PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
Medallón con la efigie de Cornelio Agrippa
Medallón de Enrique Cornelio Agrippa

CAPITULO V
LA CABALA EN ALEMANIA (2)

Enrique Cornelio Agrippa (1486-1535) *
Es difícil encontrar reunidas en una sola persona y de manera tan manifiesta las oposiciones que signan el gran combate cósmico como sucede con este hombre, Agrippa, médico, estratega militar, alquimista, síndico y ante todo mago, que hizo realidad en su persona la máxima "concordancia y discordancia" de la que nos ha hablado el Cusano. Pocos como él escribieron tan abiertamente sobre la magia y la teúrgia y sus aplicaciones prácticas, aunque también y sobre todo espirituales, y al mismo tiempo, lo vemos criticando a todas las ciencias y saberes, que llegó a tildar de pura vanidad. Esta paradoja lo acompañó a lo largo de su vida y obra, y en realidad es reflejo de la constante tensión cósmica, que sólo el mundo moderno se empeña en negar, o en potenciar uno de sus aspectos en detrimento del otro, olvidando que ambos se conjugan en una danza permanente, tensión que igualmente se manifiesta en el alma del iniciado que decide encarnar la plenitud del ser.

Por lo que parece, Agripa se interesó en las cosas ocultas desde sus primeros años, en Colonia; él mismo dice que uno de los primeros textos que estudió sobre temas de tal especie fue el Speculum de San Alberto Magno, también nativo de Colonia. Su vida, desde un principio, se caracterizó por sus constantes viajes y sus misteriosos contactos con grupos de personas de distintas partes, tanto que Nauert llegó a pensar que con ellas se hubiera formado una especie de sociedad secreta, opinión compartida por Paola Zambelli, la cual considera posible que haya sido el personaje central de varias agrupaciones de ese tipo. Siempre es difícil comprobar la pertenencia a semejantes sociedades, pero la existencia de grupos de personas siempre dispuestas a recibir y a ayudar a Agripa en sus constantes viajes hacen pensar en la posibilidad de que existiera algún tipo de organización. Según parece, eran grupos interesados en la alquimia y en la investigación de textos herméticos, neoplatónicos y cabalísticos.286

Este no es un tema fácil, pues lo que F. Yates denomina agrupaciones secretas y que en este caso pensamos que es más adecuado designar como iniciáticas,287 es evidente que han existido aquí en Occidente, con ropajes cambiantes según las épocas y momentos, vinculadas a una cadena sutil ininterrumpida en el tiempo y por supuesto también vertical o axial, siempre presente, la que se identifica directamente con todas las potencias cósmicas y su principio. En el Renacimiento existen grupos herméticos y organizaciones en las que pervive el influjo espiritual, la teúrgia universal, la transmisión de la doctrina que efectiviza la realización interior-intelectual, pero por la propia naturaleza de sus cometidos espirituales suelen mantenerse al abrigo de las miradas profanas y con frecuencia no dejan pruebas escritas de su existencia, o sea, que permanecen al "margen" de la historia. Pero no nos cabe la menor duda acerca de la vinculación de muchos de estos personajes, tal cual el mismo Agrippa, a tales entidades donde las enseñanzas de Thot-Hermes se iban actualizando y vehiculando de una manera fresca, viva, y no exenta de paradojas. Otra cosa es la degeneración a la que se vieron sometidas algunas de ellas posteriormente, o bien la imitación burda y grosera que sufrieron por parte de ciertos seres ubicados totalmente en un punto de vista exotérico.

Lo cierto es que Agrippa se movió por toda Europa, entrando en contacto con muchos de los sabios del momento, entre los que existían unos lazos invisibles más allá de sus individualidades. Y esta vida secreta la conjugó con la pública, que nunca dejó de lado, tal cual hicieron sus compañeros de camino que en su medio y según los recursos con los que contaban transmitieron la doctrina que se iba iluminando en sus almas.

