PRESENCIA VIVA DE LA CABALA
FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
CAPITULO IV
LA CABALA DE CASTILLA (5)

El Zohar (cont.)
Y así como en el Sefer Yetsirah y en el Bahir se ha destacado principalmente la metafísica del lenguaje, del Zohar (aunque también abunda en esta simbólica) quisiéramos apuntar algunos de los fragmentos en los que se describe el Principio del Cosmos y su emanación en base a símbolos numéricos y geométricos, tan unánimes a los de la formulación pitagórica acerca de la génesis cósmica. Sirva este escueto fragmento como apertura:

Tres surgió de Uno. El Uno en Tres toma consistencia: penetra entre Dos y Dos amamanta al Uno; Uno amamanta los múltiples sectores y entonces todo es Uno. (Verdier, tomo I)149

Con el primer trazo geométrico, el del punto que al contemplarse a sí mismo genera una recta, se simboliza la emanación de la primera idea, llamada diosa Sabiduría, de la que se dice que estaba con Dios antes de la creación del mundo, y que por su intermedio el universo fue creado. Ella, denominada también Pensamiento, es la que lo "inventa" y "diseña". Mas la Sabiduría no se reconocería a sí misma si no fuera por la diosa Inteligencia.150 Esta faceta de la deidad está emparentada con el rigor y es la que va a arreglar tu vida (a ordenar la vida del iniciado), puesto que es la que selecciona los valores, y por otra parte es el elemento de unión que conjuga la tríada primordial, es decir, la que realiza la unión entre Kether y Hokhmah, o sea el primer matrimonio que libre de los opuestos conforma la ficha básica primigenia de la cual el mundo es creado, aun de modo arquetípico, en la primera manifestación que constituye el movimiento generativo ya en otro plano. Además, la Inteligencia siempre se ha relacionado con el rigor, pues el discernimiento se realiza espada en mano: cortando todo lo que no es, brilla la inteligencia con lo que la refleja y, simultáneamente pero en sentido inverso, esta pueda retornar todo a la unidad esencial.151

Veamos a continuación un ejemplo sintético del despliegue cósmico a partir de la triunidad esencial:

Después un heraldo proclama con fuerza: "A vosotros los santos superiores, a aquellos que por vuestro intermedio el soplo entra en sus oídos para que oigan, y en los que los ojos se les abren para ver, y en los que el corazón está abierto para comprender: cuando el soplo de todos los soplos hace elevar la dulzura del alma, de donde surgió la voz de las voces, las potencias se dispersan hacia las cuatro esquinas del mundo: 1- Una asciende hacia un lado. 2- Una desciende hacia este lado. 3- Una penetra entre las dos. 4- Dos se coronan con tres. 5- Tres entran en una. 6- Una emite los colores. 7- Seis de entre ellas hacia un lado, y otras seis descienden hacia ese mismo lado. 8- Seis entran en doce. 9- Doce se despierta dentro de veintidós. 10- Seis se integran en diez. 11- Diez contenidas en Una." (Verdier, tomo I)

La arquitectura universal tiene un fundamento numérico; los números son dioses, ideas que al combinarse en distintas proporciones y ritmos generan módulos y estructuras interrelacionadas que conforman el "cuerpo" invisible del Ser único:

Rabbí Eleazar dijo: El abismo fue fijado por cuatro piedras que más abajo se anclaron sobre una piedra única que es el pilar. Es allí encima que se sostiene el mundo, tal como se dice: "¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿Quién asentó su piedra angular…?" (Job 38, 6). Y rabbí Zera añadió: Sobre esta piedra el mundo fue establecido, sobre ella se sostiene. Ella es el Santo de los santos, el ombligo del mundo. Las piedras sumergidas en el abismo emergen, después hacen brotar las aguas. Rav bar Jacob afirmó que el abismo se asienta sobre tres piedras que son los pilares de la tierra. (…) Rabbí Simeón enseñó: La tierra se sostiene sobre siete pilares, tal como se dice: "Ella ha labrado sus siete columnas" (Prov. 9, 1). Estos están suspendidos encima de las aguas. Al respecto, el rey David –la paz sea con él– pronuncia siete veces la palabra "voz" en el Salmo siguiente: "Voz de YHVH sobre las aguas" (Sal. 29, 3). Todo se sostiene sobre siete: los pilares del cielo son en número de siete, hay siete espacios, siete constelaciones, siete grados, siete pueblos en lo alto, siete pueblos en lo bajo, siete tierras, siete mares, siete ríos. Los días del principio son siete, siendo el séptimo el sábat para YHVH, día totalmente sábat. (Verdier, tomo I)152

