia, y la signada por el 3, 5 y 8 se denomina la justicia, y ambas se oponen entre sí, manifestando el orden cósmico, siempre presente en la conjunción de opuestos, y da lugar a la del equilibrio conformada por los números 1, 6, 9 y 10, origen y resultado de las otras dos en el drama cósmico e igualmente en el microcósmico o individual. La columna de la derecha se denomina también de la Gracia, mientras la opuesta es la del Rigor, y la del centro, el fiel de la balanza, es llamada la del Equilibrio, ya que es necesario el desequilibrio de un par de opuestos para que estos puedan conjugarse. En ese sentido la Cábala los ve de manera sexuada, como hombre y mujer, o sea como energía activa y expansiva a lo masculino y a la otra como femenina, pasiva y restrictiva, respectivamente la de la derecha y la izquierda de cara al espectador que observa el diagrama. Y efectivamente en eso estriba la labor del cabalista, en conjugarlas permanentemente en el eje del Arbol Sefirótico o el Centro en cualquiera de los planos en que se constituye. Y debe también tener en cuenta el estudioso –o el simple lector– que este diagrama es actuante no más se comienza a trabajar con él y por lo mismo teúrgico. Por otra parte a cada letra hebrea corresponde un número y antes de la notación actual, tal o cual letra indicaba el número correspondiente. Por ejemplo el nombre de Yahvé –que solo se puede escribir y no pronunciar– compuesto por las letras Iod, He, Vau, He (hwhy)* tiene valor numérico 26 ya que la Iod (y) vale 10, cada una de las letras He (h) 5 y la Vau (w) 6; por lo tanto cualquier palabra que tenga ese valor está emparentada misteriosamente a ese nombre de la divinidad. En verdad cada sefirah es un nombre divino, o sea un atributo o categoría de Dios y los arcángeles, o ángeles, los dioses intermediarios entre la suprema deidad y el hombre. Siendo las palabras hebreas indefinidas, las relaciones entre ellas y los números correspondientes también lo son. De otro lado igualmente existen transposiciones y otros medios de trabajo en los que no podemos aquí explayarnos. Todo lo cual constituye una verdadera arte combinatoria5 llamada, junto con otros métodos, las ciencias del Tseruf, divididas en gematria, notarikon y temurah. No en vano estas operaciones constituyen formas de meditación cargadas de emanaciones metafísicas. De hecho, como se ha dicho, todo el Arbol de la Vida es una emanación entre Dios y el hombre, que va adquiriendo distintos nombres en su desarrollo decimal perfectamente equiparable al denario de Pitágoras y al de los neopitagóricos alejandrinos, o mejor griegos. Hemos ya señalado en el bosquejo que acabamos de hacer y que seguiremos ampliando –comentando las ideas y textos de la Cábala en el Renacimiento–, que tiene como fundamento el Antiguo Testamento y la obra de algunos judíos helenísticos que escribían en griego y arameo y cuyo mayor exponente fue Filón de Alejandría en el siglo I de la era cristiana, que se expresa en términos alegóricos, netamente influenciados por el pensamiento griego. Por lo que desde sus comienzos la Cábala está relacionada con distintas gnosis entre ellas y especialmente el hermetismo y aún el pensamiento iranio y las numerosas sectas que pululaban en aquellos tiempos en la cuenca del mediterráneo, entre ellas las de los judeocristianos. En cuanto a la moral se habían agregado a su propia ley muchos elementos de los estoicos. Esto es asimismo válido para el propio Jesús y sus seguidores que eran judíos y no cristianos, en el sentido que tiene este vocablo actualmente después de los numerosos concilios eclesiásticos.6 En ese sentido Antonio Piñero afirma: El cristianismo es un fenómeno religioso sincrético que recoge como en una suerte de herencia el legado veterotestamentario, el del judaísmo helenístico –que sigue desarrollando por su cuenta y en múltiples direcciones la teología del Antiguo Testamento, por un lado, y, por otro, que es receptivo a muy diversas influencias de la filosofía y la ética griega– y lo mejor de la religiosidad pagana, en especial los anhelos que impulsaban a los adeptos de las religiones de misterios y las ideas que conformaban las esperanzas de la mentalidad gnóstica incipiente.7 Después de los libros bíblicos y ya en nuestra era, tres son los textos cabalísticos fundamentales ya mencionados sobre los que se basa toda la estructura del Arbol de la Vida hasta nosotros. Ellos son el Bahir, el Sefer Yetsirah y el Zohar. Según Aryeh Kaplan, uno de los comentaristas modernos más autorizados, el Bahir, un texto que se suponía del siglo X-XI, sólo un poco anterior a la escuela de Provenza que fue la que conformó la Cábala tal cual la conocemos y atribuido al Rabbi Nehunia ben Hakana del siglo I, es anterior al Sefer Yetsirah que es el gran libro cabalístico y origen de todas las especulaciones pues en él está completa la estructura del Arbol Sefirótico8 y ha sido comentado por decenas de cabalistas tanto del mediodía francés como de la escuela de Gerona y de Castilla, o sea de Sefarad9 donde nació la Cábala como hoy la conocemos y que culmina con