PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO V
LA CABALA EN ALEMANIA (5)

Jacob Böhme (1575-1624) (Continuación)
Es más que evidente la influencia de la Cábala en la teosofía de Böhme, pero aportamos además los siguientes datos ofrecidos por Agustín Andreu en el prólogo de la edición castellana de Aurora:

1617. Como consecuencia de la lectura manuscrita de Aurora, del aprecio creciente que sienten por Böhme los grupos de cristianos libres y de la correspondencia que mantiene Böhme, lo conoce el Dr. Balthasar Walther, “el más extraño de los amigos de Böhme” (Peuckert). Médico, paracelsiano, alquimista, teósofo, hombre de inmenso saber, acababa de viajar seis años por Arabia, Siria y Egipto, amén de los viajes danubianos, en busca de la verdadera Sabiduría. Se pasa tres meses ininterrumpidos en casa de Böhme, hablando: contestando y preguntando. De aquí resultó el conocimiento directo böhmiano de la Cábala. El Dr. Walther es quien le hizo las Cuarenta preguntas sobre el alma, de las que salió la obra homónima de Böhme. Es también quien le dio el nombre de “philosophus teutonicus”. Por su mediación conoció también a Christian Bernhard, que dejaría su oficio para convertirse en copista y secretario del “filósofo de la gente sencilla”. 361

Su exposición, impregnada de la simbólica cabalística, se aprecia también en este fragmento:

Pero por los portentos y la revelación de Dios se permite ver a muchos; se les permite que el Nombre de Dios se manifieste al mundo: No es a nosotros sino a El a quien servimos bajo esta luz. Nada sabemos de Dios; El, Dios, es nuestro conocimiento y nuestra vista; no somos nada si El no está en nosotros. Estaríamos ciegos, sordos y mudos, ni conoceríamos vida en nosotros, a no ser que nuestra vida, nuestra visión y nuestra obra sean las suyas.362

E igualmente en su concepción cosmogónica, donde identifica la triunidad de los principios emanados del Caos precósmico y siete atributos que se despliegan desde ese mundo, viéndolos a veces como las facetas de la deidad, o bien como las de la materia de la que se compone el universo, pero todo ello en consonancia con las siete sefiroth de construcción cósmica, cuyas equivalencias no coinciden siempre en la denominación, pues ya dijimos que el lenguaje es moldeable y adaptable a los tiempos y circunstancias, sin que eso signifique que sea arbitrario. En De signatura rerum. Signos de la alquimia eterna363 afirma:

Más allá de la Naturaleza sólo se halla la Nada, como reposo y silencio eternos. De esa Nada, brota, desde toda la eternidad, una voluntad hacia algo y ese algo que codicia no es otra cosa que ella misma, ya que sólo ella existe. Nada hay sino es la Nada. Esta codicia fundamental es la propiedad del hambre que solamente se sacia al hallarse a sí misma y esta deglución produce la oscuridad.

La voluntad se halla obligada a permanecer en las tinieblas y dado que ella quiere salir de ellas, se crea una segunda voluntad que tiende a la libertad. Esta tensión sólo puede conducir a la Nada. Cuanto con mayor fuerza desea la manifestación, más la voluntad primera se frena a sí misma, y esta lucha produce tres formas.

La codicia es la astringencia, que produce la dureza, la cual es una cerrazón, de donde procede el frío. Luego viene la expansión que aguijonea la dureza, causa del movimiento, que lucha contra la astringencia y que, sin embargo, la refuerza. Esta lucha produce una mezcla en la codicia que constituye la esencia y la ruptura, de ese desgarro perpetuo, procede la tercera forma, la angustia dolorosa.

Estas tres formas se exaltan y se activan más y más, engendrando unas a las otras, de modo que configuran a la Naturaleza que, como algo, se opone a la Nada libre, calmada e inmóvil.

De ahí nace la enemistad. Tal es el centro de la Naturaleza. Al comienzo, en el primer principio, es un espíritu; en el segundo, es un amor; en el tercero es entidad. Y en este tercer principio, las tres formas se denominan “Azufre”, “Mercurio” y “Sal”.

Y en otro momento, en cuanto al despliegue cósmico, agrega:

El cuerpo, en sí mismo, es muerte y enmudecimiento. Es manifestación del espíritu que contiene y del que recibe el signo. Lo que el espíritu es, en su acción incomprensible, el cuerpo lo es visiblemente. En él, una de las siete formas de la Naturaleza domina sobre las otras y cada una de ellas colabora siguiendo su respectiva fuerza esencial. Configuran el cuerpo según su respectivo rango; en cada cosa, según su género. Es la manifestación de la Sabiduría divina en el Verbo pronunciado, según el amor y la cólera.

