LA CABALA CRISTIANA FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS |
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La Alquimia es la ciencia y el arte de la transmutación del alma, su iniciación transpuesta al trabajo del fuego y los metales y las distintas operaciones, temperaturas, conjunciones y tensiones que se producen constantemente entre sí. Esto está justificado dado que todo está en todo y la materia del universo es una sola en distintos grados de manifestación, conformando un conjunto interrelacionado que puede repetirse en el alma del iniciado, en términos alquímicos en su athanor interno, a imagen del cual produce su horno externo donde se efectuarán los experimentos en el orden de la ronda de los elementos; en sentido descendente fuego, aire, agua y tierra, y subiendo por la escalera, a la inversa: tierra, agua, aire, fuego. Destinos del alquimista que debe penetrar en lo más profundo375 e igualmente remontar hacia lo alto, a contrapelo de todo lo que lo ata e impide su plena libertad (como el orden expresado por Gikatilla en su libro Puertas de Luz). O sea, de lo sutil (el Verbo, la Luz, el Soplo divino) a la concreción gradual de nuestro mundo signado por la acción, e inversamente, el recorrido del alma –y de la materia con la que trabaja el alquimista– por estados cada vez más refinados, tal el agua, el aire y el fuego, y lo que estos elementos simbolizan en sí, y ello de acuerdo a las operaciones que se efectúan y que tienen por común denominador el fuego central del athanor y las distintas graduaciones de su poder a diversos niveles, lo que también se expresa como el establecimiento de un conjunto de analogías y correspondencias entre todos los entes de la manifestación, ya sean minerales, vegetales, animales, humanos, estelares o arcangélicos, haciendo del arte alquímico una simpatía universal, cuyo método de trabajo se vale del pensamiento analógico y de una constante invocación a las potencias para identificarse con ellas. De ahí su estrecho vínculo con la espagiria y la farmacopea y con la ciencia de los venenos y los remedios,376 que no es sino una cuestión de ritmo, proporción, relación, peso o medida, y sobre todo de sucesivas disoluciones y coagulaciones en el laboratorio interno del alma. Lo que igualmente se visualiza como un viaje ascendente a través de toda la gama cromática, donde el negro de la putrefacción se transmuta en blanco purificado y éste en el rojo de la proyección, pasando por todos los estados intermediarios que los otros colores manifiestan, hasta alcanzar el Elixir de la Inmortalidad, la Quintaesencia o la Piedra Filosofal, nombres con que los alquimistas se refieren a la asunción del estado primordial de la conciencia, que se experimenta como una reintegración de todo en su unidad esencial e indistinta. Sabido es además que la alquimia existe desde el comienzo de la andadura del pueblo de Israel, y en realidad de cualquier otra tradición, pues se trata de una ciencia o arte antiquísima y muy alta, de connotaciones eminentemente intelectuales-espirituales, que sólo el desgaste producido por el propio discurrir cíclico y la ignorancia de ese origen y propósitos tan elevados ha hecho que cayera en numerosas desviaciones y aplicaciones con fines particulares, y hasta invertidos. Pero siendo sus principios y simbólicas universales y revelados, nadie puede arrogarse su invención o autoría, ni mucho menos sentirse el único depositario de sus métodos y fines, como vemos que sucede con demasiada frecuencia entre los que la estudian actualmente; aunque también los hay que la rechazan de plano, dos facetas éstas de un único punto de vista profano que ha olvidado totalmente la procedencia primordial de este arte o ciencia, que con el tiempo se fue adaptando a las diversas ramas surgidas de la Tradición Unánime; de ahí que pueda hablarse de la alquimia china, la hindú, la hermética, judía, islámica, etc. En este sentido nos parece bien interesante la investigación llevada a cabo por Raphael Patai en su libro The Jewish Alchemists. A History and Source Book377 donde ya en la introducción explica:
Y un poco más adelante, en las páginas 9 y 10, sigue poniendo en evidencia las estafas de los pretendidos expertos en la materia:
Su valiosísimo trabajo pone de relieve la presencia de la simbólica alquímica desde los mismos orígenes de la humanidad relatados en el Génesis, para continuar con un exhaustivo estudio de las escrituras sagradas y otros textos sapienciales judíos en los que aparece por doquier la alusión a la utilización del soporte simbólico y ritual de este arte por parte de muchos de los hombres y mujeres de conocimiento de esta tradición, partiendo del mismo Adán y seguido por una retahíla de personajes integrada por Tubalcaín, Moisés, Jacob, David, Salomón,378 Job, Isaías y también mujeres entre las que cita a Sara, Miriam la hermana de Moisés, la reina de Saba, etc., para pasar a destacar más adelante a los alquimistas alejandrinos de origen judío como la muy venerada María la Hebrea y su discípulo Zósimo, más luego a los medioevales, que escribieron en hebreo o en las lenguas vernáculas379 de las tierras que habitaban, visitando después a los renacentistas que tuvieron contactos muy estrechos con los alquimistas paganos, o bien cristianos, y así extiende su recorrido hasta los alquimistas del siglo XIX. Y nos parecen significativos relatos como los que siguen, en los que se pone en evidencia la procedencia supraceleste de las claves alquímicas transmitidas por esa entidad espiritual y eterna llamada Hermes, que en la tradición hebrea se identifica a veces con Elías, o con el mismo Moisés,380 la cual revela a los adeptos ese mensaje esotérico que no distingue a pueblos, razas ni sexos, como se percibe en este fragmento que aporta Patai de una leyenda recogida por Johann Albert Fabricius (1668-1736) en su Bibliotheca Graeca, donde se ve que la mujer de Abraham es la que recibe en un momento dado los secretos de la Gran Obra:
A lo que queremos agregar una pequeña selección de citas bíblicas en las que distintos personajes evidencian conocer y experimentar con la simbólica alquímica, integrada totalmente en el corpus doctrinal del pueblo hebreo; pues las labores de extracción del oro, la plata o el bronce, etc., así como el desbastado y pulido de la piedra, reflejan tanto una riqueza y brillo (material y sobre todo intelectual) de esos seres y pueblos, como también la idea que a través de esos procesos y operaciones (actos siempre rituales) se conservaban y transmitían los secretos y claves para su deificación o realización espiritual.
Y así se prolongarían las referencias en las que aparece la simbólica de la transmutación metálica en relación con la edificación, no sólo arquitectónica, sino eminentemente espiritual, labor análoga a la que promueve la investigación con el Arbol de la Vida, modelo revelado en el seno del pueblo hebreo, y que como ya hace rato venimos observando se transmitirá más allá de las fronteras judías, llegando a difundirse ampliamente en círculos cristianos y claramente herméticos durante el Renacimiento, donde ambos códigos, el cabalístico y el alquímico, no podrán más que reconocerse uno en otro, y convertirse en herramientas de trabajo para innumerables sabios tanto judíos, como cristianos, gentiles o paganos interesados en adentrarse en el athanor interno del mundo y de sí mismos, y realizar en él el ascenso por todas sus estancias, análogas a las simbolizadas por las sefiroth, todo ello con las convenientes operaciones transmutatorias alimentadas por el fuego del amor, las cuales efectivizarán la iniciación en el Conocimiento. Por ello debemos realizar una nueva crítica a lo expresado por G. Scholem acerca de la Cábala que es anunciado como el último pensamiento del erudito hebreo acerca del tema, motivo por el cual no le consideramos en lo que respecta a la Cábala cristiana y la Alquimia con la misma autoridad que le reconocemos en aquellos escritos referidos esencialmente a la Cábala judía, notando al pasar que como buen filologista hebreo y arameo le es muy difícil pasar al latín, labor gigantesca que, sin embargo, llevaron a cabo los cabalistas y alquimistas renacentistas a los cuales nos estamos refiriendo en este volumen.382 Scholem, después de repetir conceptos ya enunciados en otros artículos y colecciones lo lleva todo a una conclusión que parece ser lo novedoso en el pensamiento del erudito judío acerca de la cuestión de la alquimia. Así, manifiesta:
Y continúa reafirmando empecinadamente:
Scholem parece ignorar que la asociación de las sefiroth con los metales deriva de la de éstos con los astros. Y se sabe que las correspondencias entre astros y sefiroth han variado de autor en autor y de época en época ¿Quién cree Scholem que ha decretado la correspondencia oficial, legal y definitiva en esta materia? ¿Lo ha hecho acaso Luria? En todo caso de este modo Agrippa ya ha sido descalificado.383 Por otra parte ¿acaso penetrar los misterios de la Cábala pasa exclusivamente por ser un experto en la lengua santa? Claro que esto tiene sus ventajas, pues como apunta de nuevo Patai:
Pero hemos visto ya en diversas oportunidades que letras y números se corresponden perfectamente, y que ambos son símbolos de potencias, fuerzas o energías universales que ora se expresan a través del abecedario (alefbeto), ora por las numeraciones, los colores, los planetas, los metales o las notas musicales, y que accediendo al descifrado esotérico de cualquiera de estos códigos universales se puede vislumbrar su origen y principio único, y lo que es más importante, identificarse con él. Y esto es lo que sucedió con muchos de los sabios del Renacimiento, tanto judíos como cristianos o paganos: al tener profundamente arraigado el lenguaje alquímico como soporte para la iniciación y al poder acceder también a la simbólica cabalística, un abanico inmenso de posibilidades se abrió ante sus almas y empezaron a entrelazar y conjugar ambas simbólicas, cual las dos serpientes del caduceo de Hermes, realizando riquísimas operaciones de magia simpática, estableciendo relaciones y correspondencias entre ambos códigos, y alumbrando unas obras donde números, metales, esferas, letras, colores y nombres de poder se fundían en un discurso único, que es el del discurrir del alma por los estados de la conciencia para extraer el Elixir de la Inmortalidad. Otra cosa son los sopladores o embaucadores que por malicia o ignorancia fueron emponzoñando el panorama, confundiendo y desprestigiando una Ciencia elevadísima que en estos siglos vivió una esplendorosa regeneración, gracias en parte a la riqueza que significó su conjugación con la simbólica de la Cábala. Y entonces, más bien es un error el pretender establecer fronteras y obstinarse en mantener las diferencias, pues la Vía Simbólica, en lugar de dividir, fragmentar y empequeñecer, lo que hace siempre es abrir puertas para promover la vivencia del Misterio. Por lo que ahora daremos paso a toda una serie de personajes que labraron unos textos y grabados arcanos y misteriosos, impregnados de una teúrgia actuante, aún ahora, para quien los reciba convenientemente, lo que significa acogerlos como soportes para efectivizar la iniciación y seguir la senda de deificación, verdadero y último propósito tanto de la Alquimia como de la Cábala. |
NOTAS | |
375 | Recordar la máxima de Valentino: “Desciende al interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta, verdadera medicina” = VITRIOLUM. |
376 | Dice Paracelso: “Todo es veneno, nada está exento de veneno. Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa”. Las siete apologías, op. cit., pág. 43. |
377 | Raphael Patai, The Jewish Alchemists. A History and Source Book. Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1995, pág. 8. |
378 | En este sentido, recordar que hay cantidad de libros de magia y alquimia atribuidos a este rey. Ver la nota 244 sobre algunos de esos opúsculos que guardaba Trithemio en su biblioteca. |