Con sólo 15 años, y después de haber estudiado medicina y leyes en Colonia aunque sin contar aún con título oficial, se enroló en el ejército del emperador Maximiliano I como estratega militar y llegó incluso a tierras catalanas y mallorquinas, donde se cree que tuvo sus primeros contactos con algunos cabalistas, entre los cuales Agostino Ricci, con el que se reencontraría más adelante en Pavía. Hacia 1506 vuelve a su país y desde allí sigue su dilatado periplo:

Fue en ese mismo año cuando Agrippa, abandonando su tierra natal dirigió sus pasos hacia París, para establecer contacto con una sociedad presidida por Faber Stapulensis, sobrenombre latinizado, según era costumbre de la época, de Lefèvre d'Etaples, círculo por el que habían transitado personajes tan singulares como Bild Rhynor (Beatus Rhenanus), Charles de Bovelles (Carolus Bovillus), y el mismísimo Pico de la Mirandola, fallecido muchos años antes en 1494. Es razonable pensar que sería en este contexto cuando el joven Agrippa, que a la sazón contaba 20 años, entabló sus primeros contactos, no ya con la doctrina hermética, sino también con los principales textos cabalísticos y con la doctrina neoplatónica cuya obra más descollante, las Enéadas de Plotino, había sido traducida por Marsilio Ficino a petición de Pico de la Mirandola.288

En 1510 Cornelio radicaba en Dôle donde impartió unas sesiones en la universidad en las que glosó el De Verbo mirifico de Reuchlin, al que también llegó a conocer personalmente; lo que queremos destacar es el discurso previo que leyó a las lecciones, que dedicó a Margarita de Austria, presente en el evento y una de sus grandes protectoras. Lo tituló De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino, y en él, Agrippa sale no sólo defendiendo que el hombre y la mujer tienen "un alma idéntica y una forma del todo similar, forma que en modo alguno manifiesta la diversidad de sexos", sino que fundamentándose en las Escrituras Sagradas, en la razón y en el derecho llega a proclamar la preexcelencia de la hembra sobre el varón. Y lo hace con argumentos sorprendentes, extraídos de la Biblia, de las historias ejemplares de mujeres y de la propia etimología de las palabras:

Y no me vengáis diciendo que es un flaco argumento enjuiciar las cosas invocando su nombre, pues sabemos bien que el soberano Creador de las cosas y de sus nombres ya las conocía antes de asignarles un nombre, y El, que no puede equivocarse, asignó los nombres en la medida en que servían para expresar la naturaleza, propiedad y uso de cada cosa.

En efecto, y según atestiguan las leyes romanas, la verdad de los nombres antiguos consiste en ser conformes con las cosas, dándoles una significación clara. (…) Por consiguiente, y según este derecho, recurrimos por argumentación a la interpretación del nombre, e incluso a la fuerza de la palabra y del vocablo. Invocamos además la etimología del nombre, su sentido y el lugar que ocupan las palabras, pues ambos derechos observan con atención el significado de los nombres a efecto de extraer de ellos alguna interpretación.

Y sigue por esta vía, apoyando además su explicación en las enseñanzas que se desprenden de la Cábala, que por aquel entonces ya estudiaba con gran interés:

En cuanto a mí, ya que no puedo contar con tamaño privilegio ni me será permitido forjar según mi sentimiento la etimología del nombre Eva para honor del sexo femenino, permitidme decir cuanto menos que según los secretos y misterios de los cabalistas, el nombre propio de la mujer tiene mayor afinidad con el nombre inefable de la omnipotencia divina, nombre que se escribe con cuatro letras, pues el del hombre no guarda concordancia con el nombre de Dios ni en cuanto a caracteres, ni en cuanto a figura, ni en cuanto a número.289

Podemos imaginar el impacto de este discurso en un momento en que a la mujer se le empezaba a poner muy crudo acceder al conocimiento e incluso vivir con dignidad al lado de sus compañeros, que la tenían por un ser inferior; pero Agrippa, siempre valiente y directo afirma:

Debo confesar que en más de una ocasión y en mi fuero interno mi audacia tuvo que combatir contra mis escrúpulos. Pues si querer abrazar en un único discurso los innumerables méritos de las mujeres, sus virtudes y su absoluta superioridad es un plan enteramente ambicioso y audaz, pretender acordarles, además, la preeminencia sobre los hombres ya es completamente chocante, colmo de la vergüenza y cosa propia, al parecer, de espíritus afeminados; quizás por esta razón tan pocos autores se aventuraron a dejar por escrito la alabanza de las mujeres, sin haberse atrevido a afirmar ninguno de ellos, hasta el día de hoy, su superioridad sobre los hombres.290

