APUNTES SOBRE HERMETISMO Y CIENCIA
FEDERICO GONZALEZ
A menudo nos hemos topado con el tema de las relaciones entre Hermetismo y ciencia experimental en diversos autores, al punto de ser hoy una referencia habitual en la Historia de la Ciencia. En efecto, las disciplinas que conformarán la Ciencia Moderna, es decir la Cosmología, Matemáticas, Geografía, Física, Medicina, Farmacopea, Química e Ingeniería en general,1 etc., o sea, el conjunto de materias, con la inclusión de algunas disciplinas recientes como la Psicología,2 que conforman la civilización occidental –y que otras tradiciones han elaborado igualmente y de las que somos herederos– ha sido el producto de una corriente sapiencial de energías puestas bajo la advocación del dios Hermes, al igual que otras realizaciones culturales que mencionamos en otros artículos. En este caso el tema actual ha tenido para nosotros como factor desencadenante la investigación sobre el catálogo de dos grandes bibliotecas, la denominada Colombina, que se halla depositada en Sevilla, y la Biblioteca Chemica terminada de clasificar por John Ferguson en 1906.3 

Varios siglos separan a ambas bibliotecas, que reflejan, por esta circunstancia, dos maneras de encarar el tema de la Ciencia, aunque con abundantes puntos en común: nos referimos a la visión medioeval del Conocimiento, y a la renacentista (Hermético-Alquímica), que constituyó una adaptación de la primera (consideramos un poco forzada la división entre la Edad Media y el Renacimiento, así como la oposición Platón-Aristóteles tomada de modo radical), que a su vez lo era de la antigüedad grecorromana-alejandrina a la que se suman los aportes bizantinos y árabes para nuevos tiempos y circunstancias, y que terminará desembocando en un conjunto que, totalmente invertido respecto a las citadas concepciones medioeval y renacentista (y clásica), que tenían como meta final el descubrimiento y la experiencia del misterio, de la sacralidad de la revelación, negará sus orígenes y nos conducirá al desolado y catastrófico mundo actual. Aunque, para algunos "sabios" oficiales que no son capaces de ver más allá de un palmo de sus narices, la situación es tan buena que es casi paradigmática y siguen sosteniendo la "creencia" en un progreso indefinido (especialmente fundado en los logros médicos y técnicos), pese a que la inminente destrucción de la Civilización occidental, que arrastra a Oriente, es obvia para cualquier lector de periódicos o televidente habitual, mientras el "sabio" oficial, conjuntamente con la masa, a la cual representa, no es capaz de abandonar sus ilusiones, a las que venera, pues las considera su ser y la marca distintiva de un tiempo y un medio al cual se honra en pertenecer y que debe ser respetado por todos si no se quiere ser marginado, enterrado en vida. 

Aquí debemos hacer la salvedad de que no nos ocuparemos de la ciencia actual, sino de sus orígenes, y debe tomarse este artículo, según su título indica, como simples anotaciones para un estudio que acaso algún día escribamos. En cuanto a nuevas perspectivas de la ciencia de vanguardia, (ejemplificada por la gnosis de Princeton), que constituyen una forma que toma la ciencia occidental, señalamos su interés y sus buenas intenciones, en cuanto son capaces de relacionar sus contenidos con la metafísica oriental, etc., aunque su método, y los supuestos mentales en que se basa, no son los mismos de la Alquimia ni de la cosmología tradicional (sino que siguen siendo profanos y racionalistas, pese al rechazo que pretenden de estos valores), ni los de la física de Newton,4 ni de la medicina de Paracelso,5 etc., es decir los de la concepción de la ciencia como posibilidad de desarrollo en un mundo concebido como inacabado, pero siempre sacro, al igual que la inserción del hombre en él, y no meras constataciones empíricas, o sea concepciones profanas debidas al logro de un ser humano que se permite descubrir, o mejor, inventar, una realidad autónoma que ¡oh maravilla! la antigüedad ignorante ya sospechaba. Tampoco se puede generalizar sobre estos aspectos, pues esta forma de ver también podría manifestarse como una simbólica de enorme interés que está esperando sus hermeneutas; aunque no sabemos si en la actualidad, por circunstancias cíclicas, hay tiempo material para ello. 

