PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO V
LA CABALA EN ALEMANIA (5)

Jacob Böhme (1575-1624)
Todas las personas con las que estamos tratando se entregaron al Conocimiento hasta el borde final de sus existencias, donde éstas cobran su verdadero sentido y esto declarado o supuesto por todos esos cabalistas que conociendo que su lucha contra el medio es imposible sin embargo la efectúan hasta el momento postrero, sabiendo que perder o ganar son cuestiones relativas, y que perder en un orden es ganar en otro y viceversa.348 Pero intentan el gesto a cada instante, esto es, realizan el rito de la memoria o de la actualización de la Conciencia Universal, en el sentido de sumarse a la encarnación del Ser y del Verbo que lo conforma.

De todo esto nos da cuenta Jacob Böhme a través de sus visiones e intuiciones intelectuales directas. Este ser de apariencia frágil nacido cerca de Görlitz no se dedicó a las tareas agrícolas de su familia y aprendió el oficio de zapatero, además de los rudimentos de lectura y escritura en su lengua natal, y sin embargo, su producción literaria llegó a ser de una magnitud, valor espiritual y profundidad tal que uno no puede más que ver ahí la irrupción de unas influencias suprahumanas. ¿Cómo explicar si no tal prodigio? El mismo nos responde:

En esta búsqueda, en este ávido y cristiano deseo (por el que padecí muchas repulsas, si bien al fin resolví arriesgarme antes que renunciar), se me abrió la Puerta, y en un cuarto de hora vi y supe más que si hubiera estado muchos años en una Universidad, cosa que admiré sobremanera y por la que di gracias a Dios. (…)

Lo veía como una gran profundidad interior, pues había tenido una visión completa del Universo, como un complejo y completo impulso en el que todas las cosas están guardadas y arropadas; pero me era imposible explicarlo.

Esto no obstante, me abrí a mí mismo, de cuando en cuando, como hace una planta tierna. Estuvo en mí durante unos doce años, como si estuviese creciendo. En mi interior tuve una poderosa instigación antes de poder sacarla en forma externa de escritura; pero escribí con el principio externo de mi mente cuanto pude comprender.

Después, no obstante, el sol me alumbró por un buen espacio de tiempo, pero no constantemente, ya que a veces el astro se escondía y entonces no conocía ni entendía muy bien mi tarea. El hombre debe confesar que sus conocimientos no son suyos sino que proceden de Dios, quien manifiesta las Ideas de Sabiduría al alma, en la medida que a El le place.349

Siempre nos habían subyugado los enigmáticos grabados de Böhme que aparecen en sus obras, y su contemplación nos transportaba a esos mundos invisibles y secretos, estancias internas del alma que la luz de los símbolos pueden insinuar, aunque también ese rayo directo que no necesita de mediador y que a él le “visitó” en diversas oportunidades.

Y ahora afloran las palabras que acompañan o complementan ese discurso –fruto de la inspiración, de la recepción inmediata del Noûs en la copa de su corazón en permanente lucha–, como un caudal irrefrenable de imágenes que se suceden y superponen, de símbolos verbales y visuales que se conjugan. Siguiendo con sus confesiones:

Si no entiendes este escrito, busca el humilde Corazón de Dios, y esto pondrá una semilla del árbol del paraíso en tu alma; y si tienes paciencia, de esta semilla crecerá un árbol recio, como le sucede a este autor. Porque éste ha de ser apreciado como una persona simple, en comparación con los demás sabios; pero Cristo dijo: Mi poder fortalece al débil; mi Padre se complace en ocultar estas cosas del sabio y el prudente; y se las ha revelado a los pequeñuelos y los lactantes; la sabiduría de este mundo es una locura ante tu vista. Y aunque ahora los hijos del mundo son más listos en su generación que los hijos de la luz, su sabiduría es corruptible, y esta sabiduría, en cambio, es eterna.350

El meollo del asunto está en reconocer la auténtica genealogía del ser humano, y aunque por el mero hecho de verse abocado a la generación lo está también a la corrupción y la degradación –lo que es una ley cósmica universal–, siempre se da la posibilidad de recuperar la esencia luminosa y diáfana del origen supraceleste. Esto obliga a emprender un enorme combate contra las ligaduras y límites, o sea, a segar sin contemplaciones las ideas preconcebidas de una individualidad entrenada a percibir lo egótico como lo mejor, y a abrirse entonces a la cuestión nuclear de la identidad: el gran misterio insondable que halla en el Ser su campo de reflexión; luego se trata de conocer al Ser, y al irse identificando con él, experimentar el Absoluto misterio que lo ha concebido, imaginado, diseñado, y conformado.

