Federico González | |
En cuanto al diagrama del árbol de la vida, éste tiene un diseño10 que es susceptible de ciertas diferenciaciones. Tradicionalmente se lo divide en cuatro planos horizontales, o mundos, llamados olam ha'Atsiluth (emanaciones), Beriyah (creación), Yetsirah (formaciones) y Asiyah (que da origen a la manifestación y a la concreción material).11 Al principio corresponden las sefiroth Kether (corona), Hokhmah (sabiduría), Binah (inteligencia); al segundo las de Hesed (gracia), Din (juicio), Tifereth (esplendor); al tercero Netsah (victoria), Hod (gloria) y Yesod (fundamento); y finalmente al cuarto sólo Malkhuth, la mujer del rey, la que recibe y concreta el legado, la tierra, o el mundo en su sentido más amplio, la manifestación universal, percibida por los sentidos, que ha podido ser gracias al proceso que describe el modelo sefirótico.
Por el árbol de la vida se desciende desde la unidad central, o mejor, desde la primera manifestación, Kether (la corona), a la multiplicidad periférica de lo manifestado, Malkhuth, la materialización de ese energía. De esta manera se crea un circuito cerrado (1+ 9 = 10), que lleva implícita la idea de que esa energía, una vez alcanzados sus límites, retorne a su fuente original (10 = 1 + 0 = 1).12 Perpetuamente, las energías del cosmos ascienden y descienden entre el cielo y tierra, desde su calidad más fina hasta su forma su forma más grosera. Este proceso se realiza de manera simultánea, lo que realmente incluye el hecho de que se efectúa en todas las cosas, o seres, y en distintos grados o mundos. La idea de que podamos ser parte de un ser humano gigantesco y primigenio, de que nosotros seamos una célula sanguínea de ese hombre (o que nuestro sistema solar sea esa misma célula) no es ajena a la cábala. Por el contrario, a ese ser se le denomina Adam Kadmon y su múltiple desmembramiento conforma el universo, como es también el caso del Osiris egipcio, del DionisosZagreus de los griegos, y de otros muchos mitos cosmogónicos. Ese universo de módulos, números, letras, estrellas, miembros, no es sino un símbolo manifestado de lo inmanifestado y las claves para llegar de la manifestación a la inmanifestación. El descenso de las emanaciones divinas que se concretan en la creación cósmica está sucediendo en este momento y el hecho de que el mundo sea tal cual cosa, para la mentalidad moderna, o que de acuerdo a nuestro punto de vista percibamos esto o aquello, es completamente indiferente al proceso de la creación universal, que es perenne, aun visualizado desde el punto de vista horizontal; simultáneo, desde la proyección vertical. Este laboratorio, que es el mundo, ha sido descrito también como un caldo de cultivo en el que se cuecen diversas energías, se solidifican las más densas, se volatilizan las más sutiles y buscan un espacio más allá de las estructuras que las contenían. En el árbol de la vida, tres energías o principios interactúan constantemente entre sí. Uno es activo, el otro pasivo, el tercero neutro. El activo se opone al pasivo y el pasivo al activo, pero no se excluyen, sino que se complementan. El neutro es aquel punto donde el activo y el pasivo dejan de ser tales. Una energía latente que existe en todas las cosas, verdadero factor de equilibrio, y proyección vertical del eje del cielo sobre el plano horizontal de la tierra. Es el pilar invisible, o eje, a partir del cual han sido creadas todas las cosas y al cual todas las cosas retornan. Lugar de paz; la lucha y el desequilibrio han llegado a su fin. Esta lucha y complementación perenne (yin y yang) a que está sometido el proceso de la vida y el hombre mismo, es expresada en la cábala no sólo por la división ternaria del modelo del árbol cósmico, a la que nos estamos refiriendo, sino también con la teoría del Tsim-Tsum.13 Si el mundo entero fuese una exhalación, o un sonido, o la emanación de la luz, también tendría esta división ternaria, que se produce en cuatro campos, o planos, o "lecturas" diferentes de un hecho o cosa, si así pudiera decirse: o sea, una visión de mundos "paralelos", o simultáneos, o diversos estados de un ser universal. Hay entonces cuatro árboles de la vida o cuatro maneras distintas de ver el mismo árbol. Uno es el modelo del árbol cósmico visualizado a nivel de Atsiluth, el mundo de las emanaciones primigenias de las que nada puede saberse desde el plano del conocimiento