Cuando
tenía veinte años tuve
oportunidad de ver a un grupo de jóvenes que conjuntamente trataban
de superar su edad mental, fijada en los once, sin conseguirlo. Esta
terrible observación no pasó inadvertida, aunque no me
atreví a confesármela íntimamente hasta ahora. ¿Por
qué para algunos el superhombre es un individuo en el que rebotan
las balas? Sólo un personaje material más fuerte y poderoso
que ninguno, al que nadie le puede ganar, el triunfador de toda competencia,
un perfecto héroe de historieta. ¿Por qué ciertos
sujetos después de haber cometido las esforzadas labores criminales
del día se sienten igualmente compelidos a escuchar la voz del
amo televisivo que les transmite sus órdenes, los conforta y
alienta? Hay ciertas individualidades que cuando ven un árbol
o paisaje, no pueden dejar de pensar en lo que rinden o podrían
producir cuantitativamente con exclusión de cualquier otra posibilidad.
Para otros el paraíso sería una imaginaria orgía
total, poblada de 'nuevas' sensaciones. Para ellos el tesoro escondido
consta de oro de dieciocho y veinticuatro kilates, la piedra filosofal
es un brillante tallado en Amsterdam, los esclavos llevan una cadena
de hierro al cuello, la sabiduría está relacionada con
programas de preguntas y respuestas. Además, el maná del
cielo tiene una receta de cocina, el más allá es un lugar
improbable donde va a cambiar nuestra mala suerte, la eternidad es
una vida de lujo perfecto. ¿Por qué la mayoría,
teniendo todas las posibilidades, no puede exceder el nivel escolar? ¿Qué fuerzas
obscuras nos arrastran a los hombres a la literalidad?
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