PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
INTRODUCCION (2)

Tres grandes ideas de la Cábala
En este punto, queremos ofrecer unas breves pinceladas sobre tres concepciones importantes para la Cábala, que son las de En sof, el Adam Kadmon y la idea de la androginia en Dios, y que serán tratadas más adelante en el presente libro.

Como hemos visto, el modelo del Arbol de la Vida es un pantáculo sintético del orden universal, al tiempo que un vehículo para la reminiscencia y la realización espiritual del iniciado, y aún más, un símbolo revelador de la realidad metafísica que lo trasciende, ámbito que en la Cábala se llama En sof (Sin fin), el misterio insondable que aunque nunca podrá ser conocido por su naturaleza inaprensible, atrae de manera irresistible el alma de aquel que no le opone resistencia. En realidad no hay palabras para definir lo que no tiene límites, ni condición o determinación de ningún tipo, por lo que los cabalistas siempre se han referido a esa región empleando términos negativos –como infinito, inabarcable, inefable, insondable, incognoscible–, o superlativos –supraconsciente, supraesencial, el Anciano de los Ancianos–, o bien interrogativos: "Mi" (¿Quién?), a sabiendas que la experiencia de ese estado de conciencia no se alcanza con el concurso del discurso lineal y racional, sino por las rupturas de nivel y los saltos cualitativos que promueve la irrupción del Intelecto, rayo iluminador y transmisor de la oscuridad más que luminosa de lo supracósmico, que rapta el alma del iniciado y la eleva a esa esfera sin contorno.

En sof es reconocido por todo cabalista como el meollo de la búsqueda intelectual-espiritual, aunque no se vive como una meta o un fin en el sentido de algo a alcanzar o aprehender, sino como una experiencia innombrable y directa siempre presentida y presente por los medios extraordinarios de la conciencia. De esta manera se concibe que todo es y no es simultáneamente, que el límite convive con lo ilimitado, lo visible con lo invisible, no como una dualidad que coexiste en paralelo, sino como una misteriosa no-dualidad que en su indiferenciación incluye simultáneamente la aparente polarización de las posibilidades de ser con aquellas totalmente ocultas y por siempre innombrables del no-ser.

Quizá el Silencio o el Reposo absoluto sean los símbolos que nos evocan ese dominio que muchos cabalistas ubican más allá del Arbol de la Vida, insinuándolo como una serie de velos en el caos precósmico, mientras que otros lo han visto como la cúspide de Kether.

Por ello toda audacia del pensamiento en aras a esa experiencia se queda corta, y el cabalista se ve abocado a vivir una permanente paradoja, enajenándose y desarraigándose del mundo y su efímera contingencia, al tiempo que lo emplea como soporte para franquear sus límites y abismarse así en el Océano sin fin, o sea, que percibe el universo como un aula abierta de la mente, hasta llegar o pretender siempre llegar a lo más grande: un aula ahora ya vacía y oscura pero no tenebrosa, y por lo tanto sola, indescriptible, a la que los cabalistas aspiran constantemente.

De En sof todo depende, pero él no depende de nada; en su indiferenciación contiene el nombre de todas las cosas, seres, mundos, ideas y arquetipos que se despliegan en el proceso cósmico, pero en sí es innombrable. En su soledad todo permanece en estado de pura potencia, y a ello se refiere otro concepto fundamental para la Cábala que es el del Adam Kadmon u Hombre Primordial.

Este símbolo es el prototipo de la Creación en el reino de lo metafísico, el cual es visto como un Hombre de dimensiones gigantescas, que serán aplicables tanto al macro como al microcosmos; o sea una concepción del modelo del Universo anterior a su gestación, desarrollo y nacimiento, pues está claro que cualquier determinación, por más primordial que sea, es "fruto" de un inventor, de un poder que tornándose consciente de sus posibilidades de ser, diseña una arquitectura invisible en esa región ignota antes de revelarla o manifestarla.11 Para explicar este hecho misterioso en el seno de la Nada ilimitada, la Cábala, y en concreto las valiosas aportaciones de las meditaciones y certezas que transmitió Luria –que se fundamentan a su vez en enseñanzas ya esbozadas por algunos cabalistas medioevales–, elabora la teoría del tsim tsum según la cual una contracción en el seno de En sof hace que Dios se retire de sí mismo y deje un espacio vacío al descubierto, que al ser fecundado por el rayo supraesencial, originará ese ser prototípico conformado por diez potencias o receptáculos, las diez sefiroth del Arbol de la Vida, que a su vez serán colmadas por la luz supracelestial.