el Zohar, extenso libro, que ha sido tomado con la misma importancia que el Talmud por el pueblo judío. De la escuela española se destacan Azriel de Gerona, directamente emparentado con las enseñanzas de Isaac el Ciego y su familia, es decir con la Cábala de Provenza, y que junto con Ezra y luego Nahmánides en Barcelona y Abulafia en Aragón configuran una escuela que fue recibida por los grupos de Castilla y produjo autores tan brillantes como Chiquitilla y Moisés de León, todos ellos aunados en la doctrina de la Cábala. En 1492 son expulsados los judíos de toda España y se van estableciendo en distintas ciudades como Safed donde se afincan creando en Galilea una importantísima escuela. Pero antes también viajaron a Inglaterra y Holanda, Europa Central y Alemania,10 inclusive a Turquía, pero fundamentalmente a Italia donde se produjo la Cábala hermético alquímica del Renacimiento. Fueron terribles tiempos para los judíos sefarditas y se ve que España (Sefarad) fue para ellos su casa y su cultura, la que han añorado por siglos al punto de que continuaron hablando castellano en una modalidad llamada ladino, que contiene parte de los términos arcaicos del siglo XV, (lo que hemos podido conocer en un viaje a Turquía en la época actual; muchos de ellos han visitado a España por temporadas), o sea se han asentado allí; también en Israel y otros puntos de Occidente. Esta amarga experiencia del destierro sin embargo ha resultado positiva en el sentido de la expansión de su pensamiento, especialmente del esoterismo, o sea de la Cábala, y se corresponde con su doctrina en donde el ser humano es un exiliado en este mundo, situación que le ha sucedido en varias oportunidades a lo largo de su historia al pueblo judío. Como se puede apreciar nuevamente coexisten la religión judía y la cristiana que, por cierto, participan de un Origen común y un destino perpetuamente ligado pese a las amargas experiencias de incomprensión histórica; algo análogo al caso de católicos, protestantes y ortodoxos, o forzando un poco la comparación, al de los shiitas y sunitas en el Islam. |
NOTAS | |
* | Este texto contiene letras hebreas, la tipografía puede descargarse en esta dirección, al final de dicha página: (font SPTiberian). |
1 | Federico González-Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006; Federico González, Simbolismo y Arte. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004; Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Symbolos 25-26, Barcelona, 2003; Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Kier, Buenos Aires, 1993; id., El Simbolismo de la Rueda. Kier, Buenos Aires, 2006. |
2 | En el Corpus Hermeticum leemos: "'Ellos', dijo Hermes, 'identificarán e interpretarán todos los secretos de mis escritos, y, aunque retengan algunos, los que prevengan sobre la buena conducta de los mortales, los grabarán en estelas y obeliscos.'" Textos Herméticos. Ed. Gredos, Madrid, 1999, pág. 380. |
3 | Siguiendo a Charles Mopsik estas son otras de las obras de Moisés de León: Or Zarou'a, "La luz sembrada"; Chocan Edout, "La rosa del testimonio"; Sefer ha-Rimon, "El libro de la Granada"; Nefech ha-Hakhama, "El alma inteligente"; Sefer ha-Michqal, "El libro de la balanza"; Chéquel ha Qodech, "El siclo del Santuario"; Michkan ha-Edout, "La residencia del testimonio"; Cha'ar Yessod ha-Merkaba, "El pórtico del fundamento del carro"; Maskiyot Kessef, "Los adornos de plata"; "Tratado sin título"; Che'elot ou-Techouvot, "Preguntas y respuestas"; Sod Esser Sefirot Belima, "El secreto de las diez sefiroth misteriosas" y una serie de textos pseudoepigráficos. |
4 | También aseguran que es más importante tener el diagrama presente y meditar en él hasta que se fije en la conciencia, con sus respectivos números y nombres, para que actúe en nosotros de forma subliminal, mágicamente. |
5 | Nombre de una obra de Ramón Llull (c.1232-c.1316). |
6 | "A pesar de ella, el grupo jerusalemita en su conjunto no entiende su fe como una nueva religión, una nueva interpretación del mundo, ni se sienten separados de Israel, ni netamente distanciados, como el grupo sectario de los manuscritos de Qumrán. Son judíos y permanecen judíos, y ciertamente viven unidos a sus connacionales compartiendo el abrigo de una misma religión; sólo se perciben como una nueva vía, un nuevo 'camino' dentro del judaísmo." Antonio Piñero, Orígenes del Cristianismo. Epílogo, Ediciones el Almendro, Córdoba, 1995, pág. 413-414. |
7 | Ibid., pág. 406. |
8 | "Diez Sefirot de la nada, diez y no nueve, diez y no once. Entiende con sabiduría, sé sabio con Entendimiento. Examina con ellas, y escruta desde ellas. Haz que [cada] cosa se yerga sobre su esencia, y haz que el Creador se siente en Su base". Aryeh Kaplan, Sefer Yetzirah. El Libro de la Creación. Editorial Mirach, Madrid, 1996, pág. 64. |
9 | Para toda esta parte ver nuestro estudio Presencia Viva de la Cábala. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. |
10 | Donde ya existían grupos conectados desde hacia años con el Languedoc francés. |
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