En realidad la construcción del templo de Salomón a la que tanta importancia otorga la Tradición Hebrea no está sino sustentada en esa edificación ideal emanada del Principio, y es su proyección en un momento determinado, al tiempo que un medio de realización espiritual para los obreros que lo erigen. Estos artesanos, al igual que todos los que se suman a la labor de regenerar al universo con otros soportes, como el de la misma escritura que se fija en el Zohar, no viven su existencia como una carrera de méritos para ascender gradas exteriores según patrones prefijados, ni aspiran a ser siempre "algo más" en un ficticio mundo de categorías y estamentos, sino que simplemente se suman al discurso siempre vivo que la deidad labra en sus corazones, y participan del rito reiterado de ser todo lo que es, en el eterno presente.

La palabra behibanoto (en su construcción) indica que el templo se construyó él mismo; entonces, ¿por qué hablar de la intervención de Salomón y de sus artesanos? (…) En realidad todo se cumple (dentro del templo) por sí mismo, de manera extraordinaria y prodigiosa. Desde que los artesanos empezaron a laborar, la misma obra les enseñó cómo operar con ella, de una manera desconocida hasta entonces. Y ello porque la bendición del Santo, bendito sea, residía en sus manos. Está escrito "su construcción" (behibanoto), es decir, que el templo se erigía él mismo: él enseñó el procedimiento de construcción a los artesanos, la forma de empezar su ejecución; el plan (rechima) de la obra; y los artesanos, sin sacarle los ojos de encima, lo leían y trabajaban, hasta que toda la Casa fue acabada. Y aun está escrito: "Una piedra completa de la cantera (massa)" (I Reyes 6, 7). La palabra chléma (completa) está escrita de manera defectuosa –le falta la letra yod–, lo que permite leer chlomo, y ciertamente, se trata de la "piedra de Salomón". La palabra massa significa que las piedras fueron transportadas desde lo alto y al llegar a la tierra se depositaron cerca de los artesanos que se desplazaron involuntariamente, aunque ignoraban lo que estaban realizando. "Y ni martillo ni hacha, ni ningún otro instrumento de hierro se oía" (ibid). Y ello porque el chamir [un insecto que desbasta las piedras] talló las piedras sin que se oyera ningún sonido. Ningún otro instrumento fue necesario para ejecutar la obra. Todo se cumplió de manera extraordinaria y prodigiosa. (…) Desde que es alcanzado este nivel de despliegue, desde que adviene la palabra gracias a la fuerza de la voz, "La casa está en construcción". No está escrito: "Cuando la casa fue construida", sino "está en construcción", lo que indica que siempre está en vías de efectuarse, a cada momento, sin excepción. (Verdier, tomo I)

Y para percibir la total identidad de la estructura macrocósmica y microcósmica:

Ved cuán grandes son las obras del Santo, bendito sea, puesto que el moldeado y la forma del hombre es igual a la del mundo. En efecto, cada día sin excepción el Santo, bendito sea, crea los mundos: casa todas las parejas, cada una según le conviene en propiedad. (Verdier, tomo I)

Otro símbolo del Universo vinculado estrechamente al arte de la construcción y en el que el Zohar se explaya es el de los Palacios, en número de 7 o de 9, que se corresponden con las 7 sefiroth de construcción o con las nueve emanaciones sin contar a Kether, edificaciones que a veces se presentan como concéntricas, y que mantiene analogías con los planetas, con entidades angélicas, con vicios y virtudes, colores, piedras, o sea con las diversas simbólicas equiparadas a los paisajes del alma en su viaje de ascenso o retorno a su verdadera morada eterna:

En lo alto se alojan siete Palacios que forman el secreto de la suprema confianza; abajo se alojan otros siete Palacios en correspondencia con los primeros, pero uno de éstos está escondido y permanece reservado arriba. Todos estos Palacios realzan el Secreto supremo, puesto que cada uno guarda un parecido con lo alto y un parecido con lo bajo, de suerte que ellos comprenden y figuran su secreto de lo alto y la figura del secreto de lo bajo. Gracias a ellos se localiza la morada de Adán. Después de su expulsión del jardín del Edén, el Santo, bendito sea, reserva estos Palacios para las almas de los justos para que gocen a su conveniencia de la iluminación de la gloria suprema. Tal como hemos aprendido, cada uno de estos Palacios se ajusta a lo alto y a lo bajo. (Zohar, Traité des Palais, Verdier, tomo I)

O este otro pasaje:

La luz del pensamiento incognoscible se choca aún con la luz del velo y ambas se ponen a iluminar conjuntamente y devienen así nueve Palacios. Estos Palacios no son ni luces, ni soplos, ni almas, y aquel que pidiera en ellos subsistir no existe. La voluntad de las nueve luces, que en conjunto subsisten en el pensamiento… Pero ellas no llegan a adherirse y permanecen fuera de la puerta. Estos Palacios no existen ni dentro de la voluntad, ni dentro del pensamiento, se los toca pero no son tocados. En estos palacios residen los secretos de la confianza. Todas estas luces procedentes del secreto del pensamiento supremo son denominadas Infinito (Ein-sof). Hasta aquí las luces alcanzan y no alcanzan y escapan al conocimiento: allí no es ni voluntad ni pensamiento. Cuando el pensamiento ilumina, y uno no sabe por qué ilumina, se viste y se encierra dentro del Discernimiento (Binah), después ilumina lo que ilumina y uno penetra el otro, hasta que no constituyen sino una unidad. En cuanto al secreto del sacrificio, estando la ofrenda sobre el altar, todo se anuda, lo uno con lo otro, y se iluminan mutuamente; desde este momento todo se mantiene dentro de la elevación, y el pensamiento se corona de Infinito. La luz por la que el pensamiento supremo ilumina se denomina Infinito. A partir de él, [el pensamiento] existe, toma consistencia e ilumina lo que ilumina: ahí encima todo reposa. Feliz la parte de los justos en este mundo y en el otro. (Verdier, tomo I)

Pero en muchos otros momentos, esta estructura orgánica se revela a través de la imagen del Arbol, que como ya hemos apuntado más arriba, se reafirma en el Zohar como pantáculo o modelo sintético del Universo:

Ven y mira. El Arbol de la vida comprende muchos grados, distintos unos de otros, y todos son uno. Dentro del Arbol de la vida hay grados superpuestos: ramas, hojas, cortezas, tronco, raíces, y cada uno de ellos es el árbol. De esta manera, los que se entregan a la Torah, se perfeccionan y se adhieren al Arbol de la vida. Y todos los adeptos de la Fe, los israelitas en su totalidad, se adhieren al Arbol de la vida, todos están verdaderamente unidos a este árbol; algunos lo están al tronco, otros a las ramas, otros a las hojas, otros a las raíces, en fin, todos están unidos al Arbol de la vida. (Verdier, tomo III)

En el centro de la obra de construcción cósmica, y completándola, el Zohar ubica una y otra vez al ser humano, creado a imagen y semejanza de la deidad, expresándose incluso el relato cosmogónico a través de una simbólica antropomórfica. Este tema es recurrente en la Cábala, abordándose bajo diversas perspectivas. Y nos preguntamos ¿a qué se deberá tal reiteración? Ante todo, la narración de la Creación y la del ser humano que la culmina es un mito, una expresión simbólica que insinúa o evoca un hecho tan majestuoso e inconcebible por la razón y la lógica formal que se recurre al soporte del lenguaje de la reminiscencia. La Creación en su sentido más amplio, que abarca la totalidad del Ser Universal, con sus cuatro mundos o planos tan nítidamente señalados en el diagrama del Arbol de la Vida, no es una cuestión cronológica, mucho menos una fantasía o especulación de la mente humana, ni un soporte para justificar un sistema mecánico, rígido y paralizante del mundo, sino algo mucho más inmenso y trascendente. Si así pudiera decirse, es la "decisión" del Infinito supraconsciente de tomar conciencia de sus posibilidades de ser, y al pensarlas, "inventa" la Manifestación Universal, le asigna un "lugar", siendo el ser humano, la criatura, a la que se otorga la función de intermediario, cual nexo o bisagra que puede vivenciar por la intuición intelectual la paradójica no dualidad entre las posibilidades de ser y de no ser, es decir, experimentar la Suprema Identidad. Lo supracósmico determina en el Principio todas las posibilidades de ser, y en un gesto de una generosidad y gratuidad sin par, emana y derrama desde su cara oculta153, inimaginable, un manantial de posibilidades arquetípicas, formales y concretas en el receptáculo de su pequeña faz154, la Creación, despliegue simultáneo y jerárquico de emisores y receptores, de imágenes que se espejan en imágenes, las cuales hacen intuir ese rostro oculto que subyace en todo, que es su origen y destino y al mismo tiempo trascendente a cualquiera de sus producciones. Y todo este misterio se sintetiza en el ser humano. Una de las simbólicas con las que el Zohar evoca cuestiones tan asombrosas es la de los dos Rostros:

La blancura de la Cabeza se expande en trece direcciones: cuatro hacia delante, cuatro hacia el lado derecho, cuatro a la izquierda y una por encima de la Cabeza. De aquí que la longitud de la Cabeza se extienda a trescientas setenta veces diez mil mundos. Cuando es visto bajo esta forma se le llama "Gran Rostro". Al anciano entre los ancianos se le conoce por el nombre de Gran Rostro, mientras que visto desde fuera, es decir a través de las cortinas es llamado el "Pequeño Rostro". El Pequeño Rostro corresponde exactamente al Anciano, al Viejo, al Santo entre los santos. (El Zohar. Ed. Obelisco)155

O este fragmento:

Cuando el Pequeño Rostro mira al Anciano, su semblante se ensancha y va engrandeciéndose, sin que llegue siempre a ser del mismo tamaño que el Anciano. En ese momento todo lo que está aquí abajo se afianza. Un hilillo blanco pasa de la Cabeza del Anciano a la del Pequeño Rostro y de éste pasa a las innumerables cabezas del mundo inferior. (Ibid., III, 128b)

Y sintetizando:

El Anciano entre los ancianos y el Pequeño Rostro son una misma cosa; todo lo que ha sido y todo lo que será. No es susceptible de transformación; nunca ha cambiado ni cambiará jamás. Es el centro de toda perfección. Es la imagen que abarca todas las imágenes, la imagen que encierra todos los nombres, la imagen que se ve por doquier y bajo toda forma, pero sólo como reproducción y pintura, ya que nadie Lo ha visto ni nadie puede ver la imagen real y auténtica. La reproducción más fiel al original es la imagen del hombre. Todos los mundos de arriba y de abajo están comprendidos en la imagen de Dios. El Anciano sagrado y el Pequeño Rostro son la misma imagen. Pero, te preguntarás, ¿qué diferencia hay pues entre uno y otro? El todo es una balanza, en cuyo peso está la Clemencia y en el contrapeso, el Rigor. ¿Forman ambos [el equilibrio de] las dos balanzas? De ninguna manera; depende de nuestras obras que el peso se decante a uno u otro lado. Estos misterios solamente son confiados a quienes cultivan el campo sagrado, tal como está escrito: El Señor confía Su secreto a quienes le temen (Sal. 25, 14). (Ibid., 141a-141b)

El importante tratado Sifra di-Tzeniutha156parte del Zohar correspondiente a la Parashat Terumah,II 176b-179a– es en sí una síntesis de toda la Cábala y allí está todo explícitamente explicado, aunque con las claves y las figuras propias, es decir los símbolos, de la lengua de los cabalistas. Como en el caso de Puertas de Luz de Chiquitilla, el comentar este libro es asaz dificultoso ya que al tener que citarlo o subrayarlo sería el caso de subrayarlo todo, tal la riqueza de sus contenidos en su expresión enigmática. Empero, trataremos de hacerlo para ilustrar a nuestros lectores, indicando apenas algunos pasajes que no hayamos destacado hasta el momento en el Zohar u otros donde creemos se ofrecen nuevas perspectivas, o luces, sobre los aspectos que ahora estamos estudiando.

