PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
Retrato de Johann Reuchlin (1730).
Retrato de Johann Reuchlin.
Johann Nicolaus Weislinger, Huttenus delarvatus.
Konstanz y Augsburg, Martin Wagner, 1730.

CAPITULO V
LA CABALA EN ALEMANIA (1)

Johann Reuchlin [1455-1522] (en 3 partes)
En su primer viaje a Italia en 1482, el alemán Johann Reuchlin, que llegó a ser doctor en leyes por la universidad de Tubingen, conoce a Lorenzo de Médici y a algunos de los miembros de la Academia dirigida por Marsilio Ficino. Ya en su juventud encontramos a este estudioso nacido en Pforzheim en 1455 visitando los principales centros culturales del continente; sus estancias en Friburgo, París, Basilea, Orleans y Poitiers le permitieron vivir de cerca los aires de renovación de la cultura de Occidente y acumular saberes acerca de las artes liberales y también de leyes, así como de lenguas, entre las cuales estudia el hebreo. En 1490 Reuchlin vuelve a Italia para profundizar el griego junto a sabios llegados de Grecia tras la invasión otomana, y ese mismo año conoce a Giovanni Pico de la Mirandola, que lo introduce en los misterios de la Cábala dando un viraje a toda su existencia.

Tras ese encuentro vivido como algo extraordinario, toda la erudición de la que Reuchlin es depositario se pone al servicio de una causa mayor, de tal forma que este personaje se convierte en uno de los eslabones fundamentales de la cadena de transmisión de la Tradición Hermética y en un sintetizador de tres de sus corrientes sapienciales, el pitagorismo, la Cábala hebrea y el cristianismo, cuyas simbólicas penetró hasta el fondo, reconociéndolas como las facetas de un Pensamiento único que él contribuyó a rescatar y vivificar, siendo uno de los grandes representantes de la llamada Cábala hermético-cristiana en Alemania.

Nuestro autor realiza una primera aproximación a esta labor de síntesis en su obra De Verbo mirifico, proceso que culmina 23 años después con la publicación de De Arte Cabalistica, una de las más bellas producciones doctrinales que alumbró el Renacimiento, escrita en latín con muchas anotaciones en hebreo, y que citaremos abundantemente en este estudio, pues en ella se integran con agudeza y sencillez muchos de los néctares de la cultura occidental. A Reuchlin debemos también la publicación en 1506 de la primera gramática sistemática hebrea escrita por un cristiano, el De rudimentis hebraicis, tal es la importancia que otorgaba a esta lengua arcana que tuvo la oportunidad de conocer al lado de Jacob ben Jechiel Loans, médico de Federico III, y más adelante de la mano del físico y cabalista Obadiah ben Jacob Sforno. Del hebreo dice:241

Simple, pura, intacta, sagrada, breve, concisa y perdurable es la lengua de los hebreos, en la cual, como se dice, Dios habló con los hombres y los hombres con los ángeles, personalmente y no a través de un intérprete, cara a cara… tal como se espera que un amigo hable con su amigo.

De Verbo mirifico ve su primera edición en 1494 y Reuchlin lo dedica a Johan Dalberg, obispo de Worms y director del círculo humanista Sodalitas Literaria Rhenana de Heidelberg al que el autor se vinculó en 1496. Hoy en día, esta obra casi caída en el olvido, cuenta con muy pocas ediciones. Para aproximarnos a los descubrimientos que Reuchlin empieza a vislumbrar y a fijar en este texto, así como para conocer el ambiente en el que se movió nuestro autor, recurrimos de nuevo a la investigadora inglesa Frances Yates, a su estudio La Filosofía oculta en la Epoca Isabelina242 en el que dedica un capítulo al sabio alemán. Sobre el De Verbo mirifico afirma:

