Hermes Mercurio Trismegisto - Mosaico de la catedral de Siena
Hermes Mercurio Trismegisto
Mosaico de la catedral de Siena, 1488
LOS LIBROS HERMETICOS  IV 
FEDERICO GONZALEZ
Del Renacimiento al Siglo XVIII 
E n realidad, no existe una división tajante entre el Medioevo y el Renacimiento, aunque algunas de las ideas contenidas en este último darán lugar en su desarrollo a la época moderna y ésta sí, después de Descartes y la Enciclopedia ya piensa de una manera diametralmente opuesta a la medioeval, incluso a la renacentista que le dio origen, interesada en la Antigüedad griega y romana, egipcia y caldea, o sea, aquello que significaba la auténtica Tradición, la que, efectivamente volvió a florecer en aquellos tiempos, abonada igualmente por el judaísmo y el cristianismo, e incluso por el islam, cuya influencia recibió también a través de la Edad Media. Pero no fue solamente la influencia cultural del islam lo que el Medioevo transmitió al Renacimiento, sino muestras culturales propias que lo prefiguraron, tanto en el campo de las artes (el gótico), como en su sociología (nucleamiento en grandes ciudades, técnicas modernas de producción agrarias e industriales), o en el de las ideas, expresadas de modo predominantemente literario como la saga arturiana,42 Rabelais y Bocaccio (Genealogía de los dioses), o filosófico y teosófico como Nicolás de Cusa, y tampoco necesitan comentario en este sentido por su "modernidad científica" la figura y las obras de Rogelio Bacon y Ramón Llull (docum. III).  

En efecto, la línea divisoria entre ambas épocas es a veces muy incierta pues tanto en la Edad Media han comenzado a desarrollarse ideas que hacen eclosión en el Renacimiento, como en este último período se recibe directamente su caudal, que a su vez se confunde con el de la Antigüedad greco-romana, pues las dos tienen un denominador común (sin olvidar el "toque" oriental de los libros herméticos e iranios por los que ambas se interesarían vivamente) y eran la garantía de una proverbial sabiduría. M. Gandillac43 apunta refiriéndose a este tema: "Incluso en sus modos de expresión el pensamiento de los siglos XV y XVI, es, en conjunto, mucho más un heredero que un innovador", al par que se pregunta: ¿no es acaso el infinito el concepto más central de todo el pensamiento renacentista?" tras dar por sobreentendido que ese era también el pensamiento de la Edad Media, que ve duplicarse "desde Nicolás de Cusa a Giordano Bruno". Tal vez sea un buen ejemplo de esta continuidad cultural entre el Renacimiento y el Medioevo el edificio-símbolo de la Catedral de Siena, comenzada a construir en estilo gótico y terminada en pleno Renacimiento, en cuyo interior se conjugan las figuras de Cristo, la Virgen, profetas y santos, con las Sybilas, las tres Gracias, Sócrates y Cratilo, fijadas en su pavimento, junto a la de Hermes Trismegisto (extraordinaria obra de Giovanni di Stefano terminada en 1488) acompañado de Moisés (autor del Pentateuco) al que muestra un texto del Asclepio, ubicado en primer plano. De su parte, el Renacimiento italiano se prolongó en el francés y floreció aún más tardíamente en la Inglaterra Isabelina, la que a su vez se transforma en un centro de difusión del pensamiento hermético, como veremos más adelante, tema que con tanto provecho estudiara Frances Yates (El Arte de la Memoria, Giordano Bruno y la Tradición Hermética, El Iluminismo Rosacruz, La Filosofía Oculta en la época Isabelina, Las últimas obras de Shakespeare: una nueva interpretación). 

Nicolás de Cusa es acaso en el plano de las ideas –y no sólo en él– quien con mayor justicia debería encabezar la lista de los pensadores cuya infatigable actividad posibilitaría el Renacimiento. En efecto, la figura del cardenal de Cusa es de vital importancia para la difusión de las doctrinas herméticas en este período y su valor se trasunta en varios aspectos. En primer lugar su trabajo como teósofo y las obras con que dio cuenta de su sagrado oficio; a continuación por la difusión que tuvieron sus ideas, constituyéndose para su medio en fuente de inspiración y testimonio vivo de la Philosophia Perennis. A esto habría que agregar sus conceptos prácticos sobre la reforma del calendario, y sobre todo su proposición a los padres del concilio de Basilea de la Concordia Católica, programa que incluye la unión con la iglesia de Bizancio, idea que encontrará apoyo en el Papa Eugenio IV. Para tal efecto viaja en la comitiva papal a Constantinopla y allí conoce a Gemisto Pleton,44 filósofo bizantino, al que invitará a viajar a Italia, junto con el "basileus" y el patriarca griego, de donde proviene el contacto de éste con la Academia Florentina. Junto con el cardenal griego Juan Bessarion45 y otros filósofos fomentó las ciencias y las artes ligadas al conocimiento, participando ambos de ellas y haciéndolas respetar dentro del ámbito de la jerarquía eclesiástica, ya que llegó a ser en 1458 administrador de los estados pontificios durante el papado de su amigo Pío II. 