Cada cosa posee, según su cualidad, un alma que constituye la semilla de otro cuerpo. Todo cuanto vive contiene su germen. Dios ha expresado todas las cosas en una forma, según su Verbo. Lo pronunciado es un vaciado del que pronuncia y contiene el verbo que es la semilla de otra imagen similar a la primera. Pronunciante y pronunciado operan conjuntamente.

En los tales, el que pronuncia es la eternidad; es el maestro de lo pronunciado, que actúa como operario. El que pronuncia produce la Naturaleza eterna y lo pronunciado aparece como Naturaleza temporal. Cada uno crea, en su concepción, dos propiedades; luz y tinieblas, donde reside el elemento esencial, que es uno en el que pronuncia y cuaternidad en lo pronunciado.

En sí, el elemento no es ni frío ni cálido, ni seco ni húmedo. Es una voluntad deseosa, en la que la Sabiduría eterna diferencia los colores según la cualidad de su deseo. En él no hay ni número ni fin. Con todo, en los cuatro elementos, hay un número, pues están individualizados desde el momento de su pronunciación y se han convertido en un vaciado del tiempo que forma, edifica y destruye.

Este reloj del tiempo consta de siete formas que exhalan un triple espíritu: vegetativo, sensitivo y racional. El primero se halla en los cuatro elementos; el segundo, en las siete formas y el tercero, en las estrellas. Mas el entendimiento viene de Dios mediante la Naturaleza eterna.

Toda vida procedente del Verbo pronunciado consiste en Sal, en Azufre y Mercurio, donde se hallan las siete propiedades de la vida del mundo, el triple espíritu mencionado.

El Azufre es la madre de toda espiritualidad y toda corporeidad. El Mercurio tiene la dirección y la Sal es la casa que Mercurio construye en el Azufre.364

Son muchísimos los estudios que se han dedicado a nuestro autor, y de ellos destacamos el fragmento de este artículo de J. Ferrari aparecido en un monográfico de la revista Le Voile d’Isis:365

Haría falta varios volúmenes para explicar las intuiciones de Böhme; él abraza por su alquimia visual y musical todas las cuestiones de la teología; expone uno a uno todos los problemas de la predestinación, de la libertad, del bien y del mal; vincula y entrelaza sus teorías con todas las tradiciones de la cábala, de la astrología, de las ciencias ocultas: no retrocede ante ningún detalle, con tal de avanzar siempre en la región de los misterios. Se pregunta cuál es la figura, cuáles son los placeres, las ocupaciones de los ángeles; interroga sus sentimientos, rinde cuenta de la atracción del oro, de los estremecimientos de los niños, de la influencia de los astros; explica el origen químico-moral de la caída y de sus efectos, extendiendo de modo exhaustivo su análisis sobre todos los puntos de la tradición. En la teoría del lenguaje, Böhme cree tener el secreto del mercurio o de la acción de los siete espíritus, y se libra a las más extrañas conjeturas buscando adivinar por el juego de la lengua y por la historia de cada palabra, por así decirlo, los resplandores, las explosiones, las contradicciones por medio de las cuales todas las cosas han sido creadas y transformadas.

Al contrario de la Cábala judía y medieval, la Cábala del Renacimiento es manifestada hacia el exterior como “difusión de la doctrina” y los propios autores de los libros cabalísticos se confiesan tocados por el Espíritu y aceptan pertenecer a una cadena que desciende de Hermes y a cuya genealogía se incorpora el Adepto, y así lo declara sin temor ni vano orgullo; actitud que se hará patente en los manifiestos Rosacruz, y en el mismo Böhme, los cuales proclaman un conocimiento otro distribuido sin restricciones al Occidente, casi con desenfado; más propiamente a una elite intelectual –constituida por una minoría de personas verdaderamente interesadas en este tema– cuya actividad teúrgica no tiene unos fines precisos o particulares, sino la de reforzar los vínculos universales que atraviesan todos los órdenes, manteniéndolos vivos, fuertemente cohesionados, nunca como un bloque rígido, sino como un organismo que puede así seguir respirando, latiendo, y transmitiendo el hálito o soplo vivificador a todos sus órganos y miembros.

