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A los momentos de euforia siguen los depresivos y viceversa. Cuando todas las facultades del ser se concentran en sí mismas advertimos un espacio vacío; esa nada es la potencia en la virginidad de su origen, a diferencia de la nada profana que es sólo un supuesto mental inexistente. Jamás se exigirá de nosotros más de lo que podamos dar. Hasta allí, pese a mayores o menores esfuerzos, es siempre donde se llega. El fin del mundo ya fue.