Además, la idea del desmembramiento del Hombre Primordial o de la rotura de las siete sefiroth de construcción que lo conforman –que al no poder soportar el exceso de luz que las inunda se quiebran y en su caída dan lugar a todos los mundos y seres–, se vincula con el origen de la Manifestación y la doctrina de los ciclos cósmicos que la regirá a todos los niveles. Dicha teoría está presente de una manera u otra entre los pueblos egipcios, griegos y caldeos, que la heredaron a su vez de la civilización atlante12 según nos refiere Platón en dos de sus diálogos –el Critias y el Timeo–, hombres que fueron los descendientes y actualizadores de la Tradición Primordial en un momento determinado del ciclo de esta humanidad y que antes de desaparecer bajo las aguas del océano transmitieron las verdades eternas a esos pueblos mediterráneos.

Esta concepción, tan viva todavía en los albores de las mencionadas culturas, se ha ido olvidando poco a poco, y su ignorancia ha provocado que muchos estudiosos contemporáneos de la Historia de las Religiones no puedan fijar con acierto el hilo sutil que religa a todos esos pueblos con el pensamiento primigenio emanado de la Tradición Unánime, acentuándose entonces las diferencias y los prejuicios hacia lo que no es "propio", y valorando las identidades entre todas estas culturas como algo fortuito, sino inexplicable o difícil de definir.

Esto se constata igualmente a la hora de explicar la misteriosa androginia en Dios, que tantos problemas ha acarreado a las tres tradiciones monoteístas a medida que han ido ignorando o rechazando el esoterismo, cuya perspectiva es la que penetra y explica la esencia de esta simbólica tan paradójica.

Es claro que no puede haber dualidad en la deidad, y que ésta es una con toda la manifestación, pero lo cierto es que para salir aparentemente de su mismidad lo hace revelando sus dos facetas, la masculina y la femenina, de cuya conjugación permanente emergerán todas las criaturas y entes del universo. Esta polarización está presente con mucha nitidez en la simbólica del Arbol de la Vida desde varias perspectivas: en sus dos columnas complementarias que se equilibran en la central, en el hecho que cada sefirah es receptiva respecto de la anterior y positiva en relación a la que le sucede, además de que cada una de ellas tiene una faceta luminosa que mira hacia Kether y una oscura que se orienta hacia Malkhuth, y muchas otras combinaciones posibles. Ello es perfectamente análogo a lo simbolizado por el caduceo de Hermes, entidad inspiradora de toda una literatura sapiencial que como iremos viendo tuvo, juntamente con la cabalística, una impronta crucial en el Renacimiento, y de la que evocamos estos fragmentos:

Cuando se hubo cumplido el período, fue disuelta, por voluntad de Dios, la ligación de todos los seres. Puesto que eran andróginos, fueron separados, a la vez que el hombre, y se convirtieron por turno, unos en varones, otros en hembras.13

Y en otra sección del Corpus Hermeticum, concretamente en los Extractos de Estobeo se relata:

Horus: "Y las almas masculinas o femeninas, madre, ¿cómo se originan?".

Isis: "Las almas, hijo, tienen una misma naturaleza, puesto que proceden de una región única en la que las modela el creador, y no son ni masculinas ni femeninas, esa condición, por tanto sólo se da en los cuerpos, no en lo incorpóreo; esta particularidad de ser unas coléricas y otras más dulces, hijo, reside en el aire, aquel en el que todo se origina; porque el aire del alma es el cuerpo que la recubre, y amasijo de los cuatro elementos, tierra, aire, agua y fuego.14

Es por tanto muy notorio en la Cábala el empleo de la simbólica sexual para expresar la "fragmentación" del andrógino primordial y su polarización en un principio masculino, benéfico y fecundador (de donde emana, al decir de los cabalistas, el Lado de la Derecha), y otro negativo, receptivo y riguroso que engendra y se despliega como el Lado de la Izquierda, principios –simbolizados en la tradición hindú por el linga y el yoni– que siempre se atraerán y rechazarán a diversos grados y niveles en virtud de la ley cósmica de la contracción y la expansión, alcanzando instantes de conjunción, los que posibilitan el emerger de una nueva posibilidad del ser en la accesis al Conocimiento, y así, conociendo el código secreto del universo, poder salir de él.

