LAS UTOPIAS RENACENTISTAS,
ESOTERISMO Y SIMBOLO
XI. OTRAS UTOPIAS RENACENTISTAS
FEDERICO GONZALEZ

Robert Fludd, Hª del Macrocosmos y del
Microcosmos II
. Francfort 1621. El Arbol
de la vida –en este caso una palmera– está
invertido: tiene sus raíces en el cielo y su
vegetación y frutos en la tierra.

Utopías sin polis. Arquitecturas del pensamiento. Estructuras imaginales.
Tenemos que extendernos ahora sobre una forma distinta de la utopía, como ya hemos hecho con la Hynerotomachia Poliphili y en parte en el capítulo dedicado a Cristóbal Colón, así como con los Manifiestos Rosacruz. Podríamos hacerlo también con los tratados sobre música, pintura y arquitectura y otras muchas manifestaciones (tratados de la memoria, de astronomía, etc.) de la época.

Esta forma de la utopía no está necesariamente relacionada con la polis, o sea con las estructuras de una ciudad concreta o la construcción de un medio social, político y económico. No obstante del mismo modo que se organizan los distintos módulos sociales en un territorio, igualmente lo hace en la mente un pensamiento y de manera análoga al vincularse con otros, y estos con terceros, conforman una totalidad, un mundo imaginal (Corbin) perfectamente estructurado, un sistema, con sus diversas vivencias y espacios intelectuales, –como las plazas, edificios, templos y parques de una villa– tal cual los distintos cajones repletos de imágenes, referencias y símbolos que conformaban el mueble con el que Giulio Camillo trabajaba en su Arte de la Memoria.1

Por lo tanto estas utopías a las que estamos aludiendo ahora son tan válidas y actuantes –tan reales– como aquellas que suponen un sitio específico, empero inventado, y una organización social. Ambas configuran un orden compuesto de determinados elementos que irán constituyendo un conjunto en el que se articularán de modo preciso y coherente, produciendo como ya hemos mencionado un sistema apto para el Conocimiento que, como la Utopía de Moro, no tiene «lugar» físico, aunque está siempre presente, y es atemporal y ha sido llamado la Ciudad del Cielo, el Paraíso, el Palacio Interior y el Colegio Invisible; espacio mental que puede ser revisitado, recorriendo las aulas y espacios de la conciencia, una y otra vez, por los que saben cómo llegar a ellos y donde son contemporáneos con todos aquellos que lo han conocido en el pasado –y quienes lo harán en el futuro– y que aún están vivos, tal el caso de Henoch y Elías; la posibilidad de encarnar tal entidad, para ciertos cabalistas como Guillaume Postel, es lo mismo que el arribo a la utopía de la ciudad celeste, en un mundo donde todo está en todo. Este espacio es parte constituyente del plano intermediario en sus dos aspectos, la psiqué más densa y la más sutil. La más ligada a la forma y la que se identifica con lo no formal. Todo lo cual se encuentra presente en el alma humana, la que de hecho allí mora, pues el ser se reconoce en ella y puede llegar a considerarla un medio apto para acceder al verdadero espíritu, al Ser universal, y aún a sus posibilidades negativas.

Ya que la imagen de la ciudad del cielo, ubicada en la sumidad y representada por el firmamento, es expresada en el microcosmos por Agartha, una entidad situada en el ser humano en la base de la columna vertebral, y que configura el chakra mûlâdhâra en la Tradición Hindú mientras que en la Tradición Hebrea es representada por Luz, la semilla de la inmortalidad, capaz de florecer en el chakra anâhata, el corazón.2

Tratado de Las Leyes de Gemisto Pletón
Jorge Gemisto (Pletón) (nació alrededor de 1360, muerto en Mistra en 1452), metafísico, geógrafo y jurista griego que viajó a Ferrara y Florencia a raíz del concilio entre las iglesias de Oriente y la de Roma, y que influyó sobre religiosos y pensadores de modo decisivo, al punto de que Cosme de Médicis bajo su influjo encomendará con el tiempo a Marsilio Ficino refundar la Academia Platónica, que fue el corazón y la esencia del Renacimiento. Maestro de maestros, su influencia fue ejercida en su larga y santa vida tanto en Grecia, como en Italia fundamentalmente por medio del Cardenal Bessarion, su discípulo declarado.

