PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
Domus Reuchlini (Hermann von der Hardt, Antiquitatis Gloria)
"Domus Reuchlini" en Hermann von der Hardt, Antiquitatis gloria. Helmstedt, Paul Dietrich Schnorr, 1737. En el interior y centro de la tienda, el cuadrado mágico de Saturno.

CAPITULO V
LA CABALA EN ALEMANIA (1)

Johann Reuchlin (continuación)
Al vislumbrar estas realidades, no es de extrañar que Reuchlin quedara impactado por la fuerza y el poder de los símbolos y mitos de la Cábala, y que los investigara por años después de recibirlos directamente del Conde de la Mirandola y de otros maestros ya citados. Por ello abrevó en sus textos sapienciales, que leía y releía, impregnándose de las influencias espirituales que vehiculaban y en los que halló las herramientas para realizar el verdadero viaje interno, que luego describiría en su De Arte Cabalistica con estas inspiradas palabras:

Esta cosa trasciende todo nuestro intelecto, que no puede combinar por la vía racional lo que es contradictorio en su principio. En efecto, nosotros andamos entre las cosas que nos manifiesta la naturaleza, y la razón, que interviene lejos de esta virtud infinita, no puede poner en relación al mismo tiempo las contradicciones que separa el infinito, como uno de los más grandes filósofos alemanes, un cardenal, hace aproximadamente 52 años, lo dejó comprender a la posteridad.250

Liberado del peso de las preocupaciones temporales, y despreciando los sofismas propios de las disputas de las viejas mujeres, el feliz cabalista, por mediación de la Cábala, es decir por la tradición y la creencia, aleja las tinieblas y se eleva en el esplendor donde alcanza el resplandor (lumen); después, del resplandor pasa a la luz (lux), y por la luz comprende tanto como puede hacerlo la naturaleza humana en la modalidad del ser, pero no en la del no-ser, la verdadera luminaria, lo que se realiza cuando se hace abstracción de todo lo que no es el principio absolutamente primero. Es por este medio, en el que vive un gozo y una alegría en espíritu indecible, que la Inteligencia (mens) del cabalista, abandonando lo que es bajo y terrestre, es transportada hasta las realidades supracelestes e invisibles que trascienden todo sentido humano, al interior del secreto de la profunda taciturnidad.

Si todavía es huésped de esta piel mortal, deviene el compañero de los ángeles en tanto que admitido a habitar en la morada supraceleste. Conoce los ricos entretenimientos de los ángeles en los cielos, y entonces, a veces en su compañía como compañeros de viaje, gana las realidades más altas y visita el alma del Mesías; pero otras veces, desciende conducido por los ángeles hacia las potencias inferiores de la naturaleza, tanto las celestes como las demás, y no sin una razón particular, y se aplica a comprender sus dignidades y sus obras, y a venerarlas con un honor particular. Es así como nace una íntima amistad del cabalista con los ángeles. Gracias a ella, conociendo a veces los nombres divinos según los ritos, consigue cosas admirables que la muchedumbre llama milagros.251

Nos sumergiremos, pues, en esta obra dividida en tres libros que el autor dedica al papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico y que al igual que De Verbo mirifico organiza como un didáctico diálogo entre tres sabios, en este caso un cabalista judío, un pitagórico y un mahometano. Al principio de la primera sección le escribe al pontífice:252

… he creído que no os disgustaría que expusiese al público lo que Pitágoras y los grandes Pitagóricos pensaron. Con vuestro feliz consentimiento, los Latinos leerán lo que hasta ahora habían ignorado. Marsilio Ficino publicó a Platón para Italia. Jacques Lefèvre d'Etaples renovó a Aristóteles para los franceses, y para completarlo, yo, Capnion, mostraré a los alemanes un Pitágoras cuyo renacimiento os dedico por mi deseo. La obra no hubiera llegado a buen término sin la Cábala de los Hebreos. La filosofía de Pitágoras comenzó con los preceptos de los "Cabalaei", y la memoria de los Patriarcas, exceptuando la de la Magna Grecia, se escondió en las obras de los Cabalistas. Es preciso, pues, extraer de ellas casi todo. También he escrito sobre el arte cabalístico, que es una filosofía simbólica, para hacer conocer las enseñanzas de los "Pitagoraei" a los eruditos. En todos estos temas no afirmo nada en mi nombre; me limito a referir las opiniones de dos infieles, Filolao el joven, un Pitagórico, y Marrano, un Mahometano, llegados para escuchar al judío Simón experto en Cábala, y que por caminos diferentes se han reencontrado en un albergue de Frankfurt.

