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Más allá no es fuera, sino dentro. Lo invisible es tal porque jamás podrá verse con los ojos de los sentidos. Confundimos la personalidad con el Yo y creemos que el premio prometido es esta ruindad, esta nada que somos y vemos alrededor. Tenemos que empezar por entender que lo incognoscible no nos es conocido. Que todo lo ignoramos; que cualquier cosa que podamos imaginar desde el plano de visión ordinario y profano que tenemos nada tiene que ver con la realidad. Dios es un asombro siempre nuevo. Por suerte nada ha tenido que ver con nuestras concepciones vulgares.