ordinario. El segundo sería el diagrama del árbol en el plano de la creación (Beriyah), signado con el número cuatro. El número cuatro es tomado siempre como número de la primera manifestación o primera creación.14 El tercero es el diagrama a nivel de las formaciones cósmicas (Yetsirah). Estos tres primeros serían invisibles y estarían Incluidos en el cuarto, pues a decir verdad, este último no es sino una materialización de aquéllos y corresponde a la manifestación cósmica en su grado físico, corporal o sensorio. A su vez, un modelo cósmico, a un nivel de lectura (o un árbol visualizado en tal o cual plano), incluiría también la posibilidad de otros tres planos o niveles.15 De hecho, si cada cosa tiene nueve reflejos de sí misma, cada sefirah incluiría un árbol sefirótico dentro, y así con cada uno de ellos indefinidamente. Esta multiplicación no se produce sólo en el plano, sino que también es volumétrica y se proyecta en las seis direcciones del espacio: norte, oriente, sur, poniente, zenit y nadir, oponiéndose dos a dos como las caras de un cubo, teniendo a Tifereth (esplendor o belleza) como centro o eje, proyección de la vertical en la horizontal, punto neutro o corazón del árbol.16 En ese mismo sentido, indicaremos que el modelo del árbol tiene relieve, pues admite tres lecturas de sí mismo, que sumadas a la vulgar o profana, nos darán la idea de profundidad, más allá del plano.17 Eso es, por otra parte, lo que expresa la diferencia entre cuatro colores y también entre cuatro jerarquías. El modelo cósmico simboliza en pequeño, lo que el original es en grande, de donde es sencillo inferir que lo manifestado, el universo entero, tenga cuatro lecturas o cuatro grados jerarquizados de sí mismo, siendo la existencia material, solidificada, un mero ropaje, O forma, o modo, que toma una corriente de energías al "concretarse". De donde puede observarse que el Tarot, y su interrelación con el modelo sefirótico, es una cosa bien distinta –y no tan fácil– de aquella visión que lo encuadra en un juego, o en un procedimiento predictivo, en el sentido más literal aplicado a estos vocablos.18 Con el árbol de vida de la cábala sucede lo mismo. Y estos mandalas que refulgen con las luces del cosmos, ignoran completamente las especulaciones de tono menor, teñidas de carácter utilitario, donde los problemas personales están siempre de por medio. La cábala, el Tarot, el modelo cósmico de la rueda, son sólo vehículos de conocimiento. Y si bien el conocimiento se expresa a través de ellos (para nuestra realización), ellos mismos no son el conocimiento. Son el puente,19 el pasaje, el navío, que nos conduce de un espacio a otro espacio; pero nunca un objeto de adoración o de devoción, en el sentido que se da a estos términos hoy en día. Una vez que el caballo nos ha llevado al término del viaje, nos despedimos con todo agradecimiento y cariño de él, y por mejor caballo que sea, lo dejamos, pues la función de nuestro vehículo ya se ha cumplido al finalizar el recorrido. No es posible tomar lo relativo por absoluto, por más que sea lo que se nos ha inculcado en este mundo de enormes minucias, de anécdotas e historietas, siempre "trascendentales" para lo que llamamos "nuestra vida". Tomamos las superficies brillantes y pulidas por lo que son las cosas en sí. Esta superficialidad nos impide ver que el cuerpo es el traje del alma. Y que esta última no es sino el vestido del espíritu. Volviendo a los arcanos mayores del Tarot –en su relación con el modelo del árbol cabalístico–, señalaremos que esta serie sucesiva numerada de I a XXI, con el agregado de "El Loco" (cero), se puede ordenar de la siguiente manera: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, hasta llegar al ciclo completo de la serie, descendiendo por el árbol de la vida, desde Kether hasta Malkhuth,20oen el modelo cósmico de la rueda, del punto virtual inicial a la multiplicidad de los puntos de la periferia. Y retornar desde el límite de la serie, o plano, hasta el centro o a la unidad original. Lo que nos daría, en el caso de los arcanos mayores, la siguiente serie de ida y vuelta, de descenso y ascenso, a través del árbol de la vida: En el diagrama de la cábala, cada sefirah tiene un aspecto luminoso y otro oscuro. Uno mira a Kether y el otro a Malkhuth. Todo el árbol pudiera ser visualizado así, teniendo como centro a Tifereth, la superficie de las aguas. Esto