El libro es ameno, fresco y atrayente, y hace fluir con soltura verdaderas joyas sapienciales a través de las conversaciones de dichos personajes que se transmiten la doctrina sin envaramientos, a cielo raso, bajo los árboles de la campiña o alrededor de la mesa de la posada, realizando el rito de transmisión de manera espontánea, sin solemnidades ni ceremonias añadidas, sino ciñéndose al ritmo y orden natural, y además, siempre con el símbolo como medio de vehiculación de lo supranatural, lo que es común a toda enseñanza tradicional, ya que como se afirma en otro momento:

Pues a qué cosa tiende el Cabalista o Pitágoras sino a restablecer los espíritus de los hombres en Dios, es decir a promoverlos a la beatitud perfecta. Es el mismo método de transmisión en los cabalistas que en Pitágoras, la misma forma de ejercer por los símbolos, las notas, los adagios, por los números, las figuras, las letras, las sílabas y las palabras.253

Por eso el pitagórico asegura:

Hace mucho tiempo, dice Filolao, que pensaba que todas estas cosas derivaban de la Cábala de los Hebreos, pero ahora lo sé con certeza. Veo en efecto claramente que todo lo que nos ha mostrado Simón cuadra exactamente con la filosofía itálica, es decir el Pitagorismo, y juzgo no sin razón que todas las doctrinas de los Cabalistas y de los Pitagóricos son de la misma naturaleza. Cabalistas y Pitagóricos conducen en efecto toda nuestra búsqueda a la salvación del género humano, y remiten a todos los seres que subsisten o residen aquí abajo a las Ideas que son verdaderamente, y a la Idea de las ideas.254

Y así es como siempre se han transmitido estas enseñanzas, esta Cábala o tradición, llamada también Vía Simbólica, que aún hoy puede ser hallada, aunque eso sí muy escondida, en cierta manera al abrigo de la gran confusión y caos reinante, pero palpitante en ciertos seres o entidades que la han recibido y le insuflan un brío renovado, tal como hiciera en su tiempo el estudioso Reuchlin. Pues en distintos momentos del ciclo de una humanidad, y por analogía con la presente, aparecen seres que encarnan en mayor o menor grado y profundidad la doctrina cosmogónica; la cantan, la versifican, la geometrizan, la pintan o la dramatizan. Unos literalmente, otros, emprendiendo vuelos más altos que rozan el umbral de lo inexpresable; unos glosando a sus predecesores, otros repitiéndolos sin pretensiones, aunque también despuntan aquellos agraciados que realizan grandes síntesis, o renovaciones revolucionarias de las formas de expresión de lo sagrado, adaptándolas a las circunstancias, aclarando facetas ocultas o poco conocidas, sacudiendo el polvo y la solidificación y retornando a la frescura del Origen puro y único.

Pitágoras, Zoroastro, Lao Tse, el Buddha Gautama y el profeta David son en el siglo VI a. C. grandes iniciados con la misión de insuflar una profunda renovación espiritual sobre toda la faz de la tierra. Ya más próximos a nuestros días, la miríada de personajes extraordinarios de los que damos cuenta en este libro son otros de los hitos o hermas de dicha Vía Simbólica.

En De Arte Cabalistica, Reuchlin no duda en testimoniar esa larga cadena de transmisión, tanto de la rama judía como de la greco-latina, en un discurso muy completo y afinado que no se agota en la aburrida enumeración apolillada de personajes ilustres, sino que los presenta como notas vivas de una partitura musical, modulando un concierto que trasciende cualquier individualidad, pero que se expresa a través de ella:

Todo esto nos ha venido de Pitágoras, quien lo aprendió en parte de los Egipcios, en parte de los Hebreos y de los Caldeos junto con los Magos más sabios de los Persas. El lo legó a la posteridad tal como lo han recordado los más grandes autores. Es el caso de Hermes Trismegisto, el ilustre legislador de los Egipcios, el muy contemplativo escriba, en su discurso perfecto a Asclepios; Timeo de Locres en el libro del Alma del Mundo; Hesíodo en Los Trabajos y los días; Platón a través del personaje de Diótima en el Banquete, el de Sócrates en el Fedro así como en el Filebo…255