En cualquier caso el nacimiento de la Historia de la Ciencia, tal cual hoy la conocemos, está relacionado con las ideas de la Tradición Hermética y las investigaciones y experiencias de los hermetistas, auténticos sabios –siempre perseguidos por la ignorancia y los personajes oficiales que la encarnan– que tienen sumo respeto por las enseñanzas del Corpus Hermeticum, las cuales definen una actitud clara con respecto al hombre y su papel en la Creación según lo manifiesta este texto: 

El cosmos está pues sometido a Dios, el hombre al cosmos, los seres sin razón al hombre: Dios, él, está por encima de todos los seres y vela sobre todos. Las energías son como los rayos de Dios, las fuerzas de la naturaleza como los rayos del cosmos, las artes y las ciencias como los rayos del hombre. Las energías actúan a través del cosmos y alcanzan al hombre por los canales físicos del mundo; las fuerzas de la naturaleza actúan por medio de los elementos, los hombres a través de las artes y las ciencias.6


De todas maneras cualquier trabajo sobre el origen de la hoy llamada ciencia, debe estudiar y destacar a Roger Bacon (Somerset c.1214, Oxford 1294) como el mejor representante medioeval, precursor de una actitud de apertura hacia las ciencias de la naturaleza y la experimentación, al que se suele vincular con determinados inventos, como la lente de aumento y el microscopio, la observación del tamaño de los planetas, de las nebulosas espaciales, la creación de ingenios mecánicos, obras hidráulicas y de ingeniería, etc. etc.
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A este filósofo hermético-alquímico medioeval se lo tiene por discípulo de Pitágoras, Euclides y Ptolomeo. Dejó una extensa obra que incluye: Quaestiones supra libros Physicorum Aristotelis; Quaestiones supra indecimum prime philosophiae Aristotelis; Id. supra librum de generatione et corruptione; id de animalibus; id. de causis; id. de caelo et mundo; Opus maius; Opus minus; Opus tertium; id., Speculum alchimiae; De mirabili potestate artis et naturae; Speculum astronomiae; Compendium studii philosophiae; Communia naturalium; De multiplicatione specierum; Compendium studii theologiae; De secretis operibus artis et naturae et nullitate magia. 

De esta abundante producción queremos mencionar algunos fragmentos que expresan sucintamente su pensamiento, totalmente revolucionario para su época; bástenos recordar que su libro Opus Maius, del cual seleccionaremos estas citas, fue publicado el mismo año que la Suma Teológica de Tomás de Aquino cuyo maestro, Alberto Magno, escribió, como él, sobre Alquimia. De otro lado, recordaremos que "para Roger Bacon, Hermes era el 'padre de los filósofos'," según L. Thorndike (II, p. 19, citado por F. Yates: Giordano Bruno y la Tradición Hermética, p. 67): 

Expuestas las raíces de la sabiduría de los latinos en las lenguas, en la matemática y en la perspectiva, quiero ahora poner al descubierto las raíces de la misma por la ciencia experimental, ya que, sin la experiencia, nada se puede saber suficientemente. En efecto, dos son los modos del conocer, a saber, por la argumentación y por la experiencia. La argumentación concluye y nos hace conceder la conclusión, pero no nos deja ciertos sin hacer desaparecer toda duda, de suerte que quede el ánimo aquietado con la contemplación de la verdad, si no la encuentra por la vía de la experiencia: muchos tienen argumentos para probar las proposiciones, pero como no tienen experiencia, las desprecian, y así no evitan el mal ni van tras el bien. Si uno que nunca ha visto el fuego ha demostrado con argumentos suficientes que el fuego quema y ataca a las cosas y las destruye, nunca por sólo eso se aquietaría el ánimo del que le oyese, ni huiría del fuego antes de poner la mano o un objeto combustible al fuego, para comprobar así por la experiencia lo que el raciocinio le había demostrado. Pero una vez obtenida la experiencia del hecho de la combustión, queda con certeza, el ánimo descansa con la evidencia de la verdad. Luego no basta el raciocinio, sino que se requiere la experiencia. (Sexta parte: Sobre la ciencia experimental, cap. I). 