Por lo general son tantos los miedos, dudas, comodidades, perezas, engaños, justificaciones, etc., que uno se contenta creyéndose descendiente de especies inferiores y pensando que todo se resuelve dentro de los límites del cuerpo y la psiqué. Pero no todos los hombres se creen este cuento, y lanzando por la borda la mentalidad burguesa de la autocomplacencia, rasgan sus caducas vestiduras de piel y reconocen cuál es su verdadera túnica, que no se visten tras méritos acumulados o por una esforzada persecución, sino que descubren que es su auténtico equipaje, lo que son, un cuerpo de luz, y aún más, la luz increada del Principio, y la “más que luminosa oscuridad de la esencia”, al decir de los cabalistas.

El primer libro que escribió Böhme lo tituló Aurora,351 y eso fue después de doce años de haber tenido una visión en la que se le reveló todo el orden universal reflejado en el fondo oscuro de una vasija de estaño que estaba colgada en su taller. En este voluminoso libro ya dice todo, y lo empieza apoyándose en la simbólica universal del árbol:

Benévolo lector: Comparo toda la PHILOSOPHIA, ASTROLOGIA y THEOLOGIA junto con su madre, a un precioso árbol que crece en un bello jardín placentero. La tierra en que enraíza el árbol le da siempre savia de la que el árbol tiene su cualidad vital. Y crece el árbol en sí mismo de la savia de la tierra y se hace grande y se ensancha con sus ramas. (…) Advierte lo que he indicado con esta comparación. El jardín de este árbol significa el mundo; el campo, la Naturaleza; el tronco del árbol, las estrellas; las ramas, los elementos; los frutos que en el árbol crecen significan a los hombres; la savia en el árbol significa la clara Divinidad. Ahora, los hombres fueron hechos de la naturaleza, las estrellas y los elementos. Mas Dios el creador domina en todas las cosas igual que la savia en el árbol entero. Pero la naturaleza tiene en sí dos cualidades hasta el día del juicio de Dios: una amable, celestial y santa, y otra colérica, infernal, sedienta.352

Esta tensión la vivió en propia piel, pero no como algo particular o circunscrito a su persona, sino como la permanente lid y conciliación de dos corrientes o energías complementarias que se sintetizaban en el modelo del Arbol de la Vida:

Lo pasado, lo presente y lo futuro, así como la anchura, la hondura y la altura, lo lejano y lo cercano, en Dios es como una cosa, una capacidad; y el alma santa del hombre lo ve también, pero en este mundo sólo fragmentariamente. Tócale también a menudo no ver nada, pues el demonio con la fuente colérica que hay en el alma la pone duramente en aprietos y tapa con frecuencia a la noble semillita de mostaza. Por eso ha de estar el hombre de continuo en lucha.

De este modo y con este conocimiento del Espíritu, quiero escribir este libro sobre Dios nuestro Padre en quien es todo y El mismo es todo; quiero tratar de cómo todo resultó distinto y creatural y cómo todo se impulsa y mueve en el entero árbol de la Vida.353

Y de su Mysterium Magnum citamos:

De modo que entonces la propiedad lo ata a la carne, pero con el alma camina en Dios, y en el viejo hombre nace un nuevo hombre espiritual de voluntad y sentido divinos, que mata diariamente el deseo de la carne, y, por la fuerza divina, hace del mundo, como vida exterior, el cielo, y del cielo, como mundo interior espiritual, el mundo visible, es decir, de modo que Dios se hace hombre, y el hombre, Dios, hasta que el árbol llega a su mayor altura y produce sus frutos a partir del Mysterium Magnum, de la ciencia divina; es entonces cuando desaparece la vieja corteza y surge un árbol espiritual de la vida en el campo de Dios.354

Böhme explora la metafísica del lenguaje, que brota de ese ámbito insondable supracósmico y que se propaga, a la par que los conforma, por todos los mundos manifestados, incluido el ser humano, miniatura del universo. Por lo tanto, quien se hace permeable a ese manantial y no le pone obstáculos permite que el Verbo fluya a su través. Aquí se comprende que todas esas palabras que Böhme fue escribiendo, –impensables para un ser que nunca se graduó en universidades y que siempre huyó de los eruditos y que se reconocía un verdadero ignorante–355 fueran una clara irrupción del Verbo, como bien se aprecia en lo que sigue:

No podemos decir que el mundo exterior sea Dios o el Verbo; o que el hombre exterior sea Dios: Este es sólo el Verbo expresado, que se ha unido fuertemente con los elementos. Yo afirmo que el mundo interior es el cielo donde Dios mora, y que el mundo exterior lo expresa el interior, a través del impulso del Verbo eterno, confinado entre un principio y un final.

