PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO VI
CABALA Y ALQUIMIA (2)

Nicolás Flamel
Nicolás Flamel (1330-1417) debe encabezar lógicamente esta lista de alquimistas precursores judeo-cristianos ya que nos dice al comienzo de su principal obra titulada: "El libro de las figuras jeroglíficas de Nicolás Flamel escribano, así como están en la cuarta Arcada del Cementerio de los Inocentes de París, entrando por la puerta, calle Saint Denis, hacia la derecha, con la explicación de éstas por el dicho Flamel, tratando de la transmutación metálica, jamás impreso".385

En el prólogo da testimonio de lo siguiente:

Aunque yo, Nicolás Flamel, Escribano y habitante de París, en este año de gracia de mil trescientos noventa y nueve, y morando en mi casa de la calle de los Escribanos, cerca de la Capilla de "Saint-Jacques de la Boucherie", aunque, digo, sólo haya aprendido un poco de latín debido a la escasez de medios de mis padres, quienes estaban no obstante considerados como gente de bien incluso por mis envidiosos: Sin embargo resulta que (por la gracia de Dios y la intercesión de los benditos Santos y Santas del Paraíso, principalmente del Señor Santiago de Galicia) no he dejado de entender en profundidad los libros de los Filósofos, y de aprender en ellos sus tan ocultos secretos. Por este motivo, no habrá jamás un momento en mi vida en el que, acordándome de esta alta gracia, de rodillas (si el lugar lo permite), o bien dentro de mi corazón, con todo mi reconocimiento, no dé gracias a este Dios tan benigno que no abandona jamás al hijo del justo obligándole a mendigar de puerta en puerta; y que jamás defrauda a aquellos que esperan completamente en su bendición.386

El argumento de esta obra trata de un antiguo libro que ha caído en sus manos por el exiguo precio de dos florines, lleno de extrañas letras y figuras que no son latinas o gálicas, y en su primer folio había escritas estas palabras:

Abraham el judío, príncipe, sacerdote levita, astrólogo y filósofo.
Al pueblo judío, por la ira de Dios dispersado en las calles. Salud. D. I.387

Rabbí Abraham, cabalista y alquimista judío autor del libro que recibe Nicolás Flamel
Rabbi Abraham, el cabalista y alquimista judío a quien se atribuye el libro que llega a manos de Flamel. Está sobre el athanor, sosteniendo el crisol florido con la mano derecha. Detrás, coronando la torre del horno, el símbolo del antimonio. Abraham Eleazar, Uraltes chemisches Werk. Leipzig, 1760.

En realidad el que le había vendido el opúsculo tampoco sabía su valor y Nicolás pensó que había sido robado a los miserables judíos; en el tomo III y en los restantes ya se veía que sus protago­nistas eran hebreos, pero ¡oh sorpresa! habían sido escritos para ayudar a su cautiva nación a pagar los tributos a los emperadores romanos, tal su antigüedad, y así les enseñaba la transmutación metálica, es decir, los secretos alquímicos con palabras comunes, advirtiendo sobre los colores y todo el resto de las operaciones, salvo del primer agente, sobre el cual todo se callaba. Y aunque estuvieran estas páginas muy inteligentemente representadas y pintadas nadie hubiera podido comprender la totalidad de la obra sin estar enterado y "muy avanzado en su cábala traditiva y sin haber estudiado a fondo los libros", bellísimamente iluminados con figuras a las que Flamel manda copiar. La primera era un hombre con alas en los talones y con el caduceo en la mano con dos serpientes enroscadas, representación del dios Mercurio de los paganos.

Y así sigue describiendo los grabados consecutivos de esta joya que tenía en su casa y que se pasaba noche y día leyendo, lo cual causó preocupación a su esposa Perrenelle con la que estaba recién casado, la que lo consolaba; hasta que se lo contó todo y le mostró el libro, del que ella también se enamoró en el mismo instante en que lo vio y decidió participar en su desciframiento. Finalmente, después de una serie de encuentros y desencuentros con sabios, Flamel inicia con el permiso de Perrenelle una peregrinación388 "para preguntar su interpretación a algún sacerdote judío en alguna sinagoga de España". Pasará primero por Santiago donde hace sus votos, y luego a León donde se encuentra con un mercader francés que le presenta a un médico judío pero para entonces convertido, llamado maese Canches:

Cuando le hube mostrado las figuras de mi extracto, maravillado de sorpresa y alegría, me preguntó inmediatamente si tenía noticias del libro del que estaban extraídas. Le respondí en latín, tal como me había interrogado, que tenía esperanzas de aportar buenas nuevas si alguien me descifraba estos Enigmas. Inmediatamente arrebatado de ardor y alegría, empezó a descifrarme el principio. Ahora bien, para no extenderme mucho, él estaba muy contento de conocer noticias sobre el lugar donde se hallaba el libro, y yo de oírle hablar a él. (Y ciertamente había oído de él largo y tendido, pero como de una cosa que se creía enteramente perdida, como él afirmaba). Decidimos nuestro viaje, y de León pasamos a Oviedo, y de allí a Sansón donde nos hicimos a la mar para ir a Francia. Nuestro viaje había sido bastante afortunado, y ya desde que habíamos entrado en este reino, me había interpretado con mucha exactitud la mayoría de mis figuras, incluso los puntos, donde hallaba grandes misterios (lo que me dejaba maravillado).389

Con toda la enseñanza recabada, y de regreso a su hogar, prueba entonces a trabajar con los principios y la preparación de la piedra:

Así, pues, la primera vez que hice la proyección fue sobre el Mercurio, del que convertí media libra aproximadamente en una plata mejor que la de las minas, como he comprobado y he hecho comprobar varias veces. Fue el 17 de enero, un lunes, alrededor del mediodía, ante la única presencia de Perrenelle, el año de la restitución de la raza humana mil trescientos ochenta y dos. Por otra parte, además, siguiendo siempre palabra por palabra mi libro, lo hice con piedra roja sobre una similar calidad de Mercurio, también ante la única presencia de Perrenelle, en la misma casa, el vigésimo quinto día de abril del mismo año, alrededor de las cinco de la tarde, y lo transmuté verdaderamente en casi la misma cantidad de oro puro, ciertamente mucho mejor que el oro común, más suave y maleable. (pág. 19).

Como se verá con estas citas estamos de pleno en el campo de la alquimia y a la vez en el de la hierografía, y de ninguna manera se oculta el contenido esotérico de estos trabajos sino que se los acentúa tanto en los textos como en los grabados, tal para sorprender o llamar la atención sobre algo oculto, o críptico, al menos, que transmitido a través de sabios judíos, también uno de ellos le ha ayudado a decodificarlo.

De todas maneras están claros sus medios y objetivos espirituales –la oración es el método más indicado– pese a que Nicolás Flamel, el más célebre sin duda de los alquimistas de Francia, deba su gloria a su extraordinaria fortuna (dinero) que, al decir de algunos, había obtenido gracias a sus operaciones químicas y un oro inagotable que salía de sus retortas, mientras era auxiliado por su bella esposa y compañera de experiencias prácticas, Perrenelle (se ha querido ver en este nombre la idea de "el padre en ella").

Siguiendo con su libro, citamos ahora el segundo capítulo, inmerso de lleno en el proceso transmutatorio que se va realizando en su alma y en la de su compañera, apoyándose en las claves que va descifrando en los rollos que ha recibido, y que con una total entrega cobran vida merced al fuego intelectual constantemente avivado, aunque matizando siempre su intensidad:

LAS INTERPRETACIONES filosóficas según el magisterio de Hermes

Capítulo II

Deseo de todo corazón que el que busque el secreto de los Sabios, habiendo repasado en su espíritu las Ideas de la vida y resurrección futura, se aproveche primeramente de ellas. Que en segundo lugar sea más avispado que anteriormente, que establezca y profundice mis figuras, colores y rollos, en particular mis rollos, porque en este arte no hablamos para el vulgo. Que se pregunte después: ¿Por qué está la figura de San Pablo a mano derecha, en el lugar donde se acostumbra a colocar la de San Pedro? ¿Por qué está la figura de San Pablo vestida de color blanco citrino y la de San Pedro de rojo citrino? Y también ¿por qué el hombre y la mujer que están a los pies de los dos santos rezando a Dios como si fuera el día del Juicio, están vestidos con colores diversos y no desnudos con sus osamentas como los resucitados? ¿Por qué en el día del Juicio están el hombre y la mujer a los pies de los Santos, y no como deben de estar, más abajo, en la tierra y no en el cielo? ¿Por qué los dos Angeles anaranjados que dicen en sus rollos: Surgiti, mortui, venite ad judicium Domine mei están vestidos de color, y fuera de su sitio que está en lo alto del cielo, con los otros dos que tocan sus instrumentos? ¿Por qué tienen un campo violeta y azul? Pero, principalmente, ¿por qué su rollo, que habla a los muertos, acaba en las fauces abiertas del León rojo y volador? Quisiera, pues, que tras estas reflexiones y varias otras, que podemos justamente formular, abriendo enteramente los ojos del espíritu, llegue a la conclusión de que eso no se hizo sin motivo, que tiene que haber representado algunos secretos bajo su corteza, que debe rogar a Dios que le revele. Habiendo conducido así su crédito gradualmente, deseo también que crea que estas figuras y explicaciones no están hechas para aquellos que no han visto jamás los libros de los Filósofos, y que, ignorando los principios metálicos, no pueden ser llamados hijos de la Ciencia. Pues si quieren comprender en su totalidad las figuras, ignorando el primer agente, sin duda se equivocarán, y no comprenderán jamás nada por todo. Así, pues, que nadie me critique si no me entiende fácilmente, pues será más criticable que yo, en tanto que no estando iniciado en las sagradas y secretas interpretaciones del primer agente (que es la llave que abre todas las ciencias), no obstante quiere comprender las concepciones más sutiles de los envidiosos Filósofos, que sólo están escritas para aquellos que ya saben estos principios, que no se encuentran jamás en ningún libro, porque las dejan en manos de Dios, que las revela a quien le place o bien las hace enseñar de viva voz por un Maestro por tradición Cabalística, lo que sucede raramente. Ahora bien, hijo mío, puedo llamarte así pues he llegado ya a una edad muy avanzada y, por otra parte, quizás, eres hijo de la ciencia, Dios te deja aprender y luego obrar en su gloria, escúchame, pues, atentamente, pero no prosigas si ignoras los principios anteriormente citados.