Y sigue refiriéndose a Porfirio, Jámblico, Proclo, Máximo de Tiro, Apuleyo de Madaura y muchos otros poetas, filósofos y sabios greco-latinos, neoplatónicos, neopitagóricos relacionados con los primeros padres de la iglesia, así como en otro momento tira del hilo de la madeja judía y empezando por Adán explica toda la genealogía de este pueblo hasta llegar a los cabalistas medioevales, de los que llegó a compilar en su biblioteca muchos de sus rollos. Sólo en De Arte Cabalistica cita el Sefer Yetsirah, Sefer ha Bahir, Sefer ha Zohar, obras de Nahmánides, Abulafia, Menahem de Recanati, Chiquitilla, Abraham ibn Ezra, Sa'adia Gaon, Chamai ben Chamina, Azriel de Gerona, rabí Akiba, Joseph Albo, Yehuda ha Levi, Jacob Cohen, Todros ben Joseph ha Leví y otras obras de cabalistas anónimos de gran trascendencia.

Es innegable la vasta formación de este hombre que se movió con soltura en el ámbito universitario, pero que fue más allá de la cárcel mental que empezaba a erigir el racionalismo, lo que finalmente, como veremos, le acarreó más de un problema. A Reuchlin le tocó transitar por la vía del estudio y la enseñanza, soporte que encarado por lo más alto abre las puertas de la Inteligencia, y deja aflorar las riquísimas estancias del pensamiento universal, siempre presto a revelar nuevos secretos.

Como ya dijimos, el germano buscó en el filón del pitagorismo y en el de la Cábala, poco explorado hasta entonces por los cristianos, abocando su discurso a esa comunidad de almas reunidas por el amor al Conocimiento que expandían sus descubrimientos y brillos por Italia, España, Francia, y todo Europa, dando forma a proyectos o diseños intelectuales, pero que sobre todo constituían una comunidad invisible, un cenáculo reunido en un espacio otro en el que el ser humano, al ser arrebatado por los dioses y liberado del peso de la carne y la psiqué, participa entonces de una identidad cada vez más liberadora con y por las ideas.

Todas las veces que se hace mención de los verdaderos dioses, de las inteligencias separadas, de las formas más puras, de los espíritus divinos, de los seres superiores, de los ángeles, de las almas de los bienaventurados, acordaos siempre y examinad en vuestra alma este mundo superior, inteligible, inmaterial, simple, abstracto, cielo incorporal, Olimpo invisible, Paraíso mental, éter sobrenatural, que ni el sentido ni la razón pueden percibir. Cuando lo dejamos, descendemos a nuestro mundo corporal y sensible, cuyo modelo (exemplar) está en el mundo incomparable de la divinidad, y la copia (exemplum) en el mundo inteligible de las formas, y el ejemplar (exemplarium) que subsiste por sí, en sí mismo.256

Indudablemente, Reuchlin es otro de los herederos espirituales de la Tradición de Occidente, en la que el hálito del espíritu no ha dejado de proferirse; y hay quien capta la onda al vuelo, se sumerge en la corriente sapiencial y la recorre a contrapelo, en un rapto vertical hacia la fuente, aceptando el jaque mate a toda apariencia, límite, posesión, y traspasando cualquier identidad que no sea la del Uno. Suele acontecer esto de manera inesperada, en seres de la más variada naturaleza y condición, pero eso sí, que no acostumbran a sentirse cómodos en su piel y entorno, y que en lugar de maquinar alternativas en el plano horizontal, se paran, escuchan y oyen el cantar de un verso eterno que deciden entonar, buscando entonces la salida por la vertical, escalando hasta la cima del eje del mundo, tal cual da muestras de haber hecho Reuchlin en medio del desbarajuste que empezaba a azotar Europa, y tras ella al mundo entero.