Este opúsculo tan críptico, complicado de descifrar aplicando sólo la lógica racionalista, logra sintetizar en cinco capítulos el extracto de la enseñanza cosmogónica de la Cábala, haciendo hincapié en una simbólica antropomórfica de la deidad (es frecuente la alusión a la cabeza, los ojos, la frente, la nariz, las mejillas, la boca, la cabellera, la barba, el corazón, etc.) que constantemente apela a una realidad otra, supranatural o suprahumana, trascendente a todo lo limitado, pero inmanente en todas sus producciones. He aquí un fragmento ilustrativo correspondiente al capítulo 2:

Primera forma de la cabeza: un cráneo extendido por todos los lados. Un rocío abundante, ligero, de dos colores.

Segunda forma: tres cavidades en las que son reveladas las letras escritas.

Tercera forma: negras, desde cuatro, suspendidas sobre las aberturas curvadas, de tal manera que él no puede oír. Una derecha y una izquierda, allí, en lo alto, un sendero, estrecho.

Cuarta forma: una frente que no se enrojece de cólera contra el mundo. Excepto cuando la voluntad lo observa.

Quinta forma: ojos de tres colores; para que se tiemble ante ellos, están lavados en una leche pura. Está escrito (Isaías 33, 20) "Tus ojos verán Jerusalén, ciudad apacible". Y está escrito (Isaías 1, 21): "la justicia se albergará en ella". "Ciudad apacible" designa al Anciano, que está escondido. Está escrito: "Eneka (tu ojo)".

Sexta forma: la nariz para hacer conocer la faz del Pequeño Rostro. Tres llamas arden en las ventanas de su nariz.

Séptima forma: un grado profundo para comprender el bien y el mal. Está escrito (Isaías 42, 8): "Yo, YHVH, ese es mi nombre". Y también está escrito (Deuteronomio 32, 39): "Yo doy la muerte y doy la vida". Y también está escrito (Isaías 46, 4): "Yo os llevaré (…) yo me encargaré, yo me encargo de ello". (Salmos 100, 3): "Él nos ha hecho, y no nosotros". (Job 23, 13): "Y él, en Uno; ¿quién le hará retractarse?". "El", así es nombrado. Aquel que está escondido y que no se puede encontrar. "El", aquel inimaginable de lo Alto. "El", aquel que no puede ser designado por ningún nombre.

La construcción que emana del Santo, bendito sea, se presenta en este libro tal cual es, sin maquillajes ni disminuciones, como una gran guerra entre las indefinidas potencias o fuerzas universales, que en todo momento se enfrentan, luchan, vencen unas y son derrotadas las otras; se armonizan, se ajustan, atacan y se defienden. Tensión que en realidad es la conjugación de dos polaridades que se equilibran en todas las esferas, mundos o planos por intermediación de la energía del Amor, la cual mantiene al Universo fuertemente cohesionado. La Tradición judía siempre ha contemplado la guerra como una simbólica sagrada, y el cabalista, de una manera especial, la reconoce como una de las formas en que se expresa el convulso despliegue del Cosmos y la experimenta simultáneamente en su recorrido iniciático, pues sabe que la conquista del estado de conciencia de unidad no es un tránsito tibio e insípido por mundos idílicos y sin conflictos, edulcorados o aromatizados por la ilusión y la evanescencia, sino una lid mantenida con las huestes aparentemente opuestas que gracias a ingentes labores de alquimia espiritual son equilibradas, transmutadas y trascendidas. El siguiente fragmento del capítulo 5 del Sifra di-Tzeniutha da idea de esa batalla librada a cada instante, de la que sólo sale vencedor el que logra identificarse –luego ser uno– con el Uno:

22.- Son poderosos aquellos quienes existen desde la eternidad. Esto es, desde el mundo supremo. Los hombres del nombre, quienes se ejercitan ellos mismos en el nombre.

23.- ¿En qué nombre? en el Nombre Sagrado, donde ellos se ejercitan a sí mismos, y no en los sagrados inferiores. Aún más, no pueden ejercitarse a sí mismos salvo en el nombre.