vendría a ser precisamente la oposición (y complementarismo) de lo que vuela y lo que repta. Asimismo, cada sefirah de la columna activa ha de tener algo de la pasividad del que se le opone, y viceversa, para que esto pueda ser posible.24 Como se sabe, la tradición extremo oriental lo expresa diciendo que en cada energía yin hay una yang, y que en cada yang una yin. En el Tarot esto se manifiesta por el sentido "benéfico" o "maléfico" que puede tener tal o cual lámina. También por el hecho de que salgan al derecho o al revés con respecto al que consulta el oráculo. La Alquimia medioeval llamaba a este proceso disolución y coagulación (solve et coagula), siendo la primera expansiva o centrífuga (ad extra) y la segunda contractiva o centrípeta (ad intra). La unión o complementación de esos opuestos –en el centro o eje de la rueda, el lugar donde se resuelven todas las oposiciones– constituye al hermafrodita alquímico, o andrógino primordial. Por otra parte, ya hemos dicho que los cuarenta arcanos,
menores se reúnen en cuatro paquetes, conjuntos (o colores) iguales
numerados de uno a diez. En éstos, el primero, llamado de bastos,
comienza con el número uno de ese color y continúa con la
serie hasta el diez. Con las siguientes series sucede lo mismo, van del
uno al denario en colores –o palos– que como se sabe, son: bastos,
espadas, copas y oros; y en la baraja francesa: trébol, pica, corazón
y cuadrado o diamante. Corresponden a las diez sefiroth en
los cuatro mundos o planos, y nos dan la inmediata idea de un diagrama
cuádruple tridimensional. Mejor, de cuatro diagramas superpuestos,
saliendo del plano y formando un conjunto volumétrico, una caja
estructurada que da la imagen de una construcción perfectamente
organizada en su totalidad.25
Igualmente, a cada número corresponde una sefirah, tocándole
el número uno a Kether, el dos a Hokhmah, y así
sucesivamente hasta el número diez, Malkhuth, en donde
finaliza la serie. A cada color o palo, corresponde un mundo o plano del
árbol. A bastos Atsiluth, a espadas Beriyah, a copas
Yetsirah, y a oros Asiyah. Tomemos un ejemplo: supongamos
que sacamos del mazo de naipes una carta que ella es el siete de copas.
Por su número corresponderá a la sefirah número
siete, Netsah, y como tal le cuadran todos los atributos y energías
referidos a esta sefirah cabalística. Pero al mismo tiempo
su color o palo nos está diciendo que esta baraja se refiere al
plano donde esa energía actúa, en este caso el plano o mundo
de Yetsirah. Esta carta entonces alude a un concepto,26
o a una energía denominada Netsah en Yetsirah, perfectamente
específica y distinta a los otros treinta y nueve símbolos
o cartas del conjunto, o paquete de los arcanos menores.
Esta misma idea se representa también como un árbol prototípico (reflejo de un arquetipo o idea universal), en donde la vida tiene cuatro lecturas o colores distintos, visualizados en el diagrama plano como sucesivos, aunque de hecho son simultáneos. Es decir, que es ilustrada con el diagrama prototípico del árbol, dividido en cuatro porciones horizontales o niveles. Esta división cuaternaria se refiere también al hombre, ya que éste es una miniatura del cosmos. Y así como la vida tiene cuatro lecturas –que van de lo más superficial o externo, a lo más profundo o interno–, así también esta diferenciación se da en cualquier expresión sujeta a los límites del tiempo y el espacio, como una jerarquía (y por lo tanto una sucesión), en la que lo más alto correspondería a los orígenes y lo más bajo a la actualidad. En realidad, lo que acontece es que ciertas energías verticales y simultáneas son transferidas o traducidas a otras horizontales y sucesivas, y se manifiestan sensiblemente al nivel de éstas. El modelo macrocósmico del árbol asimismo puede ser equiparado a lo microcósmico y humano (recordar la versión cabalística en donde el cosmos es un ser gigantesco) y ser referido a la estructura física del hombre. En este caso, la cabeza de dicho hombre estaría compuesta por las sefiroth Kether, Hokhmah y Binah, correspondiendo a estas dos últimas el ojo derecho y el izquierdo, respectivamente, y asimismo los hemisferios cerebrales en su división binaria. El tronco estaría compuesto por Hesed, Din y Tifereth, siendo las dos primeras los brazos derecho e izquierdo; y la tercera, el corazón y el plexo solar hasta el ombligo, así como todos los órganos contenidos