Dicha obra tiene forma de conversación de varios interlocutores, que son el griego Sidonio, el judío Baruchias y el cristiano Capnion, es decir, Reuchlin mismo. (…) Elogia la Cábala por ser una ciencia divina que los judíos han recibido por medio de la tradición, y el idioma hebreo, en que Dios se dirige a los ángeles y en el que se expresa el verdadero nombre o nombres de Dios y de los ángeles. (…) Reuchlin cita las Conclusiones Cabalísticas de Pico, repite los nombres de los Sefirot en hebreo y se muestra muy interesado en los nombres de los ángeles en esa lengua, así como en la manera de invocarlos. En el tercer libro, el cristiano Capnion habla y demuestra que Jesús es el nombre del Mesías ya que es el Tetragramatón con una S intercalada. Aunque se trata de un argumento ya esgrimido por Pico, el pequeño libro de Reuchlin sobre la Palabra que Hacía Maravillas fue una potente fuerza para la difusión de la Cábala cristiana.

En un artículo reciente, Charles Zika hace hincapié en que Reuchlin, en su obra De Verbo mirifico, demuestra un fuerte interés en la "capacidad de obrar prodigios" de la lengua hebrea como la estudia la Cábala, y un deseo de incrementar el poder de la filosofía renacentista dando importancia a su elemento mágico central y especialmente subrayando la Cábala. Reuchlin formaba parte de un mundo anterior a la Reforma, movimiento que no tardaría en empezar a manifestarse, en una época en que a muchas personas serias la filosofía escolástica les parecía muerta, estéril, gastada e inaplicable. El programa cultural humanístico con que los erasmianos la estaban sustituyendo, a Reuchlin le parecía insuficiente, pues para él la cultura no bastaba. Para sustituir la escolástica se necesitaba otra filosofía, que no fuera vacía, sino poderosa, y la encontró en el neoplatonismo, cuyo núcleo era la magia activa. Pero muy bien sabía que este tipo operativo de magia era temido por muchos como algo posiblemente diabólico, aunque para él la magia cabalística no daba lugar a temores porque se ocupaba de las fuerzas divinas, de los ángeles y de los santos nombres de Dios. Los poderes demoníacos de la antigua magia quedaban limpios de cualquier mal, y era segura por la asistencia de los ángeles que alejan a los demonios. Por esto (dice Zika) en el sistema de Reuchlin es tan prominente la invocación a los ángeles.

Esta es una observación importante, pero hay que agregar que también Pico en sus Conclusiones Mágicas ya había subrayado que la magia siempre tiene que estar asociada con la Cábala para ser poderosa y estar libre de peligros. De la misma manera, Pico había afirmado que la Cábala cristiana, cuya piedra angular era el hecho de que demostraba la divinidad de Cristo, santificaba el sistema haciendo posible que los cristianos abrazaran el neoplatonismo hermético-cabalístico como su filosofía religiosa.

Sin un pensamiento mágico no hay quien comprenda el discurrir de esta corriente sapiencial y de sus multifacéticas manifestaciones. Aunque la magia de que hablamos no hay que confundirla con la fenomenología, ni con juegos espectaculares en un plano psico-físico para impresionar al personal y atraparlo en las cárceles de la mente racional; tampoco es aprenderse un oficio o lección de carretilla, ni aplicar debidamente el manual de instrucciones según el resultado que previamente se espera o desea obtener. La Magia y la Teúrgia que han experimentado todos los hombres y mujeres liberados de la esclavitud de lo profano es vivir a flor de piel, siempre, la presencia intangible del Misterio que se reescribe a sí mismo, rito para nada rutinario, ni tediosa repetición de algo ya sabido, sino expresión de un asunto que es constante novedad. Igualmente es atreverse a explorar y conocer todas las comarcas de la creación inacabada, incluso las más insospechadas, recónditas, indómitas y vírgenes, y dejar que una mano invisible burile con letras vivas, de fuego, todos los mundos y seres, que al arder se expanden, iluminan y se consumen, y de cuyas cenizas renacen otras posibilidades.