En su obra mayor y más conocida, La docta ignorancia, se nombran en los capítulos XXIV y XXV, los escritos herméticos, a los que cita: "Por ello dice rectamente Hermes Trismegisto que, puesto que Dios es la universalidad de las cosas, no hay ningún nombre que sea apropiado para él, ya que sería necesario o que Dios fuera designado con todos los nombres, o que todas las cosas se designaran con su nombre, por complicar él mismo en su simplicidad la universalidad de todas ellas." A través de sus escritos puede detectarse también la influencia de Eckhardt y la de Dionisio Areopagita así como su vinculación con autores romanos y griegos de los primeros siglos de nuestra era y con los primeros Padres de la Iglesia, aparte de los textos antiguos y modernos vinculados con la Teología católica y la Filosofía, todos relacionados en mayor o menor grado –muchas veces apartados sólo por terminologías, o por distinciones secundarias– con las ideas del pensamiento hermético. (Para ampliar información ver en SYMBOLOS Nº 11-12: "La Tradición viva: Nicolás de Cusa"). 

Marsilio Ficino (1433-1498) es con toda justeza considerado históricamente como el motor del Renacimiento. En efecto, como Platonicorum maximus de la Academia de los Médicis que él mismo había contribuido a formar tuvo una importancia extraordinaria no sólo en Florencia o Italia sino también en el resto de Europa durante los treinta años de actividad de la Academia bajo su dirección. Tradujo y publicó no sólo las obras de Hermes sino los Himnos Orficos,46 los Diálogos de Platón, a Proclo, Porfirio, Jámblico, De la Monarquía de Dante, y el Comentario de Prisciano al De anima de Teofrasto concluyendo Ficino en el acuerdo de Aristóteles con Platón. Su inmensa actividad se ve reflejada por los continuos contactos con los hombres más importantes de su tiempo, con los que se comunicaba constantemente ya fuese por algún problema práctico o de doctrina.47 

No se le ha dado a su propia obra (Instituciones Platónicas, Vida de Platón, Sobre el furor divino, y otros escritos sobre poesía y música, Teología Platónica, Sobre la triple vida, Contra los juicios de los astrólogos, Concordancia entre Moisés y Platón, Sobre la religión cristiana, Confirmación del cristianismo por el socratismo, Sobre el sol, Sobre la luz, sus comentarios o exégesis de El BanqueteDe Amore–, Filebo, el Político, y el de las Cartas de San Pablo inacabado por su muerte) la valoración debida por la inmensa importancia personal que tuvo al frente de la Academia y en su vida pública, así como por su labor de difusión del pensamiento platónico, neoplatónico, hermético y mágico.48 A pesar de ello era cristiano confeso y hombre de una gran bondad y piedad; astrólogo, médico, músico y ejecutante de los himnos órficos y precursor de las ciencias naturales a la par que las artes liberales; no tenía ningún prejuicio en practicar su cristianismo conjuntamente con sus ritos de magia blanca y natural, ligados a la belleza y siempre a lo sagrado, bien por el contrario comprendía a la vida como un inmenso rito teúrgico donde las virtudes de los gestos y las ideas fueran correspondientes con la armonía universal. 

Fue el primero que tradujo, como hemos dicho, el Poimandrés al latín aunque creía que Hermes Trismegisto era un dios de una antigüedad fabulosa, he aquí su genealogía: "Cuando el nacimiento de Moisés, florecía el astrónomo Atlas, hermano del físico Tolomeo, abuelo materno del antiguo Mercurio, de quien fue nieto Mercurio Trismegisto, el más grande de los sacerdotes y de los reyes conjuntamente, a quien se ha llamado el fundador de la teología." 