Pero más que fijarnos en la lectura literal de sus argumentos, nos interesa destacar cómo a través del símbolo del hombre y la mujer, de su origen, naturaleza y funciones, Agrippa remite en última instancia al desdoblamiento de la unidad y a las distintas funciones y características de cada una de las dos facetas de esta polarización primera, en la que pone en correspondencia lo femenino con la Sabiduría y la Inteligencia, Arik Anpin, el macroposopos, o Rostro Mayor, y lo masculino con lo que hará posible la concreción de las ideas en el mundo formal y material:

¿Acaso no sería poco razonable o absurdo pensar que Dios terminaría tan magnífica obra con una cosa imperfecta? Ya que el mundo fue creado por Dios como un anillo de perfección absoluta, consideró necesario que éste quedara cerrado con un elemento que fuera como un eslabón capaz de reunir a la perfección, el principio y el final del círculo.

Por eso, y aunque la mujer fuera la última en ser creada según el tiempo y dentro del conjunto de las cosas, el espíritu divino la concibió en primer lugar, tanto por su prestigio como por su dignidad; en este sentido el profeta ha escrito: Antes de que los cielos fueran creados, Dios ya la había escogido entre todas. Es lugar común entre los filósofos decir (y lo cito en sus propios términos): el fin siempre es el primero en la intención y el último en la ejecución. La mujer fue la última obra de Dios y El la introdujo en nuestro mundo como regente de un reino que fue dispuesto para ella, íntegro y perfecto en todo. Por tanto, es justo que toda criatura la ame, la honre y la respete, y justo es que toda criatura le esté sometida y la obedezca, pues es la reina de todas las criaturas, su fin, la perfección y la gloria completa de todo. Por eso el sabio dijo de ella: Ha hecho brillar su noble origen viviendo con Dios, pues el Señor de todas las cosas la ama.

La superioridad de la mujer sobre el hombre, en cuanto a nobleza de origen y en razón del lugar a partir del cual fue creada, también queda sobradamente demostrada en las Santas Escrituras. En efecto, la mujer fue formada, igual que los ángeles, en el Paraíso, lugar enteramente colmado de nobleza y delicias, mientras que el hombre fue creado fuera del Paraíso, en el campo y entre las bestias salvajes, para ser más tarde conducido al Paraíso a fin de que la mujer pudiera ser allí creada.291

Y añade:

Prosigamos ahora con nuestro discurso: si consideramos la materia de su creación, la mujer es superior al hombre, pues su creación no exigió una materia inanimada o un limo vil, sino una materia purificada, dotada de alma y vida, esto es, un alma razonable, partícipe de la divina inteligencia.292 A esto cabe añadir que Dios creó al hombre tomando una tierra que, por su propia naturaleza y mediando la influencia celeste, produce animales de toda especie, sin embargo a la mujer la creó Dios mismo, al margen de toda influencia celeste y de toda acción espontánea de la naturaleza, sin contribución de fuerza alguna; y si en ella se descubre una cohesión absoluta, entera y perfecta, veremos que el hombre tuvo que perder la costilla que sirvió para crear a la mujer, Eva. Y esto aconteció durante el sueño de Adán, sueño tan profundo que ni siquiera notó que le había sido sacada una costilla, costilla que Dios sacó del hombre para dársela a la mujer. En consecuencia, si el hombre es una obra de la naturaleza, la mujer es una creación de Dios. Y cabe decir que, por lo general, la mujer es más visitada por el esplendor divino que el hombre, y con frecuencia es más colmada del mismo, como se puede constatar si consideramos su primor y extraordinaria belleza.293

Apuntamos, además, el tono mordaz y osado con el que suele expresarse, huyendo de moralinas e hipocresías, lo que nos acerca también a su carácter enérgico y a su forma punzante de transmitir unos conocimientos siempre universales y prestos a provocar el asombro y las rupturas de nivel de la conciencia:

Así pues, vosotros, hombres fuertes y robustos, y vosotros, cabildos de la escolástica, gordos de ciencias y ligados por tantas fajas, id ahora y probad con otros tantos ejemplos esa tesis opuesta a la mía, que la iniquidad del hombre es mejor que las buenas acciones de la mujer. De ningún modo podréis sostenerla, a menos que recurráis a las alegorías, en las que el prestigio de la mujer igualará al del hombre.294

Para concluir diciendo, en consonancia con lo que se busca realizar en el camino iniciático, esto es la restitución de la androginia y el estado de unidad, que:

Sin embargo, Dios no muestra ninguna preferencia por nadie, pues en Cristo no hay ni sexo masculino ni sexo femenino, sino una criatura nueva.295

Prosigamos con sus viajes extraordinarios, itinerarios motivados por su radical entrega al estudio y a la investigación en los códigos simbólicos del hermetismo y de la Cábala, aunque simultáneamente también reflejan un modo de vida que comparte muchos aspectos con la propia existencia del pueblo judío, errante en este mundo y a la búsqueda de la tan anhelada tierra prometida. Tras las clases en Dôle, el franciscano Catilinet lo acusa de judaizante, y entonces huye a Inglaterra, donde entra en contacto con el círculo de Tomás Moro, y especialmente con John Colet con el que estudiará un tiempo, pero antes también había estado en varias ocasiones al lado del abad Trithemio, quien le inspiró y dirigió una de sus principales obras, Filosofía oculta, además de visitar la corte de Francisco I donde conoció al cabalista cristiano Jean Thénaud, del que hablaremos en un capítulo próximo. Hacia 1511, Agrippa se instala en Pavía y luego se mueve por varias ciudades italianas donde coincide con Egidio de Viterbo, los hermanos Ricci y el fraile de Venecia Francesco Zorzi. En estas tierras escribe un comentario al Banquete de Platón que leerá en la facultad de Artes de Pavía, y otro del Poimandrés, y el libro Sobre la triple manera de conocer a Dios, y luego en Metz, Sobre el pecado original, en el que según nos dice Nuria Amat en la introducción antes citada, "seguía sosteniendo un discurso marcado por su herencia cabalístico-hermética".

Agrippa es un ser libre, no adscrito a credos religiosos, ni a dogmas fijos, ni a modas producto del gusto particular y efímero, ni tan siquiera se identifica con modelos de comportamiento o pautas mentales, sino que huye siempre de lo establecido. Allí donde llega provoca asombro por su sapiencia, pero también temor, e incluso escándalo, acusándoselo con frecuencia de brujo y nigromante, por lo que una y otra vez debe abandonar urbes y países, envuelto por el halo de la poderosa atracción y rechazo que provoca quien se atreve a insinuar el misterio de ser y no ser simultáneamente.

Siguen unos años en los que ejerce como médico, entrando a trabajar como tal en la corte de Lyon para Margarita de Navarra,296 otra de sus protectoras a quien le dedica De sacramenti matrimonii, y también aquí escribe Dehortatio gentilis theologiae, atribuyéndosele igualmente un comentario al Ars Brevis de Ramón Llull.Perseguido constantemente, parte entonces hacia Holanda, donde profesará de por libre como médico, hasta que la otra Margarita, la de Austria, lo contrata como cronista del emperador.

En medio de este baile en el que desfilan los innumerables personajes del teatro de la vida, Agrippa fue religando toda la corriente de pensamiento hermético-alquímico, astrológico, cabalístico, neopitagórico y neoplatónico, y también cristiano, aunando lo erudito con lo popular, y alumbró su obra principal, De Occulta Philosophia,297que sin embargo no publicaría hasta el año 1533, dos antes de su muerte.

Hagamos ahora un alto en el camino y detengámonos en este compendio que ha sido reconocido casi como una enciclopedia de Magia o de Teúrgia –aunque lo que transmite es mucho más que una simple relación de informaciones muertas, datos y enseñanzas eruditas–, cuya influencia se prolongará sobre la pléyade de personajes que en adelante se interesarán por estos conocimientos.

En realidad se trata de tres libros que merecerían ser considerados por separado, y aunque su núcleo compartido es la expresión del pensamiento analógico y simpático, lo aborda sin embargo desde diversas perspectivas y niveles de profundidad. De entrada nos sorprende el orden en que los ensambla, correspondiendo el primer tomo a la magia natural, el segundo a la celeste y el último a la ceremonial, que son los títulos que da a cada sección, con un agregado final que también se le atribuye y que designa como "Las ceremonias mágicas", lo que nos sugiere un recorrido desde lo concreto, material y fenoménico hasta lo más elevado y sintético, para volver luego a descender desde los principios universales a sus aplicaciones en diversos grados y niveles de la existencia.