En el Renacimiento, este pensamiento se encarna en muchos lugares y de distintos modos, empezando por ese faro de la Academia florentina conducida por Ficino, y seguido por una retahíla de entidades y seres sobre los que se irá revelando ese latido vivo del cosmos. En Alemania emergieron igualmente algunos de esos centros intelectuales, muchos de ellos al margen de la oficialidad –aunque eso no quita que sus integrantes fuesen simultáneamente hombres con funciones públicas–, que mantuvieron viva la Teúrgia universal.

Konrad Celtes (1459-1508), poeta germano nacido en Wipfeld, fue el fundador de diversos grupos en Heidelberg, Mainz, Viena, Ingolstadt y Cracovia que bautizó con el nombre de "Sodalitas literaria"243 inspirados en la Academia de Ficino, de la que fue discípulo. Estuvo también estudiando en la Academia Platónica Romana fundada por Pedro de Calabria (Pomponius Laetus) y en la de Padua dirigida por Marco Musuro; además estudió griego y hebreo con Rudolf Agrícola. Fue coronado como el primer poeta laureado de Alemania en una ceremonia presidida por el emperador Federico III. Ejerció como profesor de poética y retórica en la universidad de Viena, siendo cabeza del nuevo Collegium Poetarum et Mathematicorum, e inspiró esos círculos en los que se vivificaba el pensamiento pitagórico, platónico y neoplatónico. En el de Heidelberg, que como hemos dicho dirigió Johan Dalberg, Reuchlin participó durante la última década del 1400 haciéndose cargo de la biblioteca, que atesoraba muchos títulos hebreos, griegos y latinos de los que pudo ir extrayendo gran cantidad de material para su labor intelectual-espiritual.

Y esto se trasluce en sus textos aún hoy vivos pues trasmiten vibraciones, o sea ideas, códigos que pueden ser activados por la intuición intelectual del lector atento. Además, y aunque de ello no haya constancia escrita, ni actas, ni documentación certificada, seguro que el soplo del Verbo fecundaba el alma de muchos de esos poetas, magos y filósofos que se hacían permeables al poder de la palabra, a sus proporciones, ritmos y modulaciones acordes con la música de las esferas o de los mundos, esto es, de los estados de conciencia.

Pero aún encontramos más focos de saber en tierras germánicas, lugares en los que el estudio, la investigación en modelos simbólicos y la práctica de la magia se vivía con naturalidad, como lo real y auténtico; ambientes teofánicos donde la conexión cielo-tierra era directa. Nos referimos, por ejemplo, a la abadía de Sponheim, de la que el benedictino Trithemio (1462-1516) fue abad, cuya biblioteca recibió la visita de la inmensa mayoría de los sabios del momento, tal era la magnitud y calidad de obras que conservaba.244 Reuchlin estuvo con Trithemio en 1496, poco antes de que el abad recibiera una revelación en sueños de su principal obra Steganographia hoc est ars pro occultam scripturam animi sui voluntatem absentiis aperiendi (o arte de abrir el pensamiento a los corresponsales mediante escritura oculta, de 1499), compendio de magia, numerología, abecedarios arcanos y demás simbólicas inspirada también en la obra Peri anacriseon de Pelagius. Como ya hemos visto éste es otro personaje clave en la cadena de transmisión mágico-teúrgica de reminiscencias pitagóricas, cuyo discípulo Giovanni Mercurio da Correggio o Libanius Gallus fue a conocer a Trithemio en 1495 y le transmitió muchas de las enseñanzas de su maestro, haciéndole partícipe de sus obras e iniciando a partir de entonces una relación epistolar con el benedictino que se publicaría en 1590 con el título de De vera conversione mentis ad Deum. Al igual que Gallus, Trithemio habla en su Opera pia sobre la conjugación de la oración pitagórica con la cristiana y muestra interés, como en muchos de sus otros escritos, por la alquimia espiritual, la astrología y la magia, que también estudió en fuentes judías como el Sefer Razeia, de lo que da testimonio en este fragmento de su Steganografía:245

Y remarcar que según Raziel, todos estos espíritus se forman y se transforman a voluntad del operador, y que bajo cualquier forma que él los haya visto, le obedecen prontamente en todo.