Pero Ficino no estaba solo, contaba con la activa protección de Cosme de Medici, un príncipe a la vez que filósofo y con la estancia previa de G. Pleton y el cardenal Bessarion (1402-1472), también con la fugaz aparición iluminadora de Pico de la Mirándola en comparación con la dilatada vida del Platonicorum maximus, y otros muchos sabios que trabajaban en ese momento de modo armónico. Entre ellos otro personaje a destacar es Egidio de Viterbo (1465-1532: In librum commentationes ad mente Platonis; Shekinah) que llegó a ser general de la orden agustina y que junto con Pico de la Mirándola incorporará la cábala hebrea al pensamiento hermético por sus obvias correspondencias. 

Sin embargo, como en el caso de los libros de Hermes, debemos remontarnos en el tiempo para explicar este rebrote cabalístico en el Renacimiento, impulsado fundamentalmente por un cristiano, el conde de la Concordia, Giovanni Pico de la Mirándola (1463-1494: De la dignidad del hombre, Del Ser y del Uno, Heptaplus, Conclusiones (mágico-cabalísticas, teológicas, filosóficas, etc.) que ya a los veinte años era reconocido por el propio Ficino como un verdadero restaurador de la ciencia sagrada y erudito de primer orden. En efecto, se suele mencionar a Elía de Mendigo y a otros judíos como los iniciadores o maestros de Pico en el arte cabalística. Es muy probable que así fuera pero en todo caso debemos indicar una corriente de pensamiento judío-tradicional durante toda la Edad Media, que va a cuajar finalmente en lo que se ha denominado cábala cristiana. El historiador de este período, François Secret, se refiere a este hecho en La kabbala cristiana del Renacimiento49: "Es también cosa sabida el puesto que tuvo, dentro de esta literatura, la kabbala en el siglo XII, en el cual este término, que por mucho tiempo había designado la tradición en general, vino a significar de una manera más especial la tradición esotérica. Recordemos cómo en una primera fase, la más larga, desde el siglo I al X, se desarrollaron especulaciones sobre el problema de la creación, llamado, según el capítulo primero del Génesis, Ma'aseh Berêsîth, y sobre el de los intermediarios posibles entre la trascendencia de Dios y el mundo, llamado, según el capítulo primero de Ezequiel, Ma'ase Merkhaba (el carro). Los tratados más célebres fueron los de los Hekhalot o palacios celestes, el Sefer Yetsirah, el libro de la creación, el Raziel, que es nombre del ángel que reveló a Adam los secretos perdidos tras la caída, los Pirke de Rabbi Eliezer. Estas especulaciones que se propagaron por Alemania, el sur de Francia y España, con características muy particularizadas –Hassidismo en torno al gran nombre de Eleazar de Worms, kabbala profética con Abraham Abulafia (1240-1292), que fue a Roma para discutir con el Papa en nombre de los judíos– prepararon la publicación del Zohar, en arameo, bajo el nombre del prestigioso Rabbi Simeón bar Yohai, discípulo de Akiba ben Joseph. Los monumentos más célebres de esta corriente de ideas son el Bahir, libro del esplendor; el Ginnet Egoz, jardín del nogal, titulado a partir del Cantar de los Cantares; los Sa'are Ora, las puertas de la luz, de Joseph Gikatilia; los comentarios sobre la Biblia de Bahya ben Ascher, llamado Bechai en el Renacimiento; los de Moisés Ben Nahman o Nachmanida, y de Menachem de Recanati (1290-1350)." 

Estos antecedentes de la Cábala medioeval europea se mantenían, sin embargo, como ocultos por dos motivos: el primero por la misma naturaleza más o menos misteriosa de todo esoterismo. El otro por las persecuciones que tuvieron que sufrir los judíos en medios cristianos, lo que los obligaba a ser prudentes, cuando no precavidos. Por eso es que a Pico de la Mirándola, (personaje semifabuloso, cuyo nacimiento fue anunciado por algunos prodigios) le cabe el honor de haber desvelado en gran parte los "misterios cabalísticos", de los que bien poco se sabía hasta entonces en los medios culturales de la época. Así él mismo lo proclama en su Apología: "Creo ser el primero en haber mencionado en forma explícita la cábala", aunque explicita constantemente el origen hebreo de esta ciencia que Moisés recibió en el pináculo del monte junto con las tablas de la ley, es decir dos tipos de enseñanzas, las esotéricas y las exotéricas, que se han transmitido desde entonces y que Pico a su vez difunde en su medio. Y esta influencia del esoterismo es tan grande y la metafísica de la cábala es tan decisiva –pues la cábala constituye para él el mejor ejemplo de la Tradición Universal, de la Ciencia Sagrada– que sin ella y sin la magia (léase teúrgia) no es posible comprender o conocer el aparato exotérico de lo religioso: "Así como la verdadera Astrología nos enseña a leer en el libro de Dios, así la Cábala nos enseña a leer en el libro de la ley." 