Alrededor de Böhme se generó un círculo de seres partícipes de todas estas ideas, en mayor o menor grado, que a su vez contribuyeron a difundirlas por distintos medios. Al respecto, leemos:

En vida de Böhme se extiende ya su obra por Francia, Italia, Polonia, Lituania, Holanda e Italia (y tal vez por Inglaterra). Los muchos amigos que encuentra Böhme entre la nobleza alemana y en los círculos de cristianos libres, que se extendían como una red de pequeños grupos por doquier, pasándose libros, escritos, cartas, noticias y rumores, hacen que en Alemania se le lea en copias manuscritas, desde la Lusacia y la Silesia hasta las ciudades marineras.

Karl von Endern, consejero de Maximiliano de Austria, propagó las ideas de Böhme con entusiasmo. Lo mismo hizo el Dr. Balthasar Walther, que vivió durante unos años en París, donde murió, y lo dio a conocer en Francia.

Abraham von Frankenberg (1593-1652), el primer biógrafo de Böhme, una naturaleza grande, favorecedora de los contactos intelectuales y del universalismo, tiene en su haber el haber iniciado en Böhme a Angelus Silesius. Frankenberg era el centro de unos grupos de cristianos libres que se extendían por Silesia, Danzig y la Prusia Oriental: grupos que leían a Schwenkfeld (1490-1561) (siguiendo al cual ni querían fundar iglesia ni secta, sino que cada cual mantenía una relación liberal con su iglesia), a Weigel, a Bruno, a Paracelso, la Cábala y a Böhme.366

Y no olvidemos a Gichtel,367 que realizó los espectaculares grabados en cobre que complementaron los escritos del teósofo, y que seguidamente dejaremos que nos envuelvan en su atmósfera atemporal, no sin antes señalar que el impacto de su maestro se ha prolongado por mucho tiempo, influyendo en poetas, escritores, filósofos, tal lo acontecido con Swedenborg,368 Novalis, Goethe, e incluso llegando hasta nuestros días, donde aún hoy existen grupos en diversos puntos de Europa que desde diversas perspectivas lo estudian, lo leen, escriben ensayos, etc., tal el impacto de sus revelaciones y palabras. También mencionamos a los que lo apoyaron en la edición de sus obras, como Johann Rhamba, pues mostraron valentía dado que a Böhme se le prohibió escribir después de publicar Aurora,369 cosa que respetó durante seis años, pero al poco tiempo retomó la labor con fervor y lo hizo medio a escondidas, protegido y animado por sus amigos hasta el fin de sus días. De sus obras destacamos: Espejo temporal de la eternidad; El camino para ir a Cristo; Tratado de la triple vía del Hombre; Tratado de la elección de la Gracia; De los tres principios de la Esencia Divina; Cuarenta cuestiones sobre el origen; De la incantación de Jesucristo; Mysterium Magnum; De signatura rerum; Mysterium Pansophicum; Diálogos místicos, y muchas más.

Aquí hemos presentado una pequeña selección de las láminas sobre los libros de Jacob que ha publicado Alexander Roob en su extraordinario libro Alquimia y Mística. El museo hermético,370 cuyos acertados comentarios muestran que ha estudiado a fondo al teósofo alemán y su sintético empleo de la simbólica hermético-cristiana-alquímica y cabalística.

Y para terminar, este canto al Amor, punto en el que se resuelven todas las tensiones, y que en el pensamiento de Böhme se equipara a la más alta realidad espiritual, mucho más allá de cualquier consideración de tipo religioso o sentimental:

La altura del amor es tan alta como Dios; y hace que tú seas tan alto como el mismo Dios uniéndote a El. Su grandeza es tan grande como Dios: hay una latitud de corazón en el amor que no puede expresarse; amplía el alma con tanta anchura como toda la creación de Dios. Esto lo experimentarás, más allá del ritmo de todas las palabras, cuando el trono del amor se instale en tu corazón. Su poder sostiene los cielos y contiene a la tierra; su virtud es el principio de todos los principios, la virtud de todas las virtudes. Es el obrero de todas las cosas y la energía vital que surge a través de todos los poderes naturales y sobrenaturales. Es el poder de todos los poderes, sin que nada pueda coartar o reducir su omnipotencia, o resistirse a su penetrante poder. Si lo encuentras, llegas a ese manantial del que proceden todas las cosas, al terreno en que todas subsisten, y eres un Rey sobre todas las obras de Dios.