en la cala torácica.28Netsah y Hod serían la pierna y cadera derecha y la pierna y cadera izquierda. También estarían accionando en la zona ventral y sus órganos internos, mientras que los genitales corresponderían a Yesod. Finalmente Malkhuth, única sefirah del plano de Asiyah está emparentada con los pies.29 Además de esta analogía microcósmica física, el árbol prototípico tiene correspondencias macrocósmicas y astrales. En efecto, cada sefirah puede ser vinculada con un astro (o dios, para otras tradiciones) en un universo en cambiante sucesión de energías, la mayor parte de las cuales son invisibles (o "angélicas"), ya que la única que simboliza la concreción o tierra –la receptividad divina procreando–, el cosmos físico manifestado, es Malkhuth, la cristalización y solidificación prohijada por la energía pasiva, capaz de recibir toda la vibración de la vida y materializarla. Para nuestra época estas correspondencias astrales pueden atribuirse de esta manera: Saturno a Binah, Júpiter a Hesed, Marte a Din, el Sol a Tifereth, Venus a Netsah, Mercurio a Hod y la Luna a Yesod. Esto nos lleva a una estrecha relación con la alquimia, pues para ésta, los minerales con que trabaja son también las energías de los astros madurados en las entrañas de la tierra. Es muy importante destacar que el modelo del árbol de la vida está invertido. En efecto, todo árbol "normal" tiene las raíces en la tierra y sus frutos son aéreos. El modelo cósmico del árbol sefirótico, tiene sus raíces en el cielo –Kether–, y sus frutos son la concreción de la vida en la tierra –Malkhuth, la inmanencia divina– lo que nos hace pensar que nosotros, como seres manifestados, estamos invertidos con respecto a las emanaciones de la deidad.30 Además, esta inversión, que se produce en el plano propiamente humano a través de los sentidos, es, por otra parte, una clave en la estructura del modelo del universo. Resulta muy clara en el símbolo de la estrella de David o sello salomónico que, como se sabe, consta de dos triángulos equiláteros entrelazados y opuestos, que configuran el símbolo típico de la analogía. Por otra parte debe advertirse que las energías de las sefiroth del árbol, interactuando e interrelacionándose entre sí, son las que finalmente conforman el cosmos, haciendo que todas las cosas se desenvuelvan en un perfecto orden y disponiendo los cuerpos celestes y terrestres en armónicos movimientos. Este equilibrio universal es actualizado por intermedio de las energías angélicas llamadas ofanim (ruedas) y sus gravitaciones en espiral conocidas como remolinos (galgalim). Ahora bien, la encarnación de estos conocimientos cosmogónicos, referidos a otras maneras del espacio y el tiempo, y su aprehensión, es decir, el acceso a otros mundos que están presentes en nuestro mundo ordinario31 –aunque en forma oculta–, es trabajo que puede realizarse con el modelo del árbol cabalístico y el Tarot, que para eso han sido diseñados, en correspondencia análoga con el cosmos. La enseñanza sugiere estudio y meditación, y también silencio. Internalización de las energías del árbol de la vida, expresadas por las sefiroth, por la determinación de ciertos atributos divinos. Y llevar el trabajo que se realiza con ese árbol de la vida, a la cotidianidad.32 Este diagrama es el modelo de todas las cosas, y por lo tanto está ahora y siempre presente. Es para nosotros una herencia del pasado que se actualiza al revivir las energías que se encuentran en él contenidas, lo que equivale a despertar a los dormidos símbolos que comienzan misteriosamente a vislumbrarse, a resonar en el interior de uno mismo, y que establecen una especie de "puente", o vehículo axial, para pasar de un espacio a otro espacio, o de un mundo a otro mundo. Y es por ese mismo eje central, que vincula a todos los planos o estados que tiene un ser en sí, por donde se conectará con lo supracósmico. Entendiendo por esto no solamente lo que está "más allá" de las sefiroth de "construcción cósmica", sino también lo que excede al modelo del árbol mismo, lo cual se halla simbolizado por Kether, que en su acepción más elevada es idéntico a Ain, el absoluto, la nada.33 Aunque esta sefirah en su aspecto más bajo –si así pudiera uno expresarse–, al ser la primera determinación, ya está condicionada por el ser.34 Esta salida del cosmos es lo que propone la alquimia, trabajando con el método de las transformaciones