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El
seis, al que relacionamos con la Estrella de David y con la piedra cúbica,
es número de
armonioso equilibrio, lo que se observa en la posición central que ocupa en el
Arbol de Vida –en el medio de las dos columnas, y en el centro entre los
dos mundos superiores y los dos inferiores– y en su ubicación solar. Es
también símbolo del Oro alquímico, perfección de todos los metales, que representa
un estado al que se llega, por la acción del fuego, cuando el Iniciado se despoja
de todo lo vulgar (el hombre viejo) y permite que aflore su nobleza y su verdad
(el Hombre Nuevo). |
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El Seis de Bastos representa al Centro de Centros, invisible, inmanifestado e inmutable, donde el Padre y el Hijo se encuentran unidos en fusión esencial, y de donde emana la idea misma de Centro. Se lo llama Tifereth en Atsiluth, y se lo puede visualizar como un fuego interior o como un Sol de Soles que se aloja en la caverna del corazón del hombre. Tifereth en Beriyah es la esfera cabalística que corresponde al Seis de Espadas, símbolo del Hombre Prototípico, del Hijo, en un sentido macrocósmico. El sintetiza a la creación entera y debe ser visto como un Hombre Universal, a cuya imagen y semejanza es creado el ser individual. En el camino de ascenso se relaciona con el Cristo interior, con el Buddha y con los dioses solares. Y también con el Arcángel Miguel que da muerte al Dragón. El Seis de Copas, Tifereth en Yetsirah, expresa las influencias psíquicas del Sol, que estimulan la creatividad, el arte, el amor y la unión. Es carta también de libertad y entrega, íntimamente ligada con la belleza del alma. Por último el Seis de Oros, Tifereth en Asiyah, indica las energías físicas del Sol, la luz y el calor, que iluminan y cobijan a los seres por igual generando la vida en la Tierra. |
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© Federico González 1981: Texto.
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P. Grimaud
1981: Tarot de Marsella.