Por consiguiente calla y cuida tu plegaria, para que tu mente esté dispuesta a descubrir esta joya, que al mundo le parece que no es nada, pero que lo es todo para los hijos de la Sabiduría. El camino del amor es una locura para el mundo, pero es la Sabiduría para los hijos de Dios, para quienes lo que desprecia el mundo es el más preciado de los tesoros; en efecto, es un tesoro tan grande, que ninguna vida puede expresarlo, ninguna lengua puede nombrarlo, tan inflamable, tan conquistador, es el amor de Dios. Resplandece más que el sol; es más dulce que cualquier dulzura, es más fuerte que todas las fortalezas; alimenta más que cualquier comida, embriaga más el corazón que el vino, es más grato que todos los placeres de este mundo. El que lo obtiene es más rico que cualquier monarca de la tierra, y el que lo gana es más noble que un emperador y más poderoso y absoluto que todos los poderes y autoridades de la tierra.371

En cuanto a la vigencia de todo este pensamiento en Alemania y su ámbito de influencia, aún nos falta hablar de una obra que a modo de antología de textos cabalísticos tuvo una gran repercusión desde su aparición, ya en los epígonos del Renacimiento, hasta la actualidad; se trata de la Kabbala Denudata, de la que ahora nos ocuparemos brevemente.

NOTAS
361 Aurora, op. cit., pág. LXXV-LXXVI.
362 Las confesiones, op. cit., pág. 94.
363 Jakob Böhme, De signatura rerum. Signos de la alquimia eterna. Mra Editorial, Barcelona, 1998, pág. 36. Introducción y notas de J. García Font.
364 Ibid., pág. 157-158.
365 J. Ferrari, "Cosmogonie de J. Böhme", en Le Voile d’Isis. Jacob Böhme. París, 1995, pág. 294.
366 Aurora, op. cit., pág. LVIII-LIX.
367 En el número especial que la revista Le Voile d’Isis dedicó a Böhme, figura esta nota sobre su discípulo, gran ilustrador de las obras de Jacob –que aunque no le llegó a conocer pues Böhme ya había muerto cuando él nació– sí que se dejó penetrar a fondo por sus obras. Fue también escritor de textos herméticos. La cita dice: "Gichtel (1638-1710) fue un gran admirador de J. Böhme y puso en práctica toda su teoría; su vida es una demostración a posteriori de todos los principios de Böhme. Aunque laico y luterano, Gichtel ejerció el sacerdocio en el sentido más vasto y elevado. Vivió en retiro y celibato, y pasó su vida haciendo el bien. Además de su obra, tenemos de él seis volúmenes de Epístolas. Gichtel publica una edición en alemán (la tercera de las Obras completas de Böhme, Amsterdam, 1682, 10 vol. in-8, con figuras mágicas)". Las Epístolas Teosóficas fueron publicadas en 1722 y su otra obra Teosofía práctica en 1696. Ver L. V. d’I., Jacob Böhme. París, 1995, pág. 338-339.
368 Este renombrado sueco (1688-1772) fue asesor del Real Colegio de Minas y ocupó otros cargos públicos, además de interesarse y escribir varias obras de corte científico (Principios de las cosas naturales, La organización del reino del alma, El reino del alma, etc.), llegando a ser el editor y redactor de la primera revista sueca sobre tecnología y ciencia titulada Daedalus Hyperboreus. Hombre acaudalado, viajó durante años por Europa y residió en diversas ciudades, donde promovió y participó en asociaciones científico-culturales. A partir de un determinado momento empezó a tener una serie de experiencias espirituales y visiones sobre la Ciudad Celeste que lo acompañarían hasta el fin de sus días, lo que le valió el descrédito desde el ámbito cientifista. Escribe sobre todo ello en diversas obras de las que destacamos: Los arcanos celestes, Apocalipsis revelado, El último juicio y la Babilonia destruida, El caballo blanco, etc., en las que no deja de percibirse el influjo de la corriente sapiencial transmitida por Böhme.
369 La obra cae en manos del arcipreste luterano de Görlitz, Gregorius Richter, quien la condena por herética, emprendiendo desde entonces un acoso hacia Böhme que se prolongará hasta su muerte, poco antes de la de Jacob.
370 Alexander Roob, Alquimia y Mística. El museo hermético. Taschen, Italia, 1997.
371 Las confesiones, op. cit., pág. 118-119.