LA CÁBALA CRISTIANA FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS |
Retrato de Johann Reuchlin. Johann Nicolaus Weislinger, Huttenus delarvatus. Konstanz y Augsburg, Martin Wagner, 1730. |
Johann Reuchlin [1455-1522] (en 3 partes) Tras ese encuentro vivido como algo extraordinario, toda la erudición de la que Reuchlin es depositario se pone al servicio de una causa mayor, de tal forma que este personaje se convierte en uno de los eslabones fundamentales de la cadena de transmisión de la Tradición Hermética y en un sintetizador de tres de sus corrientes sapienciales, el pitagorismo, la Cábala hebrea y el cristianismo, cuyas simbólicas penetró hasta el fondo, reconociéndolas como las facetas de un Pensamiento único que él contribuyó a rescatar y vivificar, siendo uno de los grandes representantes de la llamada Cábala hermético-cristiana en Alemania. Nuestro autor realiza una primera aproximación a esta labor de síntesis en su obra De Verbo mirifico, proceso que culmina 23 años después con la publicación de De Arte Cabalistica, una de las más bellas producciones doctrinales que alumbró el Renacimiento, escrita en latín con muchas anotaciones en hebreo, y que citaremos abundantemente en este estudio, pues en ella se integran con agudeza y sencillez muchos de los néctares de la cultura occidental. A Reuchlin debemos también la publicación en 1506 de la primera gramática sistemática hebrea escrita por un cristiano, el De rudimentis hebraicis, tal es la importancia que otorgaba a esta lengua arcana que tuvo la oportunidad de conocer al lado de Jacob ben Jechiel Loans, médico de Federico III, y más adelante de la mano del físico y cabalista Obadiah ben Jacob Sforno. Del hebreo dice:241
De Verbo mirifico ve su primera edición en 1494 y Reuchlin lo dedica a Johan Dalberg, obispo de Worms y director del círculo humanista Sodalitas Literaria Rhenana de Heidelberg al que el autor se vinculó en 1496. Hoy en día, esta obra casi caída en el olvido, cuenta con muy pocas ediciones. Para aproximarnos a los descubrimientos que Reuchlin empieza a vislumbrar y a fijar en este texto, así como para conocer el ambiente en el que se movió nuestro autor, recurrimos de nuevo a la investigadora inglesa Frances Yates, a su estudio La Filosofía oculta en la Epoca Isabelina242 en el que dedica un capítulo al sabio alemán. Sobre el De Verbo mirifico afirma:
Sin un pensamiento mágico no hay quien comprenda el discurrir de esta corriente sapiencial y de sus multifacéticas manifestaciones. Aunque la magia de que hablamos no hay que confundirla con la fenomenología, ni con juegos espectaculares en un plano psico-físico para impresionar al personal y atraparlo en las cárceles de la mente racional; tampoco es aprenderse un oficio o lección de carretilla, ni aplicar debidamente el manual de instrucciones según el resultado que previamente se espera o desea obtener. La Magia y la Teúrgia que han experimentado todos los hombres y mujeres liberados de la esclavitud de lo profano es vivir a flor de piel, siempre, la presencia intangible del Misterio que se reescribe a sí mismo, rito para nada rutinario, ni tediosa repetición de algo ya sabido, sino expresión de un asunto que es constante novedad. Igualmente es atreverse a explorar y conocer todas las comarcas de la creación inacabada, incluso las más insospechadas, recónditas, indómitas y vírgenes, y dejar que una mano invisible burile con letras vivas, de fuego, todos los mundos y seres, que al arder se expanden, iluminan y se consumen, y de cuyas cenizas renacen otras posibilidades. En el Renacimiento, este pensamiento se encarna en muchos lugares y de distintos modos, empezando por ese faro de la Academia florentina conducida por Ficino, y seguido por una retahíla de entidades y seres sobre los que se irá revelando ese latido vivo del cosmos. En Alemania emergieron igualmente algunos de esos centros intelectuales, muchos de ellos al margen de la oficialidad –aunque eso no quita que sus integrantes fuesen simultáneamente hombres con funciones públicas–, que mantuvieron viva la Teúrgia universal. Konrad Celtes (1459-1508), poeta germano nacido en Wipfeld, fue el fundador de diversos grupos en Heidelberg, Mainz, Viena, Ingolstadt y Cracovia que bautizó con el nombre de "Sodalitas literaria"243 inspirados en la Academia de Ficino, de la que fue discípulo. Estuvo también estudiando en la Academia Platónica Romana fundada por Pedro de Calabria (Pomponius Laetus) y en la de Padua dirigida por Marco Musuro; además estudió griego y hebreo con Rudolf Agrícola. Fue coronado como el primer poeta laureado de Alemania en una ceremonia presidida por el emperador Federico III. Ejerció como profesor de poética y retórica en la universidad de Viena, siendo cabeza del nuevo Collegium Poetarum et Mathematicorum, e inspiró esos círculos en los que se vivificaba el pensamiento pitagórico, platónico y neoplatónico. En el de Heidelberg, que como hemos dicho dirigió Johan Dalberg, Reuchlin participó durante la última década del 1400 haciéndose cargo de la biblioteca, que atesoraba muchos títulos hebreos, griegos y latinos de los que pudo ir extrayendo gran cantidad de material para su labor intelectual-espiritual. Y esto se trasluce en sus textos aún hoy vivos pues trasmiten vibraciones, o sea ideas, códigos que pueden ser activados por la intuición intelectual del lector atento. Además, y aunque de ello no haya constancia escrita, ni actas, ni documentación certificada, seguro que el soplo del Verbo fecundaba el alma de muchos de esos poetas, magos y filósofos que se hacían permeables al poder de la palabra, a sus proporciones, ritmos y modulaciones acordes con la música de las esferas o de los mundos, esto es, de los estados de conciencia. Pero aún encontramos más focos de saber en tierras germánicas, lugares en los que el estudio, la investigación en modelos simbólicos y la práctica de la magia se vivía con naturalidad, como lo real y auténtico; ambientes teofánicos donde la conexión cielo-tierra era directa. Nos referimos, por ejemplo, a la abadía de Sponheim, de la que el benedictino Trithemio (1462-1516) fue abad, cuya biblioteca recibió la visita de la inmensa mayoría de los sabios del momento, tal era la magnitud y calidad de obras que conservaba.244 Reuchlin estuvo con Trithemio en 1496, poco antes de que el abad recibiera una revelación en sueños de su principal obra Steganographia hoc est ars pro occultam scripturam animi sui voluntatem absentiis aperiendi (o arte de abrir el pensamiento a los corresponsales mediante escritura oculta, de 1499), compendio de magia, numerología, abecedarios arcanos y demás simbólicas inspirada también en la obra Peri anacriseon de Pelagius. Como ya hemos visto éste es otro personaje clave en la cadena de transmisión mágico-teúrgica de reminiscencias pitagóricas, cuyo discípulo Giovanni Mercurio da Correggio o Libanius Gallus fue a conocer a Trithemio en 1495 y le transmitió muchas de las enseñanzas de su maestro, haciéndole partícipe de sus obras e iniciando a partir de entonces una relación epistolar con el benedictino que se publicaría en 1590 con el título de De vera conversione mentis ad Deum. Al igual que Gallus, Trithemio habla en su Opera pia sobre la conjugación de la oración pitagórica con la cristiana y muestra interés, como en muchos de sus otros escritos, por la alquimia espiritual, la astrología y la magia, que también estudió en fuentes judías como el Sefer Razeia, de lo que da testimonio en este fragmento de su Steganografía:245
Y en este otro de su Poligrafía,246 donde reconoce identidades entre las simbólicas de los pueblos de Occidente:
De este abad se cuentan toda suerte de prodigios y maravillas. Ya en su adolescencia tuvo un sueño en el que:
Y siguiendo con el estudio de Culianu, –después de explicar cómo Trithemio organizó en Sponheim un espacio teofánico que incluía toda la rehabilitación de la abadía y su embellecimiento con frescos y símbolos numéricos, alfabéticos (incluso poesías pintadas en las paredes del ya citado Konrad Celtes), etc.–, agrega que:
En cuanto a la obra más importante del abad:
De los cuatro tratados, el segundo y el tercero contienen profundas enseñanzas arraigadas en la Cábala y su ciencia combinatoria; del cuarto poco se sabe, sólo que el abad lo destruyó para evitar ser tratado de hereje, pues por lo visto se refería al arte de la adivinación, tan mal entendida y totalmente censurada por el dogmatismo inquisitorial. Pero de la tercera parte, informa de nuevo el investigador rumano en las páginas 228-229:
Estas son sólo algunas muestras de una cohorte de seres inmersos en la visión prodigiosa de la existencia; hombres que rompían los moldes encorsetados, castrantes y enfermizos del mundo material y solidificado y que encarnaban funciones teúrgicas, recreando con palabras o gestos espontáneos y gratuitos los mundos o planos invisibles del ser, sus luces y sombras, contracciones y expansiones, hálitos, sudores, elixires y excrecencias; y que realizaban cuidadosas labores transmutatorias en el laboratorio interno del mundo –del que ellos eran un modelo en pequeño, como todo ser humano–, al que conociéndolo podían atravesar, y quedar libres, por fin, de cualquier limitación. Uno podría sorprenderse del interés que despertó en muchos de esos personajes el estudio de una lengua que era de uso culto y restringido incluso entre los judíos, o sea, que no estaba "viva", y atribuir este hecho solamente a una moda o a un afán de saber enciclopédico. Puede que así fuera en algunos casos, aunque lo cierto es que dicha dedicación levantó más de un recelo entre las mentalidades dogmáticas que veían a los hebraístas o interesados en la tradición judía como sospechosos de herejía. Para Reuchlin, y otros de los sabios ya citados, ese estudio significó otra cosa bien distinta. Nuestro autor, imbuido en la atmósfera de la que hemos ofrecido unos ligeros trazos, reunió en su biblioteca un copioso número de las principales obras de la Cábala medioeval, e incluso realizó un tercer viaje a Italia en 1498 para comprar más manuscritos hebreos y griegos, al igual que hacían muchos otros estudiosos de su época, que buscaban y adquirían con sumo interés toda esta literatura sapiencial, en la que encontraron claves para descifrar el lenguaje secreto del universo, a la par que se iluminaban nuevas facetas del conocimiento, se regeneraban las anquilosadas u oscuras, y se adivinaban respuestas a enigmas no resueltos a través de las simbólicas conocidas. La lengua hebrea era, y es, una vía prodigiosa para acceder al Conocimiento, pero no es sólo camino sino también puente, o escala, ya que promueve rupturas de nivel, y por tanto el acceso a esos mundos escondidos que la verdadera magia religa o concatena constantemente, atrayendo y purificando al que atiende la llamada y atemorizando al que no alcanza a comprender o no se permite ser lo que es el Ser. A propósito del hebreo, Reuchlin afirma en esta inspirada página:248
Y en un fragmento de una carta de Reuchlin que publica F. Secret en su La Kabbala cristiana del Renacimiento página 67, agrega:
Aquí nos parece oportuno presentar al lector las 22 letras del alfabeto hebreo* con sus correspondientes valores numéricos, y recomendar que se las contemple y dibuje con paciencia, no sólo como un ejercicio mnemotécnico, sino para que las ideas de las que están cargadas se vayan revelando en nuestra conciencia, y establezcamos armonías entre los diversos órdenes de la realidad que ellas concatenan, como si se tratara de llamas de fuego que unen el cielo y la tierra y en cuya danza trazan rectas, círculos, escuadras o espirales, figuras todas ellas emanadas de un solo punto invisible. Agregaremos que se dividen, según aparece ya en el Sefer Yetsirah, en tres letras madre: alef, mem y shin; siete letras dobles, a saber beth, guimel, daleth, kaf, fe, resh y taw, y doce letras simples: he, vav, zayin, heth, teth, iod, lamed, nun, samekh, ayin, tsade y qof. Las tres primeras se relacionan con la triunidad de los principios universales, representando la shin el principio masculino del ser, mem el femenino y alef el punto neutro que los conjuga, lo que además está en perfecta correspondencia con los tres principios de la Alquimia,249 el azufre, el mercurio y la sal respectivamente; además, estas tres