La idea, aunque parezca ingenua, es la de
 abandonarlo todo y dedicarnos a la búsqueda de la verdad. Por
 una parte, nos quedamos sin nada y no lo aceptamos. Por la otra, es
 lo único que nos ha interesado jamás y lo que dejamos
 en el camino no es sino un vestido imaginado. Al comienzo aquello de
 tener que morir es como siempre sólo una imagen. No sabíamos
 que las posesiones más esclavizadoras son las mentales, las
 que conforman nuestra personalidad. Hasta el último momento
 se cree que existe el dios individualizado. Cuando esa imagen da lugar
 a otra realidad se descubre que ese dios es ateo, que el demonio es
 el 'propietario' de esa deidad.
 
 
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