Este bien que es llamado Dios no podemos alcanzarlo, en razón de la fragilidad de nuestra condición, si no es por grados y escalones. Según vuestra expresión es la cadena de Homero; para nosotros los judíos, que hablamos según la palabra de Dios, es la escala de nuestro padre Jacob. Ella se extiende desde los lugares supracelestes hasta la tierra. Es como una cuerda o un cable de oro dirigida desde lo alto del cielo hasta nosotros, es como el rayo visual que atraviesa diversas naturalezas.257

Y siempre el dios Mercurio intercediendo, entidad antediluviana que guía y acompaña a todos estos seres que recorren la senda de los Misterios y que no pueden dejar de reconocerse hijos de una genealogía espiritual imperecedera.

Esta doctrina de Pitágoras se desarrolló a partir de Orfeo, como puede verse al final del Himno a Mercurio. Tomad ahora ante vuestros ojos la cadena de oro de Homero en Ilíada 8, enviada por Júpiter del cielo a la tierra para socorro de nuestra debilidad. Es por ella que os elevaréis hacia lo alto con la ayuda de Dios, tanto al actuar como al contemplar. Pues primero habrá sido necesario vivir según el Intelecto (mens), tras contemplar por el Intelecto (mens), y luego ascender con ardor contemplando, puesto que la vida precede a la contemplación. Conviniendo que ambas sean puras para alcanzar aquello que es lo más puro, es necesario primero purificar la vida, y después iluminar la contemplación. Lo que habéis visto en la contemplación obtenida al abstraer las cosas de las cosas, experimentadlo en vosotros mismos, para retornar por la razón al intelecto (mens) y para liberaros de todas las cosas exteriores. Es esto lo que el emperador Antonino ordena: Desnúdate. Es necesario, en efecto, que emigrando de esta vida a la otra, nos quitemos toda vestimenta y que marchemos desnudos, no solamente de toda materia y accidentes corporales, sino también libres y desapegados de toda la masa de desórdenes, afecciones y pasiones.258

Además, vemos en este libro de Reuchlin una de las estelas de la vigencia completa del esoterismo en la compleja Tradición de Occidente, tal como lo son también los escritos de Ficino, Pico, Agrippa, y de otros de los componentes de esta cadena áurea. Decimos esto porque son muchas las dudas y los cuestionamientos acerca de la completitud de la corriente interior de nuestra cultura, y hace ya tiempo que desde distintos frentes se está negando su alcance metafísico, o bien se quiere confundir este ámbito con el religioso, o reducir lo esotérico a lo exotérico, o hacer de lo exotérico un paso previo para acceder a lo esotérico, cuando en realidad ya vimos que son vías paralelas con fines distintos, siendo el esoterismo jerárquicamente superior a lo religioso y sus fines metafísicos y no salvíficos. Sirva de muestra este fragmento en el que se refiere a esas posibilidades espirituales tan altas:

Pues como escribió Azriel en el libro ya citado De la santidad: es el primero sin principio y es el último sin término, donde nuestros pensamientos no pueden llegar. Se denomina En Sof, es decir, infinitud, que es la cosa más alta, en sí incomprehensible e inefable; en el movimiento de retracción a lo más secreto de su divinidad, se retira y se esconde en el abismo inaccesible de su luz, que es la fuente, a fin que de este modo se comprenda que nada procede de ello. Es como la más absoluta deidad, inmanente en su no-acción (ocium), en su propia reclusión, desnuda y sin vestidos y sin ninguna envoltura de cosas que la envuelvan. Ella no se difunde, no se extiende por la bondad de su esplendor. Es ser y no-ser sin distinción, envolviendo en toda simplicidad todas las cosas que aparecen a nuestra razón como contrarias entre ellas y contradictorias, como una unidad libre y separada.259

Y es en la Cábala260 y en la corriente sapiencial hermética que cobra tanta fuerza y vigor en esta época, donde se halla la veta para restituir la conciencia del ámbito de la ontología y de lo que hay más allá, tal como refleja este otro pasaje del De Arte Cabalistica:

Está escrito, en efecto, en el Bahir: No hay principio si no es la Sabiduría. A lo que me parece haber respondido bien diciendo que la Infinitud misma de las tres numeraciones más altas del árbol de la Cábala, que vosotros tenéis el hábito de denominar las tres personas divinas, es esencia absoluta, puesto que ella está retirada en el abismo de las tinieblas, inmanente y en reposo, donde, como se dice, no tiene nada en consideración. También se la denomina Nada o No Ser y Sin fin, es decir, Ensof, porque nosotros que estamos afectados de una pobreza de inteligencia con respecto a las realidades divinas, no entendemos tales realidades que no aparecen, como tampoco las que no son. Pero cuando se presenta de modo que es alguna cosa y subsiste realmente, entonces el Aleph tenebroso se convierte en un Aleph luminoso. Está escrito en efecto: Tales sus tinieblas, tal su luz (Salmo CXXXIX, 12) y entonces se denomina gran Aleph, cuando quiere salir y aparecer como la causa de todas las cosas por medio de Beth, la letra que le sigue inmediatamente. Al respecto Menahem de Recanati escribe: Encontraréis así esta letra, es decir la Beth, que hace todas las cosas. Es la razón por la cual Aleph recibe esta misma letra en tanto que la más cercana y particularmente fecunda para asociársela, y se denomina AB, padre de toda la generación y producción. El envía seguidamente la Beth a la universalidad de los seres, deseando alcanzar su propio fin a partir del infinito Ain. Así, asociándose a la letra final Nun, Beth engendra BEN, el hijo, que es la primera producción en la deidad, y el principio de la alteridad también es llamado Resit, principio, aunque ésta es la segunda emanación a partir del Infinito, es decir la segunda numeración cabalística, por la cual todas las cosas han sido hechas. En efecto está escrito: Tú has hecho todas las cosas en la Sabiduría (Salmo CIV, 24). De esta forma el primer influjo (effluxus) deviene la segunda numeración, porque el término de la generación es el hijo. Resta en tercer lugar el medio entre Aleph y Nun, que es Yod, símbolo del santo Nombre Yah. Si combináis los dos caracteres de Yah alternativamente en el nombre Ben, tendréis Binah, Inteligencia, prudencia o providencia, es decir la tercera numeración in divinis, a la que es atribuida Adonai, el Espíritu, el Alma, el Voto, el Misterio de la fe, la Madre de los hijos, el rey sentado sobre el trono de las misericordias del gran Jubileo, el gran Sabbat, el fundamento de los espíritus, la Luz prodigiosa, el Día supremo, las Cincuenta puertas, el Día de la propiciación, la Voz interior, el Río salido del Paraíso, la segunda letra del Tetragramma, la Penitencia, las Aguas profundas, Mi hermana, la Hija de mi padre, y otras. Hasta aquí hemos consignado las tres numeraciones, que los cabalistas llaman, según testimonia Rabí Isaac en sus Comentarios sobre el Yetsirah, tres numeraciones superiores, silla única donde se sienta el Santo, Santo, Santo Señor Dios Sebaoth.261

Y más especialmente este otro:

Está escrito en Zacarías 14, IX que el Señor Tetragramma es Uno, Ehad, y su nombre Ehad, Uno. Quizás más ciertamente, el Señor Dios es Aleph, principio, o como a vosotros os dicen otros en griego, Alpha y Omega, y Had, Uno, ya que es el principio del Uno. Está, en efecto, por encima de toda unidad, y es el origen eterno de toda unidad, y puede que no se llame Uno, al igual que no se dice ser (Ens) puesto que está por encima de todo ser y que de él emana todo lo que es. También ha sido llamado por los más contemplativos Ain, es decir, no ser (non Ens) como se lee en Ex. 17, 7: Adonai es ser entre nosotros y no ser. Ahora bien, se lee en el libro de La vía de la fe y de la expiación que es los dos, ser y no ser, puesto que las cosas que son y las que no son vienen de él y son según él. Así también, él no es Uno ya que es la causa de toda unidad y la unidad es después de él y él no es nada de estas cosas, ni de aquellas que son después de él, ni de aquellas que no son.262

Reuchlin recurre al código aritmético para revelar la cosmogénesis, y a él debemos en gran parte que el sentido interior o esotérico del número no muriera aplastado por su faceta exotérica o cuantitativa, y que Pitágoras siguiera vivo, como ahora, ya que no es una individualidad sino una energía espiritual que se encarna en quien la invoca. Al igual que el iniciado de Samos, el alemán supo reconocer el auténtico valor del signo matemático, símbolo sagrado no inventado por el hombre, vehículo sintético y directo de las fuerzas o potencias constitutivas del universo, y poderoso medio para la aprehensión del armazón cósmico:

Del (Caos precósmico) proceden todas las cosas, y esta potencia dinámica todopoderosa e infinitamente potente, no es otra cosa que la esencia divina en el interior de la cual, antes de todas las cosas, el Uno produce el dos. Aquí tenéis, mi querido Marrano, a mi Pitágoras todo entero. Dos es el primer número, Uno es el principio del número. Si creéis a Xenófanes, a quien hemos citado más arriba, este Uno es Dios. Y siendo que la producción del Dos habita en el interior de la esencia divina (el número es en efecto constituido por sí mismo, según Boecio, autor peripatético, y después del Uno hay naturalmente sólo el Binario) entonces necesariamente este Dos es también Dios, puesto que en el interior de Dios no hay nada que no sea Dios. Estas tres cosas, pues, dado que son principio y primero, y que no salen más allá de la esencia una de Dios, son un solo Dios. En efecto, la esencia no se escinde, porque a partir de uno se cuentan dos productos, como sucede también con frecuencia en las cosas corporales. La unidad pasa a la dualidad (si me permitís esta comparación) y progresa hasta el tres en la permanencia de la sustancia de las cosas, como se ve con la cepa y sus retoños, o más justamente con el cuerpo del hombre, los brazos y los dedos. Igualmente, del Uno que produce en la divinidad y del Dos que es producido, nace la trinidad. Si se añade la esencia que se distingue de ellas formalmente habrá una cuaternidad formal, que es el Infinito, el Uno y el número Dos. Es la sustancia, la perfección y el fin de todo número, puesto que sumados uno, dos, tres y cuatro dan diez, y más allá del diez no hay nada. Así por esto, Pitágoras comprendió que había un principio de las cosas que denominó Tetraktys, puesto que en griego Tetras significa cuaternidad, y Actys el carácter formal del sol o del rayo. Es a partir de una tal formalitas, aunque suprasustancial, que mi Pitágoras instituyó este célebre nombre único de Cuaternidad, referido a cuatro cosas formalmente distintas entre ellas. Para distinguir lo sagrado de lo profano, tuvo la excelente idea de escribir este nombre sagrado con ypsilon, mientras que habitualmente la palabra actis se escribe con una iota. Además, también presentó de una manera remarcable esta Tetraktys como un dios, dándole el género masculino, a la manera de los antiguos latinos que masculinizaban a Cupido y Venus, mientras que a veces empleaban para el número instrumental que expresa la cuaternidad la misma Tetraktys en femenino. Jurando por la Tetraktys, quería mostrar que era Dios, en comparación a la cual nada debería ser tenido por más digno de veneración. Pues como dijo Aristóteles: Es por lo que uno jura lo que es más venerable.263

Y sigue diciendo, en su labor de establecer analogías entre símbolos:

Pero para anunciar la conclusión, diré que la Tetraktys es la cumbre de todas las cosas, este es el principio pitagórico. –Entonces dice Marrano: Filolao, este ejemplo me recuerda el muy bello signo (Charagma) de cuatro letras, donde se presenta la salvación del género humano. Simón nos lo ha confirmado por la abundancia de citas escriturarias. Y según yo, Pitágoras no ha transformado mal en el símbolo griego de la Tetraktys el Tetragrama de los judíos, o más bien las cuatro letras de que se compone el nombre del Salvador.264

Actualmente casi hemos olvidado este conocimiento interno de los números; son uno de los primeros rudimentos que se enseñan en las escuelas, pero su uso se ha reducido a la cuantificación y la estadística y parecen esqueletos sin vida, cifras con las que acumular acontecimientos, años, seres, cosas, posesiones y cualquier otra menudencia imaginable, e incurrimos además en el grave error de confundir lo indefinido con lo infinito, creyendo que esto último tiene que ver con una prolongación horizontal de la cantidad, cuando en realidad es la ausencia total de ella, el 0 que está más allá del número y que conteniéndolos a todos en sí, o sea, a todo lo susceptible de determinación, simultáneamente incluye lo que nunca será limitado ni definido por nada.