24.- Se dice abiertamente "los hombres del nombre", y no "los hombres del Tetragrammatón". No (usan pues el nombre) con respeto hacia el misterio de lo Arcano. Ni aún en una forma diminutiva. Tampoco con ninguna disminución. Porque su correcta pronunciación está velada y oculta

25.- Los hombres del nombre están abiertamente aparte de la concepción general del hombre.157

NOTAS
149 En otro libro de su puño, Moisés de León expresa de esta manera la determinación del Principio: "De ahí emergió un punto misterioso, cabeza de todos los grados y de todos los otros Espejos, comienzo de toda la existencia. Porque la Corona suprema, bendito sea su nombre, no es un comienzo [porque no es nada]. Ya hemos indicado al principio que existen diez palabras. Y nuestros maestros, que su memoria sea una bendición, han dicho: '¡Entonces hay nueve!', a saber: la Corona suprema misteriosa y oculta, no forma parte de la cuenta y no entra en su conjunto. Volvieron a la carga y declararon: 'Al comienzo' (béréshit) es también una palabra. Dicho de otra manera: se le llama palabra. Y si tienes ojos para ver podrás hurgar y penetrar este tema, y hacer un movimiento del intelecto tan rápido, como una lagartija, en dirección del secreto del ardor de este grado y [buscar] cuál es el tema al que [nuestros maestros] han hecho alusión". (Moisés de León. Le Sicle du Sanctuaire. Chéquel ha Qodech. Verdier, Lagrasse, 1996).
150 "La inteligencia (binah) es una cosa que sobreviene por la contemplación desvinculada de cualquier otra ocupación, y aún más (fol. 364b-365a): 'el pensamiento no es verdaderamente digno de este nombre si no es que el espíritu es límpido y puro, desembarazado (barur) de todo desperdicio (pessolet) y de toda preocupación corporal […], ya que al descartar o poner por separado todos los desperdicios [del espíritu] y gracias a su limpieza y purificación, el pensamiento ya no se asocia a nada corporal y deviene puro y sutil, de una limpidez despierta, y entonces es digno de ser nombrado pensamiento. Cuando el hombre comienza a ocuparse de cuestiones tocantes a la inteligencia, y la busca y la refleja, lo que emerge al descartar los desperdicios es la sabiduría […]; la sabiduría desembarazada (ha-mitbarer) de los desperdicios (pessolot) es la sabiduría por la que el hombre se eleva". (Verdier, tomo III correspondiente al libro de Moisés de León: Traité sans titre).
151

Dice Moisés de León respecto a la relación entre la Inteligencia y el Rigor: "Fuerza (Guevurah). Es llamada con el nombre de Potencia y de fuerza por la energía del juicio y por su ardor. Tal como un héroe dispuesto a partir a la guerra, así es este lugar, que es el lugar del juicio, de su energía, y de su ardor para blandir el instrumento de Su cólera. Y esta es la dimensión de la Izquierda llamada Izquierda del Lugar, bendito sea. Y comprende que aunque ella sea juicio y lugar de juicio, despierta sin cesar el amor hacia la Hembra, como está dicho: "Su izquierda está bajo mi cabeza" (Cant. 2, 6). (Moisés de León, Le Sicle du Sanctuaire, obra citada).

152 No podemos dejar de ver la correspondencia entre este simbolismo constructivo que asigna a 3, 4 y 7 el número de columnas que sostienen el cosmos y el símbolo de la piedra cúbica en punta de la Masonería, así como el análogo alquímico de la piedra filosofal que alude a los 3 principios: azufre, mercurio y sal y a los 4 elementos: fuego, aire, agua, tierra; simbólicas todas ellas que revelan el orden cosmogónico y el proceso inverso de realización espiritual del iniciado.
153 Esta idea se conoce en hebreo como Arik Anpin, idéntico al término griego Macroprosopos, y significa el "Rostro Mayor", correspondiéndose con el mundo de Atsiluth, la Creación increada o la Ontología.
154 Zeir Anpin o Microprosopos, es decir, "Rostro menor", que engloba los mundos de Beriyah, Yetsirah y Asiyah, que como ya sabemos se corresponden respectivamente con el mundo de la Creación, el de las Formaciones sutiles y el de la Concreción material.
155 El Zohar. (Selección). Traducción Carles Giol. Ed. Obelisco, Barcelona, 1996.
156 Emplearemos la traducción de Paul Vulliaud autor de un libro llamado La Kabbale Juive, en dos tomos, conjuntamente con la de MacGregor Mathers, The Kabbalah Unveiled. Weiser, N.Y., 1993.
157 Versión de MacGregor Mathers. The Kabbalah Unveiled. Samuel Weiser, Inc., York Beach, Maine, 1993.