Y en este otro de su Poligrafía,246 donde reconoce identidades entre las simbólicas de los pueblos de Occidente:

Es cierto y más que notorio que los antiguos y primeros Kabbalistas, sabios filósofos y perfectos magos hebreos y griegos… usaban, hace tiempo y con frecuencia, para describir reglas y secretos de magia y de Kabbala, este mismo método de la escritura gramática que descompone el carácter en nueve trazos así como el carácter Tetragrámmaton, base de toda la ciencia sobre el cuaternario… según lo que he podido encontrar y sacar de obras tanto caldeas, hebreas, árabes, griegas como latinas.

De este abad se cuentan toda suerte de prodigios y maravillas. Ya en su adolescencia tuvo un sueño en el que:

Un joven vestido de blanco –verosímilmente un ángel– le muestra dos tablas, una cubierta de signos de escritura y la otra de figuras pintadas. Entonces le ordena: Elige ex his duabus tabulis unam, quam volueris [Elige una de estas dos tablas, la que quieras]. Es de suponer que, de escoger la tabla pintada, Trithemius se habría convertido en un gran artista de la mnemotecnia, como Giordano Bruno. Pero él eligió la tabla con los caracteres de escritura, y el joven le dijo: Ecce Deus oraciones tuas axaudivit, dabitque tibi utrumque quod postulaste, et quidem plus, quam petere potuisti [Dios ha atendido tus plegarias y te dará las dos cosas que has pedido, e incluso más de lo que has tenido oportunidad de exigir]. Su primer deseo era el conocer las Santas Escrituras, pero el segundo nunca se hizo público. Klaus Arnold debe por lo tanto estar en lo cierto cuando supone que se trataba 'de conocer todo lo que puede ser conocido en el mundo', lo cual parece confirmado por el proyecto de la Steganographia así como por su sed inextinguible de saber, traducida en una intensa actividad bibliófila.247

Y siguiendo con el estudio de Culianu, –después de explicar cómo Trithemio organizó en Sponheim un espacio teofánico que incluía toda la rehabilitación de la abadía y su embellecimiento con frescos y símbolos numéricos, alfabéticos (incluso poesías pintadas en las paredes del ya citado Konrad Celtes), etc.–, agrega que:

La nueva construcción resulta muy sorprendente, pero su atracción principal es la biblioteca, única a principios del siglo XVI. Trithemius compra o cambia libros y manuscritos raros y constriñe a sus monjes a una actividad febril como copistas y encuadernadores. Si el monasterio poseía, en 1483, cuarenta y ocho volúmenes, cuenta con mil seiscientos cuarenta y seis cuando se hace el inventario de 1502, para alcanzar, en 1505, antes de la marcha del abad, los casi dos mil… Algunos años más tarde, Sponheim se había convertido en un lugar de peregrinaje obligatorio para todos los humanistas de paso por Alemania. (pág. 221).

En cuanto a la obra más importante del abad:

Trithemio anunciaba a su amigo el proyecto ya definitivo de una obra cuyo primer libro se titularía Steganographia (hoy diríamos criptografía), "que cuando la publique producirá asombro en todo el mundo". Este primer esbozo contenía cuatro libros (no cinco como cree K. Arnold), los dos primeros se ocupaban de criptografía y de escrituras al encausto, el tercero proponía un método acelerado para aprender una lengua extranjera y el cuarto trataba sobre otros procedimientos criptosemánticos así como de temas ocultos "que no podemos proferir en público". (pág. 224).