Pero habiendo laborado con esta simbólica universal, tenemos la certeza de que su vida interna aún puede ser restituida ya que es el código265 con el que se está escribiendo ahora y siempre la vida del cosmos. Sigamos, pues, con el discurso de Reuchlin:

Este célebre denario contiene todas las cosas como finito e infinito, par e impar, uno y múltiple, derecha e izquierda, macho y hembra, en reposo y en movimiento, rectilíneo y curvo, luz y oscuridad, bueno y malo, cuadrado y oblongo. Pero todas estas cosas que forman pares son lo que son porque son dos. Ellas son diferentes porque son dos. Pues si fueran una sola cosa, no serían contrarias. Los Pitagóricos reducían todo al Diez, porque este número es el más perfecto de todos. Es por el diez que todas las naciones y todos los pueblos, a excepción de los tracios, tanto griegos como bárbaros, numeran las cosas individuales sin sobrepasarlo o sin quedarse corto, sirviéndose de sus diez dedos como instrumentos de cálculo naturales. La perfección de este número nos es mostrada por el orden del mundo que vemos moverse solamente por diez esferas, según los Pitagóricos. Su perfección es tan mayor con relación a los otros que engloba más maneras de contar: par, impar, cuadrado, cubo, largo, plano, primer incompuesto y primer compuesto. No hay nada más absoluto. Los cuatro números cúbicos de los cuales los pitagóricos dicen que se compone el universo, se reducen a las diez proporciones.266

Esta configuración numérica-matemática se traduce igualmente en vibraciones, sonidos, notas, formas, colores y gestos, entre los cuales se establecen relaciones y proporciones, organizando módulos, estructuras superpuestas, concatenaciones invisibles, lo que en verdad es la gran teúrgia universal.

Y se nos dice, y se ha experimentado, que todo emana de un punto invisible y tácito, indivisible e indistinto. Siguiendo a Pitágoras, este Uno no es un número sino el principio de todos ellos, la Idea que contiene todo lo determinado y que siendo inengendrada es sin embargo el origen de toda generación. Dicho misterio insondable, que el cabalista llama Kether, no tiene necesidad alguna de salir de su mismidad e inmutabilidad, pero por razones que la mente humana no alcanza a comprender –aunque sí la luz del intelecto que fecunda su alma–, la Voluntad suprema "decide" conocerse en el gran espejo cósmico que llamamos Ser Universal. Dado que este gesto es de por sí inenarrable, el número acude en auxilio y actúa como mediador o puente entre lo que puede ser conocido y lo incognoscible de donde mana la posibilidad de la Manifestación en su sentido más amplio.

El dos es la paradójica polarización concebida en el seno indivisible de la unidad, sin la cual no sería posible la proliferación cósmica. El dos, que el iniciado de Samos designó como el primer número, no es sino la identidad entre el conocedor y lo conocido que cuando se piensa lo hace como si fueran uno y otro; es aquella potencia que los cabalistas, y el sabio rey Salomón, dicen que estaba con Dios antes de la creación del mundo, Hokhmah o la Sabiduría, el Pensamiento que contiene todo lo que puede ser contenido. El binario, que en distintas modalidades de sí mismo se visualiza como un par de opuestos o bien de complementarios, es el primer sello impreso en el mundo y su huella está grabada en todo, para que por él se recuerde la verdadera identidad una. Los pitagóricos nos hablan también del 2 como del primer número par, de naturaleza femenina o receptiva, pues es el que acoge en sí todos los gérmenes "abocados" por el Principio.

Pero esas semillas no saldrían de sí mismas si no fuera por el tres, número que simboliza el gesto de la diferenciación cósmica, así como el de la reintegración de todos los seres y mundos a la unidad principial una vez cumplida su revolución completa. En la Cábala se relaciona con la sefirah Binah o la Inteligencia, energía receptiva y pasiva respecto de la Sabiduría y positiva o activa hacia la creación, pues siendo indistinta en sí misma es sin embargo el principio de lo que se desplegará en los mundos inferiores a través del cuaternario. Pitágoras se refiere al 3 como el primer número impar, masculino, activo, expansivo y creativo, lo que no se contradice con la idea cabalística de la Madre Mayor (que lo hace femenino o contractivo) sino que en realidad es señal de esa conjugación permanente a la que antes nos referíamos.

El 4 signa todo lo creado y actúa de intermediario entre el Principio (1) y la manifestación representada por el 10 y viceversa (4 = 4 + 3 + 2 + 1 = 10 = 1 + 0 = 1). Los 4 puntos cardinales, las cuatro estaciones del año, los 4 elementos de la alquimia, las cuatro edades del hombre, de las civilizaciones, de los ciclos cósmicos, de las fases de la luna, etc., son ejemplos de que la ley del cuaternario es universal y está presente en toda la creación.

