El héroe no tiene ninguna virtud aprobada
por el consumo. El traidor las tiene todas. Lo que aumenta singularmente
el equívoco es que el héroe y el traidor son una sola
persona. Ellos somos nosotros; nadie ve la viga en el propio ojo. Si
se describe la sociedad en que vivimos no es para criticarla permaneciendo
a ese mismo nivel sino para dejarla definitivamente por hastío.
Podría decirse que el cambio es la versión invertida
de la transmutación. La progresión horizontal es el enemigo
mortal de la siempre innata y presente verticalidad. De los paseos
anecdóticos, recurrentes, hemos aprehendido la pureza del Arquetipo
siempre simultáneo e inmóvil. Lo indestructible no tiene
mácula y es semejante al hielo y al fuego. No al almíbar
de la 'bondad' oficial, ni al heroísmo sujeto a la producción.
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