Transcribimos igualmente aquí sus "Conclusiones según la primitiva doctrina del egipcio Hermes Trismegisto", de sus Conclusiones mágico cabalísticas, que son a la vez una muestra de su lenguaje críptico: 

1. Dondequiera que hay vida hay alma y dondequiera que hay alma hay mente. 

2. Todo móvil es corporal, todo moviente es incorpóreo. 

3. El alma está en el cuerpo, la mente en el alma, en la mente el verbo y de todo es padre Dios. 

4. Dios está en todas las cosas y actúa por todas ellas, la mente está en el alma, el alma en el aire y el aire en la materia. 

5. Nada hay en el mundo que carezca de vida. 

6. Nada hay en el universo posible de muerte o de corrupción. Consecuencia: en todas partes hay vida, en todas partes hay providencia, en todas partes hay inmortalidad. 

7. Dios anuncia al hombre las cosas futuras por seis vías: por los sueños, los portentos, las aves, los intestinos, los espíritus y la Sibila. 

8. Es verdadero lo que no está perturbado, determinado, coloreado, figurado ni roto y es desnudo, perspicuo, comprensible por sí mismo, intransmutable, bueno y completamente incorpóreo. 

9. Dentro de cada uno de nosotros hay diez enemigos: la ignorancia, la tristeza, la inconstancia, el deseo, la injusticia, la lujuria, la decepción, la envidia, el fraude, la ira, la temeridad y la malicia.50 

10. Los diez enemigos que he nombrado según la conclusión procedente de Hermes se corresponden mal, como llegará a ver el profundo contemplador, con la coordinación denaria de la Cábala y sus prefectos acerca de los cuales nada puse en las conclusiones cabalísticas, porque es secreto.

Bien nos advierte Pico de la Mirándola que no todos los denarios son exactamente correspondientes aunque casi siempre, agregamos nosotros, suelen tener relación entre ellos, pero más en este caso, que el denario no es tal sino un duodenario, como se ve a simple vista y como puede corroborarse en su texto latino que aquí se ha traducido.  

Sin embargo, la cosmogonía y la teogonía de la cábala, que posee afinidades claras con las correspondientes del Corpus Hermeticum, puede ser sintetizada para esclarecer en honor al lector su inclusión con y en el pensamiento platónico y neoplatónico, neopitagórico, hermético y finalmente cristiano, por mediación del diagrama sephirótico, o de las Numeraciones, llamado también Árbol de la Vida, a través del cual ascienden y descienden los seres desde su origen increado a la manifestación. Este esquema Cosmogónico y Teogónico incluye el desarrollo del denario pitagórico y su reintegro en la Unidad (10 = 1 + 0 = 1) y las distintas hipóstasis y espíritus arcangélicos y angélicos en un proceso en que de las emanaciones más puras se va llegando a una cristalización y un opacamiento que materializa finalmente en el plano de Olam ha' Asiyah, la materia y la tierra tal cual las perciben los sentidos del hombre. De lo más sutil a lo más denso, y a la vez mediante la transmutación alquímica, su reintegro a su Origen divino, supracósmico y por lo tanto suprahumano. Esta evolución o involución, según el punto de vista que se adopte, está simbolizada también por la serie de los elementos, cuyo motor es el Eter invisible, quintaesencia de la creación de la que Fuego-Aire-Agua-Tierra, son condensaciones sucesivas, o inversamente Tierra-Agua-Aire-Fuego, sublimaciones progresivas. 

Los nombres en hebreo de estas diez numeraciones (o esferas) divinas y su traducción castellana son los siguientes, desde la Unidad Primigenia a la década. Kether (Corona), Hokhmah (Sabiduría), Binah (Inteligencia), Hesed (Gracia), Gueburah (Rigor), Tiphereth (Belleza), Netsah (Victoria), Hod (Gloria), Yesod (Fundamento), Malkhuth (Reino). 