Pero como esta ciencia experimental es ignorada por completo de la masa de los que estudian, no puedo, por eso, tratar de convencerles de su utilidad si antes no hago ver su eficacia y su índole especial. Pues bien: ésta es la única que sabe muy bien por experiencia lo que se puede hacer por las fuerzas naturales, y lo que se puede por el esfuerzo del arte, por el fraude, qué pretenden y qué sueñan los poemas, las conjuraciones, las invocaciones, las deprecaciones, los sacrificios, todo ello de arte de magia, y lo que en ellos se hace, para eliminar toda falsedad, y retener solamente el auténtico arte. (Id., cap. II).


Sin embargo esta experimentación de la que trata R. Bacon no es sólo física, como podría pensarse, él mismo se encarga de transmitírnoslo, ya que su grado más alto es la Revelación; es decir que el Conocimiento de lo Sagrado es la mayor experiencia, aunque también incluye la magia en sus dos vertientes: la que se apoya en la naturaleza de las cosas, y la que utiliza trucos que de alguna manera violentan esa naturaleza, o sea que hay una magia "buena" y otra "mala", o mejor, hay dos formas de actuar respecto a la naturaleza, una es lícita y la otra no lo es. Hay algo de profético en esta división, si se tiene en cuenta el posterior desarrollo de la civilización occidental, y la supremacía actual de la segunda sobre la primera, es decir del empirismo, la racionalización, el método estadístico y la falsa idea de una evolución y de un progreso indefinido, material y técnico, capaz de solucionar todos los males. Para el pensamiento de R. Bacon, si la experimentación es una forma de la magia natural y la alquimia una forma de la teúrgia aplicada al Conocimiento y a la obtención de un logro total –la Panacea Universal– todo el proceso de aprendizaje (matemático, cosmográfico, físico, médico, de laboratorio) es parte de un Saber Único, la Ciencia Sagrada. Aunque parezca curioso, este tipo de conceptos han materializado finalmente en la Ciencia Moderna, cuyos supuestos, como hemos expresado, están totalmente invertidos con respecto a estas conclusiones y a toda idea relacionada directa o indirectamente con lo sagrado, discutiendo, o negando, incluso, sus orígenes históricos, como ya hemos señalado.
 

Sin embargo, a los efectos de este trabajo tomaremos el final del siglo XV como punto de referencia para tratar el tema de los orígenes de las ciencias de la Naturaleza, en estrecha relación con el pensamiento esotérico y la magia natural. En efecto, daremos comienzo a nuestro breve recorrido centrándonos en la Academia de Florencia, fundada por Cosme de Medici en el castillo de Careggio, inmediatamente después de que se reuniera en esa ciudad el concilio de 1436-1439 celebrado para la unión de las iglesias cristianas, con la presencia de Gemisto Pletón y J. Bessarion, entre otros, lo que permitió un enorme fermento en los estudios sobre la antigüedad clásica, y abrió las puertas del Renacimiento, desde esta Academia dirigida por Marcilio Ficino, secundada por una pléyade de filósofos, artistas, literatos, hombres públicos, y de Estado, comerciantes, etc., iniciativa que, por otra parte, comenzó a emularse en otros círculos italianos, comenzando por el papado, los duques de Ferrara y Milán y en general por las bibliotecas, cenáculos y los príncipes y sus cortes. 