de las virtudes físico-simbólicas de la vida en su aspecto mineral, en correspondencia con el hombre y su psique.35 El sabio realiza su trabajo en el athanor u horno alquímico. Este artefacto es también un modelo del universo y su cuerpo consta de tres niveles horizontales superpuestos, en el primero de los cuales la "materia" densa penetra en el athanor y en el último, sale en forma de gases sutiles por un orificio superior que corresponde a la sumidad. En el simbolismo de la construcción, la puerta del templo o de la casa-habitación, cumple esa misma función de medio de paso, o de traslado horizontal de un espacio profano, u ordinario, a otro sagrado o significativo.36 Y también –como en el athanor– la salida es a través del eje vertical, simbolizado en el templo por el altar. o ara, como proyección de la cúpula en el plano. En la casa-habitación, esto se manifiesta por la chimenea u hogar, que es una salida al "exterior", a otro mundo o espacio que está "más allá" de aquél que el modelo cósmico, o constructivo, manifiesta. En última instancia, este athanor, templo u hogar, no es sino la simbolización del hombre mismo y un reflejo central del eje universal, por el que a través de distintos niveles o planos, se va de lo más denso a lo más sutil, de lo más groseramente manifestado –por una transmutación, refinamiento o proceso evolutivo– a lo más etéreo, tal cual los gases con respecto a la materia solidificada. De la manifestación a lo inmanifestado. Como lo describe el modelo del árbol de la vida, que se corresponde con la división en planos horizontales del athanor, en relación con los mundos ya mencionados, de este diagrama cabalístico. Asimismo, en el simbolismo constructivo, en la figura de la pirámide o del zigurat, se notarán estos planos superpuestos desde la base hasta lo más elevado. Por otra parte –y para terminar– debemos decir que estos niveles o jerarquías se hallan expresados en la representación plana del modelo cósmico de la rueda por cuatro círculos concéntricos, que se ubican rodeando al punto original, y que son diversos escalones que van desde el movimiento hacia la inmovilidad, o viceversa, según sea el sentido de la lectura que se dé a la figura. No es de extrañar pues, que la alquimia, como la cábala, el Tarot, la numerología, la astrología, la construcción, la magia, etc., se hallen tan estrechamente relacionados. Pues en verdad ellos conforman la cosmología y la ontología, como soportes de la metafísica, constituyendo una sola ciencia o arte, vinculada con un sólo conocimiento, cuya experiencia, o encarnación, es obtenida simultáneamente con la transmutación. En el movimiento de la rueda se conjugan la unidad central y la totalidad periférica. Lo inmóvil, con lo que circula y pasa. El fuego que no quema, con la rueda del sol. Y ambos elementos –que en realidad conforman uno solo polarizado– se encuentran en el corazón humano y generan sus imágenes para que éste, trabajando con la alternancia de sus ritmos, presintiéndola, adaptándose a ella, realice la obra química en el jardín de su alma. La rueda es, en verdad, el conocimiento de este principio, dual, que igualmente se vive como sintético o múltiple; como cierto o ilusorio. Es el mismo ser el que reúne estas posibilidades. |
NOTAS | |
10 | De aquí en adelante pueden consultarse las ilustraciones 1, 2, 3, 4, y siguientes. |
11 | Atsiluth sería el principio de la manifestación ontológica, Beriyah la manifestación informal, Yetsirah, la manifestación sutil –por debajo del nivel de las aguas superiores– o sea, las aguas inferiores, y Asiyah, la manifestación grosera, que corresponde al estado corporal del hombre o del cosmos. Estos dos últimos planos están estrechamente unidos y constituyen el compuesto psíquico-físico del macro o del microcosmos. Son el alma inferior y el cuerpo, mientras que el alma superior y el espíritu estarían simbolizados por Beriyah y Atsiluth. |
12 | La serie sefirótica o numeral desarrolla un ciclo completo, que va de la concepción de la unidad, a la de la circularidad, expresada por el número nueve. Si la unidad de ese punto original es la que genera la serie numeral –o el rayo de la rueda que va del centro a la periferia– en nueve emanaciones sucesivas (1 + 9 = 10), el denario, que es el limite de su desarrollo, la reitera (10 = 1 + 0 = 1). Esto quiere decir que el punto periférico, en donde acaba el radio, también es unitario –y por lo tanto igualmente capaz de engendrar y renovar el ciclo–, salvo que hay que hacer notar que se halla invertido en relación con su origen. |