sumadas a las siete dobles dan 10, que como veremos es el número con el que se expresa todo el orden arquetípico de la Creación, vinculándose también cada una de las dobles con los siete planetas de la antigüedad y las siete sefiroth de construcción cósmica, y las doce simples con los signos del zodíaco, rueda de la vida que es expresión del despliegue espacio-temporal del Cosmos. Todo lo cual nos hace ver el alefato como las piezas justas de un juego que se llama universo, escrito y reescrito permanentemente por esa mano invisible, que las combina y permuta, enlaza, borra, alarga y encoge, en la vertical y en la horizontal, labrando todo un entrecruzamiento de posibilidades insospechadas y siempre insinuadoras de lo metafísico. |
NOTAS | |
* | La tipografía hebrea puede descargarse en el siguiente enlace, al final de la página: font SPTiberian. |
241 | De Verbo Mirifico, citado en Philosophia Symbolica. Johann Reuchlin and the Kabbalah. Catalogue of an exhibition in the Bibliotheca Philosophica Hermetica commemorating Johann Reuchlin (1455-1522). Amsterdam, 2005, pág. 30, que contiene abundante documentación sobre la vida y obra de este autor. |
242 | F. Yates. La filosofía oculta en la Epoca Isabelina. F. C. E., México, 1992, p. 46-49. |
243 | Sodalitas, del latín "círculo", "colegio" y también "camaradería". |
244 | Ioan P. Culianu en su libro Eros y magia en el Renacimiento. Ediciones Siruela, Madrid, 1999, pág. 222-223, propone esta relación sobre algunos de los libros de magia que muy probablemente atesoraba la biblioteca del abad: "Las clavículas de Salomón, El libro de los oficios, el Picatrix, el Sepher Raziel, el Libro de Hermes, el Libro de las purezas de Dios, el Libro de la perfección de Saturno, un libro de demonomagia atribuido a San Cipriano, el Arte calculatorio de Virgilio, el Libro de Simón el Mago, un tratado de nigromancia atribuido a Ruperto de Lombardía, en muchas versiones, un libro sobre los siete climas atribuido a Aristóteles, la Flor de las flores, el libro Almadel atribuido a Salomón, el libro de Enoch, un libro de astromagia atribuido a Marsala, Los cuatro anillos de Salomón, El espejo de José, El espejo de Alejandro Magno, el Libro de los secretos de Hermes de España, un opúsculo de magia compuesto por un tal Ganel, de origen húngaro o búlgaro, un tratado demonomágico de Miguel Escoto, dos tratados de magia atribuidos a Alberto Magno, el Elucidarium de Pedro de Abano, el Secreto de los filósofos, el Schemhamphoras, el libro Lamene de Salomón, el libro anónimo Sobre la composición de los nombres y los caracteres de los espíritus malignos, el tratado de demonomagia Rubeus, otro pseudo-epígrafe atribuido a Alberto, Sobre el oficio de los espíritus atribuido a Salomón, Los vínculos de los espíritus, Los Pentaclos de Salomón, cuyo nombre varía en las transcripciones de Trithemius (Torzigeus, Totz Graecus, Tozigaeus, Thoczgraecus, etc.), otros libros atribuidos a Mahoma, Hermes, Ptolomeo, obras de autores árabes, occidentales o anónimos, etc.". O sea, como podemos ver, una gran cantidad de opúsculos cuyos autores son sabios tanto hebreos como griegos, cristianos o islámicos. |
245 | Citado por F. Secret, Hermétisme et Kabbale. Ed. Bibliopolis, Nápoles, 1992, pág. 93. |
246 | Citado por F. Secret, La Kabbala cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 184. Otras obras de Trithemio, además de las ya referidas, son Antipalus maleficiorum, Septem Secundeis y Calendarium naturae magicum perpetuum profundissimarum secretissimarum contemplationem totiusque philosophiae cognitionem complectens. |
247 | Culianu, Eros y magia…, op. cit., pág. 220. |
248 | Johann Reuchlin, La Kabbale. De Arte Cabalistica. Introducción, traducción y notas de François Secret, Ed. Archè, Milán, 1995, pág. 93-94. |
249 | Dice Reuchlin: "La kabbala es una alquimia que transforma las percepciones externas en internas, luego en imágenes, en opinión, en razón, en inteligencia, en espíritu y, en fin, en luz". La Kabbala cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 78-79. |
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