LA CÁBALA CRISTIANA FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS |
"Domus Reuchlini" en Hermann von der Hardt, Antiquitatis gloria. Helmstedt, Paul Dietrich Schnorr, 1737. En el interior y centro de la tienda, el cuadrado mágico de Saturno. |
Johann Reuchlin (continuación)
Nos sumergiremos, pues, en esta obra dividida en tres libros que el autor dedica al papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico y que al igual que De Verbo mirifico organiza como un didáctico diálogo entre tres sabios, en este caso un cabalista judío, un pitagórico y un mahometano. Al principio de la primera sección le escribe al pontífice:252
El libro es ameno, fresco y atrayente, y hace fluir con soltura verdaderas joyas sapienciales a través de las conversaciones de dichos personajes que se transmiten la doctrina sin envaramientos, a cielo raso, bajo los árboles de la campiña o alrededor de la mesa de la posada, realizando el rito de transmisión de manera espontánea, sin solemnidades ni ceremonias añadidas, sino ciñéndose al ritmo y orden natural, y además, siempre con el símbolo como medio de vehiculación de lo supranatural, lo que es común a toda enseñanza tradicional, ya que como se afirma en otro momento:
Por eso el pitagórico asegura:
Y así es como siempre se han transmitido estas enseñanzas, esta Cábala o tradición, llamada también Vía Simbólica, que aún hoy puede ser hallada, aunque eso sí muy escondida, en cierta manera al abrigo de la gran confusión y caos reinante, pero palpitante en ciertos seres o entidades que la han recibido y le insuflan un brío renovado, tal como hiciera en su tiempo el estudioso Reuchlin. Pues en distintos momentos del ciclo de una humanidad, y por analogía con la presente, aparecen seres que encarnan en mayor o menor grado y profundidad la doctrina cosmogónica; la cantan, la versifican, la geometrizan, la pintan o la dramatizan. Unos literalmente, otros, emprendiendo vuelos más altos que rozan el umbral de lo inexpresable; unos glosando a sus predecesores, otros repitiéndolos sin pretensiones, aunque también despuntan aquellos agraciados que realizan grandes síntesis, o renovaciones revolucionarias de las formas de expresión de lo sagrado, adaptándolas a las circunstancias, aclarando facetas ocultas o poco conocidas, sacudiendo el polvo y la solidificación y retornando a la frescura del Origen puro y único. Pitágoras, Zoroastro, Lao Tse, el Buddha Gautama y el profeta David son en el siglo VI a. C. grandes iniciados con la misión de insuflar una profunda renovación espiritual sobre toda la faz de la tierra. Ya más próximos a nuestros días, la miríada de personajes extraordinarios de los que damos cuenta en este libro son otros de los hitos o hermas de dicha Vía Simbólica. En De Arte Cabalistica, Reuchlin no duda en testimoniar esa larga cadena de transmisión, tanto de la rama judía como de la greco-latina, en un discurso muy completo y afinado que no se agota en la aburrida enumeración apolillada de personajes ilustres, sino que los presenta como notas vivas de una partitura musical, modulando un concierto que trasciende cualquier individualidad, pero que se expresa a través de ella:
Y sigue refiriéndose a Porfirio, Jámblico, Proclo, Máximo de Tiro, Apuleyo de Madaura y muchos otros poetas, filósofos y sabios greco-latinos, neoplatónicos, neopitagóricos relacionados con los primeros padres de la iglesia, así como en otro momento tira del hilo de la madeja judía y empezando por Adán explica toda la genealogía de este pueblo hasta llegar a los cabalistas medioevales, de los que llegó a compilar en su biblioteca muchos de sus rollos. Sólo en De Arte Cabalistica cita el Sefer Yetsirah, Sefer ha Bahir, Sefer ha Zohar, obras de Nahmánides, Abulafia, Menahem de Recanati, Chiquitilla, Abraham ibn Ezra, Sa'adia Gaon, Chamai ben Chamina, Azriel de Gerona, rabí Akiba, Joseph Albo, Yehuda ha Levi, Jacob Cohen, Todros ben Joseph ha Leví y otras obras de cabalistas anónimos de gran trascendencia. Es innegable la vasta formación de este hombre que se movió con soltura en el ámbito universitario, pero que fue más allá de la cárcel mental que empezaba a erigir el racionalismo, lo que finalmente, como veremos, le acarreó más de un problema. A Reuchlin le tocó transitar por la vía del estudio y la enseñanza, soporte que encarado por lo más alto abre las puertas de la Inteligencia, y deja aflorar las riquísimas estancias del pensamiento universal, siempre presto a revelar nuevos secretos. Como ya dijimos, el germano buscó en el filón del pitagorismo y en el de la Cábala, poco explorado hasta entonces por los cristianos, abocando su discurso a esa comunidad de almas reunidas por el amor al Conocimiento que expandían sus descubrimientos y brillos por Italia, España, Francia, y todo Europa, dando forma a proyectos o diseños intelectuales, pero que sobre todo constituían una comunidad invisible, un cenáculo reunido en un espacio otro en el que el ser humano, al ser arrebatado por los dioses y liberado del peso de la carne y la psiqué, participa entonces de una identidad cada vez más liberadora con y por las ideas.