En el artículo "Los Libros Herméticos" hemos mostrado qué son las doctrinas herméticas, que ya contenidas en el Corpus Hermeticum, y en consonancia con las ideas de Pitágoras, Platón, el Neoplatonismo y Neopitagorismo,8 el cristianismo de Dionisio Areopagita y la Cábala Hebrea, describen las emanaciones que, a partir de la Unidad, por un proceso de opacamiento o materialización, descienden conformando distintos planos o mundos que van de lo invisible e increado, pasando por distintos grados más o menos sutiles de manifestación, o angélicos, hasta la más gruesa solidificación material. A la inversa, las enseñanzas herméticas nos muestran cómo es posible remontar este orden y a partir de determinadas sustancias, que guardan en sí el misterio de su ser, llegar al Origen mismo, por medio de una serie de transmutaciones que los alquimistas, puestos bajo la advocación del dios Hermes, realizaban partiendo de la materia, especialmente la metálica, a la que relacionaban con las energías de los astros, o regentes. Desde luego esta actitud, que por otra parte no es exclusiva de Occidente, pues se ha producido en otras tradiciones, ha posibilitado la investigación y la experimentación y por lo tanto ha fundamentado el nacimiento de las ciencias aplicadas al estudio y la modificación de la naturaleza.9 De hecho, la Historia de la Ciencia no ha dejado jamás de advertir este origen pre-científico y "mágico" de las ciencias, por más racionalista que fuera su enfoque o aséptico pretendiera ser el método sostenido, por el simple hecho de que es muy difícil negar evidencias perfectamente documentadas, pese a cualquier intención en contrario. Las cosmogonías más auténticamente científicas y "modernas", como las de Galileo10 o Newton,11 sin contar la de Giordano Bruno,12 revelan su origen hermético, considerado como ignorancia durante varios siglos por el "pensamiento científico", opuesto a la Cosmogonía Unánime de distintos pueblos, a su Ciencia Sagrada, lo que ha dado lugar, valga la paradoja, a la misma ciencia profana que, aun derivada de ella, luego la niega, en virtud de determinados desarrollos que ha de adoptar, alejándose cada vez más de sus propósitos y orígenes.13 El tema es complejo y delicado, más que nada por los errores de base que tiene nuestro encuadre moderno, acrecentados desde el siglo XIX, respecto a lo que hoy se entiende por "científico" –y aún filosófico–,14 pero bástenos por ahora señalar que una corriente muy fuerte de historiadores nacidos en el propio campo científico, investiga sin prejuicios en la actualidad este proceso que desemboca en los descubrimientos e inventos de la sociedad técnica contemporánea. Como antecedente importante y de algún modo pionero destacaremos A History of Magic and Experimental Science de Lynn Thorndike en seis volúmenes, editada por la Columbia University Press de 1923 a 1941.15 

Más recientemente y para citar un solo ejemplo mencionaremos la polémica obra Mentalidades ocultas y científicas en el Renacimiento editada por Brian Vickers, que reúne una serie de trabajos interdisciplinarios bajo este sugestivo título, producto de un symposium organizado en 1982 por el Center of Renaissance Studies, Zurich, y publicada por Cambridge University Press. De entre los profesores de distintas universidades americanas y europeas que debaten y aclaran estos asuntos en época reciente deben mencionarse a Thomas S. Kuhn, Gastón Bachelard, Gilbert Durand, Karl Popper, A. C. Crombie, A. Asti Vera, L. W. Hull, E. Garin, P. O. Kristeller, A. Koestler, y los ya nombrados en este artículo, etc. Sobre la Historia y Filosofía de la Ciencia hay hoy una abundante literatura, gran parte de ella ya traducida al castellano. Igualmente debe señalarse otra colección con un título asimismo sugerente, Alchemy Revisited: Proceedings of the International Conference on the History of Alchemy, actas de un coloquio celebrado en 1989 en Gröningen, en la que igualmente participa B. Vickers y distintos autores que, de una u otra manera, han llegado a este tipo de investigaciones por distintos caminos y en diferentes niveles. En realidad, sólo deseamos señalar estas publicaciones con el ánimo de indicar el interés actual por el tema, que se expresa también en dos revistas: Ambix, y Renaissance Quarterly.16 

De nuestra parte pensamos que este tema de los orígenes "mágicos" de la Ciencia es lo suficientemente importante para tratarlo, ya que de hecho se trata, como en otros casos, de la influencia de la Tradición Hermética en la cultura de Occidente, al punto de constituir una corriente subterránea, secreta, que la ha alimentado con sus aciertos y errores hasta el día de hoy, en perfecta simultaneidad con los ritmos y los ciclos que hacen al tiempo y a la historia en que se manifiestan las Ideas. 

Además, es obvio el valor filosófico, y gnoseológico, que puede tener un debate de esta naturaleza, y las innumerables perspectivas que se pueden abrir por su intermedio. 

En efecto, el desarrollo científico ha facilitado al hombre contemporáneo numerosas vías que hasta hace muy poco no soñaba siquiera en conocer –la aceleración, en este sentido prodigiosa, es geométricamente proporcional a ese desarrollo–, a la par que se han ido cerrando otros ángulos de visión y que al multiplicarse las posibilidades de control y dominio sobre la "materia" se ha ido poseyendo sobre ella una perspectiva cada vez más limitada y excluyente; las distintas técnicas y sus diversos usos son el ejemplo más destacado al respecto. En todo caso no seremos nosotros aquí los que insistiremos sobre este problema, hoy en día convertido en una amenaza constante a la humanidad, advertido ya hace más de ochenta años por diversos autores, entre los cuales deben nombrarse en primer lugar las críticas al mundo moderno de René Guénon, y que hoy toman caracteres de una gravedad tan monstruosa como los señalados todos los días por la ecología a través de valientes grupos de choque, surgidos al calor de las circunstancias. 