Por cierto que toda la literatura del esoterismo judío está atravesada por esa simbólica de la androginia y la dualidad cósmica, como lo expresa el Sefer Yetsirah15 en este capítulo:

Tres Madres: Alef, Mem, Shin. Un gran secreto místico cubierto y sellado con seis anillos y de ellas emanaron el aire, el agua y el fuego, y de ellas nacen Padres y de los Padres descendientes.

Entonces, el camino de retorno o de liberación es descrito en innumerables ocasiones a través del lenguaje erótico, cópulas y conjunciones a distintos grados y niveles ascendentes, lo que conjuga la visión de un camino apacible en un mundo feliz de una belleza arrobadora, con la experiencia de enormes convulsiones y descalabros de distinta índole, ideas estas que adquirieron un gran vigor durante el Renacimiento,16 que es el período en el que hemos centrado esta investigación, en el que confluyen mágicamente los rastros del legado greco-egipcio y judío17 y donde los sabios, magos, poetas y alquimistas de cada una de estas corrientes fueron todavía capaces de reconocer las identidades esenciales y establecer analogías y correspondencias al laborar con distintos modelos metafísicos, entre los cuales el del Arbol de la Vida y el del alefato hebreo. O sea, que en medio de las luchas políticas más feroces, intrigas y persecuciones en distintos flancos, floreció simultáneamente una de las más bellas manifestaciones del amor y la belleza en todos los órdenes y dominios, es decir, un estallido de las ideas fecundas y eternas, que en circunstancias bien paradójicas vivieron muchos de esos iniciados en propia carne.

NOTAS
11 El Adán terrestre es la síntesis, la reducción del Adam Kadmon Universal y éste, a su vez es la proyección agigantada y totalizadora del microcosmos en perfecta concordancia con el Adán macrocósmico. En ambos casos el nombre de Adán significa la energía vital y manifiesta la relación entre el micro y el macrocosmos, (invertidos entre ellos, hay que hacerlo notar), regulándolos, mediante el desequilibrio y la aceptación.
12 Es curioso observar que la imagen mítica que nos ha llegado de los atlantes es la de seres humanos de grandes dimensiones, lo que nos recuerda los nefilim de la Biblia, el gigante griego Atlas, el ex san Cristóbal cristiano y los gigantes de las culturas precolombinas, herederas también de la Atlántida.
13 Textos Herméticos. Poimandrés. Ed. Gredos, Madrid, 1999, pág. 86.
14 Ibid., pág. 389.
15 Sefer Yetsirah. El libro de la Creación. Ed. Mirach, Madrid, 1994, capítulo 3, mishna 2, pág. 174.
16 En virtud de la analogía entre el macro y el microcosmos, esta polarización se expresa en el ser humano, en el hombre y la mujer, tema éste que fue tratado en el medioevo por Ezra de Gerona en su Comentario al Cantar de los Cantares, (y por otros cabalistas), y que en pleno Renacimiento llamó la atención de Alemmano y de Fray Luís de León, entre otros, que tradujeron y comentaron esa obra atribuida a Salomón.
17 Zósimo de Panópolis, alquimista alejandrino judío de los primeros siglos de nuestra era, ya constata esa identidad: "El libro verdadero de Sofé el Egipcio y del Dios de los Hebreos, Señor de las potencias, Sabaoth, –pues hay dos ciencias y dos sabidurías, la de los Egipcios y la de los Hebreos– es más sólido que la justicia divina. En efecto, la ciencia y la sabiduría de las cosas más excelentes nace del fondo de los años –ningún maestro la produce, es autónoma– y es inmaterial y no busca nada de los cuerpos sumergidos en la materia y enteramente perecederos, pues ella opera sin padecer en sí misma ningún cambio. Ahora tú la posees como un don gratuito". A. J. Festugière, La Révélation d'Hermès Trismégiste I. L'Astrologie et les sciences occultes. Les Belles Lettres, París, 1989, pág. 261.