El 5 se corresponde con el microcosmos y es el número que expresa el matrimonio del primer par (2) y del primer impar (3), por eso es llamado nupcial, además de ser aquel que está en el centro de la década, todo lo cual hace del ser humano que lo lleva inscrito en su ser más íntimo (5 sentidos, 5 dedos en cada mano, 5 orificios en la cara, etc.) el punto medio entre el cielo y la tierra, y el depositario de la misteriosa quintaesencia alquímica, síntesis de los cuatro elementos de los que todo está constituido.

El producto de 2 por 3 es 6, cifra vinculada al macrocosmos, sefirah central del Arbol de la Vida en la que confluyen todas las energías y que al mismo tiempo las difunde. Este es el símbolo por excelencia de las analogías o correspondencias simbólicas que caracterizan al pensamiento universal y verdadero, cuya traducción geométrica es la estrella de seis puntas o Sello de Salomón.

El 7 es el reflejo de la unidad en el plano del alma inferior o de las formaciones sutiles (7 = 7 + 6 + 5 + 4 + 3 + 2 + 1 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1), el cual reúne en sí al primer número triangular267 (3) y al primer número cuadrado268 (4), cuyas series tienen una gran importancia en la matemática sagrada, aunque aquí sólo lo podamos apuntar.

Y el 8 es el número de pasaje relacionado con la iniciación y el rito, las aperturas de la conciencia y rupturas de nivel. El 9 representa a lo cíclico, pues todos sus múltiplos retornan finalmente a él, además de ser uno de los que signa las divisiones de la circunferencia. Finalmente, el 10 es la expresión de la multiplicidad, que vuelve siempre al Uno, pues es su reflejo en el mundo concreto y material ya que, como hemos mencionado, 10 = 1 + 0 = 1.

NOTAS
250 Se trata de Nicolás de Cusa. Ver el acápite que le hemos dedicado en este volumen.
251 La Kabbale. De Arte Cabalistica, op. cit., pág. 99-100.
252 Ibid., pág. 22-23.
253 Ibid., pág. 202.
254 Ibid., pág. 121.
255 Ibid., pág. 183.
256 Ibid., pág. 176.
257 Ibid., pág. 211.
258 Ibid., pág. 199.
259 Ibid., pág. 98.
260 Dice el judío Simón cuando alude a la transmisión de los misterios contenidos en la Ley sagrada: "Pero él (se refiere a Moisés) la transmite de boca a oído, a Josué y a los 70 elegidos solamente. Es de ellos que la reciben la élite, y es por la palabra recepción, como habéis oído decir, que esta tradición ha sido llamada Cábala. Los más sabios de los doctores cristianos también lo aceptan. Aunque judío, yo he leído a la mayor parte de ellos, penetrando gustosamente en el campo extranjero como un esclarecedor. A propósito de nuestro Moisés, Gregorio de Nacianzo, ese teólogo griego llamado el grande, se explica así en su libro del Estado de los obispos: El recibió la Ley, publicando la letra para la multitud, y reservando el espíritu a los que son superiores a la multitud (…) Estas expresiones muestran que igualmente para los más sabios de vuestros doctores, Moisés transmite el texto de la Ley al pueblo, pero reserva los misterios, las palabras y los símbolos para él y para los hombres más eminentes". Ibid., pág. 253-254.
261 Ibid., pág. 248-250.
262 Ibid., pág. 259-260.
263 Ibid., pág. 128-129.
264 Ibid., pág. 130.
265 Por su identidad con las letras, comprenderemos que éstas son igualmente válidas para revelar estos misterios.
266 Ibid., pág. 162. Los cuatro números cúbicos a los que se refiere son 13, 23, 33, 43 cuyos resultados sumados son 1 + 8 + 27 + 64 = 100 = 10 y que finalmente retorna al 1 ya que 10 = 1 + 0 = 1.
267 Los números triangulares se forman sumando los números enteros sucesivos a partir del uno, por ejemplo: 1 + 2 = 3; 1 + 2 + 3 = 6; 1 + 2 + 3 + 4 = 10…
268 Los cuadrados, comenzando por la unidad y agregando sucesivamente números impares: 1 + 3 = 4; 1 + 3 + 5 = 9; 1 + 3 + 5 + 7 = 16…