Como decíamos, esto ha sido mostrado por numerosos autores que se refieren a ello de distintas maneras. Desde el punto de vista de la Historia de la Ciencia, y particularmente del método científico, Elías Trabulse17 se expresa así: 

La experiencia, o sea la constatación empírica de los fenómenos, es la primera característica básica de nuestro esquema y, por extensión, de todos los paradigmas científicos que han aparecido desde el siglo XVIII hasta nuestros días. …El desarrollo de técnicas de precisión admirable permitieron "dominar racionalmente el curso de la experiencia", lo que condujo a la repetición, provocada y controlada, de los fenómenos que se deseaban observar.

Está claro que esta actitud que va a desembocar en la multiplicidad absoluta está implícita en el Renacimiento, y en los desarrollos científicos posteriores se hace patente. Por otra parte ello se observa en todas las manifestaciones ya sean estas sociales, económicas, artísticas, culturales, y su eclosión vertiginosamente acelerada se debe a temas relacionados con el ciclo por el que la humanidad atraviesa. Por lo que muchos –y no sin razones– han fijado a la Edad Media como la fecha límite en donde todavía se lograba una comunicación directa entre cielo y tierra. Sin embargo hemos visto que la Tradición Hermética ha subsistido hasta nuestros días, aunque desde luego en forma oculta y minoritaria, habiendo incluso pasado por momentos de gloria y grandeza durante muchos siglos, adoptando diversas formas. De hecho, la permanencia de la Ciencia Sagrada ha permitido el retraso del caos total y ha reordenado, en la medida de sus posibilidades, una y otra vez el pensamiento del hombre de Occidente, iluminándolo con su sabiduría, en suma, revelándose en él. 

Sin embargo, y en la misma época en que aparece el racionalismo, la ciencia cambia intempestivamente el rumbo cortando la conexión que mantenía unidos a los tres mundos, espiritual, anímico y material, y se simplifica la cosa haciendo sólo una diferencia binaria: cuerpo y alma como antagónicos, siempre excluyentes. 

Este proceso de inversión queda documentado no sólo en la "filosofía" y el racionalismo de Descartes sino que pasa a ser parte del bagaje del hombre moderno como lo testifica la historia de esa Ciencia que, a poco de su desarrollo, niega sus propios orígenes y rompe las raíces que la mantenían aún unida con la Cosmogonía y la Ontología, el Ser Universal y la Metafísica.