De los cuatro tratados, el segundo y el tercero contienen profundas enseñanzas arraigadas en la Cábala y su ciencia combinatoria; del cuarto poco se sabe, sólo que el abad lo destruyó para evitar ser tratado de hereje, pues por lo visto se refería al arte de la adivinación, tan mal entendida y totalmente censurada por el dogmatismo inquisitorial. Pero de la tercera parte, informa de nuevo el investigador rumano en las páginas 228-229:

En un escrito de 1508, titulado De septem secundeis o Chronologia mystica, Trithemius desvela al emperador Maximiliano los secretos del universo. El abad afirma, en un espíritu muy ficiniano, que Dios gobierna el cosmos a través de siete "inteligencias segundas" (intelligentiae sive spiritus orbes post Deum moventes), que no son otra cosa que los espíritus planetarios: Orifiel, ángel de Saturno; Anael, ángel de Venus; Zacariel, ángel de Júpiter; Rafael, ángel de Mercurio; Samael, ángel de Marte; Gabriel, ángel de la Luna, y Miguel, ángel del Sol. A partir de esta misma doctrina se precisa el sentido del tercer libro de la Steganographia con la única diferencia de que los espíritus reciben aquí una identidad más marcada. En efecto, pueden ser invocados trazando su fisionomía y añadiendo unas fórmulas. El proceso recuerda el arte de los emblemas y presenta analogías sorprendentes con la mnemotecnia, excepto que, en nuestro caso, el mago se transforma en pintor en el sentido más concreto del término: tiene que modelar en cera o trazar sobre una hoja de papel una figura que representará un ángel planetario, dotado de sus atributos. Esta invención del espíritu se supone que también invoca su presencia, la somete a una tarea que, en el caso en cuestión, se refiere a la comunicación a distancia. Se requiere además otros conocimientos: las figuras y los nombres de todos los espíritus que representan a las entidades zodiacales, e igualmente un cálculo astrológico.

Estas son sólo algunas muestras de una cohorte de seres inmersos en la visión prodigiosa de la existencia; hombres que rompían los moldes encorsetados, castrantes y enfermizos del mundo material y solidificado y que encarnaban funciones teúrgicas, recreando con palabras o gestos espontáneos y gratuitos los mundos o planos invisibles del ser, sus luces y sombras, contracciones y expansiones, hálitos, sudores, elixires y excrecencias; y que realizaban cuidadosas labores transmutatorias en el laboratorio interno del mundo –del que ellos eran un modelo en pequeño, como todo ser humano–, al que conociéndolo podían atravesar, y quedar libres, por fin, de cualquier limitación.

Uno podría sorprenderse del interés que despertó en muchos de esos personajes el estudio de una lengua que era de uso culto y restringido incluso entre los judíos, o sea, que no estaba "viva", y atribuir este hecho solamente a una moda o a un afán de saber enciclopédico. Puede que así fuera en algunos casos, aunque lo cierto es que dicha dedicación levantó más de un recelo entre las mentalidades dogmáticas que veían a los hebraístas o interesados en la tradición judía como sospechosos de herejía.

Para Reuchlin, y otros de los sabios ya citados, ese estudio significó otra cosa bien distinta. Nuestro autor, imbuido en la atmósfera de la que hemos ofrecido unos ligeros trazos, reunió en su biblioteca un copioso número de las principales obras de la Cábala medioeval, e incluso realizó un tercer viaje a Italia en 1498 para comprar más manuscritos hebreos y griegos, al igual que hacían muchos otros estudiosos de su época, que buscaban y adquirían con sumo interés toda esta literatura sapiencial, en la que encontraron claves para descifrar el lenguaje secreto del universo, a la par que se iluminaban nuevas facetas del conocimiento, se regeneraban las anquilosadas u oscuras, y se adivinaban respuestas a enigmas no resueltos a través de las simbólicas conocidas.

La lengua hebrea era, y es, una vía prodigiosa para acceder al Conocimiento, pero no es sólo camino sino también puente, o escala, ya que promueve rupturas de nivel, y por tanto el acceso a esos mundos escondidos que la verdadera magia religa o concatena constantemente, atrayendo y purificando al que atiende la llamada y atemorizando al que no alcanza a comprender o no se permite ser lo que es el Ser. A propósito del hebreo, Reuchlin afirma en esta inspirada página:248