A su vez el Árbol de la Vida cabalístico admite cuatro divisiones, perceptibles en el recorrido cada vez más densificado de la Emanación Universal, ya que el diagrama sephirótico es un modelo del Cosmos, siempre presente, vivo y permanentemente actual. Esas divisiones, planos, o mundos son: (siempre de arriba hacia abajo) Emanaciones, Creación, Formación, Concreción o Acto. El primer mundo (Atsiluth), abarca las tres primeras numeraciones y corresponde al plano de los Principios Universales compuesto de una tríada, que posteriormente se reproducirá en los distintos niveles del proceso creativo. Desde luego este plano no sólo es invisible sino que es increado, aunque sus emanaciones configuran constantemente la creación. Por encima de él y de la unidad que él representa se advierte el No Ser, Ain Soph, la verdad suprema sólo enunciable racionalmente por conceptos negativos. Podríamos asociar al Espíritu con este mundo inmanifestado. El segundo mundo (Beriyah) está compuesto de una tríada correspondiente a las numeraciones 4-5-6 (Hesed, Gueburah, Tiphereth) y constituye la parte más alta del alma (psiqué), la supraformal, la cual se encuentra por sobre la superficie de las aguas. Conjuntamente con el plano que está por debajo, Yetsirah o mundo de las formaciones (sutiles e informales), compuesto por las sephiroth 7-8-9, Netsah, Hod, Yesod, constituyen el plano intermediario, o del alma, cuyo centro es el sol alrededor del cual se ensamblan y distinguen los demás planetas que, conjuntamente con él conforman la estructura cósmica (a los que el Corpus llama los regentes), y que la cábala designa como las sephiroth de "construcción", al referirse precisamente a la construcción cósmica. Entre esas seis numeraciones y las tres primeras existe un profundo Abismo, signado por el paso del número tres al cuatro, es decir, aquello que constituye el misterio de la Creación, ya que el número cuatro signa toda manifestación pues se reduce a la unidad (4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1), hecho que vuelve a repetirse en el siete (7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1) que marca el otro componente del plano intermediario, el alma inferior, que se encuentra debajo de la superficie de las aguas, manifestación sutil e informal que algunos denominan plano astral, o psiquismo inferior, y tiene a la luna como su centro. Por último nos queda un plano, el de Asiyah o mundo de la tierra, materia de las concreciones, y solidificaciones, que dan lugar a la "realidad" que los sentidos perciben y que se asocia con el cuerpo y la manifestación grosera. Como se ha indicado el Árbol de la Vida es un modelo del Universo y como tal, como macrocosmos, tiene su exacta réplica en el hombre o microcosmos. De hecho todos estos mundos coexisten en el hombre y el conjunto de ellos, el Árbol de la Vida, es llamado Hombre Universal, o Adam Kadmon en la Cábala. 

La primera tríada del modelo se refleja, (es decir, se reproduce de modo invertido) en el caos creando el cosmos, o plano intermediario, o del símbolo propiamente dicho, en dos niveles: superior e inferior y desembocando todo ello en la solidificación material, el plano final, Olam ha' Asiyah, cuya única numeración, Malkhuth, o reino, está signada por el número diez, en el cual también la unidad se encuentra presente de manera inmanente (10 = 1 + 0 = 1) y marca asimismo la posibilidad de un retorno a los orígenes, mediante la remonta a través de la estructura cósmica, es decir del plano intermediario (el Alma, que los planetas simbolizan), hacia estados cada vez más amplios y transparentes de la Existencia Universal. Este último mundo en el que transcurre la mayor parte de la existencia humana (la hylé, el soma), es visible, corpóreo, manifestado, formal. El mundo de las Formaciones, Olam ha' Yetsirah, es incorpóreo, manifestado y sutil-informal y se corresponde a la psiqué inferior. El mundo de Beriyah representa la parte más elevada del alma, la más cercana a los Principios, la psiqué superior, invisible, incorpórea, manifestada y no-formal (a diferencia de la anterior que tiene formas informes, valga la expresión). En el mundo más elevado, correspondiente a los Primeros Principios se hallan contenidas todas las formas de la Posibilidad Universal. Es el Noûs y se puede equiparar al Pneuma griego. De esta primera tríada deviene el resto como del número tres proceden todos los números y del triángulo todas las formas. Es decir que ella, que es asimismo la Unidad, se refleja en los diferentes mundos de la creación al generarla y manifestarse a distintos grados o niveles, los cuales, desde luego adquieren diferentes características, señaladas por los distintos nombres divinos, o hipóstasis por las que se va expresando la Emanación Primordial y que van marcando desiguales estados de existencia. 