NOTAS
1 Todas estas Ciencias eran a su vez consideradas como "Artes" (vgr. las Artes Liberales), así los filósofos químicos solían también autodenominarse "artistas", y a la ciencia de Hermes como "Arte alquímico", o "Arte Real" (Ars Regia).
2 Es notoria la influencia del Hermetismo sobre la Psicología que cristaliza en Jung –reconocido autor y jefe de una escuela y escritor de más de veinte libros encabezados por su conocida Psicología y Alquimia– y prosigue hasta hoy con algunos de sus seguidores, o en nuevas perspectivas como la Psicología transpersonal, etc.
3 Biblioteca Colombina: Catálogo de sus libros impresos. Ilmo. Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. Tomos I a VI: Notas Bibliográficas del Dr. D. Simón de la Rosa y Pérez. Sevilla 1888-?. Tomo VII: Notas Bibl. de id. y Fco García Madueño. Revisión e Indices de D. Ramón Paz y Remolar. CSIC y Biblioteca Colombina, Madrid 1948. Bibliotheca Chemica: A catalogue of the alchemical, chemical and pharmaceutical books in the collection of the late James Young of Kelly and Durris [1811-83], by John Ferguson, honorary member of the Imperial Military Academy of Medicine, etc. Reimpresión: KessingerPublishing Co., Montana, USA. 2 vol.
4 Sobre este autor hay mucho que decir, pues pese a expresar su teoría de la gravedad de modo mecánico –con la secuela de complicaciones que esto ha traído–, el grueso de sus estudios y concepciones era otro, incluidas las posibilidades experimentales en relación con el "misterio" de la gravitación. Ver también nuestra reseña en Symbolos Nº 13-14: "Masonería", 1997 sobre I. Newton, El Templo de Salomón, introd. de J. M. Sánchez Ron, trad. y est. filológicos C. Morano, Ed. Debate/CSIC, Madrid 1996. Igualmente: John Harrison, The Library of Isaac Newton, Cambridge University Press, 1978; y B. J. T. Dobbs, The Janus faces of genius. The role of alchemy in Newton's thought, id. 1991
5 Hoy se suele mencionar de forma habitual a Paracelso como uno de los antecedentes renacentistas de la medicina y la farmacia –particularmente la homeopática– moderna incluso en contraposición con Galeno, y el galenismo representante del saber médico de la antigüedad grecorromana y medioeval (Historia de la Ciencia y la Técnica Akal Nº 19, "La química sagrada, J. Esteva de Sagrera; Nº 11, "El Renacimiento", Fco. Javier Puerto; Madrid 1991), pese a las dificultades de todo tipo que el propio Paracelso tuvo al tratar de explicar su Ciencia, ya que los "oficialistas" de su tiempo –que curábanlo todo con sangrías– lo calificaban de charlatán. Sin embargo en todos sus escritos hace referencia a la Tradición Hermético Alquímica, como bien lo demuestra el siguiente texto sobre los fundamentos del Arte de la Medicina: "La Medicina descansa sobre cuatro columnas: la Filosofía, la Astronomía, la Alquimia y la Etica. La primera columna debe comprender filosóficamente tierra y agua; la segunda, la Astronomía, debe aportar el pleno conocimiento de lo que es de naturaleza ígnea y aérea; la tercera debería explicar sin falta las propiedades de los cuatro elementos –es decir, de todo el cosmos– e iniciar en el arte de su elaboración, y finalmente la cuarta debería mostrar al médico aquellas virtudes que han de acompañarle hasta su muerte y deben apoyar y completar las otras tres columnas." (Paracelso, Textos esenciales, ed. Jolande Jacobi, Siruela. Madrid 1991).
6 Poimandrés X, 22.
7 También incursionó en la música. Esta siempre ha contado entre sus cultores y teóricos con una pléyade de autores herméticos, desde la ya mencionada lira de Apolo hasta nuestros días. A quienes están interesados en este tema recomendamos en particular las obras de Joscelyn Godwin: The Harmony of the Spheres, a sourcebook of the Pythagorean Tradition in Music, Inner Traditions International, Rochester VT, 1993, Harmonies of Heaven and Earth, Inner Traditions, 1995, y l'Esotérisme musicale en France 1750-1950, Albin Michel, París 1991. "Ser instruido en la música, no consiste sino en saber cómo se ordena todo el conjunto del universo y qué plan divino ha distribuido todas las cosas: pues este orden, en el que todas las cosas particulares han sido reunidas en un mismo todo por una inteligencia artista, producirá, con una música divina, un concierto infinitamente suave y verdadero" (Asclepio, 13).
8 Entre los autores platónicos y pitagóricos debemos mencionar: Speusipo y la célebre Academia de Platón y sus sucesores en ella, que vuelve a revivir con los Neoplatónicos de los que Jámblico y Proclo son tal vez los más importantes amén de: Numenio de Apamea, Plotino, Porfirio, etc.; Pitagóricos y Neopitagóricos: Petrón de Himera, Ión de Chios, Hipasio de Metaponto, Filolao de Crotona, Arquitas de Tarento, Hipócrates de Kíos, Teodoro de Cirene, Hicetas de Siracusa, Moderato de Cádiz, Theón de Esmirna, Nicómaco de Gerasa, Plutarco de Atenas, etc, Macrobio, Boecio y Euclides. 
9 Ver Herreros y Alquimistas (Alianza Ed. Madrid 1986), y Cosmología y Alquimia Babilónicas (Paidós, Barcelona 1993) y Alquimia Asiática (id. 1992), de Mircea Eliade.
10 "La filosofía está escrita en ese vastísimo libro continuamente abierto ante la vista (me refiero al universo), pero este no puede ser entendido si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los cuales está escrito. Y lo está en un lenguaje matemático, cuyos caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una sola palabra, lo que sería como agitarse vanamente por salir de un obscuro laberinto" (Galileo Galilei, Il Saggiatore, 6, Opera. Florencia, Ed. Nazionale, 1898, t. vi, p. 232).
11 Frances A. Yates, en ¿Relacionaba Newton sus matemáticas con la Alquimia? (Ensayos Reunidos III: Ideas e ideales del Renacimiento en el Norte de Europa, FCE, México 1993), afirma: "En su artículo revolucionario sobre 'Newton and the pipes of Pan' [Newton y las flautas de Pan], publicado en las Notesand Queries of the Royal Society en 1966, J. E. McGuire y P. M. Rattansi citaban de los manuscritos inéditos palabras que mostraban que Newton creía que al descubrir la ley de la gravedad y el sistema del mundo asociado con ella, estaba redescubriendo una antigua verdad, conocida de Pitágoras y oculta en el mito de Apolo con su lira de siete cuerdas." 