El mundo interior vive en el Verbo eterno. El Verbo eterno habla con el Ser a través de la Sabiduría, que surge de sus propios poderes, de sus colores y de su virtud, como el gran misterio de la eternidad. Este Ser es la respiración del Verbo en la Sabiduría, posee la fuerza de generarse a sí mismo y se introduce en los distintos sistemas según la generación del Verbo eterno o, como podría decir, por la Sabiduría del Verbo.

Por consiguiente no hay nada ni cerca ni lejos de Dios; un mundo está en el otro y todos forman uno, tal como el alma y el cuerpo están uno en el otro, o como el tiempo y la eternidad. El Verbo eterno todo lo gobierna; trabaja de eternidad a eternidad; y aunque no puede ser comprendido ni concebido, su obra es concebida, porque es el Verbo formado, del que el Verbo que obra es la vida.

El Verbo eterno es la divina comprensión o sonido. Lo que se transforma desde el amor-deseo en sistemas o formas es el entendimiento natural y material que estaba en el Verbo; como suele decirse, en El estaba la vida y esa vida era la luz de los hombres.

La armonía de oír, ver, sentir, gustar y oler es la verdadera vida intelectiva. Cuando una fuerza penetra a la otra, se abrazan en el sonido; y cuando se funden en una sola fuerza se despiertan mutuamente y se conocen entre sí. En este conocimiento estriba el verdadero entendimiento que, según el carácter de la eterna sabiduría, es inconmensurable y abismal, siendo del Uno que es el Todo.

Por lo tanto sólo una voluntad, si es alumbrada con la luz divina, puede brotar de este manantial y mantener la infinidad, de cuya contemplación ha escrito esta pluma.356

Quizás por eso escribiera un pequeño opúsculo que tituló Llave o explicación de los diversos puntos y términos principales empleados por Jacob Böhme en sus obras;357 o sea, que se dispuso a dar las claves para descifrar ese gran enigma que es el universo, que se revela en toda su majestad a través de códigos, números, letras que generan términos, los cuales tienden a renovarse lo que hace del lenguaje una imagen móvil de la inmutabilidad. Citaremos tres de ellos:

Del verbo eterno de Dios

La Escritura Santa dice que Dios ha hecho todas las cosas por su Verbo, y que Dios era el verbo (Juan, I). Concebidlo así.

El Verbo no es otra cosa que la voluntad exhalante de la potencia, una separabilidad de la potencia en muchas potencias, una partición y una emanación de la Unidad, de donde surge la ciencia, puesto que en una esencia única, donde no hay divisibilidad alguna y que es una, allí no hay ciencia, ya que si la hubiera, esto no lo sabría más que ella misma; pero cuando se divide y separa, la voluntad que separa pasa a la cantidad, y cada separación opera en ella misma.

Mas no pudiendo dividirse ni separarse la unidad, la separación permanece en la voluntad exhalante de la unidad, y la voluntad de la exhalación no produce sino variedades, por las cuales la voluntad eterna, así como la alegría y la emanación se cualifican con las ciencias de las formas infinitas, o de la inteligencia, es decir con una ciencia eterna, positiva y sensible de las potencias, con la cual, en la separación de la voluntad, un sentido o una forma de la voluntad ve, siente, gusta, huele y oye a la otra, no siendo más que un efecto delicioso, como el gran vínculo de la alegría y el amor, y el ser benéfico único.358

Aquí va el segundo:

De la Sabiduría divina

La Santa Escritura dice que la Sabiduría es el soplo de la virtud divina, un rayo y una respiración de la Toda-potencia. Dice además que Dios ha hecho todas las cosas por su Sabiduría. Concebidla así.

La Sabiduría es el Verbo pronunciado de la potencia, de la ciencia y de la santidad de Dios; es un sujeto o un reflejo de la unidad insondable, un ser en el cual el Espíritu Santo opera, forma y figura; concebid que él forma y figura la inteligencia divina en la Sabiduría, pues ella es pasiva, y el espíritu de Dios en ella es lo activo o la vida, como el alma en el cuerpo.