El vaso de barro de esta forma, es llamado por los filósofos el triple Vaso, ya que en él y en su centro hay un estante, y sobre éste una escudilla llena de tibias cenizas, en las cuales está sentado el huevo Filosófico, que es un matraz de cristal lleno de confecciones de Arte (como la esperma del Mar Rojo y de la grasa del viento Mercurial) que ves pintado en forma de escritorio. Ahora bien, el vaso de tierra se abre por encima, para meter dentro la escudilla y el matraz, bajo los cuales por esta puerta abierta se pone el fuego Filosófico, como sabes. De esta forma, tienes tres vasos y el Vaso triple, los envidiosos lo llaman Athanor, Criba, Estercolero, Baño María, Horno, Esfera, León Verde, Prisión, Sepulcro, Orinal, Redoma, Cucúrbita, yo mismo en mi Sumario Filosófico, que compuse hace cuatro años y dos meses, lo llamo al final de éste, casa y habitáculo del Pollo, y a las cenizas de la escudilla, la paja del Pollo, su nombre común es hornillo, que no hubiera encontrado jamás si Abraham el Judío no lo hubiera pintado con su fuego proporcionado, en el que consiste gran parte del gran secreto. Ya que es como el vientre y la matriz que contienen el verdadero calor natural para animar a nuestro joven Rey. Si este fuego no se mide Clibánicamente dice Calid, Persa, hijo de Jasiche. Si se enciende con la espada, dice Pitágoras, si ígneas tu vaso, dice Morienus, y le haces sentir el ardor del fuego, te acabará como un fuelle y quemará sus flores antes de que haya subido de lo más profundo de sus médulas, y saliendo más rojas que blancas, tu operación estará entonces destruida.

Lo mismo que si haces demasiado poco fuego, ya que entonces jamás verás el final, por culpa del enfriamiento de las naturalezas, que no habrán tenido movimientos suficientemente poderosos para digerirse juntas.

Así, pues, el calor de tu fuego en el vaso hará, como dice Hermes y Rosinus, según el Invierno, o bien tal como dice Diómedes, según el calor del Pájaro, que empieza a volar tan lentamente desde el signo de Aries, hasta el de Cáncer, ya que debes saber que el hijo del comienzo está lleno de flegma frío y de leche, y que el calor demasiado vehemente es enemigo de la frialdad y de la humedad de nuestro Embrión, y que los dos enemigos, es decir Nuestros Elementos de frío y calor, sólo se unirán perfectamente si se va poco a poco, habiendo primeramente permanecido largo tiempo juntos, en medio del calor templado de su baño, y habiéndose trocado por la larga decocción en azufre incombustible. Rige, pues, lentamente, con igualdad y proporción, sus naturalezas altivas, con el temor de que si favoreces a unas más que a otras, ellas, que son enemigos naturales, no se enfaden contigo por envidia y cólera seca, y no te hagan suspirar mucho tiempo. Además, tienes que mantenerlas perpetuamente en este calor templado, es decir noche y día, hasta que el Invierno, es decir el tiempo de la humedad de las materias, haya pasado, porque así logran su paz y se dan la mano calentándose juntas, y si estuvieran aunque sólo fuera media hora sin fuego, se tornarían irreconciliables para siempre. He aquí por qué en el libro de los Setenta Preceptos está dicho: Haz que tu fuego dure infatigable sin cesar, y que ninguno de sus días sea olvidado. Y Rasis, la actividad que lleva consigo demasiado fuego, está siempre seguida por el diablo y por el error. Cuando el Pájaro Dorado, dice Diómedes, haya llegado a Cáncer, y que de allí corra hacia Libra, entonces tendrás que aumentar un poco el fuego. E incluso, también cuando el bello Pájaro vuele de Libra a Capricornio, que es el deseado Otoño, el tiempo de las cosechas, y de los frutos ya maduros.390