Siendo muy joven viajó al imperio otomano donde había una gran libertad religiosa y formó parte de la corte del Sultán. En esa época también es probable que haya tenido contacto con fuentes iranias ya que discípulos de Sohravardi parecen haberse relacionado con él; por su parte menciona a Zoroastro como fuente y manantial de sabiduría, al igual que lo hace con los Oráculos caldeos.3 En sus primeros años como escritor se especializó en los estudios históricos, entre los que se destacan La historia de los asirios y medos, La campaña de Alejandro Magno, Descripción del país de Tesalia. Profesor de filosofía en Constantinopla (1400) a la que ha regresado, reúne a su alrededor a un círculo de discípulos que le sucedieron en el tiempo, entre ellos Marco Eugénico, al que tocó jugar un papel importante en el Concilio de Florencia. En 1405 es expulsado por la Iglesia de Constantinopla y el Emperador le ampara consiguiéndole un puesto de magistrado en Morea; escribe Descripción de todos los lugares del Peloponeso y su interés por la geografía de Estrabón hará que publique la obra de éste que así cayó en manos de Cristóbal Colón.

Se piensa que uno de los motivos por el que se volcó completamente al paganismo fue la corrupción del cristianismo de Bizancio. En 1407 vuelve a reunir su círculo al que enseña oralmente y comunica sus ritos iniciáticos neopaganos, y a causa de las donaciones del emperador llega a convertir un territorio en su propio país independiente tanto en lo político como en lo económico. O sea, la utopía de Platón en Sicilia, pero instalada en la cosmopolita, culta y refinada Mistra que competía con creces con Constantinopla.

Como decíamos en 1437 viaja formando parte constitutiva de la delegación griega que participa en el Concilio de Ferrara-Florencia (1438-1439) promovido desde 1430 por el emperador para la unión de las dos Iglesias, y encuentra campo fértil para sus enseñanzas en el primer grupo que con el tiempo daría lugar a la Academia Florentina, compuesto por Manuel Crisoloras, profesor de griego, comenzándose a fomentar el estudio del griego frente al latín que representaba la Edad Media y el poderío religioso, Leonardo Bruni, traductor de Platón, el cardenal Cesarini, y sus ya discípulos el cardenal Juan Bessarion y Juan Argirópulos, que quedan en Italia; también entonces conoce a Cosme de Médicis. Muere enseñando y escribiendo en 1452 en Mistra.

En su edad madura elaboró Las Leyes,4 de las que han quedado bastantes fragmentos. Fue también inspirador de la Academia Romana, muy relacionada con los papas Nicolás V (1447-55) y Pío II (Enea Silvio Piccolomini), y de la cual formaban parte los cardenales, Bessarion, nada menos que Nicolás de Cusa, y Próspero Colonna, tío-abuelo del autor del Sueño de Polifilo, así como el arquitecto y tratadista León Battista Alberti, todos ellos brillantes teóricos (en el sentido etimológico del término) y constructores de ese fenómeno utópico increíble, llamado Renacimiento. Tomó su nombre (Pletón) del célebre filósofo griego y de hecho se lo consideraba asimismo como el divino Platón revivido.

En sus Leyes, o en los fragmentos que han subsistido de esta obra, Gemisto Pletón nos habla sobre todo de los dioses, es decir, de la organización de estos –o sea del conocimiento de la cosmología– y su relación con las almas humanas que ubicadas en el último peldaño de la jerarquía de la inmortalidad deben tomar conciencia del bien divino expresado en el orden perfecto de la creación mediante la verdad y la belleza, invocando a aquellos mediante himnos recitados a lo largo del ciclo anual de un modo rítmico y concentrado, forma de manifestar su entrega absoluta a la deidad.

Para los griegos y romanos, los dioses –sobre todo los mayores, pero aún los menores– no sólo son las luminarias del cosmos con sus recorridos astronómicos, sino asimismo los atributos que se les asignan, sus andanzas y aventuras, las relaciones de distinto tipo entre ellos, su genealogía e igualmente sus virtudes y vicios, sus amores y odios, los símbolos que les acompañan (mineralógicos, botánicos y animales), lo que dicen de ellos Hesíodo, Homero y otros autores, así como las distintas significaciones que se les atribuyen de modo popular, incluso con diferencias de matiz en distintos tiempos y lugares, y sus disímiles nombres y funciones según en qué contexto.