Ella es el gran misterio del género divino, pues en ella se manifiestan las potencias, los colores y las virtudes: ella encierra la divisibilidad de la potencia, es decir, la inteligencia; la sabiduría es ella misma la inteligencia divina, es decir la contemplación divina, donde la unidad se manifiesta: ella es el verdadero caos divino, que encierra todo como una imaginación divina, donde la idea de los ángeles y de las almas ha sido vista desde la eternidad, en una semejanza divina; no como una de sus criaturas, sino como un reflejo, tal como un hombre se ve en un espejo. Es por ello que la idea angélica y humana deriva de la Sabiduría, y ha sido transformada en una imagen, pues Moisés dijo: Dios creó el hombre a su imagen, es decir: Dios creó el cuerpo, y le inspiró el hálito del efluvio divino de la inteligencia divina, de todos los principios de la manifestación divina.359

Y finalmente el tercero:

Del gran Misterio

El gran Misterio es un sujeto de la Sabiduría, de donde surge el Verbo que respira, o la virtud activa y deseosa de la inteligencia divina por la Sabiduría, y de donde emana también la unidad de Dios para manifestarse, pues en el gran misterio se organiza la naturaleza eterna, y se comprenden siempre en el gran misterio dos esencias y dos voluntades.

Sabed: una de las esencias es la unidad de Dios, es decir la potencia divina, la sabiduría emanante. La otra esencia es la voluntad separable, que procede del Verbo que respira y pronuncia, que no tiene su base en la unidad, sino en la movilidad del efluvio, o de la exhalación que se cualifica con la propia voluntad, y con el deseo de la naturaleza, es decir, con las cualidades a excepción del fuego y de la luz, estando la vida natural comprendida en el fuego, y la vida santa en la luz, como una manifestación de la unidad, por cuya manifestación es un fuego de amor o una luz: es en este lugar o en esta calificación que Dios se nombra como un Dios bueno y misericordioso, según el amor acre, ardiente de la unidad, y como un Dios colérico, celoso, según la base ígnea de la naturaleza eterna.

El gran Misterio es el caos, de donde, desde la eternidad, surgen y devienen manifiestas la luz y las tinieblas, es decir, el fundamento del cielo y de la tierra: pues el fundamento que denominamos del infierno, es decir un principio propio, es la base y la causa del fuego de la naturaleza eterna, fuego que en Dios no es sino una inflamación del amor; y donde Dios no es manifiesto, según la unidad, en una cosa, es un ardor doloroso. Este ardor de fuego no es sino una manifestación de la vida y del amor divino, y a través de este fuego ardiente, el amor divino, es decir, la unidad, se inflama y se afila por una calificación ígnea en la potencia de Dios.

Es por lo que este principio se denomina el gran Misterio o el Caos, de donde provienen el mal y el bien, es decir la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, la alegría y el sufrimiento, la felicidad eterna y la condena, ya que es el principio de los ángeles y de las almas, y de todas las criaturas eternas, tanto malas como buenas; un fundamento del cielo y de los infiernos, del mundo visible y de todo lo que existe; todo estaba encerrado en un principio único, igual que una estatua está encerrada en un bloque de mármol antes que el artista la esculpa o la forme, si bien no puede decirse del mundo espiritual que haya tenido un principio sino que se ha hecho manifestado a partir del Caos desde la eternidad, ya que la luz tiene, desde la eternidad, las tinieblas en sí y las tinieblas no han podido comprehenderla, del mismo modo que el día y la noche son el uno dentro del otro y que los dos son no obstante en uno. Es necesario que hable de cada uno aparte, como si hubiese habido un principio, para reflexionar sobre el principio divino de la manifestación divina, del mismo modo que hay que distinguir la naturaleza de la divinidad, de donde proviene el mal y el bien y que es el ser de todos los seres.360

NOTAS
348
349 Jakob Boehme, Las confesiones. Ediciones Abraxas, Barcelona, 2001, pág. 26-27. Y en otro lugar señala: "Así pues, no he escrito sobre ciencia o teoría del hombre a partir de aprendizaje en libros, sino a partir de mi propio libro, abierto en mí como noble imagen de Dios; el libro de la figura noble (a saber, del fiel trasunto de Dios) me fue dado leerlo, y en él encontré mi estudio, como un niño en la casa de su madre, que ve allí lo que hace el padre y lo imita en su juego infantil; no me es lícito otro libro que ése". Citado en: Isidoro Reguera, Jacob Böhme. Ed. Siruela, Madrid, 2003, pág. 39.
350 Las confesiones, op. cit., pág. 57-58.
351 Jacob Böhme, Aurora. Ediciones Alfaguara, Madrid, 1979. Prólogo, traducción y notas de Agustín Andreu Rodrigo
352 Ibid., pág. 5-6.
353 Ibid., pág. 24.
354 Citado en Isidoro Reguera, Jacob Böhme. Siruela, Madrid, 2003, pág. 160-161.
355
356 Las confesiones, op. cit., pág. 100-101.
357 Jacob Böhme, Clef ou explication des divers points et termes principaux précedée de la vie et de la mort de Jacob Böhme. Arché, Milán, 1977.
358 Ibid., pág. 10-11.
359 Ibid., pág. 12-13.
360 Ibid., pág. 14-15.