Ya dijimos que esta obra se vio enriquecida por su estrecha colaboración con el abad Trithemio y por los libros que le dejó en herencia tras su muerte, entre los que figuraban los tratados de magia más importantes que habían circulado por Europa durante la Edad Media, tal el Picatrix o El libro de Raziel, que a su vez recogían la antiquísima tradición de los magos y magas de Occidente inspirados sin cesar por el influjo de Thot-Hermes.

No podemos dejar de reconocer nuestra insuficiencia a la hora de transmitir lo trascendente de todos estos textos y la cantidad de enseñanzas que contienen, que en este estudio sólo podemos citar con brevedad, dando ligeros toques para despertar la atención, insinuaciones de un universo que siempre excede lo que humanamente puede expresarse, pero que el lector interesado puede empezar a buscar, estudiar y sobre todo encarnar, sumándose así a esta teúrgia viva de la que se da testimonio. En este sentido, el libro de Agrippa es como un ayuda memoria, un auxiliar en la investigación simbólica, que difícilmente puede leerse de corrido, puesto que es enorme la cantidad de conocimientos que sintetiza: citas de sabios de nuestra tradición, grabados, cuadros de correspondencias, y los propios resultados de sus investigaciones e intelecciones, lo que vemos como un preámbulo de las posteriores enciclopedias, las cuales, sin embargo, matarán el fuego o espíritu que aún late con fuerza en la obra de este sabio.

Pasamos, pues, a citar algunos fragmentos en los que se ilustra el origen, fin y vehículos de las ciencias herméticas, promotoras de la unión teúrgica, haciendo un énfasis especial en los capítulos en los que Cornelio emplea el soporte de la Cábala para transmitir tales enseñanzas. Al comienzo del Libro I. La magia Natural dice:

La Magia es una facultad que tiene grandísimo poder, lleno de misterios muy elevados, y que abarca un conocimiento profundísimo de las cosas más secretas, su naturaleza, su potencia, su cualidad, su sustancia, sus efectos, su diferencia y su relación: de ahí que produzca sus efectos maravillosos mediante la unión y la aplicación que hace de las diferentes virtudes de los seres superiores con las de los inferiores; está allí la ciencia verdadera, la filosofía más elevada y misteriosa; en una palabra, la perfección y la realización de todas las ciencias naturales, puesto que toda la Filosofía pautada se divide en Física, Matemática y Teología. (pág. 8).

Y eso es lo que va proponiendo de innumerables maneras: un constante ejercicio de religar lo de arriba con lo de abajo, lo celeste con lo terrestre, cuyo gesto siempre renovado va tejiendo la tupida red de correspondencias y analogías entre los planos o mundos de la existencia, y además, hace el gesto de dejarlo por escrito, como testimonio y herramienta para los interesados en afiliarse a esta tarea transmutatoria y recreativa:

Los autores más célebres la estudiaron, poniéndola al día; entre ellos principalmente se distinguieron tanto Zamolxis y Zoroastro, que muchos los creyeron inventores de esta ciencia. Abbaris hiperbóreo, Charmondas, Damigeron, Eudoxo y Hermippo han seguido sus huellas, y otros ilustres autores como Trismegisto, Mercurio, Porfirio, Jámblico, Plotino, Proclo, Dárdano, Orfeo de Tracia, Gog el griego, Germa el babilonio, Apolonio de Tiana, y Osthanes (cuyos libros caídos en el olvido fueron comentados y clarificados por Demócrito) también escribió mucho y bien sobre esta ciencia. Además, Pitágoras, Empédocles, Demócrito, Platón y muchos de los más famosos filósofos efectuaron grandes viajes para aprenderla y, de regreso en sus lares, señalaron cuánto la estimaban, teniéndola muy en secreto. Aún se dice que Pitágoras y Platón hicieron llegar a Adivinos de Menfis para aprenderla, y que recorrieron casi toda Siria, Egipto, Judea y las Escuelas de los Caldeos para no pasar por alto a los grandes y misteriosos príncipes de la Magia, y para poseer esa ciencia divina. (pág. 9).