También su correspondencia con los números como conceptos (mónada, díada, tríada, cuaternario, etc. y por lo tanto con la geometría) y particularmente con los movimientos del alma. Igualmente con otros símbolos secundarios de lugar y modo, con accidentes geográficos y ciclos históricos, con los cómputos calendáricos, con viajes, climas y enfermedades y sobre todo con los cuatro elementos, por intermedio de los cuales se vinculan con todas las cosas, ya que no puede quedar nada fuera del ámbito de la mitología –como del cosmos– la que constituye un sistema cerrado donde están incluidos todos los nombres, los innumerables colores del espectro, las situaciones, los conocimientos, las leyes, como es el caso, y los componentes físicos y metafísicos del cielo y de la tierra y sus indefinidas correspondencias. Por lo que nombrar un Dios en un texto es a la vez nombrar todo esto, que combinado con otras deidades conforman un entramado de analogías, un diapasón musical y una suma de elementos capaz de manifestar todo lo posible a través de un lenguaje multidimensional.

Como manifiesta en sus Leyes:

Estas son las doctrinas que sostienen los sabios de la escuela de Pitágoras y, especialmente, de Platón. Las mismas sostienen los intérpretes de los otros pueblos y, en especial, aquellos antepasados nuestros que recibieron y transmitieron de manera adecuada la religiosidad que predicaban los Curetes. Éstas creen también Zoroastro y sus seguidores. A él remontamos el origen de estas doctrinas como el hombre más antiguo de los que se tenga memoria, aunque pensamos que no comienzan con él, pues creemos que doctrinas verdaderas son eternas como el universo y, aunque a veces las siguen más individuos, otras, menos, existen entre los hombres, aquellos que actúan bien y bellamente a partir de las nociones comunes infundidas por los dioses en nuestras almas.

Como se ve no sólo son los griegos los que han establecido estas leyes concordantes entre el macro y el microcosmos enseñando a este último a armonizar con el primero, sino que esto ha sido siempre así, comenzando con Zaratustra, el psicopompo más antiguo de los conocidos, como fuera Hermes para los herméticos.

Queda claro que el cristianismo ha sido omitido. Igualmente que no se habla de leyes para organizar jurídica o socialmente a la ciudad,5 sino de los principios que la sustentan, es decir de la cosmogonía griega expresada por mediación de su mitología que Pletón elabora a su manera y de la posición del hombre en el conjunto como partícipe de modo virtual de la ciudad celeste y la posibilidad de despertar su componente no humano, efectivizando así su propia naturaleza y el sentido de su vida. En palabras de Pletón:

Os rogamos que fortalezcáis lo pensante y más divino de vosotros para que os domine y sea el gobernante de todo vuestro ser.

Su libro, en determinados momentos se puede leer, por sus himnos, invocaciones, las fechas en que debían ser pronunciados, como un manual litúrgico pagano.


NOTAS
1 Semejante es la labor del investigador en su biblioteca donde los libros y obras de consulta, sus temas, autores, el lugar en que se encuentran, su edición, el color y tamaño del volumen, sus grabados, sus páginas marcadas, sus subrayados, etc. constituyen sus códigos de señales, evocaciones de otros momentos, recuerdos de caminos ya recorridos, de lecturas, de meditaciones, de fulgurantes comprensiones, analogías y relaciones, etc. directamente relacionados con las utopías individuales del que se esfuerza en el conocimiento.
2 También en otro juego de símbolos por la montaña y la caverna oculta en su seno. Ambos, el cenit y el nadir, tienen el mismo centro en distintos planos y por lo tanto se encuentran ubicados en igual eje siendo análogos y correspondientes. No son idénticos, es necesario descender al infierno, a las regiones inferiores, para poder ascender por ese Axis y realizar o coronar el conocimiento de la suprema identidad como nos enseñan Dante y Basilio Valentino. «La palabra Luz, en sus diversas acepciones, parece derivada de una raíz que designa todo aquello que es oculto, cubierto, encerrado, silencioso, secreto; y se debe anotar que las palabras que designan el cielo tienen primitivamente la misma significación». René Guénon, Le Roi du Monde. Cap. VII.
3 Oracles Chaldaïques. Texto establecido por Edouard des Places. Les Belles Lettres, París 1989. Oráculos Caldeos. Gredos, Madrid 1991.
4 Pletón (Jorge Gemisto), Tratado sobre las Leyes, y Memorial a Teodoro. Editorial Tecnos, Madrid 1996. Estudio preliminar, trad. y notas de F. L. Lisi y J. Signes.
5 Asuntos que sí trata en su carta o memorial al emperador bizantino Teodoro.