13 | El infinito hace lugar en sí mismo y se concentra en un punto a partir del cual el espacio adquiere su característica y el cosmos es entonces creado. |
14 | Es interesante observar que si se suman los consecutivos de la serie, 4 = 1 + 2 + 3 + 4, se obtiene 10, que es igual a 1 + 0 = 1, 0 sea, un retorno a la unidad original, o la manifestación de la unidad a otro nivel o plano. Lo mismo sucede con el siete que es igual a 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28, que es igual a 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1. Es decir, que vuelve a repetir la unidad a otro nivel, tal cual sucede con Netsah, la primera sefirah del plano siguiente inferior. Finalmente, igual acontece con la sefirah número diez, Malkhuth, única ubicada en el plano de Asiyah. |
15 | "Al rotar, los cuatro "colores" o "rayos" asumen la apariencia de cuatro " ruedas" (ofanim), cada una de las cuales era, por decirlo así, una rueda en el medio de una rueda". Leo Schaya, El Significado Universal de la Cábala. |
16 | A las seis sefiroth inferiores, de la primera tríada, se las denomina de " construcción" (cósmica). Son siete si se la incluye a Malkhuth. |
17 | También Dante, en la dedicatoria de La Divina Comedia, atribuye estos cuatro planos simultáneos de lectura a los libros sagrados del antiguo y del nuevo testamento, además de a su propia obra. |
18 | En su origen la palabra adivinación tiene una intima relación con lo divino. En toda civilización los encargados de consultar los oráculos (hombres y mujeres) cumplían una función sacerdotal, así en Delfos y en todos los centros cultuales. De allí también "vaticinio", de "vate" (o inspirado). |
19 | Recordar la relación entre puente, pontífice y la carta número V del Tarot, relativa a la enseñanza y el aprendizaje, llamada "El Papa" o "El Hierofante" o psicopompos (iniciador en los misterios para los egipcios y los griegos). |
20 | La unidad sería, a la inversa de lo que estamos habituados, el mayor de los números, puesto que los contiene a todos. Cuanto mayor la cantidad numérica, mayor es la fragmentación o división de la energía simbolizada por la unidad. Lo pequeño es lo más poderoso. |
21 | Obsérvese que la suma de los dos arcanos mayores correspondientes a cada sefirah es siempre igual a veintiuno. |
22 | En el Tarot de Marsella, esta lámina es una mujer dentro de una rueda (la forma es elíptica, pues el cuadrángulo del naipe es rectángulo y su proporción dos a uno). |
23 | Tanto la carta que inaugura el descenso, el número uno, "El Mago", como la que inicia el retorno o ascenso, la número once (uno y uno), "La Fuerza", son las únicas que llevan, en los arcanos mayores, un extraño sombrero que está "por encima" del cuerpo –o estructura– y lo "corona". Tiene la forma de un ocho apaisado, signo que ha pasado a ser el símbolo aritmético del infinito. Es, en verdad, la representación de un circuito cerrado o todo continuo, como la rueda con una torsión, estudiada hoy en día como "cinta de Moebius". |
24 | Cada sefirah, como cada número, es activa con respecto a la que le sigue en la serie y pasiva con respecto a la que le antecede. Así el tres (Binah), es activo con respecto al cuatro (Hesed) y pasivo con respecto al dos (Hokhmah). El dos (Hokhmah), es pasivo con respecto al uno (Kether) y activo con respecto al tres (Binah) y así unos y otros, de ida y vuelta, simbolizan una corriente perenne de energías que se resolverá siempre en la unidad. |
25 | Cuando este "trono" comienza a moverse, se le llama "la carroza" (merkabah); luego, los cuatro hayoth, o ejes periféricos surgidos del "trono", se convierten a su vez en carrozas, y mientras viajan en todas las direcciones del cosmos, emanan de ellos ruedas (ofanim) o poderes angélicos que juegan su parte en la actualización de formas esféricas y los movimientos cíclicos de todo lo creado. Sus vibraciones espirituales son llamadas remolinos o espirales (galgalim). |
26 | En el sentido de concepción, de concebir. No en el de conceptualizar; operación indirecta donde el verbo es suplantado por una manifestación verbal. Con el agravante de que "se toma" a ésta de forma exclusiva y excluyente. |