Y más adelante la misma autora, entre otras cosas dice: "Otro volumen alquímico que Newton estudió profundamente y copió fue el Theatrum chemicum de Elías Ashmole, colección de textos alquímicos entre los que se encuentra una breve descripción en verso del monas de Dee. En un comentario sobre ese volumen, que Ashmole cita de un manifiesto rosacruz, alude a Michael Maier y da una larga descripción de John Dee y de su obra como matemático, que alaba mucho." "...había un núcleo hermético en el científico del siglo XVII; Newton, el matemático, se unía a Newton, el alquimista. ¿Se traslapan esos dos intereses, incluso en los Principia y la Opticks, como piensan ahora algunos estudiosos? Si es así, ¿no deberíamos buscar sus antecedentes en los movimientos alquímicos de principios del siglo XVII, que hasta ahora sólo se han explorado superficialmente?".

12 Ver F. Yates, Giordano Bruno y la Tradición Hermética, Ariel Filosofía, Barcelona 1994.
13 Sin duda la represión religiosa y la criminalidad de la Inquisición, cuya misión era la caza y exterminio de todo lo que atentara contra su poder han sido la causa principal de esto. También el "cristianismo oficial" de los Protestantes, aunque en menor medida.
14 Esta paradoja es obvia en la fundación de la Real Sociedad de Londres instituida por el alquimista Elías Ashmole y algunos de sus célebres amigos, la cual al cabo de pocos años se vuelve contra aquellos que la constituyeron; el aspecto "material" y profano había vencido al metafísico. Entre los colaboradores de Ashmole se encuentra Sir Robert Moray, primer masón documentado (Edimburgo 1641-47), arquitecto militar, con intereses herméticos y científicos, quien fue el primer presidente de dicha Sociedad.
15 Las dos bibliotecas a las que hacemos referencia al comienzo de este artículo, especialmente la Colombina más vinculada con el pensamiento medioeval, han sido puestas en relación, para estos apuntes, con la obra ya citada de Thorndike, que abarca desde el Imperio Romano hasta el siglo XIV de nuestra era; el contenido de este libro que consideramos básico para cualquier investigación relacionada con el tema aquí tratado es muy recomendable. En su Prefacio Thorndike nos dice que ha trabajado con manuscritos e incunables de la British Library, la Bodleian (Oxford), la Bibliothèque Nationale (París) y las de Munich, Florencia y Bologna, entre otras, y que habiendo consultado diversos catálogos cree haber estudiado una colección representativa pese a ser miles los manuscritos vinculados con su estudio. Señala también en su Conclusión que los autores de los siglos XIV y XV, sobre todo los de este último, no agregan gran cosa a lo que estaba en germen anteriormente. Va de suyo que el autor organiza su material en razón de las investigaciones de los siglos posteriores, puesto que su labor constituye su tesis doctoral comenzada en 1902.
16 La magia renacentista quería conocer los secretos de la naturaleza, es decir de la cosmogonía, basándose en los números y la geometría de Pitágoras, que la Teúrgia activaba de modo operativo, y que la Ciencia establecería de manera aplicada. La Teúrgia, llamada también magia intelectual, espiritual o pneumática, es la verdadera Alquimia del Conocimiento.
17 Ciencia y Religión en el siglo XVII, El Colegio de México 1974, pág. 51.