Indudablemente, Reuchlin es otro de los herederos espirituales de la Tradición de Occidente, en la que el hálito del espíritu no ha dejado de proferirse; y hay quien capta la onda al vuelo, se sumerge en la corriente sapiencial y la recorre a contrapelo, en un rapto vertical hacia la fuente, aceptando el jaque mate a toda apariencia, límite, posesión, y traspasando cualquier identidad que no sea la del Uno. Suele acontecer esto de manera inesperada, en seres de la más variada naturaleza y condición, pero eso sí, que no acostumbran a sentirse cómodos en su piel y entorno, y que en lugar de maquinar alternativas en el plano horizontal, se paran, escuchan y oyen el cantar de un verso eterno que deciden entonar, buscando entonces la salida por la vertical, escalando hasta la cima del eje del mundo, tal cual da muestras de haber hecho Reuchlin en medio del desbarajuste que empezaba a azotar Europa, y tras ella al mundo entero.
Y siempre el dios Mercurio intercediendo, entidad antediluviana que guía y acompaña a todos estos seres que recorren la senda de los Misterios y que no pueden dejar de reconocerse hijos de una genealogía espiritual imperecedera.
Además, vemos en este libro de Reuchlin una de las estelas de la vigencia completa del esoterismo en la compleja Tradición de Occidente, tal como lo son también los escritos de Ficino, Pico, Agrippa, y de otros de los componentes de esta cadena áurea. Decimos esto porque son muchas las dudas y los cuestionamientos acerca de la completitud de la corriente interior de nuestra cultura, y hace ya tiempo que desde distintos frentes se está negando su alcance metafísico, o bien se quiere confundir este ámbito con el religioso, o reducir lo esotérico a lo exotérico, o hacer de lo exotérico un paso previo para acceder a lo esotérico, cuando en realidad ya vimos que son vías paralelas con fines distintos, siendo el esoterismo jerárquicamente superior a lo religioso y sus fines metafísicos y no salvíficos. Sirva de muestra este fragmento en el que se refiere a esas posibilidades espirituales tan altas:
Y es en la Cábala260 y en la corriente sapiencial hermética que cobra tanta fuerza y vigor en esta época, donde se halla la veta para restituir la conciencia del ámbito de la ontología y de lo que hay más allá, tal como refleja este otro pasaje del De Arte Cabalistica:
Y más especialmente este otro:
Reuchlin recurre al código aritmético para revelar la cosmogénesis, y a él debemos en gran parte que el sentido interior o esotérico del número no muriera aplastado por su faceta exotérica o cuantitativa, y que Pitágoras siguiera vivo, como ahora, ya que no es una individualidad sino una energía espiritual que se encarna en quien la invoca. Al igual que el iniciado de Samos, el alemán supo reconocer el auténtico valor del signo matemático, símbolo sagrado no inventado por el hombre, vehículo sintético y directo de las fuerzas o potencias constitutivas del universo, y poderoso medio para la aprehensión del armazón cósmico:
Y sigue diciendo, en su labor de establecer analogías entre símbolos:
Actualmente casi hemos olvidado este conocimiento interno de los números; son uno de los primeros rudimentos que se enseñan en las escuelas, pero su uso se ha reducido a la cuantificación y la estadística y parecen esqueletos sin vida, cifras con las que acumular acontecimientos, años, seres, cosas, posesiones y cualquier otra menudencia imaginable, e incurrimos además en el grave error de confundir lo indefinido con lo infinito, creyendo que esto último tiene que ver con una prolongación horizontal de la cantidad, cuando en realidad es la ausencia total de ella, el 0 que está más allá del número y que conteniéndolos a todos en sí, o sea, a todo lo susceptible de determinación, simultáneamente incluye lo que nunca será limitado ni definido por nada. Pero habiendo laborado con esta simbólica universal, tenemos la certeza de que su vida interna aún puede ser restituida ya que es el código265 con el que se está escribiendo ahora y siempre la vida del cosmos. Sigamos, pues, con el discurso de Reuchlin:
Esta configuración numérica-matemática se traduce igualmente en vibraciones, sonidos, notas, formas, colores y gestos, entre los cuales se establecen relaciones y proporciones, organizando módulos, estructuras superpuestas, concatenaciones invisibles, lo que en verdad es la gran teúrgia universal. Y se nos dice, y se ha experimentado, que todo emana de un punto invisible y tácito, indivisible e indistinto. Siguiendo a Pitágoras, este Uno no es un número sino el principio de todos ellos, la Idea que contiene todo lo determinado y que siendo inengendrada es sin embargo el origen de toda generación. Dicho misterio insondable, que el cabalista llama Kether, no tiene necesidad alguna de salir de su mismidad e inmutabilidad, pero por razones que la mente humana no alcanza a comprender –aunque sí la luz del intelecto que fecunda su alma–, la Voluntad suprema "decide" conocerse en el gran espejo cósmico que llamamos Ser Universal. Dado que este gesto es de por sí inenarrable, el número acude en auxilio y actúa como mediador o puente entre lo que puede ser conocido y lo incognoscible de donde mana la posibilidad de la Manifestación en su sentido más amplio. El dos es la paradójica polarización concebida en el seno indivisible de la unidad, sin la cual no sería posible la proliferación cósmica. El dos, que el iniciado de Samos designó como el primer número, no es sino la identidad entre el conocedor y lo conocido que cuando se piensa lo hace como si fueran uno y otro; es aquella potencia que los cabalistas, y el sabio rey Salomón, dicen que estaba con Dios antes de la creación del mundo, Hokhmah o la Sabiduría, el Pensamiento que contiene todo lo que puede ser contenido. El binario, que en distintas modalidades de sí mismo se visualiza como un par de opuestos o bien de complementarios, es el primer sello impreso en el mundo y su huella está grabada en todo, para que por él se recuerde la verdadera identidad una. Los pitagóricos nos hablan también del 2 como del primer número par, de naturaleza femenina o receptiva, pues es el que acoge en sí todos los gérmenes "abocados" por el Principio. Pero esas semillas no saldrían de sí mismas si no fuera por el tres, número que simboliza el gesto de la diferenciación cósmica, así como el de la reintegración de todos los seres y mundos a la unidad principial una vez cumplida su revolución completa. En la Cábala se relaciona con la sefirah Binah o la Inteligencia, energía receptiva y pasiva respecto de la Sabiduría y positiva o activa hacia la creación, pues siendo indistinta en sí misma es sin embargo el principio de lo que se desplegará en los mundos inferiores a través del cuaternario. Pitágoras se refiere al 3 como el primer número impar, masculino, activo, expansivo y creativo, lo que no se contradice con la idea cabalística de la Madre Mayor (que lo hace femenino o contractivo) sino que en realidad es señal de esa conjugación permanente a la que antes nos referíamos. El 4 signa todo lo creado y actúa de intermediario entre el Principio (1) y la manifestación representada por el 10 y viceversa (4 = 4 + 3 + 2 + 1 = 10 = 1 + 0 = 1). Los 4 puntos cardinales, las cuatro estaciones del año, los 4 elementos de la alquimia, las cuatro edades del hombre, de las civilizaciones, de los ciclos cósmicos, de las fases de la luna, etc., son ejemplos de que la ley del cuaternario es universal y está presente en toda la creación. El 5 se corresponde con el microcosmos y es el número que expresa el matrimonio del primer par (2) y del primer impar (3), por eso es llamado nupcial, además de ser aquel que está en el centro de la década, todo lo cual hace del ser humano que lo lleva inscrito en su ser más íntimo (5 sentidos, 5 dedos en cada mano, 5 orificios en la cara, etc.) el punto medio entre el cielo y la tierra, y el depositario de la misteriosa quintaesencia alquímica, síntesis de los cuatro elementos de los que todo está constituido. El producto de 2 por 3 es 6, cifra vinculada al macrocosmos, sefirah central del Arbol de la Vida en la que confluyen todas las energías y que al mismo tiempo las difunde. Este es el símbolo por excelencia de las analogías o correspondencias simbólicas que caracterizan al pensamiento universal y verdadero, cuya traducción geométrica es la estrella de seis puntas o Sello de Salomón. El 7 es el reflejo de la unidad en el plano del alma inferior o de las formaciones sutiles (7 = 7 + 6 + 5 + 4 + 3 + 2 + 1 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1), el cual reúne en sí al primer número triangular267 (3) y al primer número cuadrado268 (4), cuyas series tienen una gran importancia en la matemática sagrada, aunque aquí sólo lo podamos apuntar. Y el 8 es el número de pasaje relacionado con la iniciación y el rito, las aperturas de la conciencia y rupturas de nivel. El 9 representa a lo cíclico, pues todos sus múltiplos retornan finalmente a él, además de ser uno de los que signa las divisiones de la circunferencia. Finalmente, el 10 es la expresión de la multiplicidad, que vuelve siempre al Uno, pues es su reflejo en el mundo concreto y material ya que, como hemos mencionado, 10 = 1 + 0 = 1. |
NOTAS | |
250 | Se trata de Nicolás de Cusa. Ver el acápite que le hemos dedicado en este volumen. |
251 | La Kabbale. De Arte Cabalistica, op. cit., pág. 99-100. |
252 | Ibid., pág. 22-23. |
253 | Ibid., pág. 202. |
254 | Ibid., pág. 121. |
255 | Ibid., pág. 183. |
256 | Ibid., pág. 176. |
257 | Ibid., pág. 211. |
258 | Ibid., pág. 199. |
259 | Ibid., pág. 98. |
260 | Dice el judío Simón cuando alude a la transmisión de los misterios contenidos en la Ley sagrada: "Pero él (se refiere a Moisés) la transmite de boca a oído, a Josué y a los 70 elegidos solamente. Es de ellos que la reciben la élite, y es por la palabra recepción, como habéis oído decir, que esta tradición ha sido llamada Cábala. Los más sabios de los doctores cristianos también lo aceptan. Aunque judío, yo he leído a la mayor parte de ellos, penetrando gustosamente en el campo extranjero como un esclarecedor. A propósito de nuestro Moisés, Gregorio de Nacianzo, ese teólogo griego llamado el grande, se explica así en su libro del Estado de los obispos: El recibió la Ley, publicando la letra para la multitud, y reservando el espíritu a los que son superiores a la multitud (…) Estas expresiones muestran que igualmente para los más sabios de vuestros doctores, Moisés transmite el texto de la Ley al pueblo, pero reserva los misterios, las palabras y los símbolos para él y para los hombres más eminentes". Ibid., pág. 253-254. |
261 | Ibid., pág. 248-250. |
262 | Ibid., pág. 259-260. |
263 | Ibid., pág. 128-129. |
264 | Ibid., pág. 130. |
265 | Por su identidad con las letras, comprenderemos que éstas son igualmente válidas para revelar estos misterios. |
266 | Ibid., pág. 162. Los cuatro números cúbicos a los que se refiere son 13, 23, 33, 43 cuyos resultados sumados son 1 + 8 + 27 + 64 = 100 = 10 y que finalmente retorna al 1 ya que 10 = 1 + 0 = 1. |
267 | Los números triangulares se forman sumando los números enteros sucesivos a partir del uno, por ejemplo: 1 + 2 = 3; 1 + 2 + 3 = 6; 1 + 2 + 3 + 4 = 10… |
268 | Los cuadrados, comenzando por la unidad y agregando sucesivamente números impares: 1 + 3 = 4; 1 + 3 + 5 = 9; 1 + 3 + 5 + 7 = 16… |
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