Para terminar con el capítulo IX, culminación de la Gran Obra, que por boca de los auténticos alquimistas, como Flamel y Perrenelle, testimonian la posibilidad de salir de la densa y oscura prisión del mundo material y acceder a esas estancias internas cada vez más diáfanas y libres:

SOBRE UN CAMPO VIOLETA OSCURO

un hombre violeta purpúreo, agarrando el pie de un León rojo de Laca, que tiene alas y parece arrebatar y llevarse al hombre.

Capítulo IX

Este campo violeta y oscuro representa que la Piedra ha obtenido, por medio de una decocción entera, las bellas vestimentas enteramente citrinas y rojas que pedía a San Pedro que ya las vestía, y que su completa y perfecta digestión (simbolizada por la entera citrinidad) le ha hecho abandonar su viejo ropaje anaranjado. El color rojo de Laca de este León volador parecido al puro y claro Escarlata del grano de la verdaderamente roja Granada, demuestra que ella está ahora culminada con todo derecho e igualdad. Que es como un León que devora toda naturaleza pura metálica y que, troncándola en su verdadera sustancia, en verdadero y puro oro, más fino que el de las minas. También ella se lleva ahora al hombre de este valle de miserias, es decir lejos de las incomodidades de la pobreza y de la enfermedad, y con sus alas lo eleve gloriosamente fuera de las aguas corrompidas de Egipto (que son los pensamientos ordinarios de los mortales) y, haciéndole despreciar la vida y las riquezas presentes, le hace meditar día y noche en Dios y en sus Santos, habitar en el Cielo Empíreo, y beber en los dulces manantiales de las fuentes de la esperanza eterna.

Alabado sea Dios eternamente, que nos ha otorgado la gracia de ver este bello y perfecto color purpúreo, el bello color de la Adormidera silvestre de la Roca, el color Tiriano reluciente y resplandeciente, que es incapaz de cambio y alteración, sobre la cual ni el mismo Cielo ni su Zodíaco pueden ya tener dominio ni poder, cuyo brillo radiante y deslumbrante parece como si casi comunicara al hombre alguna cosa supraceleste, haciéndole (cuando la contempla y conoce) sorprenderse, temblar y estremecerse al mismo tiempo. Oh Señor, otórganos la gracia de que podamos usarla correctamente para aumentar la Fe, en provecho de nuestra alma, y para acrecentar la gloria de este noble Reino. Amén. (pág. 91-92).

Por lo que en adelante desfilarán una serie de personajes increíbles que reconociendo esa herencia espiritual de la que los hebreos fueron igualmente depositarios y actualizadores, la expresaron con la simbólica del Arte Alquímico, en unos opúsculos donde las imágenes y las palabras se trenzan en un discurso de gran atracción, y sobre todo vibrante, emisor de unos influjos espirituales que hallan en el alma el espejo en el que reconocerse.

NOTAS
385 Nicolás Flamel, El libro de la figuras jeroglíficas. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1996, pág. 3. Aunque también nos basaremos en este acápite en el compendio titulado Écrits Alchimiques, Les Belles Lettres, París, 1993, que incluye la susodicha obra de este alquimista así como el "Pequeño tratado de alquimia titulado el sumario filosófico", escrito en verso. A Flamel se atribuye, además, el opúsculo que aparece en el compendio Bibliothèque des Philosophes Chimiques (París, 1741) llamado El deseo deseado, traducido al castellano y editado por Ed. Indigo, Barcelona, 1997.
386 Ibid., pág. 5-7.
387 Ibid., pág. 7. De hecho se dice que el libro de Flamel fue escrito por Abraham el judío, y como su autor lo indica posee unas figuras extraordinarias, íntimamente relacionadas con los antiguos tratados de la memoria, donde los colores a veces adquieren importancia fundamental. Ver de Frances A. Yates, El Arte de la Memoria. Taurus, Madrid, 1974, y Giordano Bruno y la Tradición Hermética. Editorial Ariel, Barcelona, 1983.
388
389 El libro de las figuras…, op. cit., pág. 17. Se refiere a los puntos o vocales intercalados entre las consonantes hebreas.
390 Ibid., pág. 35-41.