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Casi todo el mundo conoce la vivencia de la primera dimensión de la poesía en mayor o menor grado, pues este estado diferente de la conciencia tiene otros semejantes. El embeleso del amor es análogo y corresponde a un espacio y un tiempo distinto al habitual despertado por lo amado. Así también la emoción del oficiante y la del que participa del rito. También la presencia de seres invisibles detectados sensiblemente. Estos son los primeros contactos con otras realidades extraordinarias. Asimismo la facilidad del que ejecuta la flauta y del que danza la melodía. Otras formas son la imaginación subversiva y la experiencia alucinógena. Zona peligrosísima esta, la de las primeras intuiciones, azotada por ciertos vientos de locura y el canto de las sirenas, deidades de las aguas inferiores, que amenazan con hacer zozobrar a la nave de nuestro viaje interno. Es el pálido mundo lunar, área de profundas confusiones, donde se definen los autoengaños. Fantasmas y elementales; larvas y formaciones. Mensajes incipientes y contradictorios. Las primeras destrucciones necesarias para instaurar el hombre nuevo; tiempo de luz y obscuridad; de balbuceos e impaciencias dolorosas. Ha llegado el momento de peregrinar, de salir del laberinto.


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