Como ya hemos señalado, la tríada Hermética Dios, Demiurgo (o Cosmos,) y Hombre corresponde en la totalidad del diagrama cabalístico a los planos de Atsiluth, Beriyah y Yetsirah conjuntamente, y finalmente al de Asiyah: Noûs-Dios, Noûs-Demiurgo, y Hombre; (espíritu, alma, cuerpo en el microcosmos) respectivamente. 

Como acabamos de notar, la primera triunidad lleva de modo implícito todo el desarrollo del diagrama de las numeraciones, por lo que también es a su vez un modelo a escala de todo el diagrama; en ese caso la división vertical en planos es una expresión de los Principios contenidos en la primer tríada cabalística: 1 Kether = Corona, 2 Hokhmah, Sabiduría y 3 Binah, Inteligencia; la cual tendría que corresponderse con 1 Noûs-Dios, 2 Noûs-Demiurgo (o Cosmos) 3 Hombre.51 A simple vista estas correspondencias parecen un poco forzadas y pertenecen al tema de la tríada en general y en particular al de las tríadas platónicas, neoplatónicas y gnósticas, etc., el cual es enormemente variado –y no podemos tratar ahora– por problemas de terminología y porque los distintos autores, grupos o escuelas, varían completamente de unos a otros, aunque está claro que todos se refieren a una misma cosa vista desde distintas perspectivas o con diferentes lenguajes; todos ellos, por otra parte, nos hablan de una Triunidad Primigenia.52 

Debemos agregar que la división entre estos mundos cabalísticos no podría ser tajante, aunque corresponde a una realidad que se intenta describir puesto que estos planos y niveles se interpenetran entre sí; lógicamente el diagrama intelectual y mecánico sólo es un símbolo del organismo vivo.

NOTAS
42 Ver M. Eliade: Histoire des idées et croyances religieuses, T 2, donde cita a Festugière. También el artículo de P.-G. Sansonetti: "Les Hermès du Graal". Villard de Honnecourt n 21, Neuilly-sur-Seine, Francia 1990. 
43 Historia de la Filosofía. Vol. 5: "La Filosofía en el Renacimiento". Siglo XXI. México 1982.
44 (1360?-1452): Sobre las diferencias entre Aristóteles y Platón, Memoria, Sobre las virtudes, Sobre el destino, Himnos, etc.
45 In calumniatorem Platonis, Vestigia Trinitatis, etc.
46 Hay traducción castellana de M. Periago: Ed. Gredos, Madrid 1987.
47 The Letters of Marsilio Ficino, 5 vols. Shepheard-Walwyn, Londres 1975 a 1994.
48 Ver D.-P. Walker: Spiritual and demonic magic from Ficino to Campanella. Warburg Institute, Londres 1958.
49 Ed. Taurus. Madrid 1979.
50 La ignorancia, la tristeza, la incontinencia, la concupiscencia, la injusticia, la codicia, el engaño, la envidia, el fraude, la cólera, la precipitación, la maldad. (Poimandrés, XIII 7).
51
52 Por ejemplo en el libro de la Sabiduría (7, 22-29), ésta parece ser idéntica al Noûs, o Intelecto divino. La Sabiduría (Hokhmah en hebreo) podría ser equiparada al Noûs Demiurgo ("contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo"), al punto que también se dice que ¿quién sino la Sabiduría es el artífice de cuanto existe?" (8, 6), o sea la Sabiduría arquetípica, con la que el Demiurgo creó el Mundo. La Sophia divina como generadora, como compañera del Noûs Demiurgo, su contrapartida femenina, la Diosa Sophia, con la cual va a configurar el Cosmos. Todo lo cual se refiere a lo increado, a la generación de las ideas arquetípicas; también es el Alma del Mundo; es "madre, sustentadora y nodriza del Mundo" (Filón de Alejandría). "Con razón llamaremos Padre de lo creado al demiurgo que ha creado nuestro universo, y Madre a la Sabiduría del progenitor pues Dios ha cohabitado con ella y ha producido la creación" (íd. De ebrietate, 30-32. Otras obras de Filón de Alejandría: De aeternitate mundi, Quod deus sit immutabilis, De opificio mundi, De vita contemplativa, etc. en Ed. du Cerf, París). También Proverbios 8, 30: "yo [la Sabiduría] estaba allí, como arquitecto".

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