Los
Cuatro Reyes |
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El
Rey –o el Emperador– es el símbolo en la Tierra de la más alta
jerarquía, vinculada a la
realidad espiritual, al mundo de Atsiluth, inmanifestado y omnipresente.
Significa la nobleza interior que va
aflorando durante el proceso iniciático en la medida en que el adepto se despoja
de sus egos y
condicionamientos vulgares y va obteniendo la fusión con el Espíritu. Es un estado
en la conciencia que se logra cuando el
Hijo, una vez que ha pasado por la purificación de la muerte iniciática, encomienda
su espíritu en manos de
su Padre, sacrificando así su voluntad individual y entregándose a la Voluntad
Superior, que es la suya
más íntima y la que rige su destino. |
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El Rey de Espadas, Atsiluth en Beriyah, nos muestra a la acción del fuego en el aire, del Espíritu en la mente universal, a la que perennemente engendra y fecunda con Sabiduría e Inteligencia. En el Rey de Copas, Atsiluth en Yetsirah, vemos la acción purificadora y transformadora del fuego en el agua. Lo ígneo evapora lo líquido, generando los gases livianos. El Espíritu penetra el denso mundo del psiquismo inferior, transmutándolo. En nuestro proceso iniciático es ese fuego el que logra que nuestros densos estados psicológicos se vean convertidos en sustancia sutil y que el pensamiento vuele a las regiones superiores de la conciencia. El Rey de Oros corresponde a la influencia de Atsiluth en Asiyah, del Espíritu en la materia, del fuego en la tierra, y los efectos que esta conjunción produce de transformación, purificación y generación. |
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Las Cartas de la Corte |
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© Federico González 1981: Texto.
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P. Grimaud
1981: Tarot de Marsella.