Hemos juzgado que esta Escritura sola era tan estable y firme que podíamos fundar sobre ella con seguridad todos nuestros pensamientos, y ubicar sin equívocos las sublimes contemplaciones de los hombres que reflexionan. Fue en efecto promulgada por la voz del Dios Altísimo, y opera habitualmente con tales potencias de energía que por su intermedio podemos ascender de cualquier cosa mixta a las simples [y] de las simples a la muy simple, de los efectos a las causas, y en fin, del mundo inferior al superior, del mundo superior hasta el Mesías como Rey de los siglos, que es el objeto supremo al cual puede tender nuestra Inteligencia (Mens), y que no es concebible más que en su último paso. Es por él que finalmente pasamos al Dios incomprehensible. Es también por medio de estas letras santas que, como la escala de Jacob, cuya sumidad toca los cielos, sobre la que Dios mismo se apoya, nuestros ángeles ascienden y descienden, llevándose de aquí las oraciones y de allá los dones, que traen recíprocamente de lo alto los auxilios, y de abajo las demandas, como lo ha dicho uno de vosotros; y pienso que esta santa escritura que hemos mencionado, seguramente como ninguna otra que pueda ser imaginada, mantiene más estrechamente unido nuestro espíritu (animus) a Dios, como si fuese una trama. Ella nos conduce en primer lugar a admirar las realidades divinas; después, según las capacidades del espíritu humano, a conocerlas; seguidamente, a amar muy ardientemente esta divinidad, sea cual sea la manera en que la hayamos conocido, con un amor que promete la realización más segura de la esperanza. Por la escritura, con los Vivientes y las Ruedas de Ezequiel, somos elevados para ir cuando ellos van y detenernos cuando ellos se detienen. Es el dominio de la verdadera contemplación, donde cada palabra constituye otros tantos sacramentos; cada una de sus palabras, sílabas, acentos y puntos están llenos de secretos. Ello no sólo podemos alcanzarlo nosotros, sino también los cristianos. Esta es la Cábala que ya no nos permite vivir más en la tierra, sino que eleva nuestra Inteligencia (Mens) hasta el último límite de la comprehensión.

Y en un fragmento de una carta de Reuchlin que publica F. Secret en su La Kabbala cristiana del Renacimiento página 67, agrega:

No hay latín que pueda explicar el Antiguo Testamento si no se ha aprendido la lengua en que está escrito el texto. La voz fue, en efecto, mediadora entre los hombres y Dios, cual lo leemos en el Pentateuco, pero no cualquier voz; fue por la lengua hebraica como Dios quiso dar a conocer sus secretos a los mortales. La palabra, que vemos nosotros con nuestros ojos incipientes, es digna de la muchedumbre. Hay, cuando quitamos la cáscara, un más hondo meollo que está dispuesto para los contemplativos que han estudiado esta lengua.

Aquí nos parece oportuno presentar al lector las 22 letras del alfabeto hebreo* con sus correspondientes valores numéricos, y recomendar que se las contemple y dibuje con paciencia, no sólo como un ejercicio mnemotécnico, sino para que las ideas de las que están cargadas se vayan revelando en nuestra conciencia, y establezcamos armonías entre los diversos órdenes de la realidad que ellas concatenan, como si se tratara de llamas de fuego que unen el cielo y la tierra y en cuya danza trazan rectas, círculos, escuadras o espirales, figuras todas ellas emanadas de un solo punto invisible.

22 letras hebreas y sus valores numéricos

Agregaremos que se dividen, según aparece ya en el Sefer Yetsirah, en tres letras madre: alef, mem y shin; siete letras dobles, a saber beth, guimel, daleth, kaf, fe, resh y taw, y doce letras simples: he, vav, zayin, heth, teth, iod, lamed, nun, samekh, ayin, tsade y qof. Las tres primeras se relacionan con la triunidad de los principios universales, representando la shin el principio masculino del ser, mem el femenino y alef el punto neutro que los conjuga, lo que además está en perfecta correspondencia con los tres principios de la Alquimia,249 el azufre, el mercurio y la sal respectivamente; además, estas tres sumadas a las siete dobles dan 10, que como veremos es el número con el que se expresa todo el orden arquetípico de la Creación, vinculándose también cada una de las dobles con los siete planetas de la antigüedad y las siete sefiroth de construcción cósmica, y las doce simples con los signos del zodíaco, rueda de la vida que es expresión del despliegue espacio-temporal del Cosmos. Todo lo cual nos hace ver el alefato como las piezas justas de un juego que se llama universo, escrito y reescrito permanentemente por esa mano invisible, que las combina y permuta, enlaza, borra, alarga y encoge, en la vertical y en la horizontal, labrando todo un entrecruzamiento de posibilidades insospechadas y siempre insinuadoras de lo metafísico.