27 | Serían los cuatro ríos del paraíso, surgidos de una fuente única (proyección de la vertical). Y también, los cuatro sabios que llegan a ese paraíso o estado de pureza original. Es interesante destacar que, de estos sabios, uno sólo es apto para vivir en él; de los otros tres, uno enloquece, otro enferma (pierde la fe) y el tercero muere. Sin embargo, estos cuatro personajes coexisten en nuestro interior. Cada letra de PaRDéS (paraíso en hebreo), corresponde a cada uno de los mundos o planos del árbol de la vida. |
28 | El ómphalos u ombligo del mundo, corresponde propiamente al medio o centro de la figura física humana. Sin embargo, la cábala toma simbólicamente como centro a Tifereth, el corazón del árbol. Esta concepción del corazón como centro, está presente también en la totalidad de las tradiciones, aunque despojando este órgano del carácter sentimental que se le suele atribuir en el Occidente contemporáneo. Ambas localizaciones espaciales son equivalentes y se hallan situadas sobre el mismo eje, aunque una se encuentra en un plano más alto con respecto a la otra. |
29 | Es interesante relacionar este "hombre universal" con la imagen narrada por Daniel ante Nabucodonosor, donde se visualizaba a una estatua diferenciada en cuatro planos por la calidad del material empleado en su confección y que eran: oro para la cabeza; plata para el tronco; bronce para el vientre y el sexo; y arcilla mezclada con hierro para las piernas y los pies. Esta figura que ha dado lugar a la expresión "coloso con los pies de barro" está específicamente referida al ciclo que vivimos y a su descenso gradual. |
30 | "Si la creación es la imagen de Dios, la cosmogonía funciona en forma exactamente igual a una proyección reflejada por la ley de inversión, o más precisamente, por analogía inversa. La ley deriva del principio de la "contracción" divina, Tsim-Tsum". (Leo Schaya, El Significado Universal de la Cábala). |
31 | Y de una manera tan notoria que éste no es sino una "prolongación", "cristalización" o "concentración" de aquéllos. |
32 | No son dos cosas diferentes lo que "yo" soy y lo que es "el árbol sefirótico". El diagrama es susceptible de transposiciones microcósmicas en correspondencias simbólicas que incluyen hasta lo físico. El árbol es un modelo y "yo" también soy eso. La encarnación es la actualización ritual de la energía original, a todos los niveles. |
33 | La "nada" tomada como ensimismamiento total. En cuanto a la lectura profana que se da hoy a esa palabra, este pretendido concepto en rigor no existe, pues al ser "nada" estarla ya siendo algo. |
34 | Por encima del uno, del ser, está el no-ser. Pero por encima del ser y el no-ser, está la no dualidad. |
35 | No podemos abordar aquí el tema de la alquimia operativa, de laboratorio, por no ser el lugar adecuado y no entrar el tema dentro de nuestra estricta competencia. Bástenos decir que esta ciencia o arte ha sido practicado por distintas civilizaciones tradicionales y también bajo su aspecto vegetal. Sus objetivos no han sido algo tan fácil como la obtención de la longevidad o el oro físico. Pero estas mismas acciones sobre la "materia" del mundo, que prueban su conocimiento y encarnación de la cosmología, no son sino resultados, u operaciones derivadas de la gran obra, que es lo que verdaderamente el alquimista propone: la realización o efectivización de otros estados del ser universal, operados por el hombre mismo, capaz de auto-transmutarse de transformarse en una "cosa" distinta a lo que era. En estos otros ámbitos del ser –o del conocimiento– habitan los inmortales entre turbas de ángeles y demonios (de la palabra griega daimon) que viven un espacio y un tiempo distinto al de los simples mortales –en un lugar supra-espacial y en un tiempo a-cronológico–, los que acaso pudiéramos considerarnos como un experimento en el laboratorio de la vida. |
36 | Como se sabe, la tradición hermética es una cadena iniciática de Occidente, que incluye numerosas disciplinas y órdenes de realización o trabajos artesanales. Las relaciones con la construcción en general encuentran en el Compagnonnage y en la Francmasonería –en ciertas logias que no han seguido el proceso de degradación general del mundo contemporáneo– su medio de expresión adecuado. Los constructores de las catedrales góticas están íntimamente emparentados con los alquimistas y ambos trabajan en el plano intermedio del alma. |
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