379 | Patai señala lo siguiente a propósito de la literatura de este tipo, mucha de la cual está todavía por investigar: “Finalmente, hay que hacer mención de los escritos alquímicos judíos en lenguas no judías, y de las referencias hechas por alquimistas no judíos a la obra de alquimistas judíos. Se encuentra material de este tipo en griego, latín, arameo, árabe, español, italiano, francés y alemán, y una parte de él se presentará en este libro”. Ibid., pág. 15. Y luego: “Aunque hay un gran número de manuscritos alquímicos escritos en hebreo, en judeo-arábigo o en ladino (en caracteres hebreos) accesibles en la colección del Instituto de Manuscritos Hebreos Microfilmados de Jerusalén, al cual mi gratitud es mayor de lo que puedo expresar, no hay una colección semejante de manuscritos alquímicos escritos por judíos en caracteres distintos a los hebreos. Estos todavía están enterrados en centenares de bibliotecas de todo el mundo y esperan a ser descubiertos e identificados. Por ello, la impresión que crea el material de este libro de que los judíos escribieron la mayoría de sus obras alquímicas en caracteres hebreos es probablemente errónea, y habrá de ser corregida localizando, evaluando y publicando escritos alquímicos judíos en otras lenguas –un trabajo verdaderamente hercúleo”. Ibid., pág. 16. |
380 | “La identificación de Moisés con Hermes fue una hazaña remarcable de la ingenuidad sincrética por parte de los autores helenísticos y posteriormente alquímicos. El Hermes en cuestión no era, por supuesto, el dios griego sino el padre mítico de la alquimia, quien fue identificado también con Adán, Enoch, un hijo ficticio de Mizraim hijo de Ham, Abraham, José y otros. Era considerado la personificación del conocimiento, de la ciencia, del espíritu creativo que se expresa en las artes, y se afirmaba que había sido el guardián de todo el conocimiento heredado de la antigüedad. Como veremos, esta identificación de Moisés con Hermes sobrevivió bastante más allá de la Edad Media”. The Jewish Alchemists…, op. cit., pág. 33-34. |
381 | Ibid., pág. 23. |
382 | Gershom Scholem, Alchemy and Kabbalah. Spring Publications, Putnem, CT, 2006, pág. 85 y ss. |
383 | En contraposición a la opinión de Scholem, oigamos lo expresado por otro universitario, en este caso Culianu, discípulo de M. Eliade: “… la magia espiritual de Ficino no conlleva menos operaciones con los demonios como intermediarios, pero la demonomagia propiamente dicha sólo la desarrolló el abad Trithemius de Würzburg, personaje ambiguo al que hemos dedicado parte del capítulo siguiente de nuestro libro. Una combinación de magia ficiniana y de demonomagia trithemiana reaparece en los tres libros de la Filosofía oculta, obra poco original pero muy influyente de Cornelio Agrippa. La magia de Giordano Bruno está inspirada en primer lugar en Ficino, y utiliza como fuentes complementarias a Alberto Magno, Trithemius y Agrippa. En cuanto a Tommaso Campanella, fraile calabrés disidente de principios del siglo XVII, cuya utopía política parece haber ejercido una influencia determinante en el grupo de amigos alemanes que puso en escena la ‘farsa’ (ludibrium) de los rosacruces, cultiva igualmente una magia pneumática de origen ficiniana, cuyos rituales (inofensivos) fueron muy apreciados por el papa Urbano. Entre Ficino y Campanella, numerosos autores están al corriente de la teoría pneumática de Ficino, de la que no siempre explotan su vertiente mágica. Entre ellos, citemos a Juan Pico, Francesco Cattani da Diacceto, Ludovico Lazzarelli, Jacques Gohory, Pomponazzi, Francesco Giorgi, Pontus de Tyard, Guy Lefèvre de la Boderie, etc.”. Ioan P. Culianu, Eros y Magia en el Renacimiento. Prefacio de Mircea Eliade, traducción Neus Clavera y Hélène Rufat, Eds. Siruela, Madrid, 1999, p. 177. |
384 | The Jewish Alchemists, op. cit., pág. 11. |
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