NOTAS
*
241 De Verbo Mirifico, citado en Philosophia Symbolica. Johann Reuchlin and the Kabbalah. Catalogue of an exhibition in the Bibliotheca Philosophica Hermetica commemorating Johann Reuchlin (1455-1522). Amsterdam, 2005, pág. 30, que contiene abundante documentación sobre la vida y obra de este autor.
242 F. Yates. La filosofía oculta en la Epoca Isabelina. F. C. E., México, 1992, p. 46-49.
243 Sodalitas, del latín "círculo", "colegio" y también "camaradería".
244 Ioan P. Culianu en su libro Eros y magia en el Renacimiento. Ediciones Siruela, Madrid, 1999, pág. 222-223, propone esta relación sobre algunos de los libros de magia que muy probablemente atesoraba la biblioteca del abad: "Las clavículas de Salomón, El libro de los oficios, el Picatrix, el Sepher Raziel, el Libro de Hermes, el Libro de las purezas de Dios, el Libro de la perfección de Saturno, un libro de demonomagia atribuido a San Cipriano, el Arte calculatorio de Virgilio, el Libro de Simón el Mago, un tratado de nigromancia atribuido a Ruperto de Lombardía, en muchas versiones, un libro sobre los siete climas atribuido a Aristóteles, la Flor de las flores, el libro Almadel atribuido a Salomón, el libro de Enoch, un libro de astromagia atribuido a Marsala, Los cuatro anillos de Salomón, El espejo de José, El espejo de Alejandro Magno, el Libro de los secretos de Hermes de España, un opúsculo de magia compuesto por un tal Ganel, de origen húngaro o búlgaro, un tratado demonomágico de Miguel Escoto, dos tratados de magia atribuidos a Alberto Magno, el Elucidarium de Pedro de Abano, el Secreto de los filósofos, el Schemhamphoras, el libro Lamene de Salomón, el libro anónimo Sobre la composición de los nombres y los caracteres de los espíritus malignos, el tratado de demonomagia Rubeus, otro pseudo-epígrafe atribuido a Alberto, Sobre el oficio de los espíritus atribuido a Salomón, Los vínculos de los espíritus, Los Pentaclos de Salomón, cuyo nombre varía en las transcripciones de Trithemius (Torzigeus, Totz Graecus, Tozigaeus, Thoczgraecus, etc.), otros libros atribuidos a Mahoma, Hermes, Ptolomeo, obras de autores árabes, occidentales o anónimos, etc.". O sea, como podemos ver, una gran cantidad de opúsculos cuyos autores son sabios tanto hebreos como griegos, cristianos o islámicos.
245 Citado por F. Secret, Hermétisme et Kabbale. Ed. Bibliopolis, Nápoles, 1992, pág. 93.
246 Citado por F. Secret, La Kabbala cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 184. Otras obras de Trithemio, además de las ya referidas, son Antipalus maleficiorum, Septem Secundeis y Calendarium naturae magicum perpetuum profundissimarum secretissimarum contemplationem totiusque philosophiae cognitionem complectens.
247 Culianu, Eros y magia…, op. cit., pág. 220.
248 Johann Reuchlin, La Kabbale. De Arte Cabalistica. Introducción, traducción y notas de François Secret, Ed. Archè, Milán, 1995, pág. 93-94.
249 Dice Reuchlin: "La kabbala es una alquimia que transforma las percepciones externas en internas, luego en imágenes, en opinión, en razón, en inteligencia, en espíritu y, en fin, en luz". La Kabbala cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 78-79.