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La encuesta más elemental nos dice que en la actualidad no hay ningún personaje que no se considere importantísimo y hasta irremplazable, contra cualquier posibilidad de serlo y negando todo tipo de evidencias. Esto es válido para cualquier raza, clase socioeconómica, régimen político, o grupo cultural. Esta constante de zumbona imbecilidad, infiltrada en el mundo entero, es una de las armas secretas del Adversario con la que nos ha dominado para posteriormente esclavizarnos desde hace siglos. Estas pequeñas convicciones personales, idealizaciones inducidas y aparentemente insignificantes, son monstruos de máxima potencia destructiva que actúan a un beatífico nivel subliminal. La bomba de sueño es otra de las armas del príncipe de este mundo; tal vez el lego piense en alguna sustancia química que lo haga dormir. O quizá en espantosas posibilidades mortíferas, ya sean biológicas, termonucleares o neutrónicas, y aun en gases tóxicos como los que se ensayan diariamente sobre todas las ciudades. El entendido sabe, a través de su experiencia militar, que las armas de este terrible arsenal destructivo actúan a nivel psicológico.


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