Es clarísimo cómo este modo de conocer, de ser, no es exclusivo de tal o cual pueblo, sino fruto de la sabiduría que brota y rebrota aquí y allí, antes y ahora, siempre idéntica a sí misma y a la vez novedosa, la que necesita además del concurso del ser humano para expresarse, porque es en su alma donde se labra toda esta obra de arte. Agrippa sigue explicando:

Los académicos dicen con Trismegisto e Iarcas, el brahmán, y lo declararon los mecubales de los hebreos, que todo lo existente bajo el globo lunar en este mundo inferior está sujeto a la generación y a la corrupción, y lo mismo en el mundo intelectual, pero de una manera más perfecta, y de una mejor marca proveniente del arquetipo perfectísimo; y que por ello cada cosa Inferior responde según su género a su Superior, y recibe del cielo esa fuerza celeste que se llama quintaesencia y el espíritu del mundo o la naturaleza media, y del mundo intelectual el vigor espiritual y vivo que sobrepasa toda virtud que da alguna cualidad; y, por fin, del arquetipo, por su intermedio, siguiendo su grado, la virtud original de toda perfección. Es por ello que cada cosa puede ser reducida de estas cosas inferiores a los astros, de los astros a sus inteligencias, y al punto a su arquetipo; en consecuencia, de esas cosas procede toda la Magia y toda la Filosofía secreta. Pues todos los días se realiza alguna cosa natural a través del arte y alguna cosa divina a través de la naturaleza; los egipcios consideraron esto y lo llamaron la naturaleza maga, es decir, la virtud mágica, porque extrae de las cosas semejantes, a través de sus semejantes, y de las cosas concordantes, a través de su acuerdo o conveniencia. Y los griegos llamaron simpatía a esta atracción concretada a través de la relación mutua de las cosas entre sí, a saber, de las superiores con las inferiores. (pág. 57).

Además, detalla toda una serie de explicaciones sobre ritos que promueven esa simpatía, ya sea por ligaduras, encantamientos o fascinaciones; también explica el modo de fabricar ciertos amuletos y talismanes para atraer, fijar y vehicular influencias espirituales; recita sortilegios y explica concatenaciones entre todos los reinos de la naturaleza y los astros y las estrellas, a veces con suma claridad y otras sólo insinuando, recogiendo así toda una corriente sapiencial que se transmitió no sólo de modo intelectual sino también popular, una sabiduría anclada en las costumbres, folclore, oficios y formas culturales, en la que por cierto la mujer jugaba un papel destacado, pues muchas de las comadronas, curanderas, artesanas, campesinas, etc., eran verdaderas mujeres de conocimiento, magas y alquimistas que encarnaban los ritos ancestrales de la teúrgia universal.

NOTAS
*
286 Frances Yates, La filosofía oculta en la Epoca Isabelina. Fondo de Cultura Económica, México, 1992, pág. 72-73.
287 Ver de René Guénon su estudio Aperçus sur l’initiation, Éditions Traditionnelles, París, 1992, donde trata el tema con precisión en varios capítulos.
288 Enrique Cornelio Agrippa, De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino. Introducción de Nuria García Amat y traducción de Santiago Jubany. Ed. Indigo, Barcelona, 1999, pág. 7-8.
289 Ibid., pág. 38-39 y 40. En hebreo, Eva se escribe heth, vau, he (8 + 6 + 5 = 19 = 1 + 9 = 10 = 1 + 0 = 1, o sea que por la numerología se identifica con el Principio o unidad) y comparte por tanto con el tetragrama YHVH las letras V y H, 6 + 5 = 11 = 1 + 1 = 2 número que se corresponde con la sefirah Hokhmah, la Sabiduría; en cambio, Adán se escribe alef (1), daleth (4) y mem (40), no compartiendo con el Nombre inefable ninguna de sus letras. Además, su valor numérico es 45 = 4 + 5 = 9, sefirah 9, Yesod o el Fundamento, la que recibe los efluvios de las superiores y los envía a la concreción material y viceversa.
290 Ibid., pág. 31.
291 Ibid., pág. 42-43. Aquí Agrippa relaciona la faceta femenina con la Sabiduría, de la que Salomón dice: "Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo". Sab. 9, 9. Y también: "Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva al universo". Sab. 7, 27.
292 También la vincula con la Inteligencia y al varón con la tierra, que es el significado de Adán en hebreo.
293 Ibid., pág. 44-45.
294 Ibid., pág. 63.
295 Ibid., pág. 83.
296 Ver el interés de esta reina por el pensamiento hermético-cabalístico en el capítulo de la Cábala en Francia.
297 Trabajaremos con la versión castellana Filosofía Oculta. Ed. Kier, Buenos Aires, 1998.